- Seguir como estaba, es decir, seguir con los contraataques y el juego de áreas y confiar en que aunque sea por poco se gane algún título.
- Afrontar una verdadera revolución de juego, volver a juntar jugadores, asociarse en torno al balón, superar líneas con el pase y desconfiar del constante uno contra uno... aunque eso cueste tiempo y probablemente resultados.
En Valencia vimos lo peor de las dos versiones: el equipo no ganó y tampoco se avanzó en el aprendizaje táctico. Vamos con algunas cuestiones, sin ánimo de hacer de esto un tratado sino la simple opinión de un aficionado al que le gusta analizar a su equipo:
1. La puesta en escena fue buena. A mí me pareció buena, al menos. Toque, toque y toque. Teniendo en cuenta la cantidad de goles que recibía el Barcelona de Valverde en los primeros minutos de los partidos, era una buena noticia ver al equipo instalado en campo contrario, sin crear apenas peligro pero demostrando quién mandaba ahí.
2. La disposición táctica me resultó algo confusa: empezó en algo que podría ser un 3-5-2 con Fati y Alba de carrileros, pero en el que Fati se solía colocar más arriba, de extremo, con lo que a menudo pasaba a un 3-3-4 con el balón en los pies. En defensa, Alba bajaba la posición y Sergi Roberto dejaba la posición central para cubrir banda.
3. El problema es que en el juego de posición -si de eso se trata- no debería haber un "en defensa" y un "en ataque" sino una posición desde la que se juega el balón o se intenta recuperar con la ayuda de los compañeros. Durante veinte minutos se hizo bien pese a ese desequilibrio de bandas. Eso sí, en ataque, nada, todo por el medio, con Griezmann y Messi de delanteros centros sin prácticamente oler el balón.
4. Ahora bien, a partir del minuto 20, la cosa cambió mucho. El Valencia pudo marcar una, dos, tres veces. Piqué hizo un penalti cómico y Ter Stegen y el poste evitaron un gol cantado cuyo rechazo tampoco se pudo aprovechar. Al principio, el Barcelona reaccionó como debe: con una posesión de dos minutos que sirvió no para atacar sino para defenderse y congelar el ímpetu del Valencia. Esa fue una buena decisión, muy de Guardiola, pero que no vio continuación: Alba se echó para atrás para formar definitivamente defensa de cuatro, Griezmann pasó a banda derecha, dejando a Fati la izquierda con Messi como delantero centro. El problema seguía siendo el mismo: el centro del campo no generaba juego, no generaba peligro, la circulación seguía siendo lentísima y no forzaba al equipo contrario.
5. Un inciso. En el fútbol siempre va a haber contraataques. Lo ideal en este esquema de juego no es evitarlos sino obligar al contrario a que los inicie lo más lejos posible de la portería y de manera más o menos forzada: un lateral acosado que tira un balón para arriba y llega al delantero casi por casualidad, una pelota dividida que genera una superioridad inesperada... pero en los demás casos, el rival debe estar más preocupado de defender que de preparar el contraataque y no debe tener tiempo para organizarlo. Esa es la esencia del juego de posición y es lo que no hizo el Barcelona: pese a la cantidad de pases, pese a una organización más o menos sensata, el Valencia ni se cansó ni tuvo que dejar de pensar ni se vio obligado a opciones desesperadas para iniciar su ataque. Al revés, se replegó lo justo y esperó el error, sabiendo que llegaría tarde o temprano.
6. Y en esas comenzó la segunda parte y comenzó con gol del Valencia (seis jugadores del Barcelona en el área pequeña y Maxi Gómez remató solo) y ya sí que se vino todo abajo. El equipo no había tirado a puerta, había concedido muchas oportunidades... pero mantenía una cierta cordura de juego. Busquets intentaba mantener la posición, Arthur jugaba al primer toque, la pelota circulaba... A partir del minuto 60, aquello fue el caos. Y lo peligroso es que ese caos no se medía solo por el resultado, sino por el juego en sí mismo, por la disposición táctica que invitaba a ello.
