martes, febrero 05, 2019

"Campeones" o el todo por encima de las partes



Al poco de anunciarse el Goya a mejor película para "Campeones", entro en Twitter para escribir lo siguiente: "Que una película gane los premios a mejor director, mejor guion, mejor actor principal y secundario, mejor montaje y mejor sonido... pero no gane el de mejor película es un misterio metafísico" y me voy a dormir tan tranquilo. Sinceramente, ninguna de las dos películas me entusiasmó cuando las vi así que no me va la vida en ello pero sí es cierto que el tuit tiene bastante éxito y que el sentimiento debe de ser tan generalizado que el guionista Cristóbal Garrido -uno de los mejores de España- escribe agotado al día siguiente que sí, que se puede dar que una película no sea la mejor en nada específico y ser la mejor en valoración global.

El todo por encima de las partes, precisamente el misterio metafísico al que me refería al principio.

Efectivamente, es posible, y no solo en el cine. Tengo más dudas de que este sea el caso y en esto no estoy de acuerdo con Cristóbal -el otro día no estuve de acuerdo con Savater, así que se ve que no hay que tomarme demasiado en serio-. La apelación a algo superior, algo que no está efectivamente en la realización concreta de cada parte sino en el conjunto, me resulta demasiado ambigua. "Campeones" contaría con el entusiasmo, el buen rollo, el mensaje positivo que va más allá de la pericia técnica y por supuesto, el mérito de afrontar una producción así. Puede ser. Pero, ese entusiasmo, ese buen rollo, ese mensaje positivo, ¿no deberían haberse premiado antes? Quiero decir, ¿transmitir esa sensación al espectador hasta el punto de considerar la película como la mejor del año viene de la nada?

Es más lógico pensar que en algún punto, sea la dirección, sea el guion, sea la actuación, sea el montaje... en algún punto técnico, por así decirlo, la película de Fesser superó a la de Sorogoyen y de ahí que lograra mejor su objetivo. En ese caso, los académicos deberían haber sido consecuentes de alguna manera y no cargar todos los premios que tienen que ver con hacer una película en un lado y luego el premio "mágico" del "noséqué" del espectador en la otra. Una buena mezcla habría sido sensata. No es que sea yo un gran fan de los premios, pero he de entender que tienen un valor que va más allá de la mera crítica en filmaffinity: "Me ha gustado mucho. Es muy bonita". La diferencia entre ese espectador y un académico es precisamente que el segundo sabe por qué le ha gustado y puede votarlo. Lo contrario suena a pereza.

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Por lo demás, cada noche de los Goya es la noche de los Goya de 2012, aquella en la que la Chica Diploma y yo empezábamos a salir y ella pasó la tarde del domingo en casa y se fue justo cuando llegaban María, Álida, Rocío y Sofía. Puede que también Fer. Puede, incluso, que también Andrea. Esa noche y la del año siguiente, ya en Planetario, prácticamente los mismos -Rocío ya se había ido a cubrir las sucesivas revoluciones en El Cairo- y con un principio de distanciamiento que no se ha perdido desde entonces. Las galas de los Goya y sus efectos centrífugos.

Antes hubo otras, por supuesto. Cuando el cine era nuestro, por ejemplo, es decir, a los veinte años, cuando veíamos todas las películas y tomábamos partido. Nuestra generación frente a la suya. Los premios entendidos como batallas y no como concursos de popularidad, que es lo que son. Ahora que nuestra generación lo ha copado todo -aquellos a los que yo entrevistaba con entusiasmo en 2005, 2006, 2007... son los que ahora se reparten los focos y los galardones- lo que queda es una sensación extraña, un "¿y qué fue de mí?" que siempre me acompaña y que cuando soy optimista -pocas veces- recuerda a la canción aquella de Lichis que decía: "No sé quién soy, no sé quién fui, a veces pienso en los lugares donde dices que estuve... ¿Llegamos alto? ¿Con las estrellas? ¿Me confundí entre ellas?" y pienso que solo esa confusión ya mereció la pena y ya da para una sonrisa.

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Algo más sobre VOX que se me olvidó comentar el otro día: generalmente, el voto se basa en dos factores: unas siglas que responden más o menos a una ideología o a un programa o como lo quieran llamar... y un candidato lo más carismático posible. De esa manera, se arrastran votantes por los dos extremos hacia la urna. Lo prodigioso de VOX es que todo lo que están haciendo o todo lo que las encuestas prevén que van a hacer se apoya en una sola pata y algo torcida. Las siglas están, aunque de aquella manera, porque aparte del término "derecha sin complejos" no creo que nadie sepa exactamente qué propone VOX más allá de completar la reconquista de Don Pelayo y el rentabilísimo mensaje no ya antifeminista sino directamente misógino.

Lo que no están son los candidatos. Y sin candidatos en Andalucía consiguieron doce escaños, cosa que puede quedar en nada comparado con lo de Madrid, las Castillas y quizá Murcia y otras zonas del Levante. Incluso Navarra, si es verdad que el Opus anda detrás de ellos, aunque esos rumores hay que tomarlas con cautela. Sin candidatos visibles, entrarían en casi todos los parlamentos autonómicos y podrían ser decisivos. Imagínense que acertaran en las caras de los carteles. Imaginen que dieran en el clavo con figuras mediáticas a lo Podemos pero en el campo conservador. ¿Sería tan descartable que incluso ganaran en alguna gran ciudad?

No tengo tan claro, sin embargo, que a Santi Abascal le emocione la idea. De momento, él es la única cara visible junto al tipo este enorme que siempre está enfadado. Y él, sinceramente, no es gran cosa. Un deshecho del PP con ganas de revancha. A poco que el poder se ponga a tiro, esa silla va a empezar a tambalearse con cierta facilidad y bueno será para Abascal que los que se empeñen en moverla no tengan fuerza suficiente. Volviendo al cine, si con el trailer les está valiendo, ¿por qué molestarse en rodar la película?