Mi problema con la candidata Díaz Ayuso es que siempre la veré como Isa. Cuando alguien llega a tu vida de determinada manera y se ubica ahí una temporada, es complicado ver más allá. Isa apareció en 2004 y estuvo de forma más o menos constante hasta 2006. No recuerdo si luego desapareció ella o desaparecí yo o los dos hicimos una educada bomba de humo. Por lo demás, todo lo que puedo decir de Isa es bueno: nos tuvimos un gran cariño, compartimos cenas en casa de sus padres escuchando grandes éxitos de Robbie Williams y comidas en el restaurante gallego que quedaba al lado del primer piso al que se fue a vivir sola.
Hablábamos mucho. Por teléfono y por Messenger. Hablábamos de trabajo, claro, porque los dos estábamos en El Semanal Digital, el mismo medio donde colaboraba como columnista Santi Abascal, por cierto, pero también hablábamos de nosotros y nos escuchábamos. Ya por entonces, la política era su prioridad y todos nos dábamos cuenta. Tenía la ambición y la voluntad, le faltó siempre un poco de seguridad en sí misma, quizá porque en el fondo era demasiado buena persona para un mundo tan voraz. Yo, mientras, le hablaba de relatos y de chicas, de muchas chicas, de todas las "chicas Malaspina", grupo del que ella misma formó parte en más de una ocasión.
Creo que los dos nos veíamos como el hermano pequeño del otro. Isa era un desastre en muchas cosas y yo era un desastre en casi todo. Si tuviera que ponerle un adjetivo a nuestra amistad sería "bonita". Simplemente, eso. Fuimos dos excelentes huerfanitos.
El asunto es que ahora Isa ya es Díaz Ayuso y ya es candidata a presidenta de la Comunidad de Madrid, que no es poca cosa, y como tal hay que hablar de ella. Ahora bien, ya digo, me cuesta. Esta mañana ha estado en el programa de Carlos Alsina y dentro de la locuacidad Díaz Ayuso se seguía escondiendo la Isa frágil y con miedo a molestar que siempre conocí. Eso hace que su discurso sea un continuo matiz en el que nunca se sabe lo que piensa de verdad. Si soy sincero, ya cuando éramos amigos nunca quedaba muy claro lo que pensaba de verdad. Ni lo tenía claro yo ni lo tenía claro ella. Solo que entonces no importaba y en lo que a Isa respecta, sigue sin importarme y la sigo teniendo el mismo cariño y hasta cierto punto me siento orgulloso de verla ahí. Otra cosa es en lo que respecta a la candidata Díaz Ayuso. Afirmaciones del tipo "yo no valgo ni una cuarta parte de lo que valen Aguirre o Cifuentes" pueden estar bien cuando intentas hacer méritos ante Aguirre o Cifuentes, pero quedan raras cuando pretendes que la gente te vote por tu valía.
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El sábado por la noche tocó ver "Eugenio", el excelente documental sobre el cómico catalán. No sé si su vida era tan interesante pero desde luego la película consigue que
parezca interesante y de eso se trata, precisamente porque el cine y la política son cosas distintas. Lo mejor, sin duda, es el ritmo de narración: el director no se apresura. Desde el principio, sabe que lo que la gente está esperando es la decadencia porque la decadencia vende. Sin embargo, no adelanta el abismo ni un solo segundo. Ahí está Eugenio cantando con su mujer, optando a Eurovisión; Eugenio en bares nocturnos tocando la guitarra; Eugenio con sus hijos; Eugenio contando sus primeros chistes...
Hay en toda esa parte una buena dosis de melancolía hacia esos años setenta siempre tan mal contados. Esos años setenta de "boites" y salas de fiestas. Con eso va tirando perfectamente, igual que con la descripción del éxito arrollador e incluso con el contaste entre su vida personal y profesional, que se intuye desde la primera frase, pero se va desarrollando con un mimo extraordinario. Así hasta el cuarto de hora final. No más: quince o veinte minutos dentro de un documental de hora y media.. Ahí sí: ahí, la segunda separación, el esoterismo, la cocaína, el desdén hacia los hijos, la depresión, la retirada del mundo del espectáculo a los 50 años. El fin de un hombre y el fin de una época al cruzar el ecuador de los noventa...
También, las enfermedades, por supuesto. El cáncer de vejiga, los problemas cardiovasculares, las insuficiencias respiratorias... Eugenio, claramente enfermo, tremendamente envejecido, en un par de fotos y un par de secuencias televisivas. No más. Eugenio, olvidándose del siguiente chiste y Eugenio intentando encontrar aire para seguir adelante mientras en su cara se avista el pánico al desmayo inmediato. Eugenio con su nieta en brazos un día antes de caer redondo en una discoteca sin que nadie sea capaz de reanimarle.
No niego que parte de mi fascinación está en el hecho de que el último Eugenio se pareciera tanto a mi padre. Los dos compartieron deterioro y los dos murieron a la misma edad. Altos, con barba, de aspecto imponente y mirada perdida. El hijo mayor, que sirve un poco de narrador de la historia, confiesa emocionado que no tuvo tiempo de llorar la muerte de su padre porque tenía una hija a la que cuidar. Puedo entenderle. Mi padre murió en abril de 2013. En septiembre, mi mujer ya estaba embarazada.