jueves, abril 28, 2016

Purple Rain



Días buscando distintas versiones de "Purple Rain" pero ninguna incluye el parlamento inicial de la película, en el que Prince da las gracias a Wendy y a Lisa por participar en el origen de la composición del tema. Un tema que él se ha negado a tocar varias veces a lo largo del filme y que decide acometer justo al final ante la mirada atónita de todos. Sí encuentro el resto de la canción, aunque a menudo mutilado: cuando está el desgarrado "I know, I know, I know, times are changing... I think it´s time we all reach out for something new, and that means you too" no está el solo final, ese solo de minutos y minutos que aún podía Prince alargar más en directo según le diera el día.

Por último, me crucé con este vídeo de los Brits de 2006:


A partir del minuto 05:18 empieza con los acordes que compuso Wendy y que dan inicio a la canción. No es una gran interpretación porque nada que hagas veintidós años después lo haces con el mismo entusiasmo, pero sí está la conciencia de la genialidad. La conciencia absoluta de que sólo él es Prince, de que sólo él ha escrito una maravilla así y que a lo más que pueden aspirar los demás -por otro lado, los mejores músicos ingleses de varias generaciones- es ayudarle en los coros cuando él se lo pida. Esa sensación de superioridad absoluta cuando todas las piezas encajan: la batería, el bajo, el solo de guitarra, las luces... y solo tienes que limitarte a repartir gallitos sin desafinar ni una sola nota.

Pero no solo eso. También los que están viendo a Prince. Porque yo sé que nunca compondré "Purple Rain" ni puedo encontrar un equivalente al que pueda aspirar mi talento. Pero sí puedo sentarme en una mesa y disfrutar de un espectáculo único. Una mesa con su velita en un cristal de agua, su bebida y aquel hombre salido de otro mundo cantando casi solo para mí. Poder decir: "Yo estuve ahí, ese que no se ve en la oscuridad, soy yo". De alguna manera, ser Zelig, o, por qué no, Forrest Gump. Ser el hombre al que Prince cantó "Purple Rain" en una noche de 2006. Supongo que eso tiene que valer por toda una vida.

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La profesora del Niño Bonito dice que es el niño más feliz de todo el colegio. Según mi madre, eso es lo mejor que se puede decir de un niño de dos años y estoy completamente de acuerdo. Además, la profesora tiene razón, no es mero peloteo. El Niño Bonito tiene sus cosas y entre sus cosas está, precisamente, tener dos años, que no es fácil para nadie, pero te alegra el día con una sonrisa, con una nueva palabra inventada, con esa necesidad de saberlo todo y de hacerlo todo "él solito". De vez en cuando, incluso se le escapa alguna expresión en inglés e inmediatamente rectifica, como si no quisiera abrumarnos.

No me puedo imaginar al Niño Bonito sin ser eso: un niño bonito, lleno de rizos y sonrisas y gritos de alegría y carreras desaforadas. Supongo que ese es el gran problema de la paternidad, que esa imagen es la que queda para siempre, incluso cuando el niño ya ha cumplido 50 años y es juez del Tribunal Supremo. Supongo también que algo habremos hecho bien sus padres. Que algo tendremos que ver en su felicidad continua, aunque no seamos los únicos responsables.

La pregunta es qué hacer ahora. El Niño Feliz no será feliz siempre. Nadie lo es. Incluso me daría pena que llegara ese momento en el que el padre dice: "Con lo alegre que eras tú de pequeño", como si la felicidad y la alegría fueran responsabilidades que uno eligiera y debiera mantener toda la vida. Sería terrible. El Niño Bonito, el Niño Feliz algún día no será un niño y puede que ni sea bonito ni feliz ni nada parecido. El reto es aceptarlo entonces y amoldarse. Saber, en definitiva, que uno no es el padre de una persona sino de las muchas personas en las que esa persona se acaba convirtiendo.

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Ciudadanos afirma que no apoyará al PP mientras Rajoy sea su líder y Arcadi Espada lo considera un ataque "ad hominem". Obviamente, no es así o lo es tan por los pelos que es complicado encajar el concepto. Ciudadanos no apoyará a Rajoy no por ser Rajoy sino por ser un mal gobernante. No habla del hombre, habla del político. No es una manía personal, es una deslegitimación de un proyecto de muchos, muchos años.

Por supuesto, Arcadi lo sabe, y sabe que está haciendo trampas, pero le da igual. Disfruta en las trampas. A mí no me parece mal ni bien, por otro lado, simplemente me hace gracia. Descartada toda posibilidad de mejorar la realidad, incluso de comprenderla tal y como está, bueno es reírse un rato de ella. La lástima es que en este juego, Arcadi haya decidido compartir equipo con Barberá, Camps y compañía. No porque yo tenga nada en contra de esas personas sino por lo que vamos sabiendo de su gestión.

Una gestión que, efectivamente, Ciudadanos haría muy bien en no respaldar con apoyo parlamentario alguno.