domingo, septiembre 25, 2016

Elecciones gallegas y vascas: el tedio refuerza al poder



Poco que añadir al artículo que publicaba el pasado martes, aunque con algún matiz: los partidos en el poder salen reforzados de las elecciones gallegas -Feijoo- y vascas -Urkullu- por una mera cuestión de tedio. Al final, la gente se cansa de votar y votar y busca un desbloqueo a las bravas y para eso mejor votar al que ya está. Ni siquiera cabe apelar a la desmovilización del voto ajeno: en el País Vasco, la abstención ha subido tres puntos, pero en Galicia la asistencia a las urnas ha sido masiva si se compara con el desastre de 2012.

¿Es posible desvincular estos resultados del mapa estatal? En mi opinión, no. Son el reflejo de lo que pasaría si se repitieran hoy mismo unas terceras elecciones y bueno es que todos tomen notas. El partido en el poder, en este caso el PP, sacaría más votos y más escaños, los movimientos populistas verían un estancamiento que aún no es descaradamente un fracaso -tercera fuerza en País Vasco para Podemos, segunda en Galicia para En Marea, en ambos casos victorias pírricas- y el PSOE pagaría todos los platos por una cuestión de coherencia: el 20-D demostraron una cosa y se les premió, el 26-J se han empeñado en hacer lo contrario y el votante medio les castiga.

Los resultados del PSOE son TAN malos que asustan. Hablamos de un partido que en 2009 consiguió 25 diputados con Patxi López como candidato y que hoy no llega a diez en el País Vasco. Es cierto que puede convertirse en pieza clave para apoyar el gobierno del PNV pero desde una distancia abismal, muy lejos de esos pactos casi de tú a tú que marcaron los años noventa. En Galicia, más de lo mismo. En 2009 eran veinticinco sus diputados, hoy son catorce, poco más de la mitad. Si a esto le sumamos la situación en Cataluña, muy similar, se puede entender perfectamente lo que ha supuesto Zapatero para ese partido y lo que va a tardar en renacer.

¿Está en condiciones Pedro Sánchez de arriesgar a unas nuevas elecciones? La respuesta, obviamente, es no. Sería un suicidio electoral. Lo que tiene que hacer ahora mismo es echarse a un lado y buscar durante cuatro años buenas ideas y buena oposición. Tomar algunas cosas del discurso de su izquierda -Podemos- y algunas cosas del discurso de su derecha -Ciudadanos- y elaborar una verdadera transversalidad desde la conciencia de que ya no son un partido hegemónico, que quizá el bipartidismo esté muriendo para dar paso a un unipartidismo que sería letal para nuestra democracia.

Ni siquiera para Podemos como tal los resultados son excelentes. Su verdadera marca, la del País Vasco, que tanto presumió de ganar las generales dos veces en dicho territorio, no solo ha quedado tercera sino que la diferencia con Bildu ha acabado siendo de seis diputados. De hecho, apenas supera en dos escaños al PP y el PSE, esas dos ruinas que se sostienen en un equilibrio inestable. La alegría viene por parte de En Marea, pero En Marea ya existía como Anova en 2012 y la mejora de sus resultados -cinco más que entonces- refuerza su posición de poder dentro de esa extrañísima multicoalición que es el grupo de Unidos Podemos en el Parlamento de Madrid.

Quedan para el análisis los nacionalistas. Han resistido mucho mejor de lo que se esperaba, quizá porque el tedio no solo refuerza a los partidos en el poder sino también a los sentimentalistas. Había encuestas que borraban al BNG del mapa y apenas ha perdido un escaño. A Bildu le daban por acabado en el País Vasco, especialmente sin Otegi de candidato, y aunque se aleja del PNV, mantiene la hegemonía de la izquierda y aplasta a su supuesto rival, Podemos. Se ve que los votos prestados a Iglesias no son más que eso: préstamos de rápida devolución.

En definitiva, han sido las elecciones soñadas para el PP. Sí, sus resultados en el País Vasco son horribles, pero ganan a Podemos y al PSE en Álava, su gran feudo -muy por detrás, eso sí, de Bildu y PNV- y podrían proponer un intercambio de cromos al PNV porque sus nueve escaños junto a los 29 de Urkullu da para gobernar Euskadi sin grandes complicaciones. Urkullu, con todo, probablemente se sienta más cómodo al lado de un débil PSE, menos dispuesto a ponerle palos en las ruedas.

En Galicia los resultados han sido sencillamente espectaculares y no nos engañemos, Galicia era lo que contaba para Rajoy. No es ya la estabilidad en los 41 escaños, sino ese casi 2% de porcentaje que le coloca al borde del 50% en unas elecciones con mayor participación. Sí, Feijoo es amigo de narcos y el PP es el horror, lo que ustedes quieran, pero la realidad es terca. ¿Quieren volver a comprobarlo en diciembre? No se lo recomiendo. Hace cinco días pedíamos a las fuerzas de izquierdas y en especial al PSOE que "salvaran los muebles" e intentaran desde el legislativo controlar al ejecutivo en vez de perderlo todo por una vana ilusión de heroicidad.

Hoy, esa petición es más urgente que nunca: mucha gente votó el 26-J al PSOE en vez de a Podemos porque le pareció una opción de gobierno, no de bloqueo. Cuando se ha convertido en una muralla es cuando han llegado los palos electorales. Llegarán más. Mejor que les pillen más preparados.