lunes, mayo 27, 2019

No, no son gilipollas


Que Carmena no iba a retener la alcaldía lo sabíamos todos a las seis de la tarde, cuando salieron los datos de participación distrito por distrito. Las casualidades demoscópicas no existen o, al menos, son escasas. En qué demonios estaban pensando los de Sigma Dos cuando publicaron los sondeos que publicaron es imposible saberlo, pero la realidad estaba ahí en forma de porcentaje y ante la realidad poco puede hacerse.

Quedaba aún la Comunidad y ahí quizá había más motivos para ser optimistas porque al fin y al cabo Ayuso es tonta, ¿no habíamos quedado en eso? ¿Quién iba a votar a Ayuso después de tantas barbaridades y tantas risas? Es imposible, hombre. Llevamos ya cuarenta años de democracia y me sigue maravillando la incapacidad de los distintos bandos ideológicos para empatizar con el contrario. Sí, la gente de izquierdas que de todos modos no habría votado jamás a ningún candidato del PP, se reía mucho de Ayuso, pero Ayuso no les hablaba a ellos sino a los propios, que son muchos. Sobre su torpeza comunicativa se ha hablado mucho en este blog así que no voy a insistir, pero junto a la torpeza estaba un conocimiento tremendo de la Comunidad y una seguridad creciente en sí misma a la hora de explicarse, como si una vez sorteado el abismo solo cupiera subir y subir la montaña.

Ayuso y Almeida se beneficiaron de un perfil cada vez más bajo en la campaña electoral -cosa que Ciudadanos, como siempre, obvió, lo que le llevó, una vez más, al tercer puesto, muy lejos de los dos primeros-, de una trama de apoyos y contactos dentro del PP que les permiten controlar los problemas y posibles soluciones de cada rincón de Madrid... y de una tradición histórica inapelable: la derecha gobernó la alcaldía de Madrid de 1989 a 2015 de forma ininterrumpida. Llovió, tronó, entró gente en la cárcel, salió... y siguieron gobernando. En la Asamblea -tamayazo mediante- llevan desde 1995 sin pestañear. Ganar a la derecha en Madrid es una anomalía que sucede una vez cada veinticuatro años, como una liga del Atleti o algo incluso más improbable.

Eso, la izquierda no supo verlo porque la izquierda estaba en sus batallas internas y estaba a las risas y los memes. El convencimiento de que el otro es gilipollas hasta que te das cuenta de que igual no, igual no son gilipollas. Igual no les votarías en la vida pero otra gente sí y para eso se hacen elecciones, para decidir. En la resaca de la derrota madrileña -luego hablaremos del resto de España- los votantes progresistas siguen maravillándose de lo ocurrido y buscando culpables, echándose los perros unos a otros. Seamos claros: la división de Madrid en Pie y Más Madrid fue un error estratégico. Ahora bien, habría dado igual. Ni aunque todos los votantes de Madrid en Pie hubieran votado a Carmena habrían salido las cuentas para la izquierda.

Otra crítica es a los abstencionistas. De acuerdo, hubo más abstención y en más lugares clave. En eso tuvo mucho que ver precisamente el hartazgo por tanta división interna, pero es que tú  no le puedes pedir a un socialdemócrata que sea anticapitalista ni a un anticapitalista que sea socialdemócrata. Ahora bien, hace un mes hubo unas elecciones generales en Madrid, votó casi el 80% de los ciudadanos... y los resultados de la derecha fueron incluso mejores. Madrid es Madrid, punto, y así hay que tomarlo.

¿Las consecuencias? Nada que no hayamos visto de manera casi ininterrumpida durante casi tres décadas... salvo por la presencia de Vox. Y no es poca salvedad, desde luego. No sé qué exigirán para la investidura ni hasta qué punto se pondrán farrucos. No sé cuáles serán sus mínimos ni sus plazos. No sé qué medidas sociales se verán afectadas por sus presiones. Intuyo, en cualquier caso, quizá porque soy pesimista en la incertidumbre pero relativamente optimista en la desgracia, que PP y Ciudadanos podrán gobernar por su cuenta como hacen en Andalucía y sacar sus medidas a veces con la abstención del PSOE y a veces con el apoyo de Vox.

A nivel estatal, está claro que Almeida y Ayuso le han salvado la vida a Casado. En el resto del país, el PP se desangra tanto como lo hizo hace cuatro semanas: de hecho, de no haber logrado la presidencia de la Junta de Andalucía el año pasado, los populares estarían en mínimos históricos desde los tiempos de Fraga: pierden La Rioja después de 24 años, no recuperan Valencia ni Sevilla, aguantan en Málaga por los pelos, desaparecen prácticamente en las capitales vascas (aguanta solo Sémper, que no es casualidad) y en Barcelona entran con un 5,01% y una presencia completamente residual. Para la situación que se presentaba tras el 28 de abril, no está tan mal. Si tenemos en cuenta el poder que tuvo ese partido de 2011 a 2015, el resultado es horrible y la tendencia sigue siendo a la baja.

