A veces amanece
y la ciudad se ha ido.
Las farolas con sus pasos
desgarbados,
el ruido torpe
del puente de hierro.
No quedan gaviotas en el mar.
Un milenio agotado.
Después, los gritos de los
niños escapando,
el alborozo de todas
las faldas al vuelo.
Hay un paso de cebra
dibujado en mi colchón,
la sombra de un atropello
entre mis sábanas.
Lara Moreno Martín
Mi cuerpo es mío, pero el tuyo no
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Una asociación dedicada a la supuesta defensa de los enanos protesta y
amenaza con denuncias porque algunos de ellos participaron en la fiesta de
cumple...
Hace 4 horas