jueves, febrero 18, 2016

Micromachismos



Lo dije en Facebook, pero como Facebook no lo es todo en esta vida, lo repito aquí: una vez le robé un beso a una chica. Creo que solo fue una vez y solo fue a una chica y en cualquier caso en seguida me di cuenta de la cagada y le pedí perdón. No digo que eso baste, porque incluso ocho años después me sigo sintiendo culpable: estábamos en una discoteca, había bebido, interpreté señales que no había.

Un solo caso puede que no tenga tanta importancia, pero si cada uno de los hombres vamos dejando el nuestro es normal que acabe siendo un problema y que haya gente a la que no le haga gracia que la mismísima policía bromee con ello. Sé que esto de los micromachismos es un tema muy delicado y de líneas muy frágiles, pero me parece bien que se tome en serio y me parece bien que al menos nos planteemos lo que decimos o lo que hacemos.

El otro día, por ejemplo, estaba hablando por WhatsApp con una amiga que ha tenido una hija. Para enseñarle lo grande que estaba mi hijo le mandé una foto de carnaval, vestido de mosquetero con un texto que decía: "Pues si algún día tu hija necesita que la protejan, puede llamar a este pieza". Antes de enviarlo, me di cuenta de lo que el mensaje escondía: ¿por qué demonios tendría su hija que necesitar ninguna ayuda y menos aún de un hombre?

Cambié el texto y escribí algo que me parecía más coherente, algo que le escribiría si su bebé fuera un niño: "Pues si algún día a tu hija le da por montar un grupo de antisistemas preilustrados puede unirse a este pieza". Y de alguna manera, igual que me siento culpable del beso "robado", pues me siento orgulloso de haber evitado el topicazo, qué quieren que les diga.

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Como la primera argumentación necesitaba un poco más de desarrollo, contesté esto, más o menos, a uno de los comentarios: el tema de los micromachismos, como decía desde el principio es complejo porque compete a lo cultural y no ya a lo claramente delictivo. Obviamente, cantar una canción diciendo que vas a violar a alguien (NOTA: el ejemplo que me daban era el "Sí, sí, sí" de Los Ronaldos) no es delito mientras que violar a alguien sí lo es.

En cualquier caso estaremos de acuerdo en que en un país donde mueren casi cien mujeres al año y miles son violadas es como mínimo un comentario de mal gusto. Puede que no lo fuera en 1988 como puede que bromear sobre la esclavitud en el XVIII no lo fuera mientras que ahora sería inconcebible.

Lo mismo pasaría con "robar" un beso. Yo no voy a ir a la cárcel por eso, ni nadie, pero en la mayoría de las ocasiones ese "robo" del beso es la culminación de una noche de insistencia que a menudo roza el acoso. Que a la policía le parezca motivo de chiste me parece normal que hiera sensibilidades.

La acusación de "el que se pica ajos come" o que "el machismo está en la mirada de quien interpreta así el tuit" es peligrosa. Quizá el que se pica tiene motivos porque es la víctima habitual y otros no se pican simplemente porque no les parece para tanto. Imagínate sin embargo un tuit que dijera "feliz día de la música y si veis una manta, ya sabéis, abrigos mucho!". Creo que alguien de la industria musical podría entenderlo como una incitación a la piratería sin ser un paranoico ni mucho menos convertirse por ello en un pirata. Ahora imagina que, además, ese tuit viene de la cuenta oficial de la policía.

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Lamento no poder poner los comentarios a los que estaba respondiendo en cada caso, porque el que los escribió decidió borrarlos e inmediatamente después bloquearme.

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Temas de alguna manera relacionados: Kate Winslet gana el BAFTA a mejor actriz por su papel en el bio-pic de Steve Jobs y se lo dedica a su profesor de actuación de cuando tenía catorce años. "Me dijo que podría tener una buena carrera si me acostumbraba a que me dieran papeles de gorda... Así que este premio es para ti". Como reivindicación me llega un poco tarde. Quizá debería haberle dedicado el papel de Titanic, la película más taquillera de la historia y la más premiada. Muchos dijeron entonces, cuando Winslet apenas tenía veinte años que estaba gorda. Esperaban una sílfide, una belleza pálida y se encontraron con una mujer normal ante el pánico generalizado.

