Madrid es una ciudad inabarcable. No sé quién dijo que "era un lugar pequeñísimo" pero se equivocaba. Somos nosotros los que nos empeñamos en empequeñecerlo, con nuestras rutinas y nuestros miedos.
Madrid es una ciudad convertible, fabricable, llena de piezas de un Mecano infinito. Una ciudad que se puede transformar en otra ciudad con un poco de actitud. San Sebastián, por ejemplo. Cine a las 6 para ver la prescindible "Gracias por fumar", pinchos en un bar con terraza y sesión de cortometrajes en el café Galdós, cortesía de Mar Muro y la distribuidora Lolita Peliculitas.
Cortometrajes irregulares, es cierto, pero el cortometraje es un género casi imposible cuando uno se sale de la convención universal: "Chico encuentra a chica". En todo cortometraje debe de haber una ciudad, un chico, una chica, un encuentro y una despedida inesperada. Lo dice alguien a quien en ocasiones se le llama "guionista".
Fuera de esos términos sólo hay bárbaros y dioses.
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