lunes, octubre 26, 2015

Clases particulares de inglés


Después de un par de años algo más parado, vuelvo a abrir cursos para los interesados en recibir clases de inglés particulares, sea individuales o en grupos, para preparación de determinados exámenes o para conseguir un nivel B1, B2 o C1 porque así se lo pidan en su trabajo. Como algunos sabréis, soy bilingüe desde niño, a los 16 años ya tenía el Proficiency y me he dedicado a dar clases durante años en Escuela Oficial de Idiomas y diversos centros privados.

Por mi experiencia en este tipo de clases, tan importante es el conocimiento del idioma como la capacidad de transmitirlo, especialmente en adolescentes y adultos que ya tienen el español muy afianzado. Ese es el momento en el que un profesor no nativo tiene más facilidad para detectar el error, el problema que hace que la expresión en inglés no quede clara o contenga errores de sintaxis o vocabulario.

En fin, vayamos al grano...

¿QUÉ PODÉIS OBTENER?

Un aprendizaje bastante rápido mediante mucha conversación combinada con corrección de errores, propuesta de nuevas fórmulas puramente inglesas, ejercicios de gramática en aquellas cosas que se ve que no están claras para el alumno y búsqueda de vocabulario en documentos del día a día como canciones, películas, grabaciones, revistas... Lo que no puede ser bajo ningún concepto es que la clase sea un coñazo. Eso queda descartado.

¿A QUIÉN VA DIRIGIDO?

A todo aquel que ya tenga un cierto nivel de inglés y quiera mantenerlo o mejorarlo. En los últimos años me he especializado en la preparación para los exámenes de Cambridge -First Certificate, Advanced, Proficiency...- pero si alguien quiere mejorar por interés propio sin luego examinarse de eso también le valdrá la clase, por supuesto. Las clases pueden ser individuales o en grupos pequeños.

¿DÓNDE SE DARÍAN?

O en el domicilio/empresa del interesado o en mi propio domicilio o incluso en alguna sala habilitada a ello como las que hay en la Universidad Complutense, donde se trabaja bastante bien. Incluso si alguien quiere por Skype, lo hacemos por Skype. 

¿CÓMO SERÍA UNA CLASE NORMAL?

Pues solemos empezar con un poco de conversación más personal, para romper el hielo, luego escogemos un tema del que hablar más seriamente. Como ahí surgen siempre errores de vocabulario y gramática, los corregimos juntos y después se puede hacer un ejercicio de gramática siempre aplicada al uso del lenguaje o trabajar en un listening, corregir una redacción, practicar algo que haya surgido en el ámbito laboral o personal del alumno durante la semana y tenga dudas.

¿CUÁNTAS CLASES SERÍAN Y CON QUÉ FRECUENCIA?

Lo ideal es una hora y media o dos horas por sesión. Menos de hora y media sirve para muy poco. Más de dos horas se hace larguísimo y es difícil concentrarse. La frecuencia depende del objetivo. Si es simplemente mantener lo que ya sabes y mejorar determinadas cuestiones, una clase a la semana debería valer. Si vamos ya con un objetivo tipo First Certificate o similar probablemente sea buena idea dar dos clases o incluso tres.

MUY BIEN TODO, PERO, ¿CUÁNTO CUESTA?

Soy muy buen profesor y tengo mucha experiencia, así que valoro todo eso. Mejor pagar por aprender que meterse en una academia, acabar pasando de ir por aburrimiento y perder la mensualidad o el trimestre completo que ya has pagado de antemano. 

Mi tarifa a domicilio es de 20 euros por hora, es decir, 30 euros por hora y media; 40 euros por dos horas. 

Si no tengo que desplazarme, bajamos a 17 euros la hora, 25 euros la hora y media y 30 euros las dos horas.

Asimismo, en caso de grupos, la cosa varía. Por ejemplo, si sois dos, no os voy a cobrar 20 euros a cada uno sino que probablemente lo bajemos a 15 por persona. Cuanta más gente está en el grupo, obviamente, es más curro para el profesor, pero también hay más margen para rebajar el dinero que se gasta cada uno de los alumnos.