Por supuesto, Winslet no estaba gorda entonces, ni mucho menos, pero los catorce años le pillaban mucho más cerca. Cameron apostó por ella y estoy seguro de que más de un productor frunció el ceño. Por lo demás, durante el resto de su carrera, ha demostrado ser una excelente actriz y eso es lo que cuenta. Lo que me extraña del desahogo a los cuarenta no es solo la de tiempo que ha dejado pasar sino que lo hace en un momento en el que está manifiestamente delgada. Hay algo que no me cuadra en el "nunca dejéis que nadie os juzgue por vuestro aspecto" y es el hecho de que el aspecto de Winslet se acerca mucho más al que su profesor le exigía que al del estereotipo contra ella.

Con todo, entiendo que yo no soy el público objetivo de esa reivindicación y que supongo que el mensaje que subyace es "no os convirtáis en unas anoréxicas porque os digan que solo así podéis triunfar", algo que cada vez se puede aplicar de la misma manera a los hombres. O aún más importante: Winslet está delgada (o gorda o lo que le venga en gana) porque quiere y no porque nadie se lo imponga.

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El 29 de diciembre de 2015, Rafa Benítez salía a rueda de prensa para insistir en la tesis de su presidente: "Hay una evidente conspiración contra Florentino, contra mí y contra el equipo", decía el técnico aferrándose a la última oportunidad para conservar su cargo. Un cargo, por cierto, que ya estaba en plena subasta y del que tuvo que despedirse apenas seis días después, tras empatar a dos en Mestalla.

Ni dos meses después, afirma en un medio de comunicación inglés que era imposible trabajar con Florentino y con su equipo porque se inmiscuía en todo. Obvia, por supuesto, que en ese "todo" se incluía la obligatoriedad de que Benítez actuara como marioneta moviendo los labios a merced del ventrílocuo.

En pocas palabras, que el técnico consiguió reformular veintipico siglos más tarde la famosa paradoja: "Todos los cretenses son unos mentirosos; dijo Epiménides, el cretense".

miércoles, febrero 17, 2016

Podemos juega con fuego



Me da tanta pereza criticar a Podemos como a ustedes leer una crítica más. Qué se le va a hacer. Los palos han sido tan exagerados desde tantas tribunas que uno tiende a pasarse al otro lado, al de la conmiseración y el "pobres chicos, tampoco es para tanto". Ahora bien, creo que a estas alturas y con 69 diputados en el Congreso, la complacencia no tiene sentido alguno.

Toda la negociación con el PSOE está siendo algo parecido a un disparate. Si las acusaciones a Podemos tenían que ver con que era un partido de tics autoritarios, con poca cintura, demasiado personalista y empeñado en colocar a "la gente" como parapeto frente a cualquier ataque político, están cumpliendo el estereotipo paso por paso. Es preocupante, por supuesto. Para los que les votamos el 20 de diciembre, más aún.

Se dice a menudo que Iglesias quiere hacer con el PSOE lo que Tsipras hizo con el PASOK. Se lleva diciendo al menos un año y medio y ahí sigue Pedro Sánchez luchando por formar gobierno. Si hace un mes nos hubieran preguntado a quién beneficiaba una nueva convocatoria electoral habríamos respondido sin duda que al PP y a Podemos. A día de hoy, la cosa no está tan clara: el PP ha perdido toda capacidad de iniciativa, con un presidente en funciones que nadie sabe dónde está y casos continuos de corrupción que no solo devastan el presente sino que amenazan el futuro.

En cuanto a Podemos, está claro que el PSOE y Ciudadanos les han comido lo que se suele llamar "la centralidad del tablero", esa misma centralidad que Pablo Iglesias ha reivindicado varias veces y que, en principio, fue lo que hizo imposible llegar un acuerdo con IU para evitar que aquello pareciera un "Frente Popular" del siglo XXI. Fuera de la centralidad, como decía antes, el partido se ha dedicado a ejercer de estereotipo andante, de nuevo enfadado con todo y con todos, como en los peores tiempos de primavera y verano de 2015.

Se puede entender que consideren al PP como el gran enemigo político, pero si Ciudadanos también va a entrar en esa categoría y cualquiera del PSOE que no acepte sus propuestas es un dinosaurio o un aspirante a fascista, lo que queda no es un partido sino una asociación de paranoicos. Es curioso que una formación encabezada por politólogos no entiendan lo que es la política, es decir, el baremo de sensibilidades en torno al gobierno común y no la redención del mal a partir de la palabra del único dios verdadero, es decir, el mío.

Desde que empezó todo esto, lo único que hemos oído de Pablo Iglesias son condicionantes y exigencias. Puede que forme parte de su manera de negociar, pero en ese caso su manera de negociar se acerca mucho a la prepotencia. Poco interés en la agenda social y mucho en el asunto plurinacional y el reparto de responsabilidades y ministerios. Habría quien les votara para eso pero desde luego no es mi caso y me temo que no lo es en el de muchos votantes moderados que vieron en Podemos una buena ocasión para dar voz a los que la crisis nos ha llevado por delante.