En cuanto al PSOE, los resultados son buenos. En Barcelona, excelentes. En Madrid, decepcionantes, pero ya hemos dicho que Madrid es Madrid y de todos modos ellos no han perdido nada ahí y mantienen posiciones fuertes en el Cinturón Rojo de la ciudad. Ganan en Baleares por primera vez en 24 años y tienen un resultado espectacular en Canarias. En Asturias, Castilla La Mancha y Extremadura directamente arrasan. En Murcia y Castilla León habrá que ver qué pasa con las derechas, en Navarra ocupan un papel bisagra hasta cierto punto interesante si luego quieren los votos del PNV para investiduras e historias y solo tienen el problema de Aragón y de Zaragoza, donde las cosas se les han complicado mucho.

Es una situación parecida a la del PP pero al revés: si se compara con las expectativas del CIS enloquecido de Tezanos, el resultado provoca insatisfacción... pero si la referencia es la situación de hace dos años, con aquellas primarias desmadradas y la guerra abierta entre unos y otros, esto es el paraíso.

En medio quedan Unidas Podemos y Ciudadanos. Son dos situaciones distintas en muchos sentidos. Para empezar, la debacle de Unidas Podemos no es la de Ciudadanos. Podemos prácticamente ha sido aniquilado del mapa salvo en aquellos lugares donde Pablo Iglesias no tiene plaza en mando: Zamora, donde Izquierda Unida seguirá gobernando cuatro años más, y Cádiz, donde el gran rival de Iglesias seguirá también de alcalde. Todo lo demás, arrasado. En Madrid, ridículo histórico, hasta el punto de que Isa Serra se quedó a décimas de ni siquiera entrar en la Asamblea. En Barcelona, la coalición con Colau, derrotada in extremis por el independentismo. En Valencia, hace tiempo que Compromís prefirió desligarse de su compañía. Desaparece de casi todas las autonomías y queda en una función parecida a la de Izquierda Unida en los noventa o en la época de Zapatero: un apoyo, un bastón del PSOE, poco más.

El cabreo con Iglesias de buena parte de su electorado potencial -mitigado en las generales, donde el resultado fue malo, pero mucho mejor del esperado- le coloca en una situación personal complicada. Él ya ha dicho que quiere ser vicepresidente del gobierno o como mínimo ministro, que es "de sentido común" -ya habla como Rajoy-, pero, ¿con qué va a amenazar?, ¿con una repetición de elecciones?, ¿en serio? Si se repiten las elecciones generales por culpa de Podemos, no sé qué pasaría con Sánchez pero Iglesias se va al paro de cabeza. Poco margen de maniobra, en definitiva.

Y acabemos con Ciudadanos. Los resultados son muy buenos y está todo el mundo muy contento y con la chulería habitual de los últimos cuatro meses. Se han gastado un pastizal en publicidad, en cuñas en radios, en sábanas gigantes cubriendo edificios... todo para acabar terceros en todos lados, pegarse un batacazo en Cataluña y el País Vasco, superar por los pelos a Unidas Podemos en las europeas y no conseguir ni un solo ayuntamiento. Ni adelantan al peor PP de los últimos treinta y cinco años ni por supuesto adelantan al PSOE. ¿Hacía falta tanto dinero, tanta exageración, tanta crispación, tanta tierra quemada para conseguir unos resultados tan asépticos? Ellos tendrán que juzgarlo.

El papel de Ciudadanos, en el fondo, será el mismo que ha sido desde 2015: un apoyo al PP allá donde el PP lo necesite. Rivera insiste en que "esto no hay quien lo pare y las siguientes elecciones serán nuestras"... pero las siguientes elecciones quedan a cuatro años vista porque todo se ha jugado ya en un mes. Si son listos y para centrar al partido un poco a ojos de todo el electorado potencial que se han dejado por el camino en esta deriva, llegarán a algún acuerdo sorprendente con el PSOE en alguna alcaldía o alguna autonomía relativamente menor (no hablo de Madrid, por supuesto). No parece que estén en ello o no a corto plazo. El tiempo dirá. Y Vox. Porque si gobernar con los anticapitalistas cuatro años ya es complicado, gobernar con ex falangistas, ya ni te digo. Mucha suerte a todos porque la necesitaremos.