Las clases se pagan nada más acabar. Si hay que cancelar por cualquier razón de salud o trabajo, se puede cancelar pero se ruega que se haga 24 horas antes. Igualmente, si alguien quiere dejar las clases porque no le gustan o tiene problemas de dinero o no es lo que esperaba... basta con que me lo diga y ya cortamos, no hay compromisos de permanencia ni historias de esto. Sí se pide, claro, cierto compromiso porque esto es un trabajo: si no vas a poder ir a una clase, que sea por una razón justificada, y si no te lo vas a tomar en serio y vas a faltar a partir de la segunda clase, piénsalo bien antes de apuntarte.

Aparte, todo el material lo pondré yo, así que eso es más ahorro para el alumno en comparación con una academia o una Escuela Oficial de Idiomas.

ME HAS CONVENCIDO, ¿CUÁNDO EMPEZAMOS?

Si puedes y prefieres dar las clases por la mañana podemos empezar a partir de la primera semana de noviembre con bastante flexibilidad de horarios. Si solo puedes por la tarde, ahora mismo solo hay disponible horario de lunes y miércoles, pero a partir de enero tendríamos más variedad. Para apuntarse basta con enviar un correo a guille@margencero.com y ya te contestaré yo directamente con la información que necesites.

En serio, es un chollo. Se aprende rápido, con diversión, y por un precio muy competitivo. ¡Nos vemos pronto!

domingo, octubre 25, 2015

La inexplicable guerra de Marc Márquez y Valentino Rossi



Algo se nos escapa a todos. Algo que no puede tener que ver con lo que vemos en los circuitos. El domingo, Márquez ganaba en Australia adelantando casi al final a Jorge Lorenzo y privándole así de los 25 puntos del primer puesto. Rossi acabó cuarto, detrás de otro compatriota, Iannone. Hasta ahí todo parecía normal, pero el jueves salta Valentino con unas declaraciones acusando a Márquez de ralentizar la carrera en un intento descarado de que él no ganara el Mundial porque de lo contrario tendría más difícil pasar a la historia. Marc quedaba como un envidioso calculador y todo resultaba tal barbaridad que parecía más una cuestión de juegos mentales que algo relacionado con la realidad.

Porque en la realidad, si tanto quería Márquez que Lorenzo ganara el campeonato del mundo le habría bastado con salir un poquito largo en la última curva, caramba qué despiste, y darle al mallorquín la victoria en Australia.

Sin embargo, desde la primera vuelta de la carrera de Malasia, vimos que la cosa iba en serio. Tan en serio que Márquez, quien había volado durante los entrenamientos como su compañero de equipo Dani Pedrosa, se retrasaba misteriosamente del grupo de cabeza y se dedicaba a marcar a Rossi. Aquello era ridículo. Márquez adelantaba y frenaba. Cuando Rossi le pasaba, se mataba por adelantarle de nuevo. Estuvieron a punto de irse al suelo varias veces hasta que Rossi, directamente, le esperó en una curva y le tiró de una patada.

Aún me cuesta entenderlo: ¿Qué ganaba Márquez metiéndose en esa guerra entre dos compañeros de Yamaha?, ¿por qué tanto enconamiento entre ambos?, ¿cómo pudo jugarse no solo el Mundial sino la reputación Valentino Rossi con una acción tan antideportiva? Tiene 36 años, nueve campeonatos del mundo y el décimo relativamente cerca. Por muy mosca cojonera que se pusiera Márquez, ¿por qué no esperar al final a adelantarle, quedar tercero de todos modos y en el peor de los casos acabar cuarto y perder solo tres puntos más? La reacción de Rossi es la de alguien completamente fuera de sus casillas, es decir, alguien que no estaba jugando con los demás, como parecía en la prensa sino que siente que están jugando con él.

Para los aficionados del motociclismo es duro: todos queremos a Vale, todos le vimos darle una patada a Márquez y sacarlo de la pista. Es más, todos queremos a Márquez, el niño prodigio, y nos cuesta entender ese empeño en buscar constantemente el contacto, el choque, el adelantamiento imposible... cuando todo hacía indicar que podía irse tranquilamente a buscar a Pedrosa y Lorenzo porque moto tenía para ello. Queda, en medio, el ruido y la furia. Dicen los malpensados que la decisión de no expulsar directamente a Rossi fue "comercial". Antes al contrario, una competición donde las reglas no se cumplen es una competición condenada a quedarse sin seguidores.

