martes, septiembre 20, 2016

Salvando los muebles, que no es poco


Eso que separa la realidad de lo que cada uno entiende que debería ser la realidad es lo que se llama política. Sé que en tiempos de sentimentalismo suele regir lo contrario, el "soy Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre..." como forma de entender la negociación. El agravio constante. La indignación sin fecha ni perdón. Puede que incluso buena parte de los votantes del PP estén de acuerdo en que su partido ha hecho pocos méritos para gobernar otros cuatro años, pero por mucho que nos empeñemos en tirarnos de los pelos, los hechos están ahí: 137 diputados y otros 32 dispuestos a arrimar el hombro.

En todo este proceso de investiduras se suele obviar un detalle clave: la separación del poder ejecutivo y el legislativo. Es una distinción a menudo banal, especialmente cuando el partido del gobierno controla a su vez el congreso, pero es una distinción clave en la situación actual. El empeño de los partidos que dominan el legislativo en impedir que el PP acceda al ejecutivo nos está llevando poco a poco al peor escenario posible: que Rajoy y los suyos consigan el control de todo a base de repetir y repetir elecciones con la consiguiente desmovilización de las autodenominadas "fuerzas del cambio".

Buena parte de la nula actividad del PP a la hora de buscar un pacto razonable con otros partidos más allá de la rendición sin condiciones se debe al hecho de que esta situación les beneficia sobremanera: no solo siguen en el gobierno por quinto año consecutivo -en funciones, vale, pero gobierno al fin y al cabo- sino que las expectativas son positivas: la gente tiende a la estabilidad y las revoluciones tienen corto recorrido después de su primera explosión. Lo normal es que unas terceras elecciones coloquen al PP al borde de la mayoría absoluta, con casi total seguridad por encima de los 150 diputados.

Así pues, y llegados a este momento, lo que el PSOE debería plantearse no es lo que debe hacer en términos heroicos, de resistencia, sino lo que debe hacer en términos prácticos, políticos, del menor mal posible. ¿Es deseable un gobierno de Rajoy? No. ¿Es deseable un gobierno de Rajoy controlado por un legislativo que sea capaz de tumbar buena parte de sus propuestas o incluso poner en marcha una moción de censura en caso de gran escándalo tipo Bárcenas? Quizá no lo sería si hubiera alternativa, pero, a día de hoy, no la hay.

El PSOE sacó réditos de su posición de fuerza ante Podemos en las elecciones del 26-J. Mantuvo su posición como segunda fuerza y, aunque perdió escaños, ganó porcentaje de voto. Quizá algunos se han acostumbrado demasiado a esa posición de fuerza y no tiene pinta de que les vaya a beneficiar en el futuro. En las elecciones de junio, el "no" a un gobierno con Podemos fue bien recibido, pero casi tuvo más influencia el "sí" a un gobierno alternativo, aunque fuera un gobierno condenado al fracaso con Ciudadanos.

Decir que no y no presentar alternativa no suele ser una gran garantía de éxito. Lo será para los convencidos pero no para los que están por convencer, es decir, los que dan y quitan mayorías. Todo lo que pueda mantener el PSOE en unas terceras elecciones será a costa del presumible descalabro de Unidos Podemos y en esto, lo siento, me da igual lo que digan las encuestas. Ese descalabro llegará si se obliga a votar tres veces en un año a gente que en buena medida tiende a la desmovilización, todo lo contrario de lo que ocurre con los votantes tradicionales del PP.

Estamos ante un escenario ridículo para "la izquierda": no solo se le quiere ganar a "la derecha" una batalla a largo plazo, cosa que parece imposible, sino que lo hace mientras esa misma derecha prolonga su estancia en el poder. En ese sentido, las elecciones vascas y gallegas serán una buena piedra de toque, no tanto por el resultado del PSOE, que probablemente sea mejor del que dan los sondeos, sino por los resultados de los partidos en el gobierno, es decir, PP y PNV, que preveo que pueden ser espectaculares.

Por supuesto, lo mejor que podría pasar sería que me equivocara: que el PP no consiguiera mayoría absoluta en Galicia y que el PNV no ganara cómodamente en el País Vasco. Que de esa manera la tesis anterior de que el votante más fiel es el votante del que manda quede refutada y Rajoy vea lavar las barbas del vecino. Sin embargo, no creo que pase. En ambos casos, el fracaso de PP o PNV depende del éxito de hasta tres fuerzas distintas de izquierdas -PSdeG, BNG y En Marea o PSE, EH-Bildu y Podemos-. No sé si hay tanto espacio a la izquierda del PSOE como para pensar que eso es factible y desde luego no sé si después de dos años sin dejar de votar esa izquierda sigue convencida de que su opción es la mejor o volverá a una cierta desilusión, a un "con lo que hay, yo casi prefiero quedarme en casa", que es más que comprensible.

En cualquier caso, será interesante ver cómo respiran los partidos después de sus resultados del domingo. ¿Sigue viva la fiebre Podemos o va remitiendo?, ¿están hartos los votantes del PSOE de la división de su partido o lo siguen apoyando frente a los "ataques" exteriores, incluyendo, supongo, el mío, que les voté?, ¿los partidos en el gobierno sufrirán algún tipo de desgaste o se reforzarán como los más votados? Algo me dice que al final el PSOE se abstendrá o que se abstendrán los necesarios para escenificar una especie de "sí pero no" que salve los muebles. Más que nada porque salvar los muebles, ahora mismo, parece una excelente opción para los socialistas. Recolocar las fichas, como en el RISK, y pensar en la siguiente partida con la mente fría. Insisto, lo que siempre se ha llamado política.