domingo, junio 07, 2015

La Champions League de Luis Enrique


Guardiola sacó a Messi de la banda derecha y ganó el triplete en su primer año; Luis Enrique lo quitó del medio, esa posición donde los rivales le habían cogido más o menos la medida, lo llevó de vuelta a la banda derecha... y repitió hazaña. Lo que queda, en resumen, es Messi: Messi regateando desde el medio del campo, Messi tirando paredes en la posición de falso nueve y Messi escapándose por velocidad como un extremo de medio Athletic de Bilbao o lanzando "alley-hoops" al área para que Neymar o Alba entren desde atrás.

El dominio de este jugador es absoluto y va más allá de sus estadísticas. Es posible que Cristiano Ronaldo sea mejor goleador o, si quieren, mejor rematador, el mejor de la historia, incluso, pero Messi juega a otra cosa: domina el partido desde donde quiere y a la distancia de la portería que le venga mejor al equipo. Todo puede empezar por una pared bien tirada que sobrepasa una línea defensiva, por un pase de extremo a extremo del campo o por una arrancada que descoloca la defensa y abre huecos para Neymar o Suárez. Su repertorio, ahora que el biceps femoral y el sobrepeso parecen haberle dado un respiro, es cada año más extenso y aunque la gente se quede con la genialidad, lo cierto es que Messi ha ganado en el aprendizaje de lo básico, lo que Xavi e Iniesta llevan años enseñándole.

No fue un partido fácil porque el Barcelona no aprovechó sus primeras oportunidades y porque la Juventus fue perfectamente consciente de que entre tanto arriba y abajo estar en el medio no le venía tan mal. Cuando el Barça apretó, los italianos parecieron un equipo mediocre, como les había pasado en semifinales contra el Madrid; cuando el Barça entró en una de sus dinámicas de romperse en dos y descolocarse todos a una, dominó el juego y llegó con peligro a las posiciones de un Ter Stegen algo nervioso.

Por esa desorganización, habitual durante toda la temporada, llegó el empate de Morata, un goleador excelente en quien muchos veían un nuevo Portillo y por eso lo largaron. La Juventus pudo hacer ahí más sangre pero en su plan no estaban los excesos y los cinco minutos de zozobra del Barcelona, esa zozobra que, insisto, ha acompañado al equipo todo el año hasta el punto de no saber hasta mayo si iba a ganar el triplete o se iba a quedar de nuevo en blanco, acabaron cuando Messi agarró el balón en una contra, rompió por el centro, se fue de quien quiso y disparó raso y ajustado, uno de esos tiros en los que el portero siempre parece que puede hacer algo más pero no, no puede. El rechazo llegó a Luis Suárez, que justificó su fichaje con un gol de oportunista que decidió la final igual que decidió el derby de liga allá por marzo.

En medio quedaron muchas cosas, pero sobre todo la sensación de hegemonía liderada por Busquets. Dominó el partido por completo, tanto en ataque como en defensa. Cuando Busquets estuvo con pubalgia, el Barcelona naufragó. Ahora que vuelve a estar al máximo nivel, cuenta los títulos de tres en tres. Es posible que no volvamos a ver a un medio centro con su inteligencia y su técnica individual. Si no fuera por esa feísima manía de exagerar las faltas ajenas estaríamos ante el futbolista perfecto.

¿Qué más? La madurez de Alves en su último año de contrato y la duda de si esa madurez seguiría después de la renovación, duda que parece que culminará con el fichaje de Aleix Vidal para enero. Tuvo el partido un final curioso en forma de gol de Neymar. El brasileño ha marcado en los dos partidos de cuartos ante el Paris Saint Germain, los dos partidos de semifinales ante el Bayern de Munich y en la final contra la Juventus. Hacía cincuenta años que no pasaba algo parecido. He utilizado el adjetivo "curioso" porque su partido fue muy malo, completamente superado por la situación y con errores infantiles en primeros toques, decisiones en el campo e incluso en el gol que le anularon por pifiar un remate franco de cabeza y conseguir que el balón le golpeara en la mano, que ya tiene mérito.

La supremacía del Barcelona en el fútbol europeo es tal que parece que dé igual que cambien los entrenadores e incluso los jugadores. Este se suponía que era un año de transición en medio de una crisis institucional de aúpa, con el director deportivo en la calle en pleno mes de enero y el entrenador filtrando que se quiere ir lo antes posible. Ha dado igual. Mientras Piqué, Busquets y Messi estén a su nivel, los triunfos serán una costumbre. Tienen 27 años y les queda fútbol por delante. Otra cosa serán las distracciones, que alguno de ellos las lleva regular. Con estos tres al cien por cien incluso Rakitic parece Xavi y Sergi Roberto quizá algún día pueda parecer por fin Iniesta. Llegó el Plan B y funcionó igual que el Plan A.

Quizá, después de todo, los planes tengan una importancia muy relativa.