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El Estudiantes se mira en el espejo y se ve con dos derrotas en dos partidos y veintinueve abajo mediado el tercero. Se ve viejo y desnudo, lleno de colgajos. No hay maquillaje, no hay fichajes cosméticos que juegan unos meses y se van, cobrando o sin cobrar. Hay un presupuesto que da para extranjeros muy limitados y un montón de chavales de la cantera, y el choque con la realidad para esta vieja dama del Barrio de Salamanca es tan duro que los chavales se amilanan, el público silba, el entrenador tiembla, algún directivo se tira de los pelos...

... Y sin embargo, es el camino. Para que Estudiantes tenga sentido, lo primordial es que sepa lo que es y no se avergüence. Es el equipo que forma talentos que explotarán en otros equipos. Es el equipo que quedará en manos de esos talentos en el intervalo y que buscará algo de músculo americano para complementar la bisoñez. Es necesario que Jaime Fernández, Darío Brizuela, Edgar Vicedo, Juancho Hernangómez y Fran Guerra jueguen y pierdan, jueguen y pierdan, y se vean ante el abismo mil veces para darse cuenta de que pueden saltarlo.

El camino será tan duro que puede que cueste un descenso. Otro descenso. Lo de antes, ese continuo parche improvisado y vergonzoso, era un camino sin salida. Ahora, hay una luz. Muy lejos, muy, muy lejos. Pero brillante.

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Termino en pocas horas "A los actores", de Manuel Gutiérrez Aragón. Un libro exquisito, escrito con un cuidado que a veces se echa de menos. Por supuesto, hay en ocasiones un exceso de barroquismo y un montón de referencias filosóficas que el lector no iniciado tendrá difícil seguir, pero la narración de vida, de rodajes, de anécdotas que dan sentido a la teoría es formidable. Dan ganas de volver a abrir la carpeta de guiones y mandarlos a algún lado, pero estamos en lo de siempre, ¿a dónde?, ¿contestarían siquiera al email?

No queda ahí la cosa. El libro también invita a que haya más entrevistas a directores, actores y actrices que vivieron su apogeo en los 70, los 80, los 90... Si ha funcionado con el fútbol o el baloncesto, ¿cómo no va a funcionar con un actor?, ¿por qué no coger a la mismísima Ana Belén y en vez de preguntarla por enésima vez qué tal con su marido y cómo lleva su compromiso político la ponemos a contar algo que exceda "Zampo y yo"? Saza se nos escapó y se nos escaparon tantos otros. Sin embargo, Sacristán está ahí, por ejemplo.

Yo no tengo medios ni influencias, pero si alguien las tiene, que las use. Actores y actrices que nos cuenten cómo eran los Galiardo, Landa, López Vázquez, Aleixandre, Fernán Gómez... que hablen del traspaso de poderes a la siguiente generación y que lleguen a la actualidad con la distancia cínica y divertida de los años. Y junto a los actores, por supuesto, directores y algún productor, supongo. Alguien más tenía que haber en España además de Elías Querejeta, digo yo.

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A la vez, recta final de "A este lado del paraíso". Lo que más me sorprende es el éxito abrumador que tuvo en su época. Supongo que se leyó como un folletín, historias de niños ricos. Lo tiene todo para ser un fracaso: exceso de erudición, carencia de una trama como tal, un personaje tan encerrado en sí mismo que es difícil empatizar con él... A mí me encanta, por supuesto, pero no lo vería nunca como un "best seller". Gatsby, por ejemplo, es mucho más asequible y directo. Hay algo del artista adolescente de Joyce y mucho de lo que después se llamaría "generación perdida". El "spleen" de Princeton y la necesidad de buscar en el amor las emociones fuertes que no da el dinero. Millonarios solitarios enamorándose de cualquiera que alimente su ego. Buscando desesperadamente a Zelda, volumen uno.

viernes, octubre 23, 2015

Rajoy y Berlusconi en el Ministerio del Amor


El delirio casi obsesivo de querer ver al "Gran Hermano" de Orwell en cada cámara de seguridad a veces nos hace olvidar el otro peligro del que alertaba "1984": la neolengua. Obviamente, demagogia ha habido siempre y retórica al servicio de esa demagogia también. Otra cosa es la separación absoluta que hay entre la definición de las palabras y su uso en política o cómo un mismo concepto puede servir para condenar a unos y defender o perdonar a otros. En eso, y es de justicia decirlo, hizo hincapié en su momento la hoy denostada Irene Lozano dentro de su magnífico libro "El saqueo de la imaginación".

