Otros cumpleaños, claro, porque ya habrá tiempo de hablar de este:
- La noche con la Chica Langosta cantando "21, today" de los Cranberries mientras garabateaba notas en su cama.
- Las tardes en Moralzarzal comiendo pollos asados con todos esos magníficos adolescentes. Camiseta de Hole raída y un EP de Veruca Salt.
- Un hotel-spa de lujo en Alicante con la Chica Diploma y el Niño Bonito. Ella, radiante, como siempre. Él, refunfuñando desde su Bugaboo o tirándose arena encima en la playa loco de alegría. Un niño sin términos medios. Dani y yo en un concierto de Lichis escuchando versiones de Antonio Vega.
- El Viejo Café Colonial con las dos plantas abarrotadas. Todos mis amigos del mundo tal y como lo conocíamos e incluso de antes. Apología del bloqueo ciego. Isa, frágil como era entonces, en 2005, intentando sonreír y adaptarse a un entorno que no era el suyo pero era el mío y con eso le valía, regalándome libros improbables. L. en una mesa con sus amigas, puede incluso que con la Chica Berklee, pero igual ahora estoy mezclando recuerdos.
- Un concurso de popularidad muy mal entendido y muy mal ejecutado. Un falso sentido de la popularidad, en general, que arreglaron, como siempre los Chicos Top of the Pops con B. a la cabeza, porque lo que me ha cuidado a mí B. no está en los escritos. Y eso, a sus 22 años...
Pero, sobre todo, la madre de todos los cumpleaños, en 2008, el año sin sentido. La cafetería Tere y luego Las Vistillas. La cantidad de gente maravillosa, ecléctica, inopinada que se plantó ahí solo para estar conmigo. La noche que acaba en San Ginés con una aspirante a fotógrafa que se parece a Inma del Moral, ella con su chocolate con churros, yo con mi descafeinado de sobre, los dos sentados a la puerta de una Joy Eslava cerrada.
Del resto, fogonazos. Terrazas de La Badila, mesas pegadas en La Petisqueira. Durante años, he tenido un pánico horrible, un convencimiento tenebroso, de que mi
acmé ya había pasado. Que se quedó allá por ese 2008 o incluso 2011 y que lo que quedaba era decadencia. Ahora tengo dudas. Quizá el
acmé sea aquí y sea ahora. Primavera de 2020. Un
acmé que llega en medio de una pandemia, lo cual encaja perfectamente con mi estética. 43 años hoy, casado, dos hijos, dos trabajos o puede que tres, ya no sé ni cuántos libros. Cuando hablo con la Chica Diploma sobre el futuro y los dos nos agobiamos, me limito a decirle: "Estamos bien, estamos vivos, estamos sanos..." y por primera vez en mucho tiempo, eso ha dejado de ser un tópico.
*
A las ocho, hacemos una pausa en las videoconferencias para poder salir a la ventana o a la terraza a aplaudir. Son tres-cuatro minutos de desconexión para luego seguir con algo que se parece a una clase pero que no lo es, es más bien una charla entre amigos solo que uno de ellos resulta ser el profesor. A veces hablamos sobre procrastinar, a veces hablamos sobre educación, a veces hablamos sobre peleas con los padres o con los hijos...
El caso es que, cuando vuelvo frente al ordenador y retomo la conexión, me han preparado un precioso mural con cartulinas que lee, de arriba abajo y de izquierda derecha, "Thanks, a good very to forget Guille!!! :-) is impossible much". Todos ahí, con su dibujo frente al ordenador, tapándoles la cara. Tan monos. Tan entrañables. Me sé todas sus historias. Incluso con las pausas, incluso con la mala memoria, me sé todas sus historias. Eso es dar clase: sumergirte cada año en cuatro novelas nuevas y analizar cada personaje.
Les explico que no ha sido un año fácil para nadie pero que ellos me lo han hecho fácil a mí y por eso soy yo el que les tengo que dar las gracias. Les cuento el día, finales de marzo, 1000 muertos al día en España, calles desiertas, ulular de sirenas de ambulancias por la calle hora tras hora, miedo y distancia, que le dije a mi madre: "No puedo hacer esto, no tiene ningún sentido hacer esto, es como seguir tocando en la orquesta del Titanic" y ella me dijo: "Tienes que hacerlo porque ellos se sienten igual que tú, los mismos muertos, los mismos miedos... y mientras tú estés ahí enseñándoles inglés, ellos pueden olvidarse por un rato".
Y cuando se lo digo, parece que lo entienden. Algunos traen cervezas y brindamos todos a la cámara de un ordenador. No sabemos nada de qué será de nosotros: ni yo sé qué será de mi trabajo ni ellos de sus estudios. Por un momento, ya digo, nos da igual.