miércoles, octubre 03, 2018

María Estuardo, Brett Kavanaugh y chicos con vértigos



En el autobús toca leer "María Estuardo", de Stefan Zweig. Es el rato de tranquilidad, de calma antes de la batalla. Unos tres cuartos de hora de presunta paz y concentración, normalmente aderezados con música a todo volumen por los altavoces y discusiones acaloradas por teléfono. Aun así, Zweig cumple su labor, que es conseguir que el lector se evada. Donde los historiadores buscan el dato, la conexión factual, el número que explica, Zweig se limita a transmitir su pasión. Obviamente, eso tiene sus riesgos. Durante años, se ha tenido a su biografía sobre María Antonieta como auténtico canon respecto al personaje y los estudios posteriores han acabado demostrando que igual a Zweig se le fue un poco la mano en el dramatismo.

No importa. En rigor, quien quiera un libro de historia tiene fácil acceso a él -por las mañanas, cuando no me quedo dormido encima de la cama, completamente derrumbado tras otra noche de insomnio, leo unas cuantas páginas de "Postguerra", de Tony Judt- y quien quiera un novelón dramático ambientado en un tiempo más o menos reconocible, también puede encontrarlo en el aeropuerto. Zweig queda en el medio: su escritura es impecable; su facilidad para hilar un hecho con el otro, envidiable. Sus interpretaciones psicológicas son más discutibles y no cabe duda de que Zweig era ante todo un psicólogo, como buen austriaco, pero son verosímiles y vienen con preaviso: el "yo" del autor asoma la patita desde la introducción.

Por lo demás, parece que Zweig provoca sentimientos enfrentados en Valdemoro. A Mise le encanta. Coge el libro al pasar junto a mi mesa y contempla admirada el nombre. "Me encanta cómo escribe este hombre", dice. A Yaiza no le gusta tanto. Dice que se le hace un poco pesado a veces y, sí, a veces puede resultar un poco estomagante, supongo. Es un hombre de otro siglo en demasiados aspectos y eso no siempre es fácil de ligar con la inmediatez del ahora. Un hombre anclado en "el mundo de ayer", como él mismo escribió justo antes de suicidarse. No importa, a Yaiza le puedo perdonar eso y mucho más... si es que realmente esto mereciera una disculpa, que no lo creo, y en cualquier caso, no tarda en prestarme el libro sobre Calvino.

En cuanto a Zweig, como digo, se suicidó con una evidente falta de "timing", en 1943, cuando Hitler parecía tener la guerra ganada... y solo dos años antes de su derrumbamiento. De eso va "Postguerra", precisamente, y es inevitable leer a Judt y pensar en cómo habría afrontado Zweig un libro así. Cómo habría hecho de una sucesión de cifras y nombres propios una auténtica epopeya. Exactamente, lo que uno necesita cuando tiene que pasarse tres horas al día yendo a y viniendo del extremo sur de la Comunidad de Madrid.

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Hablando de "timing", encuentro una reflexión en Facebook sobre las acusaciones de violación hacia Brett Kavanaugh, candidato de la administración Trump al Tribunal Supremo. Al parecer, la "alt-right" se encuentra muy indignada por que todas esas mujeres hayan decidido callar durante años y hablar solo ahora, cuando el fiscal está a un paso de convertirse en una de las figuras más importantes del país. El argumento, apunta Melissa Hunter, es precisamente el contrario: si esas mujeres hablan ahora es porque su violador puede convertirse en un referente público de justicia. Suficientemente doloroso es reconocer que te han violado en privado como para tener que hacerlo delante de los medios.

Por supuesto, Kavanaugh puede haber violado de hecho a todas esas mujeres o no, yo eso no lo sé y lo tendrán que demostrar los tribunales o quien sea. Sí me molesta, como a Hunter, que se desconfíe sistemáticamente del testimonio de mujeres agredidas. Me molesta no porque crea en los linchamientos ni en la justicia popular ni en que la sola palabra de una sola persona ya debe servir para emitir un juicio, sino porque son demasiados los casos de abusos silenciados y tolerados a lo largo de los años como para al menos callar la boca cuando surge uno nuevo y no andar con burlas o insultos hacia la denunciante en cuestión.

Puede, incluso, que Kavanaugh no creyera que lo que estaba haciendo fuera violación ni abuso ni nada parecido sino solo "pasar un buen rato". Los chicos de La Manada desde luego lo creían y la defensa iba un poco en esa línea: "¿cómo iban a saber ellos que ella no se lo estaba pasando bien si no salía corriendo?". Luego, cuando salen corriendo a la primera señal ambigua, son feminazis. ¿Existe algo así como "la cultura de la violación"? Sí, existe. ¿Implica a todos los hombres sobre la faz de la tierra? No, no lo creo, pero todos los hombres sobre la faz de la tierra hemos visto películas, hemos leído libros y hemos recibido consejos que nos han invitado a pensar que las mujeres, más o menos, son nuestra posesión. O nuestra o de otro. Es complicado aceptar que en un momento dado has podido actuar siguiendo esa corriente dominante, pero la reflexión es necesaria. Y en el caso de Kavannaugh, claro, la denuncia.

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La conversación empieza con un "no, si aquí (en Barcelona) no se nota nada, la gente normal está tan tranquila" y acaba con un "aunque la verdad es que cuando nos mudamos de piso descartamos algunas zonas por miedo".

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Los recuerdos de hoy: mucho Plastic Bertrand -la canción ideal de todo "bala perdida" sin ínfulas, para todo lo demás, Serge Gainsbourg- y alguna referencia, una vez más, al José Alfredo y al Toni 2. La frase en el post de hace siete años: "¿Quieres jugar, Guille? Muy bien, ¿pero quieres ganar? Porque luego ganar te da vértigo". Yo gané. Y ahora, claro, a ver como explico los mareos.