Ejemplos hay todos los días pero el que me ha dejado con los ojos como platos es el de Mariano Rajoy advirtiendo del peligro de los nacionalismos y los populismos para las democracias occidentales. Puedo estar de acuerdo en esa afirmación: los nacionalismos y los populismos siempre han sido un problema para las democracias occidentales y habitualmente han ido de la mano. Otra cosa es que el presidente lo diga mientras Silvio Berlusconi le aplaude como loco y nos tengamos que tragar el sapo.

No hay mejor definición de lo que es el populismo en Europa en los últimos cincuenta años que Silvio Berlusconi: su ascenso publicitario al poder montado a los lomos del Milan y Telecinco, el posterior culto a la personalidad al mando de un partido cuya única función era arropar al líder, el empeño en desvirtuar la política hasta convertirla en un espectáculo continuo, sorteando desde el poder jueces y periodistas... todo para acabar organizando orgías con adolescentes.

Esa es la parte populista. La nacionalista se explica también muy fácilmente: cuando las cosas empezaron a ir regular supo encontrar en Umberto Bossi y los rescoldos de la Lega Nord a un fiel aliado, nombrándole ministro en varios de sus gobiernos. Sí, Umberto Bossi, el de las falanges defendiendo la Padania. En fin, ese es el nivel y es difícil hacer política, discutir de política, hablar siquiera de política cuando los términos se pervierten de esta manera. Lo de Merkel diciendo que Rajoy ha creado un millón de puestos de trabajo cuando hay ahora mismo cien mil personas menos trabajando que en 2011 ya lo dejamos para otro día.

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Muere Gloria Van Aerssem como murió hace pocos meses Saza. Los dos fueron mis primeras propuestas de entrevista cuando fundé con Ana Boyero la revista UNFOLLOW. En ninguno de los casos se pudo avanzar mucho en las negociaciones: no encontré un contacto para llegar a Gloria y aunque sí hablé con la mujer y la hija de Saza, su estado de salud ya era precario. La noticia del fallecimiento ha servido para reivindicar a Vainica Doble durante veinticuatro horas. Pasada la resaca, se ha vuelto al olvido.

Queda, sin embargo, mi lista de reproducción de Spotify, con su "Habanera del primer amor", sus "Coplas del iconoclasta enamorado", su "Alas de algodón", "Caramelo de limón" y ese largo etcétera de canciones sublimes que se sacaron de la nada. Vainica Doble fue una excepción y si hubiera que compararlas con alguien, por mucho que los únicos en reivindicarlas hayan sido indies como Christina Rosenvinge o Nacho Vegas, diría que me recuerdan a Simon y Garfunkel: el cuidado de las letras, el sentido del humor, la armonía entre las voces... Quizá más Simon que Garfunkel, pero eso ya nos llevaría a una discusión eterna.

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Los mejores días eran los que me dejaban quedarme en la guardería toda la mañana, hasta la hora de comer. Poder ver a mi hijo gatear y jugar con los demás niños, entusiasmarse con las canciones y volver de vez en cuando en busca de un poco de seguridad y mimos. Era un espectáculo precioso, por mucho que algunos bebés lloraran y las profesoras a veces parecieran algo desbordadas. Ahora, mis mejores días, los mejores momentos de mis mejores días, son aquellos en los que puedo acompañar por la mañana a mi mujer rumbo a la guardería, escuchando tranquilamente a Alsina mientras el niño canturrea en el asiento de atrás, Aquellos en los que puedo ir a recogerlo, con mi mujer o mis padres o incluso yo solo; acercarme poco a poco al patio donde juegan los enanos, verle correr a mis brazos gritando "pa-pá" y conversar en inglés con Beatrice sobre cómo ha ido el día, cómo ha ido la semana... y luego, torpemente, volver a la realidad.

