miércoles, junio 11, 2014
Montano en Arganzuela
Montano lo llama "hacer la mili", que es una variante del "hacer carrera" o "hacer marca" tal como lo pone Monteserín pero en el fondo es lo mismo. Martes por la tarde en la Feria del Libro, caseta 124, a la derecha yo y mis "Amaneceres imprevistos", a la izquierda, Zahara, Rebeca y sus aforismos ilustrados. Sus compradores se agolpan hasta el punto de tener que poner una valla y dos tipos de seguridad para que moderen las expectativas.
En mi lado, no; en mi lado una sonrisa y acercar libros a los paseantes mientras hablo con Carty. Firmas, pocas, pero bastante agitación y eso se agradece: desde mi cuñada al cuñado de mi primo pasando por distintos cargos de la editorial, gente que solo conocía de Twitter y la entrañable Montse, que después de comprar su libro a Zahara aún tiene tiempo, dinero y cortesía como para comprarme uno a mí. Finalmente, cuando la tarde ya se está acabando y el librero sigue con cara de cabreo sin que acierte a entender por qué -es martes, yo he vendido 6 libros, Zahara puede que 50, no se puede pedir mucho más- aparecen dos sorpresas andaluzas: primero, Montano; después, Ajito, que entró en este blog hace ocho años como camarera del Colonial y aquí sigue, después de pasar por Úbeda, Madrid, Buenos Aires...
Nos vamos los tres a una terraza a tomar algo. Lo mejor de la Feria son las terrazas y la urgencia de las 21,30, cuando todos salen escopetados de sus casetas a echar el cierre cuanto antes, como si viniera tormenta. El lento anochecer sobre el Retiro que nos pilla en torno a una mesa hablando de Lanata y Pablo Iglesias, que es la conversación de moda. Al rato llega la Chica Diploma, la embarazadísima Chica Diploma y el trío se convierte en cuarteto, pero un cuarteto seco, sin camarero ni bar que lo atienda porque las chicas se han ido yendo, "por favor, recoged esto cuando os vayáis, que si no, nos echan la bronca".
Es una noche agradable. Con dolor, porque este maldito dolor neuropático ha vuelto, pero agradable. En el recuerdo, seguro que mucho más. Zahara, Rebeca, Burque y compañía pasan junto a la terraza, agotados y en busca de sus propios bares. Hoy nos volveremos a ver y todo será de alguna manera parecido. Las familias felices y las familias infelices, ya saben. Yo que pensaba comerme la Feria y fue la Feria y se me merendó. De camino a casa, barrio de Arganzuela, Montano nos habla de Málaga con esa habilidad suya para la charla, la facilidad para incluir de vez en cuando un aforismo o una cita de un libro sin que suene pedante ni avasallador. Málaga mejor que Cádiz, dice, y parece dejar caer que Madrid mejor que Málaga, aunque en ese punto se muestra algo inseguro.
Da igual. Lo que queda es la calle Ferrocarril y luego ya el Museo y Párroco Eusebio Cuenca y el dolor, mucho dolor. Lo que es peor: la culpabilidad del dolor, como si eso no solo fuera a hacerme más desgraciado a mí sino a mi mujer y a mi hijo.