No sé si debería decirlo aquí o allí, pero tengo unas ganas terribles de acabar con todo esto. Menos de 48 horas para la presentación y no tenemos presentador. Ni siquiera sé qué invitados vendrán y temo que al final no sean ni 30 ni 20.
La buena noticia: tocaremos a más coca-colas y cervezas, los que estemos.
Es la maldita ausencia de tiempo. La imposibilidad de estar pendiente de todo: ni siquiera he hablado con el dueño del Colonial desde el pasado jueves. Enrique Redel es tan entrañable que soy capaz de perdonarle todo, pero es que de 24 horas a esta parte son todo cancelaciones.
Yo lo escribí, yo lo edité, yo lo presentaré y quizás mi cara en el espejo del fondo de la barra sea la única que se vea. Sería un bonito final.
Obviamente, esto es una exageración. Sea como sea, supondrá un final. Creo que las cosas, en general, han ido muy bien. Aún no he podido pararme a hacer recuento. Paso demasiado tiempo en Correos.
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