Caramba cómo pasa el tiempo. Hace cuatro años que vi a Rojas en un programa de 40TV y me hizo levantar la vista del ordenador y quedarme escuchándolo un buen rato. Tanto que escribí un artículo sobre él, luego viajé a Barcelona para entrevistarle y finalmente quedamos como buenos conocidos, los dos agradecidos por la mutua confianza en las posibilidades del otro.
Noviembre de 2005 eso. "Cuando los sueños se equivoquen". En medio, unos cuantos conciertos en el Búho Real, alguno en La Boca del Lobo y un largo vacío que duraba ya casi dos años -desde mayo de 2007- y que empezaba a preocupar. Pero ya no. Ya no se preocupen. Todo va bien. Tòfol llama y yo voy encantado al Búho a ver la presentación que Warner ha preparado para prensa, invitados y los primeros 50 compradores del segundo disco, "La historia del hombre mudo".
No es el mejor auditorio posible. Me explico: la gente que ha comprado el disco hoy -porque hoy salió a la venta- no ha podido oírlo, por muy fans que sean del chico. No se saben las canciones. Quizás el single, "Los escaparates de la luna", pero poco más. Por eso cuesta que entren en calor y Raúl no sabe cómo hincar el diente a la situación, así que prefiere esperar y dejar que todo vaya a su ritmo. Porque lo que ha quedado claro es que Raúl lo hace todo a su ritmo y no tiene mucho sentido andarle metiendo prisas.
Es un tipo de una tranquilidad que pone nervioso a cualquiera, probablemente incluso a él mismo.
Pero qué talento. Intacto. Cuatro años después, sigue exactamente donde lo dejó o quizás más arriba. El nuevo disco tiene cuatro o cinco canciones realmente buenas, mucho mejores que el ya fantástico primer disco, que en la distancia tiene cierto punto inevitablemente adolescente -lo compuso con 18 años-. Él rompe el hielo, literalmente, y las chicas -sobre todo las chicas- corean las canciones del primer disco. Yo me he acostumbrado a ver los conciertos de perfil, casi en diagonal. Como un francotirador, con todos los ángulos abiertos.
Queda comprobado que a los conciertos de Rojas van algunas de las mujeres más guapas de esta ciudad y posiblemente de alguna otra.
Me desvío del tema: el talento de Raúl, su capacidad para hacer rimas y mantener ritmo en las canciones. Su voz rasgada -sí, lo hemos visto antes, pero como decía Gure, desde Bach hasta aquí pocas novedades- y su mezcla entre timidez y sobriedad. Se baja y sube para cantar una nueva, ni siquiera terminada, y el mencionado single. La gente aplaude durante un minuto y medio. Sin parar. No tendrían por qué, recuerden que están invitados. Pero aplauden a rabiar. No recuerdo haber visto algo así en el Búho. Un minuto y medio entre canción y canción.
Raúl se emociona. A la fuerza, tiene que emocionarse, aunque no lo demuestre. Sigue a lo suyo. Lo dicho: a su ritmo. Igual que Tòfol. Acaban el repertorio con la canción que tenían planeada y lo dejan ahí. El público pide "otra, otra", pero ese es su final y lo que está claro es que estos chicos hacen lo que quieren. Independientes de campo. Creen que es el mejor final y Darío pone la música a todo volumen para que la gente se resigne y aplauda.
Nos abrazamos y nos damos las gracias y Tòfol y yo nos hacemos a un lado para que Rojas atienda a la cola que se ha ido montando detrás de nosotros, de manera casual: fotografías y dedicatorias. De alguna manera me siento emocionado yo también. Para mí, todo esto es emocionante, porque recuerdo 2005 y 2006 y de repente empieza a sonar Lichis y luego Nena Daconte y Rojas está ahí y Los Peces suenan en los 40 y Nacho Vegas llena Joy Eslava tres veces en dos semanas y Christina Rosenvinge sigue siendo la reina de las cantautoras indies... y Dani Flaco llena salas y salas en Barcelona y sí, hay que acabar reconociendo que fue un buen trabajo.
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