martes, mayo 10, 2016

Amberes



Los viejos amigos. El jorobadito, la chica rubia, el policía, los barrios bajos de Barcelona y los campings de Castelldefels. Los pueblos desiertos de la Costa Brava a la llegada del otoño. La poesía. Todo ese universo, el universo de "Amberes", el universo de "La universidad desconocida" es un universo en esencia poético, obra de un poeta que leía en su mayor parte a poetas perdidos. Ensayos de realismo sucio. Un universo precioso, en cualquier caso, o magnético, más bien. Un universo para suicidófilos, para perderse y no volver. Así, Bolaño. Así, la literatura a costa de cualquier cosa, aunque sea uno mismo.

Nunca fui tan feliz como cuando leía "Los detectives salvajes" en bares de Madrid y pensiones de Barcelona. Invierno de 2008. Nunca fui tan feliz como cuando leía "La universidad desconocida" en un autobús de ida y vuelta rumbo a Benidorm -Benidorm es un sitio ideal para leer esas cosas, sobre todo si uno va a Benidorm como el que va a Lourdes, esperando que OK Go! obren un milagro-, verano de 2011. La estética. Bolaño se pierde cuando se aleja de la estética o, quizá, cuando te explica la estética, como en esos relatos demasiado largos o alguna novela redundante.

El atractivo de lo lumpen es el de lo sublime visto desde los ojos de Kant. Un atractivo intelectual, placentero. Lejano. La tormenta descargando sobre las cabezas ajenas, los rayos quemando los demás árboles, el barro anegando los otros caminos. El observador. El jorobadito, en parte, imposible no pensar en un Quasimodo amarrado a su maldición en Notre-Dame. Lo lumpen de nuevo. Las gafitas y la voz de no querer romper un plato. Y en medio de todo eso, las palabras. Qué palabras. Qué naturalidad en el horror. Tan horrible, tan horrible que resulta asombrosamente bello.

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Más literatura: la salida de los Ideal después de haber visto "Midnight in Paris". Laura no quiere bajar a Sol porque le da pena. Quedan aún los chicos Quechua y algún resistente sin marca definida. Todo pasó y la nostalgia empieza antes incluso que el recuerdo. Antes, la bohemia por duplicado. El "cualquier tiempo pasado fue mejor" en bucle. Hemingway, Scotty, Gertrude Stein y compañía. Las chicas vaporosas que sueñan con vivir en los felices 1890...

Woody Allen se ha ganado una fama tardía de agente de viajes, siempre empeñado en sacar ciudades europeas en un falso esplendor. La Barcelona de Allen y la Barcelona del jorobadito. Comparen. La primera gran fantasía sobre París fue la entrañabilísima "Todos dicen I love you" y la segunda fue esa medianoche en la que París dejaba de ser París y pasaba a ser otra cosa. Melancolía, quizá. Así, Sol. Así, Laura teniendo que pasar de todos modos por entre los puestos para coger el metro y volver a casa, Guille caminando solo por la calle Montera, subiendo a su piso de la calle Churruca.

También en 2011, qué curioso. La tentación de la estética se prolongó al menos un año entero, pero era eso, estética. Lo he dicho antes: las tormentas son bonitas cuando no te pillan en medio del océano. El océano es bonito cuando no llueve. Luego buscas refugio. Es natural. Las cosas cambian y son mejores, sin duda. No estéticamente mejores sino realmente mejores. La carne y la piel y la boca de la Chica Diploma mordiéndome la nuca. Se casó en 2013, tuvo su primer hijo en 2014. La nostalgia de uno mismo después de la nostalgia de sus espejos, así el 15-M.

Intenté comprarle a Laura -there´s always a siren singing you to shipwreck- el libro que fusiló Allen para hacer la película, aquel "París era una fiesta" de Hemingway. No lo encontré. Al parecer, estaba descatalogado.

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Compro en Kindle la biografía de Danilo Di Luca en italiano. Días en los que compagino un libro de papel en catalán, uno electrónico en italiano y otro a traducir en inglés Me interesa la parte del dopaje aunque aún no sé muy bien por qué si ya me lo sé prácticamente todo. Supongo que me atrae el relato, las piezas en su sitio. En qué momento, en qué carrera, de qué forma, qué decían los demás.

Hay algo bueno en el libro de Di Luca y es su naturalidad, su arrogancia. Los demás libros son libros de "arrepentidos". Este no. Di Luca deja claro que se dopó desde el principio, antes incluso de pasar a profesionales, que era la única manera de ganar algo y que todos iban hasta arriba de lo mismo. Lo resume en la frase: "Pantani dopado les gana a todos los demás dopados; Pantani sin dopaje les gana a todos los demás sin dopaje". No es cierto, pero bueno. Cuando lo importante es la farmacia, la diferencia la marca el farmacéutico y no todos pueden tener el mismo.

En cualquier caso, me gusta la idea del ciclista como yonqui. Aparecía de forma algo implícita en la biografía de Tyler Hamilton pero aquí está con todas sus letras: el ciclista que se acostumbra a tomar anfetaminas, cocaína, testosterona, anabolizantes, hormona del crecimiento, insulina y eritropoyetina tiene muy complicado no acabar enganchado en su vida normal a alguna de estas sustancias. Son las que le hacen sentir bien, las que le hacen sentir seguro, las que le hacen sentir fuerte. Se crea un vínculo de necesidad que solo puede calificarse de adicción.

Sexo, dopaje y alcohol, que diría Montano. Solo que Montano, él también, es un esteta.