miércoles, diciembre 02, 2015
Es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde (ovación)
Lo horrible del mensaje del PP, lo verdaderamente pernicioso, es la idea que transmite de que la política es una mierda, que no sirve para nada, que qué sentido tiene ponerse a discutir las medidas con los demás, tener que verles las caras y aguantarles ahí a todos, tíos pesados, cuando uno puede echarse la partida de dominó, comentar al Madrid en la radio y luego ya, si eso, gobernar un rato. No es que el infierno sean los otros es que los otros, simplemente, son un coñazo y punto.
Yo no creo que haya cobardía en la táctica de Rajoy. Yo creo que hay un convencimiento muy claro de que él no está para chorradas de niñatos. Como mucho un poco de Sánchez y jugando en casa. Lo que hay que hacer es ser concejal, y luego ya veremos. Es el mismo discurso de sus Pablos Casados de turno: la política es burocracia, son puestos, cargos, acumular méritos ante los superiores... y luego ya, lo dicho, el mus y la copita de anís.
Todo alrededor de esta campaña, de esta concepción de la política, apesta como apesta que las encuestas le sigan dando un 25-30% de voto y unos 30-40 escaños de diferencia sobre el segundo. Apestan, por tanto, los ciudadanos, y aquí no hablo de ideologías ni de cordones sanitarios. Votar al PP sería una opción tan válida como cualquier otra siempre que el PP le pusiera al menos un poco de ganas, solo un poquito.
Otra opción, que yo descarto en mi pesimismo antropológico, es que los votantes de verdad quieran nuevas formas y nuevas políticas y les guste que sus representantes se hablen, se enfrenten, discutan sobre medidas, se tomen las elecciones en serio... y al final resulte que el PP acabe en el 20% y menos de cien diputados. En ese caso, solo cabría levantarse y aplaudir a Rajoy y Arriola, capaces de hundir un transatlántico que parecía haber superado incluso el iceberg Bárcenas.
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Corolario a lo anterior: Ciudadanos no debería permitir jamás que alguien que desprecia así la política, alguien que desprecia así incluso al propio partido Ciudadanos, gobierne el país. Creo que no lo va a hacer. Tampoco sé si poner al cuarto árbitro será una opción muy acertada, eso tendrán que decidirlo ellos.
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La primera noche en el parador de Jaén la pasé en el retrete, cortesía del Niño Bonito. La segunda, completamente agotado, no conseguí dormirme hasta que no me subieron un paracetamol a la habitación, algo que se supone que tienen prohibido. Yo buscaba postura en la cama mientras la Chica Diploma veía "La vida de Adèle". No la culpo: hay algo magnético en esa película que excede con mucho las escenas de sexo. Dos actrices en estado de gracia y una historia de amor sin duda larga pero bonita, vivida plano a plano.
Eso lo descubrí en parte durante la migraña y en parte durante los resúmenes que acompañan en YouTube a la reproducción de "I Follow Rivers", de Lykka Li, una de las canciones de la película. Sí, hay algo fascinante en esa chica del pelo azul. No es de extrañar que en Estados Unidos la titularan "Blue is the warmest color". Leyendo un poco sobre el rodaje, las dos actrices coinciden en que fue un horror: larguísimo, demasiado exigente, liderado por un director que se creía un mesías. Hay algo de eso también en la película, no sé si buscado: la enorme fragilidad de Adéle, esa sensación de que va a romperse en cualquier momento y la dureza de Léa Seydoux, la misma Léa Seydoux que trabajó con Woody Allen en "Midnight in Paris". Una dureza que tiene algo de protección, de hermana mayor, una química innegable.
El resumen de todo esto sería algo así como que el dolor de cabeza pasó pero la película, contra todo pronóstico, ha quedado.
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A la salida, Daniel Gascón me pregunta si me hablo con Arcadi. Le digo que no, pero que no pasa nada, que tampoco hablábamos demasiado antes. Reconozco que por un momento he pensado en ir a saludarle, tenderle la mano, hacer algo así como "lo que queda en el campo, queda en el campo", pero no sabía cómo iba a reaccionar y yo estaba demasiado acatarrado como para complicarme la vida. Me imagino a Arcadi algo así como un caballero del siglo XVIII, retándome a duelo o lanzándome un guante. Han pasado muchos años. A ninguno de los dos nos ha ido demasiado bien. Él antes se podía permitir llenar sus artículos de citas de Pinker y ahora tiene que dedicarse a discutir con Ada Colau en el programa de Ana Rosa.
Yo, en fin... yo.
Por lo demás, la presentación de "Alternativa naranja" resulta muy agradable, igual que el propio libro. Un libro algo confuso y errático en ocasiones, con gazapos solo achacables a un exceso de prisas en la publicación, pero muy interesante en lo que tiene que ver con la formación y el desarrollo de Ciudadanos, especialmente en la narración de los primeros días, los que Albert de Paco se sabe de memoria.
Sí es cierto que en general, quizá por los mocos, había algo de nostalgia en el aire. Nostalgia de algo que pudo ser y no se sabe muy bien qué ha sido. Algo de 2006, 2007, de "Ebro/Orbe" y la editorial Tentadero. Las cosas se pudieron haber hecho mejor, no cabe duda. En cualquier caso, acabamos en un restaurante mexicano muy agradable donde me limito a pedir una botella de agua y no pagarla. Alguna gente me conoce y otra gente intenta ubicarme sin éxito. Hablo un buen rato con Dolores y otro buen rato con un periodista de El Mundo. Dice que nos envió una propuesta a UNFOLLOW pero que no recuerda ni qué propuesta ni qué le contestamos.
Temo que, de hecho, no le contestáramos.