En el metro de Cartagena hay un anuncio electoral de Ciudadanos que lee algo así como "Porque Madrid pide un cambio". Como eslogan es manido, lo más manido del mundo, aunque si creen que el mundo empezó en 1978 es posible que no se hayan dado cuenta. En cualquier caso, me parece bien. Yo soy madrileño y desde luego quiero un cambio. Las encuestas coinciden en que la lista más votada al ayuntamiento será la de Esperanza Aguirre, de quien se puede sacar un caso de corrupción al día sin que inmute su sonrisa lo más mínimo ni cesen los halagos de la prensa afín. Comoquiera que Esperanza Aguirre lleva once años siendo la presidenta del partido que controla el ayuntamiento desde 1991 entiendo que el cambio empieza por ella.
Sin embargo, poco después, bocata de tortilla cerca del metro de Sevilla, Begoña Villacís, candidata de Ciudadanos a la alcaldía, deja claro en el periódico que hay un 0,01% de posibilidades de votar contra la lista más votada. No es ninguna tontería porque, pese a lo que yo mismo pensaba, en los ayuntamientos gobierna siempre la lista más votada... salvo que un candidato de la oposición consiga mayoría absoluta. Ese escenario solo se puede contemplar con una unión aunque sea circunstancial de Podemos, PSOE y Ciudadanos. A lo que se ve, estos últimos no están por la labor.
Si la idea del "cambio" en Madrid para Begoña Villacís y su partido es no mover un dedo para impedir que Esperanza Aguirre sea alcaldesa de Madrid (y, ojo, no digo "el PP", así en bloque, digo Aguirre y sus decenas de alcaldes imputados, su Púnica, su Gürtel, su Eurovegas, su multita y bronquita...) entonces ya sé exactamente qué pensar de Begoña Villacís y su partido. Buena noticia teniendo en cuenta que las elecciones están a apenas diez días de distancia.
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Curiosamente, El País saca hoy en portada las exigencias de Ciudadanos al PP en cuanto a código ético, primarias y no sé qué historias. El mismo periódico que saca en portada de nacional las exigencias es el que saca en portada de local lo del 0,01%. Es extraño que nadie haya visto la contradicción o al menos no se la haya querido mostrar al lector, es decir, lo haya considerado noticia. Un mismo partido ocupa las dos primeras páginas con dos dirigentes distintos que dicen cosas difícilmente compatibles. Una exclusiva en casa y nadie cerca para dar con la llave.
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La Chica Diploma y yo decidimos ir el sábado al cine. Miramos la cartelera sin demasiado entusiasmo -la película de Manuela Moreno ha sido sorprendentemente arrasada de los cines del centro en su tercera semana, la de Kurt Cobain solo se puede ver en Barcelona a estas alturas- y decidimos ir a ver una de Al Pacino, simplemente porque sale Al Pacino. Vamos al Ideal y compramos las entradas con mucho tiempo de antelación, por si acaso. Pido asientos cerca del pasillo y nos vamos a tomar un zumo y una infusión a una terraza de Sol mientras un montón de gente pasea con globos verdes.
Cuando volvemos al cine, aún tenemos que esperar. Acabamos comprando palomitas y comiéndonoslas mientras el cartel de nuestra película sigue en rojo. Finalmente entramos, vamos al baño por turnos y nos metemos en la sala, justo al lado de un grupo de jóvenes francesas a las que no consigo entender ni una palabra. "Tendrán que entender muy bien el inglés", dice la Chica Diploma, haciendo notar que los subtítulos estarán en español. Pasan los anuncios, pasan los trailers y cuando por fin comienza la película, como era de esperar, está en francés.
Y Al Pacino ni está ni se le espera.
La Chica Diploma se apura -íbamos tan zombis que nos hemos metido en la sala que llevaba el mismo número de la fila de nuestra entrada- pero a mí la situación me hace gracia y además lo de ver algo que no sé qué es me recuerda a mis tiempos de festivales así que ahí nos quedamos, escuchando una versión algo reducida del "That´s not my name" de los Ting Tings mientras una adolescente coge un autobús y luego una bicicleta y luego entra en el colegio donde se queda dormida en medio de la clase de español.