domingo, junio 08, 2014

What´s the story (morning glory)?


Al llegar a la caseta de la Casa del Libro me doy cuenta de que la cosa va en serio. Por supuesto, antes ha habido señales, desde el principio, los primeros relatos y la primera idea de una vocación, pero ahora estás ahí, en la Feria, todos tus libros excepto uno ordenados y bien a la vista: a un lado, Elsa Punset, al otro, una escritora de novelas con pinta de famosa; más allá, a Ray Loriga se le espera pero aún no ha llegado. Bien. La gente es agradable y ahí me pongo yo con mi cara sonriente de buen chico que te quiere contar una historia y por supuesto pasan las horas y las firmas son escasísimas pero no sé yo bien si hemos venido a firmar, sino a empezar algo, y los principios son duros.

Esa, desde luego, es la teoría de Alfonso Monteserín, mi querido Alfonso que me acompaña de punta a punta de la Feria intentando calmarme, convencerme de que esta es una carrera de fondo en la que, como diría Trueba, lo normal es perder, que te confundan con un librero más, que ni siquiera se acerquen a tu sonrisa... Ir poco a poco, poder decir un día: "Me acuerdo de cuando venía aquí y no firmaba", aunque eso no sea del todo justo ni del todo cierto, porque firmar, firmo, un poco del Compendio y un poco de Ganar es de Horteras, que sigue siendo la gran revelación de la Feria.

Empezar, sí, de eso se trata. Saber un poco dónde estás, que tampoco viene bien y a partir de ahí ir creciendo. Alfonso lo pone en palabras: "No pienses en por qué se vende o no el Compendio, piensa en por qué Debate te encargó un Compendio". Por todo lo de antes. Por la suma, el trabajo... Las dos horas pasan conforme pasa el calor, un calor horrible que convierte la caseta en una sauna. Ray Loriga llega, bastante tarde, y se queda a recuperar "horas extra", según me dice. Yo me voy con Aleix Saló, los chicos de Politikon, María Casas y el propio Alfonso. En el camino se une y se desune mucha gente, entre ellos Jorge Díaz, que viene de firmar con Luján Argüelles.

En realidad, ellos están en otra liga, el siguiente peldaño, el de la gente que va a la Feria a firmar y firma sin necesidad de mil mensajes en Twitter ni ayuda de amigos ni familiares. Eso será en otro momento, claro que sí. Mientras tanto, hacemos como que las diferencias no existen y nos intercambiamos libros y Aleix y yo nos volvemos andando hacia Menéndez Pelayo, donde ayer estuvimos arreglando el mundo -lo hacemos una vez al año, siempre por estas fechas- en una terraza y hoy cogemos un taxi para que él pueda llegar a tiempo a su AVE y yo a mis judías verdes con mi esposa.

Lo que nos lleva al gran arrepentimiento de estos días, que es no pasar más tiempo con mi esposa cuando quedan diez días para que dé a luz. Diez días que pueden ser diez horas porque esto tampoco va programado... No pasar más tiempo escribiendo, esa eterna culpabilidad. Estos días estoy preparando un artículo para JotDown sobre Bolaño en los años 80, aquellos años oscuros entre Barcelona, Casteldefells y Blanes. No es que Bolaño sea un ejemplo de vida para mí pero quizá sí Archimboldi. Lo que no sé es si Archimboldi no se acabaría aburriendo, supongo que sí. Archimboldi en Fuerteventura. Como decíamos Loriga y yo esta mañana nuestro lema vital debería ser: "No me toques más los cojones".