lunes, diciembre 21, 2015

Elecciones 2015: La España invertebrada



Después de vivir en campaña durante un año y medio, España por fin votó sin el entusiasmo que se podía prever (un aceptable 73,21%, cinco puntos por encima de 2011 pero lejos de las votaciones masivas de 1982 o 2004) y con unos resultados que la dejan en una situación muy compleja. No solo es la aritmética, es decir, el hecho de que sea casi imposible encontrar una coalición de partidos que pueda gobernar el país sino la propia estructura del voto, completamente partido en dos.

Estas divisiones siempre han existido, por supuesto, pero nunca de esta manera: Podemos es el partido más votado en Cataluña y el País Vasco, además de conseguir unos excelentes resultados en Valencia, Madrid y Galicia. En cambio, si sumamos las dos Castillas, Extremadura y Murcia, apenas consigue seis escaños de 74 posibles. A Ciudadanos no le va la cosa mucho mejor, con ocho. Son tierras donde el bipartidismo arrasa, con 60 diputados que le permiten marcar el pulso de la política española al menos hasta las siguientes elecciones, que nadie tiene bien claro cuándo serán.

Por el contrario, PP y PSOE se la pegan con fuerza en País Vasco y Cataluña, justo donde están los mayores problemas de cohesión identitaria. El mismo partido que ha ganado de manera holgada en todo el país solo ha podido ser quinto en una comunidad y sexto en la otra. La falta de entendimiento con el electorado es absoluta y da la sensación de que hay una parte de España muy lanzada hacia lo nuevo sin tener muy claro que es eso de "lo nuevo" y otra parte de España muy reacia a cambio alguno y que ve con recelo lo que no sea lo de siempre.

En esa tensión entre "lo nuevo" y "lo de siempre" nos hemos movido muchos votantes hoy y nos tendremos que mover en los futuros años si los cuatro partidos siguen en posición hegemónica, algo que habrá que ver.

Si bajamos a lo concreto, los resultados del PP son aceptables: pasa de los 120 escaños y se acerca al 30% de voto. Como decíamos en la previa, era muy difícil rascar más de eso igual que era casi imposible que cayera por debajo del 25%. Tiene unos resultados sensacionales en Madrid -la victoria en la capital demuestra hasta qué punto fue un error colocar ahí a Aguirre en las municipales- y Castilla y León, resiste en la Comunidad Valenciana y en Andalucía, donde roza el empate con el PSOE. Incluso el resultado en Cataluña no es tan malo como se preveía. En el lado negativo, los resultados en Galicia son preocupantes, con el alza de las mareas, y en el País Vasco son directamente dramáticos, incapaces ni de ganar su bastión de Álava, que cae a manos de Podemos.

Las posibilidades de Rajoy de gobernar son escasas. Con 123 escaños no puede hacerlo en solitario y ni siquiera la suma con Ciudadanos o CC le dejaría cerca de la mayoría absoluta. Se ha negado a debatir, se ha negado a dar entrevistas y se ha negado a salir del dominó, el billar y el partidito del Madrid del miércoles en la radio. La imagen que ha dado ha sido la de todo menos un político solvente: torpe, balbuceante, incoherente en ocasiones, con aspecto agotado, es imposible que un hombre así soporte una legislatura con tan poco apoyo. En cuatro años y por muchos logros que se arrogue, el PP se ha dejado 64 diputados, un 16% de porcentaje y aproximadamente tres millones y medio de votos. Debacle.

El entusiasmo del PSOE solo puede deberse a los lúgubres augurios de las encuestas, que llegaron a ponerle a las ocho de la tarde por debajo en porcentaje de voto de Podemos, lo que habría sido dramático para Pedro Sánchez. No fue así y el PSOE resistió como pudo, desmintiendo la profecía que le convierte anualmente en un nuevo PASOK: ganó Andalucía, ganó Extremadura, no se descalabró en Cataluña y solo tuvo un resultado espantoso en Madrid, donde pasa a ser la cuarta fuerza política tanto en la comunidad como en la capital. 

