lunes, febrero 24, 2014

La generación intermedia


Yo creo que la Chica Diploma se da cuenta de que cada vez que hablo de los Beatles estoy a punto de echarme a llorar. Incluso puede que me lo haya insinuado en algún momento pero a mí me haya pillado sorbiendo y apretando la garganta. No sé por qué es, se separaron seis años antes de que yo naciera, así que me son tan ajenos como, pongamos, Los Bravos. Mi fijación con los Beatles viene de pequeño y no es fácil de explicar. Creo que su talento y a la vez su condena fue hacernos creer que el mundo era mejor de lo que es y divertirse como enanos haciéndolo. Me explico: uno tiene catorce años, escucha todas esas canciones facilonas de "I want to hold your hand" y se convence de que el universo Paul McCartney es tremendamente deseable y, por qué no, accesible.

Uno tiene dieciocho años, incluso, escucha el sitar, el "Revolution", la alegría contagiosa del "Sergeant Pepper´s", las letras surrealistas de Lennon, el sol naciente de George Harrison, el "Helter Skelter" del eterno McCartney, y piensa que se va a comer el mundo antes de que el mundo vaya y se lo meriende. Los Beatles son belleza y a la vez promesa de belleza y las dos cosas emocionan de por sí, supongo. Hablar sobre la belleza y recordar cuando pensabas que esa belleza iba a ser tuya.

Hay un capítulo de los Simpson, en plena ola catastrofista de mediados de los 90, en el que Homer se mete a hombre bala y se va de gira con el festival Lollapalooza por todo Estados Unidos. En el camino se hace amigo de los Smashing Pumpkins y les agradece que con sus letras deprimentes hayan convencido a toda una generación de que no hay futuro. Así, él no se lo tiene que explicar a sus hijos. Bueno, esa generación en parte era la mía, así que todos somos un poco hijos de aquella mezcla de Paul McCartney y Mr.Scrooge que fue Kurt Cobain y todos nos hemos sentido de alguna manera "too much of an erratic moody person".

El problema es cuando estás con un pie en cada lado, y esto no quiere decir necesariamente que ese problema se solucione con una escopeta y un cobertizo. El problema es cuando te has convencido de que el mundo que te espera va a ser siempre mejor y a la vez te has convencido, un poco más tarde, de que el mundo que te espera va a ser una mierda y las dos cosas te emocionan: te emociona, con su punto de rabia, la frustración, y te emociona, con su punto de nostalgia, el recuerdo de la promesa pre-adolescente.

Por eso, supongo, cuando me dio por elegir la música de mi boda tuve bien claro que el eje tenía que ser los Beatles porque luego los matrimonios, como la vida, se complican o no, pero cuando crecen tienen que mantener una cierta esperanza y, así, la novia entró con "Here comes the sun" y todos nos despedimos con "All you need is love", una idea que, por otro lado, ya habían tenido los guionistas de "Love, actually". En medio quedaron Love of Lesbian y Lichis, que forman parte precisamente de esta generación intermedia, la de los perritos maltratados, que con un cacahuete ya se ponen a llorar como tontos y arrimar el hocico a la pierna.