martes, diciembre 01, 2015
Dormíamos. Despertamos.
A mí me gustaría llamarlo "epojé", la transcripción de la palabra griega que significa algo así como "suspensión del juicio", pero no parece que sea nada más que cobardía pura y dura. O confusión. O un simple "¿para qué añadir nada más?, ¿a quién le importa lo que yo pueda decir de esto o lo otro?". Así fui dejando que pasaran las escaramuzas independentistas en el Parlamento de Cataluña y que pasaran los asesinatos de París y sus reacciones posteriores sin atreverme siquiera a abrir la boca, temeroso de que lo que pudiera decir ofendiera a unos o a otros o me obligara a entrar en larguísimos y ásperos debates con desconocidos o, peor aún, con conocidos demasiado apreciados.
Pero también, ya digo, temeroso de no saber qué decir exactamente. La facilidad con la que todo el mundo ha conseguido tener una opinión en días o incluso horas sobre lo que pasa en el mundo, tanto en el mundo pequeño, reducido, del nordeste de España, como en el mundo amplio y voraz del universo yihadista me resulta excesivo. ¿Creo que debe haber un referéndum, que deben suspender la autonomía, que las CUP aciertan o se equivocan, que los bombardeos son inevitables para imponer el orden en los territorios ocupados por el ISIS, sé algo en general de la formación del ISIS y sus ramificaciones en el golfo pérsico, su financiación, sus objetivos...? La respuesta es "no" o al menos "no lo sé".
Me limité por lo tanto a callar y callar es una cosa peligrosísima porque uno empieza y ya no es fácil parar. Callar no es como hablar, que al final a uno se le queda la voz ronca. Callar es terrible, intelectualmente perverso, pero, a la vez, supongo, necesario en algunas ocasiones. Más que nada porque alguien tendrá que quedarse escuchando toda esta continua cháchara,
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Entre tanto silencio y tanta pausa -el mes de noviembre casi entero- me dejé incluso el décimo aniversario de este blog. No exactamente de éste, con este nombre y con estas formas, que llegará en marzo del año que viene, sino del blog que lo inició todo, aquella cosa de 20six en la que empecé a publicar sensaciones el 6 de noviembre de 2005, el día después de que mi vida cambiara por completo. Los textos de aquel blog se recopilaron en un libro que se llamó "Cuando las cosas dejaron de tener sentido" y que era uno de esos buenos libros que caen inmediatamente en desgracia. Si preguntan en la Casa del Libro es probable que aún tengan alguno.
Diez años no es cualquier cosa. El otro día escribí algo en Facebook un poco melodramático -Twitter es un bar de borrachos agresivos, Facebook es un bar de borrachos autocompasivos, recuerden- pero que me gustó, así que lo traigo aquí para que vean un poco esa diferencia entre el "antes" y el "después", una representación de estos diez años:
En 2006, creo, fui a la psicóloga y le solté una frase antológica: "Creo que ya sé cómo funciona el mundo, creo que ya me siento como en casa". Lo que no sabía entonces es que el mundo del que hablaba era el mundo adolescente. A los 29 años, por fin, el mundo adolescente, el de las despreocupaciones, me era un territorio conocido. Otra cosa es el mundo adulto, este de ahora, el despiadado mundo adulto, con sus mil responsabilidades y sus cero excusas posibles. Ese mundo me sigue pareciendo tan hostil como me parecía el otro a los dieciocho. Confío en que quizá a los 70, pueda haberme enterado de algo aunque, de hecho, no tengo ninguna esperanza de llegar a los 70. La única persona que he conocido con un problema de adaptación parecido al mío murió a los 58. Era mi padre.
Bueno, lo primero es verdad: la psicóloga, la sensación y la frase. Todo cierto. El blog tuvo mucho que ver en eso. Que las cosas dejaran de tener sentido quería decir básicamente que se habçían acabado las justificaciones, que podíamos empezar a vivir sin tanto peso en las espaldas. La segunda parte también tiene mucho que ver con cómo me siento ahora: efectivamente, ese mundo sin responsabilidades acabó y en las nuevas obligaciones me siento perdido. Seguro que no soy el único. Con "perdido" quiero decir perdido, ojo, muy perdido, algo parecido a lo de Oasis I can´t tell you the way I feel because the way I feel is all so new to me, pero con un punto de angustia.
La referencia a mi padre, en cambio, es más confusa. Por un lado es exagerada: mi padre murió joven por una combinación de excesos que yo no practico. Eso es obvio. También es obvio que mi padre estuvo muy perdido, perdidísimo, y especialmente cuando abandonó el mundo adolescente, solo que en su caso eso le sucedió a los 22 años, cuando nací yo y a mí me ha tocado esperar a los 37, cuando nació Álvaro. En parte, quiero creer, es un reconocimiento, algo así como "sé por lo que pasaste y te entiendo". Lo ridículo, quizá, de hacerlo público ahora es que eso ya lo pensaba antes, incluso cuando estaba vivo.
Otra cosa es que se lo dijera, claro, así que ahí estamos de nuevo en el tema central del asunto: la cobardía.
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El ayuntamiento de Madrid decide colocar en la Puerta del Sol la placa que ponía "Dormíamos, despertamos", con la inteligente omisión del "plaza tomada" del original. Era la placa con la que el 15M resumía sus actos y no tenía nada de ofensivo ni de sectario. Era el espíritu original: los ciudadanos se reúnen para hablar de política y economía y se reconocen unos a otros como iguales. No había ahí ningún insulto ni había ningún rasgo de violencia que obligara a mandar la placa al cubo de la basura a las seis de la mañana nada más desmontar un campamento que, desde luego, se mantuvo durante mucho más tiempo del necesario.
No puedo ser muy objetivo con la placa en cuestión: fue la foto de fondo de escritorio de mi móvil durante un par de años y si uno repasa mi blog llega a leer cosas como que mi primera medida como alcalde sería reponerla. Una exageración como otra cualquiera. En cualquier caso, me sigue pareciendo una buena medida y me alegra especialmente que Ciudadanos, Ahora Madrid y PSOE se hayan puesto de acuerdo en ello para enfado descomunal de Cristina Cifuentes, que lo considera "una broma de mal gusto" y dice no sé qué sobre las víctimas del 11M.
En la Puerta del Sol pasaron esos días muchas cosas. Me gustaron unas y no me gustaron otras. A algunos madrileños no les gustó ninguna desde el principio y a otros les gustaron todas. Lo que no se puede hacer es fingir que no pasó nada o que lo que pasó fue ignominioso. La política actual, la irrupción de los nuevos partidos y la conciencia política de la ciudadanía que devora programas de política como si fueran shows de Martes y Trece -a menudo lo parecen- no se entienden sin el 15-M. A veces para bien y otras veces, francamente, para mal. No hubo muertos, no hubo heridos, fue portada en todo el mundo, creo que la convivencia fue durante los primeros días sana y desde luego se acabó convirtiendo en un emblema generacional. No pasa nada por reconocerlo. No se atacó ahí al PP más que al PSOE, entre otras cosas porque el que gobernaba era el PSOE y llevaba siete años haciéndolo.
Que solo el PP se dé por ofendido deja bien clara su concepción de la realidad es algo maligno, algo a evitar por completo, con lo que mejor no mezclarse. Una infección. El PP cree que vive en "The Walking Dead" y no sospecha que quizá los zombis sean ellos.