Sánchez salió a decir que habían hecho historia y estaba en lo cierto: sus 90 escaños no solo es el peor resultado del PSOE sino el peor resultado de cualquier primer partido de la oposición. Si la caída en 2011 con Rubalcaba ya había sido dura, ahora los socialistas caen otros diecinueve escaños, un 6,8% de porcentaje y en torno al millón y medio de votos. No hay mucho motivo para la alegría. La ventaja con Podemos, contundente en escaños, es de apenas unos cientos de miles de votos y la sensación es que un partido va a menos y el otro a más. La posibilidad de un gobierno encabezado por Sánchez requeriría ponerse de acuerdo no solo con Podemos sino con todas sus confluencias, unir los dos escaños de IU y convencer a los nacionalistas de que al menos se abstengan. Aun así, podría no valer.

Lo que nos lleva a Podemos, sin duda los grandes triunfadores de la jornada, con sus cinco millones de votos, más de un 20% del total y 69 escaños cuando las encuestas se empeñaron en darles por muertos hace un mes. Los méritos hay que repartirlos entre el trabajo de zapa de Pablo Iglesias durante meses, la excelente campaña electoral diseñada por Íñigo Errejón y el enorme tirón popular de Ada Colau y Mónica Oltra, miembros de otros partidos políticos que han cambiado las perspectivas electorales sobre todo en Cataluña, donde la coalición de Podem pasa de quinto partido en las autonómicas de septiembre a ser la primera fuerza política con una victoria aplastante en Barcelona.

Sin embargo, su mensaje no consigue calar en las dos Castillas ni se introduce del todo en Andalucía, tierra aún esquiva para ellos. Le ganan a Ciudadanos pero con menos ventaja que en las autonómicas mientras PP y PSOE siguen quedando lejísimos. Si no solucionan esos problemas, será imposible que se conviertan en una alternativa seria de gobierno y de cohesión estatal. Muchos apuntan a la falta de entendimiento con IU como causa de esa pobre implantación en zonas rurales, pero yo entiendo que si no van juntos y no se entienden será por algo. En cualquier caso, no hay que olvidar que entre ambos partidos suman más del 24% de votos, una barbaridad para la izquierda pura y dura de este país.

Por último, los resultados de Ciudadanos son muy buenos para un cuarto partido, superando los tres millones y medio de votos y rozando el 15% del total, pero quedan en nada comparados con las desmedidas expectativas que los medios y las encuestadoras habían puesto en ellos. Resisten mejor que Podemos en Castilla, no le va del todo mal en Andalucía y sus resultados en Madrid son muy buenos. Sorprende que hayan pinchado precisamente en Cataluña, donde apenas han podido sacar cinco escaños, pasando de segunda fuerza política en septiembre a quinta en apenas tres meses.

Lo peor es que no parece que vayan a ser decisivos en la legislatura. Su suma con el PP da 163 diputados, lejos de la mayoría absoluta. Puede que sirva para investir a Rajoy si se dan muchas casualidades, pero no para aprobar la gran mayoría de sus medidas de regeneración en un parlamento donde Podemos y nacionalistas les doblan con creces en número de escaños. La campaña ha sido pésima, sin que alcance a entender por qué: no solo se ha desinflado Rivera sino que nadie ha salido a echar una mano, casi al contrario. Empezaron con un cartel enorme en pleno Atocha como síntoma de lo que venía y lo que ha venido no parece para tanto.

En definitiva, vienen meses duros, de mucha negociación y de mucho temple. Yo ahora mismo descartaría cualquier gobierno de izquierdas -Podemos, PSOE, IU y ERC, aunque se pusieran de acuerdo, suman 170 escaños... y no se van a poner de acuerdo- pero tampoco veo cómo Rajoy va a conseguir siquiera una mayoría simple si esos 170 le niegan la investidura. Tendría que recurrir al sí de Ciudadanos, convencer al PNV y CC y aun así solo llegaría a los mismos 170 escaños. Quedan en medio los ocho de Convergencia y los dos de Bildu, que en principio estarían más cercanos del primer grupo que del segundo.

Puede que ser español sea hoy más divertido, no lo niego, pero las perspectivas no son precisamente halagüeñas.