lunes, junio 27, 2016

¡Era el centro, estúpidos!



Poco antes de las elecciones del 20-D, para justificar la falta de acuerdo con IU, Pablo Iglesias afirmó aquello de que no tenía sentido hacer un frente popular de izquierdas, que eso ya había fracasado en España muchas veces, que si el PCE quería seguir enrollado en su Internacional y su Bandera Roja, que adelante, pero que no contaran con él... Que sí, que puede que todo eso formara parte de su bagaje político, pero que para formar país hace falta ser transversal, 15-M, escuchar a todos y un largo etcétera.

Tenía razón.

No sé qué mecanismo en su cabeza o en la de sus asesores se activó semanas antes del 26-J para pasar a defender todo lo contrario: la confluencia de fuerzas, la sonrisa del nuevo país, la nueva patria y todo ese rollo sentimentaloide errejoniano. Ha sido un rotundo fracaso porque se ha dado todo lo que Iglesias preveía: su unión ha movilizado a la derecha y ha decepcionado a su electorado del 20-D, buena parte del cual ha huido despavorido al PSOE, justo lo contrario de lo que él pensaba que iba a suceder porque sigue convencido de que su electorado vive en Salónica en vez de en Soria.

Los votantes de Podemos que creyeron en la transversalidad no repitieron voto. Los votantes de Izquierda Unida que apoyaron en su momento a Garzón ante los ataques furibundos del entorno de Podemos se sintieron probablemente traicionados. ¿Todo esto para acabar de la manita, con un número cinco en las listas por Madrid como premio? En total, un millón menos de votos entre los dos. Y lo peor, ya digo, es que sabían que esto iba a suceder, y aun así lo han hecho.

Ese espacio de centro se lo dejaron al PSOE y el PSOE lo recogió encantado. Le ha permitido sobrevivir. No es gran cosa porque 85 escaños es su nuevo suelo, el peor resultado de su historia... pero, lo dicho, ha sobrevivido y será clave en la oposición al presumible gobierno del Partido Popular. Durante meses se ha repetido aquello de "el votante del PSOE no va a perdonarle que no pactara con Podemos", pero es que el votante del PSOE del 20-D igual no quería tener nada que ver con Podemos. De lo contrario, ya hubiera votado a Podemos y prefirió votar a Sánchez, que ya es votar.

Entre el electorado que mantuvo en las zonas rurales de Andalucía, Extremadura y las dos Castillas, más el ligero repunte en Madrid y Barcelona le ha valido al PSOE para al menos no dejarse votos en el camino y repetir en el 22%, cifra que casi nadie le daba. Incluso Ciudadanos ha aguantado bastante bien. Los problemas de la ley electoral y su reparto por circunscripción -nada que ver con la Ley D´Hondt- hace que con casi el mismo porcentaje caiga ocho escaños... pero su relevancia es mucho mayor. Sin Ciudadanos como socio, olvídense de un gobierno del PP. Y bien harán en saber jugar esas cartas.

Queda por último el gran vencedor. Sobran los juicios morales porque todos los conocemos: el PP ha ganado las elecciones después de seis meses sin hacer nada, con el peor candidato posible y con todo tipo de escándalos de corrupción alrededor. En Valencia ha crecido notablemente con todo su grupo municipal imputado. La euforia desbordada por los 135 escaños no debería ocultar una cosa: les vienen tiempos muy duros. Los demás tienen dos, tres o cuatro años, los que sean, para reformarse, reagruparse, saber lo que quieren y hacer oposición. El PP, no. Al menos si quiere seguir gobernando.

Si consigue sumar a Ciudadanos, a PNV y a CC tendrá 175 escaños para la investidura y determinadas leyes sueltas. Eso ya es mucho dar por hecho pero el problema es que los otros 175 los tiene marcadamente en contra. Supongo que al PSOE no le costará explicar a su electorado que, visto lo visto, repetir otras elecciones sería un desastre. No ya para el PSOE sino para el país, acercando de nuevo al PP a otra mayoría absoluta. Gobernar después del Brexit, con el desafío del parlamento de Cataluña sobre la mesa y la incógnita de qué pasará en el País Vasco en unos meses no es nada fácil cuando tienes a la mitad del hemiciclo sistemáticamente en contra.

Con todo, no quedará otra. Ya no hay más posibilidades: si el PSOE bloquea la investidura, tendremos otros seis meses de gobierno en funciones como adelanto de otro previsible triunfo del PP con aún mejores resultados. Sería un disparate. A la izquierda no le ha dado para gobernar pero gobernar no lo es todo en esta vida. Puede hacer una oposición fuerte y que ponga en aprietos a la derecha, sobre todo en el ámbito social. Convendría no desperdiciar esta oportunidad. No de nuevo. Se rechazó un gobierno de Sánchez porque no era "suficientemente de izquierdas" y al final el PP les ha pasado a todos por encima como una apisonadora.

Porque frente a la derecha está el centro, no la izquierda. No en este país y en este momento, al menos.