martes, diciembre 08, 2015

El debate de Atresmedia: Un gandul en La Moncloa



Estaba descansando entre mitin y mitin. Ni siquiera comentando el fútbol, descansando en Doñana en plena gira andaluza. Alguno de los candidatos le mandó saludos pero no tengo nada claro que estuviera viendo el debate porque claramente a él esas cosas no le gustan, le incomodan. Gente que te lleva la contraria, inaudito. Mucho mejor el coto, claro que sí, ejemplo de gobernante vago y gandul. Cuando el país estaba a punto de irse a la quiebra, se fue a la final de la Eurocopa y dejó a De Guindos negociando todas las condiciones del rescate bancario con el Eurogrupo; cuando le exigieron una reforma laboral, dejó a Fátima Báñez y a la virgen del Rocío al cargo, y cuando ha habido que defender sus cuatro años de gestión ha mandado a Soraya Sáenz de Santamaría a hablar de Bárcenas.

La excusa del PP para enviar a la vicepresidenta fue algo así como que "nosotros somos un equipo". Hay algo de cierto en ello. Por ejemplo, durante un año largo, De Guindos pareció gobernar el país hasta que desapareció por completo y el presidente pasó a apellidarse Montoro. Las ruedas de prensa, todo el dominio de la prensa, incluyendo ceses de directores y presentadores de televisión, ha estado en manos de Soraya, y para Rajoy ha quedado tan solo la tautología constante: "La EPA de mañana es la EPA de mañana", "un plato es un plato" y la apoteosis de esos españoles que son muy españoles y mucho españoles.

Incluso cuando estalló el desafío independentista en Cataluña, Rajoy mandó a Margallo a debatir. Un ministro de asuntos exteriores para hablar de una comunidad autónoma del propio estado. Es tan vago que le hacen una campaña para captar a modernos "hipsters" y él sale haciéndose una foto con el tío de Nuevas Generaciones al que van vistiendo de distinta manera según el mensaje que quieren mandar.

En cuanto al debate en sí, se puede decir que Soraya lo intentó pero que en realidad solo tenía un dato a su favor -la creación de empleo- y era un dato falso: siguen trabajando menos personas ahora que en noviembre de 2011. La bajada del paro se ha debido a una bajada de la población activa pero el registro de trabajadores es ligeramente menor que hace cuatro años. Todas las comparaciones de Soraya, en realidad, no fueron con Zapatero sino con Rajoy, con los estremecedores datos del paro de Rajoy en los años 2012 y 2013. Por lo demás, se la notó torpe, como si tampoco estuviera acostumbrada a que alguien le llevara la contraria y ese alguien quedara impune. Tuvo una frase para mí especialmente desafortunada: "Como se nota que no estaban ustedes aquí hace cuatro años". Sí, si estaban. Ellos y nosotros. Estábamos todos entonces y estamos todos ahora.

Bueno, todos no, hay dos millones por ahí recorriendo mundo, poniendo cafés en Starbucks.

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¿Qué decir de los demás? Iglesias pareció el ganador porque se mostró más suelto. Ha sabido cambiar la actitud y la forma. Sonríe más, está menos enfadado, vuelve a apelar a la ilusión... aunque con el mismo discurso hueco de siempre. Rivera sigue empeñado en demostrar que el contrato único no tiene nada que ver con el despido libre cuando es prácticamente lo mismo. Si yo fuera él, aparcaría de una vez esa medida y dejaría Dinamarca donde está. Su argumento "el que lo hace bien podrá seguir trabajando en una empresa y no dejarlo cuando se le acabe el contrato" esconde algo básico: el que decide no renovar el contrato es el empresario. El mismo que podría echarle a los seis meses con una indemnización ridícula.

Con todo, Rivera estuvo ágil. Quizá algo nervioso, pero ágil. No quiso hacer sangre con nadie y eso se agradece. Sacó la portada de El Mundo y puso en su sitio a la vez a Rajoy y a Soraya, algo que no consiguió en ningún momento Pedro Sánchez.

Como dijo Cristian Campos en Twitter, a los debates hay que venir educado de casa. Sánchez se portó durante dos horas como un robot que repite eslóganes cuando le preguntan a él y que se dedica a interrumpir a los demás cuando no es su turno. A interrumpir de la manera más zafia con sus "jojojo", sus "madre mía" y su tensión constante, como si estuviera a punto de romperse en cualquier momento. Empezó el debate diciendo que la bajada del PSOE en las encuestas le motivaba y eso fue toda una declaración de intenciones: probablemente en los próximos días su motivación no deje de subir. He de reconocer que jamás pensé que ese hombre pudiera ser tan mal candidato.

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Las mañanas sin el Niño Bonito son mañanas de Talking Heads. No solo eso: mañanas de Talking Heads que derivan en la maravillosa versión de Tom Jones y The Cardigans del "Burning up the house" y acaban en un repaso a los éxitos de la banda sueca. Luego, ya a cuentagotas, algo de Supergrass -"Sometimes I make you sad"- algo de Arcade Fire -"Rebellion (Lies)"- y la melancolía del "Dakota" de Stereophonics culminando con el original de "Love will tear us apart", de Joy Division, después de coquetear con la versión de José González, sin atreverme del todo.

Las tardes sin el Niño Bonito son tardes de cine y Gran Vía. Tardes de café y bollos en Celicioso. La película que elegimos es "Me and Earl and the dying girl", cuya traducción al español es mejor no mencionar siquiera. Una película agradable, muy de cine "indie" americano, con una primera parte brutal, estética "Parker Lewis nunca pierde" y una segunda parte de ensimismamiento del protagonista que rompe el ritmo por completo, más que nada porque el protagonista, sin el citado Earl y sin la chica que se está muriendo, no sostiene la película.

Solo que, me temo, el protagonista es un trasunto del director, algo muy común también en el cine "indie" americano, y la oportunidad de dedicarse a sí mismo una hora y media no se da todos los años.

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De camino al "Ultrashow" de Miguel Noguera, la Chica Diploma pone un rato la radio. Echan un programa en el que tres o cuatro tíos se están riendo todo el rato. Se lo pasan pipa. No hablan de nada interesante, es como poner un micrófono oculto en una barra de bar. Llaman al programa de una manera pedante y a veces ellos intentan serlo sin conseguirlo: el colegueo se ha instalado en el periodismo, incluso en el periodismo que se supone más exigente, y ahí se quedará unos cuantos años. Hasta que consigan cargárselo por completo, supongo.