7. Vidal entró por Arthur y el caso es que el entrenador nunca supo qué hacer con él. Al principio, mandó a De Jong a hacer una especie de triple delantero falso con Messi y Griezmann mientras encargaba a Vidal la dirección del equipo. O eso o así se organizaron ellos. En cualquier caso, fue un desastre. Luego, Vidal también se colocó pegado al área, de espaldas a la portería, pero no bajó De Jong, de manera que durante veinte minutos, el Barcelona tenía a Fati y a Alba pegados a la banda pero incapaces de abrir el campo ni de desbordar -el partido de Fati fue especialmente malo y van tres, pero si no se perdonan cosas a los diecisiete años, no se perdonan nunca- y a otros tres jugadores pisando la frontal del área, estáticos. ¿Se imaginan un escenario mejor para los defensas rivales?
8. ¿Quién quedaba? Messi, por supuesto. Y Messi lo intentó. Y pudo marcar. Pero ya no era el Messi que remató la jugada colectiva contra el Granada, era el Messi de los viejos tiempos, el Messi héroe que tenía que absorber todo el juego y tirar paredes o regatear a medio equipo contrario. El hecho de que aun así casi lo consiguiera habla muy bien de él pero muy mal del engranaje colectivo. De Jong estaba completamente perdido ahí, Griezmann también, a Vidal me cuesta ubicarle pero aparte de tumbar a tres rivales en tres entradas de tarjeta no hizo mucho más. La hipótesis "Messi como héroe" no requería una revolución y ahí llega lo verdaderamente peligroso de la derrota.
9. Porque si el Barcelona pierde 2-0 en Valencia como perdió 2-0 en Granada, pero hace sus rondos, crea sus superioridades, interioriza conceptos, se acerca a los objetivos de su técnico... pues estupendo. Responde a la segunda posibilidad que se esbozaba al inicio de este artículo. Pero no, el Barcelona perdió 2-0 en Valencia (y aún no sé por qué el VAR decidió que no fuera 3-0) jugando veinte o veinticinco minutos a la desesperada, con Vidal como única esperanza, con cinco tíos arriba completamente parados y sin medio del campo: solo Messi para generar paredes y Busquets detrás, solo contra el mundo. Si a eso le unimos que Sergi Roberto empezó a subir un poco para ayudar a su compañero, pero sin fijar tampoco ninguna posición ni ningún rival, fuimos pasando del 3-2-5 a una especie de 2-2-1-5... y cuando uno tiene que utilizar tantos números para definir una táctica, es que no es una táctica, es un arrebato.
10. Así, estaba claro que en cuanto el Barcelona perdiera un balón, el Valencia iba a marcar. Y perdió muchos, pero el Valencia solo hizo sangre en uno, lo que al menos evitó la humillación. Setién hizo los cambios en el minuto 85, pero obviamente no modificaron nada y el partido se fue diluyendo como si nada, con los únicos espasmos de vida de alguna jugada completamente individual de Messi, justo lo que tanto criticábamos.
En definitiva, no solo se perdió sino que ni siquiera se sentaron bases para ganar en el futuro. No hubo juego colectivo como tal en toda la segunda parte, el equipo dejó de estar junto ya en la primera y siguieron los problemas para crear peligro porque con carrileros es muy difícil generar superioridades. Te vale para llegar y meter un centro -varios hubo- pero, ¿quién los remata? Messi pilló uno, pero, claro, es Messi, mide 1,65 y suficiente hizo con que no se le fuera muy lejos. Los extremos en el Barcelona clásico, fijan al lateral y crean la superioridad con el lateral contrario para después hacer diagonales sin balón y que el de atrás llegue con ventaja o se pueda filtrar un pase de gol. No vimos nada de eso. Vimos a Fati contra tres una y otra vez sin ayuda alguna o a Alba instalado en una posición a la que debe llegar.
Nada más lejos de mi intención sacar conclusiones tan pronto. No voy a ocultar que Setién me gusta, que me ha gustado en sus otros equipos y que me parece un técnico válido y sólido. Hará bien en mantenerse firme y no buscar atajos. Puede que el Barcelona gane algún título porque es el Barcelona pero pinta a que no. Ya pintaba con Valverde. Al menos, que se mantenga firme en su idea y que caiga con ella si es que hay que caer. Si al final puede quedarse tres años, que vaya poniendo las bases. Si se va en verano, bueno, que le echen de menos. Pero esto, no. Bajo ningún concepto.