miércoles, febrero 17, 2016

Podemos juega con fuego



Me da tanta pereza criticar a Podemos como a ustedes leer una crítica más. Qué se le va a hacer. Los palos han sido tan exagerados desde tantas tribunas que uno tiende a pasarse al otro lado, al de la conmiseración y el "pobres chicos, tampoco es para tanto". Ahora bien, creo que a estas alturas y con 69 diputados en el Congreso, la complacencia no tiene sentido alguno.

Toda la negociación con el PSOE está siendo algo parecido a un disparate. Si las acusaciones a Podemos tenían que ver con que era un partido de tics autoritarios, con poca cintura, demasiado personalista y empeñado en colocar a "la gente" como parapeto frente a cualquier ataque político, están cumpliendo el estereotipo paso por paso. Es preocupante, por supuesto. Para los que les votamos el 20 de diciembre, más aún.

Se dice a menudo que Iglesias quiere hacer con el PSOE lo que Tsipras hizo con el PASOK. Se lleva diciendo al menos un año y medio y ahí sigue Pedro Sánchez luchando por formar gobierno. Si hace un mes nos hubieran preguntado a quién beneficiaba una nueva convocatoria electoral habríamos respondido sin duda que al PP y a Podemos. A día de hoy, la cosa no está tan clara: el PP ha perdido toda capacidad de iniciativa, con un presidente en funciones que nadie sabe dónde está y casos continuos de corrupción que no solo devastan el presente sino que amenazan el futuro.

En cuanto a Podemos, está claro que el PSOE y Ciudadanos les han comido lo que se suele llamar "la centralidad del tablero", esa misma centralidad que Pablo Iglesias ha reivindicado varias veces y que, en principio, fue lo que hizo imposible llegar un acuerdo con IU para evitar que aquello pareciera un "Frente Popular" del siglo XXI. Fuera de la centralidad, como decía antes, el partido se ha dedicado a ejercer de estereotipo andante, de nuevo enfadado con todo y con todos, como en los peores tiempos de primavera y verano de 2015.

Se puede entender que consideren al PP como el gran enemigo político, pero si Ciudadanos también va a entrar en esa categoría y cualquiera del PSOE que no acepte sus propuestas es un dinosaurio o un aspirante a fascista, lo que queda no es un partido sino una asociación de paranoicos. Es curioso que una formación encabezada por politólogos no entiendan lo que es la política, es decir, el baremo de sensibilidades en torno al gobierno común y no la redención del mal a partir de la palabra del único dios verdadero, es decir, el mío.

Desde que empezó todo esto, lo único que hemos oído de Pablo Iglesias son condicionantes y exigencias. Puede que forme parte de su manera de negociar, pero en ese caso su manera de negociar se acerca mucho a la prepotencia. Poco interés en la agenda social y mucho en el asunto plurinacional y el reparto de responsabilidades y ministerios. Habría quien les votara para eso pero desde luego no es mi caso y me temo que no lo es en el de muchos votantes moderados que vieron en Podemos una buena ocasión para dar voz a los que la crisis nos ha llevado por delante.

Vapuleado por el PP, ninguneado por Podemos y acosado dentro de su propio partido, ahí sigue Pedro Sánchez. Puede que me equivoque pero tengo la sensación de que ninguna figura ha salido más beneficiada que la suya en este proceso. Se ha mostrado dialogante con los dos partidos que le son más afines y al menos se ha reunido con el tercero en cuestión. No se le conoce ninguna idea nueva pero al menos parece entender las reglas del juego. Hay cuatro partidos y hay que ponerse de acuerdo. Ahora mismo, las negrísimas perspectivas del 21 de diciembre han cambiado de tono: una repetición de elecciones, insisto, no les vendría tan mal, un acuerdo con Ciudadanos que no llegara a nada por el voto en contra de Podemos podría justificar una abstención posterior en la investidura de Rajoy y ganar cuatro años -o los que sean- desde la oposición y si al final suena la flauta y acaba de presidente, que le quiten lo bailao.

No entiendo, en cualquier caso, tanto aspaviento para lo que no deja de ser una investidura. Si Iglesias tiene tanto miedo a que Ciudadanos aplique políticas de derechas lo tiene muy fácil: votar en contra en el Congreso y tumbarlas si es preciso. Hacer política. Es el momento ideal y es lo que "la gente" realmente ha votado: distintas opciones para distintos acuerdos. Estén a la altura, por favor.