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Por cierto, todo el camino del metro de Arturo Soria a la calle Frascuelo canturreando "We´re not supposed to", de Supergrass. Algún día habrá que volver a Supergrass y olvidar de una vez el horroroso "Alright".

jueves, octubre 22, 2015

Fake plastic jobs


A mí no me tienen que explicar lo que es la recuperación económica ni la creación de empleo. Ayer mismo, la recuperación me llegó en forma de email que anunciaba algo muy parecido al despido. Lo más cerca que un autónomo puede estar de un despido, vaya. Fue por email pero pudo ser mucho peor: a mí han llegado a despedirme después de dos años por WhatsApp y el día antes de reincorporarme, con un niño de tres meses en los brazos.

Sé que en cuanto la palabra "niño" aparece en un artículo entramos en una zona peligrosa, puertas abiertas a la demagogia. Lo sé, pero, ¿qué quieren que le haga? El niño está ahí y lo peor, con diferencia, de todas estas situaciones, es cuando tienes que ir a tu mujer y contárselo y seguir sonriendo al enano para que no se dé cuenta de nada -creación propia, un niño de dieciséis meses tiene tendencia a no enterarse de nada más allá de que la vaquita hace "muuuu"- . No es exactamente humillación, sino algo parecido a la impotencia. ¿Te acuerdas del dinero con el que contaba para al menos poder pagar parte del alquiler, parte de la guardería...? Ya no está. ¿Te acuerdas cuando te prometí que lo conseguiría, que podría ganarme la vida escribiendo? Era mentira.

Sí, la recuperación toca a mi puerta de vez en cuando. A veces como palo y a veces como zanahoria. El PP presume de que dejará la legislatura con menos desempleados que en 2011. No dice que también hay menos empleados. Cuanta menos gente deja de buscar trabajo, más gente lo encuentra. ¿Dónde está el resto? Muertos, quizá. Jubilados, algunos. En otros países. Vete a saber. Lo que queda es un porcentaje. Montoro presumía el otro día en El Mundo de ser el que mejor sabe cómo se vive en la calle porque tiene todos los gráficos. Hoy será uno de los días más felices de su vida. El simulacro ha vencido por fin a la realidad. The propaganda game.

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Queda al menos el "In rainbows" de Radiohead en la versión patrocinada por Scotch Mist. Tiempos locos aquellos de 2007, con conversaciones inagotables por Messenger, preparación de oposiciones, muertos recientes -2007, 2010, 2013... ¿acaso no hay motivos para temer a 2016?- , el disco de Radiohead en el iPod junto al de Nacho Vegas y Christina Rosenvinge. Un bucle constante de "Me he perdido" y "Faust Arp" que solo me recordaba a ti, obsesivamente.

Radiohead y Bolaño. "Los detectives salvajes" en cualquier lado, incluso en las cafeterías, donde se deben leer esta clase de libros. Tener 30 años, escuchar "In rainbows" y leer las historias del poeta García Madero tumbado en un hostal lumpen de Barcelona esperando una llamada de la Chica Indecisa. La felicidad es lo que recuerdas ocho años más tarde. Teníamos menos que ganar y menos que perder. No teníamos nada, en definitiva, como la EPA, solo abismos que atravesar y dos piernas preparadas para la voltereta.

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Johan Cruyff tiene cáncer de pulmón. No sabemos el tipo ni el estadio, así que habrá que ser prudentes. Llevaba treinta años sin fumar. Mi padre al menos apuró el cáliz hasta casi el último día. Eso sí, fue dejarlo y aparecer el bicho. Cada cáncer de pulmón a partir de ahora será el cáncer de pulmón de mi padre, eso es así. Será la búsqueda en internet y la constancia de que la vida podía contarse en meses, quizá en semanas. De ahí la mirada de los oncólogos, la horrible miradita al pobre huérfano.

Mi padre no se enteraba de nada o se enteraba, ya digo, de la manera en la que se enteran los hijos: ese silencio aprendido, esa selección de contenidos. Una vez, en el sofá de la casa de su mujer, y esto lo he contado muchas veces pero me persigue como un correcaminos, ya muriéndose, incapaz ni de ir al hospital a seguir con la quimio, las plaquetas por los suelos, la voz ronca, la cabeza calva y demacrada, se me acercó, me cogió la mano y me dijo: "Guille, yo creo que esto ya...". "Esto ya, ¿qué, papá?". "Esto ya solo puede ir a mejor, ¿no?" Y yo no me eché a llorar como me echo a llorar ahora al recordarlo sino que le dije que sí, que claro, en cuanto pasara la anemia y la debilidad y reiniciara el tratamiento todo iría mucho mejor.

Que, de momento, bastaba con volver al sillón y confiar en que echaran un nuevo capítulo de la serie de Chuck Norris.

martes, octubre 20, 2015

Vuelva usted mañana


Lo que recuerdo de las visitas al oncólogo era cómo me miraban a mí cuando querían mirar a mi padre. Su manera de esquivar sus ojos para encontrar los míos y ese gesto de "se lo dices tú o se lo digo yo o cómo hacemos". La tristeza. Ser oncólogo debe de ser bastante triste y hay que valer para ello. Por otro lado, morirse es mucho más complicado, dónde va a parar, y estar ahí en medio, entre el oncólogo y el que se muere tampoco es fácil: la sucesión de pruebas, de favores, de volantes que autorizar. La burocracia, en definitiva, que supongo que es la única manera de obviar en el día a día lo que realmente está pasando.

Luego, otros recuerdos, claro. Un día que estaba en la cama -apenas pasaba tiempo en la cama, sobre todo las últimas semanas, intuyo que asociaba cama con muerte y daba por hecho que mientras estuviera en un sillón viendo la tele no podía pasarle nada malo- y yo me tumbé a su lado y le cogí la mano. Él se despertó, se asustó y luego volvió a dormirse, apretándome fuerte, su manera de reconocer el gesto. En la tele jugaban dos equipos de Segunda División, puede que uno de ellos fuera el Nástic de Tarragona.

¿Qué más? Un día en Metropolitano, pero no recuerdo si fue durante el cáncer o después del ictus. Un día que se mareó mucho y se asustó. Mi padre era asustadizo. Mi padre fue algo parecido a mi hijo durante unos cuantos años, lo que me convirtió a mí en padre mucho antes de que la Chica Diploma diera a luz al Niño Bonito. Esta mañana le decía al neurólogo: "Desde que tengo al niño, me preocupo más por todo", pero era mentira, claro, yo nací preocupado.

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Otro detalle del post-debate del domingo, con Ana Pastor: Pablo Casado insistiendo en que lo que hacía falta era alguien que supiera gestionar un país, una diputación, un ministerio... que eso es lo que realmente contaba y no el talento, los conocimientos, el entusiasmo o cualquier otra virtud que pudieran presentar los demás partidos. La chica del PSOE estaba bastante de acuerdo, por cierto. Lo que Casado decía, ya antes de cumplir los cuarenta, es que este país lo que necesita es burócratas. Muchos burócratas. Burócratas que vayan prosperando de lo pequeño a lo grande y que sean inmóviles. Imagino a Casado leyendo los artículos de Larra y aplaudiendo entre gritos a cada funcionario que aparece : "¡Así, así, bien jugado!".

Supongo que podría soportar vivir en un país de burócratas, pero no en un país de burócratas mediocres. Burócratas de carrera. Algún día Casado tendrá a su Casado defendiéndole porque lleva treinta años sin dar una a derechas pero, ojo, saliendo en todas las fotos. O eso sueña él, supongo. Si no, para qué el papelón.

Por supuesto, nadie se lo dijo. Nadie le dijo: "El único valor que usted atribuye a su candidato es la mediocridad". Supongo que en parte porque no estaban seguros de que ellos fueran capaces de ofrecer algo mucho mejor o, peor aún, porque suponen que el pueblo español no va a votar algo mucho mejor, duda de la que saldremos en menos de dos meses.

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La revista The Art Boulevard me incluye entre los cuarenta escritores menores de cuarenta años a los que hay que leer. Tienen razón. No hay cuarenta escritores menores de cuarenta años que sean mejores que yo. Probablemente no haya ni diez. Otra cosa es que yo aparezca en esa lista porque soy conocido del director. Es muy probable. Eso no quita para que a uno se le hinche el ego y sonría satisfecho, por supuesto. Y para que sepa dar las gracias.

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En este mismo momento, una diputada de la asamblea de Madrid, un periodista especializado en ciclismo, un escritor y un columnista político estamos discutiendo en Twitter sobre si nuestro personaje favorito de "1992" es Leo Notte, Bibi Mainaghi o, incluso, Gaetano Nobile. La razón hay que encontrarla en este artículo