Vapuleado por el PP, ninguneado por Podemos y acosado dentro de su propio partido, ahí sigue Pedro Sánchez. Puede que me equivoque pero tengo la sensación de que ninguna figura ha salido más beneficiada que la suya en este proceso. Se ha mostrado dialogante con los dos partidos que le son más afines y al menos se ha reunido con el tercero en cuestión. No se le conoce ninguna idea nueva pero al menos parece entender las reglas del juego. Hay cuatro partidos y hay que ponerse de acuerdo. Ahora mismo, las negrísimas perspectivas del 21 de diciembre han cambiado de tono: una repetición de elecciones, insisto, no les vendría tan mal, un acuerdo con Ciudadanos que no llegara a nada por el voto en contra de Podemos podría justificar una abstención posterior en la investidura de Rajoy y ganar cuatro años -o los que sean- desde la oposición y si al final suena la flauta y acaba de presidente, que le quiten lo bailao.

No entiendo, en cualquier caso, tanto aspaviento para lo que no deja de ser una investidura. Si Iglesias tiene tanto miedo a que Ciudadanos aplique políticas de derechas lo tiene muy fácil: votar en contra en el Congreso y tumbarlas si es preciso. Hacer política. Es el momento ideal y es lo que "la gente" realmente ha votado: distintas opciones para distintos acuerdos. Estén a la altura, por favor.

domingo, febrero 14, 2016

The hateful eight


Hay un momento de la película en el que pienso "esto es una puta obra de arte". Me pasa a menudo con Tarantino. Por ejemplo, en "Malditos bastardos", cuando Christoph Waltz asesina a la actriz alemana antes de explicarle por qué va a asesinarla; por ejemplo, en "Django unchained", varias veces, pero sobre todo en la cena con Leonardo di Caprio y posteriormente justo antes del tiroteo que acaba con di Caprio y el propio Waltz.

Por cierto, Waltz cumple 60 años en octubre. Hasta los 53 trabajó casi exclusivamente en Austria y Alemania.

No puedo contar exactamente qué momento de "The hateful eight" me reconcilia con el cine en general porque sería un "spoiler" pero basta con decir que lo protagoniza Samuel L. Jackson, que ya es decir bastante, y que tiene lugar en torno a las dos horas de película. Hasta entonces, la película es poco más que una obra de teatro con dos actos diferenciados y sus respectivos escenarios. Actores que van andando por las tablas, diálogos entrecruzados, una auténtica maravilla de puesta en escena. 

El problema es que después de ese momento mágico, llega una media hora prescindible. Lo mismo que sucede en "Malditos bastardos" y en "Django", por cierto. Es imposible que Tarantino haya escrito esos monólogos definitivos y no se dé cuenta de que después de eso es inútil seguir, que ahí tiene que acabar la película. Se da cuenta y aun así sigue porque él quiere contar otra cosa o se considera suficientemente genial como para hacer de su genialidad una anécdota.

En definitiva, "The hateful eight" es una película que puede exasperar a muchos y lo entiendo. Hay una hora y pico que es casi Chejov, otra hora más o menos que remite al mejor Tarantino en su relación entre personajes y una media hora de excesos y vueltas sobre lo mismo. Explicaciones que sobran. Con todo, es maravillosa, claro, como casi todo lo que ha hecho este hombre con la excepción, quizá, de "Kill Bill vol. 1", un error que compensó con creces en la magnífica segunda parte.

Cuesta entender que la película haya pasado tan desapercibida en las nominaciones a los Oscar. más allá de la presencia de Jennifer Jason Leigh en la categoría de actriz secundaria. Supongo que Tarantino y Hollywood se llevan mal y tampoco van a hacer ningún esfuerzo por solucionar sus problemas a estas alturas. Jason Leigh lo hace bien, desde luego. Kurt Russell también está fantástico, como podría estarlo Tim Roth si no nos diera la sensación de que está imitando todo el rato al Waltz de "Django". 

Mención aparte merecería el veteranísimo Bruce Dern, padre de Laura, y que ya bordara el papel de anciano desvalido en "Nebraska", una de las mejores actuaciones de 2013.

Sin embargo, por encima de todos sigue estando Samuel L. Jackson. Un prodigio. Que no vaya a llevarse ningún premio por su actuación solo se explica asumiendo que la gente se ha acostumbrado tanto a que sea un actor prodigioso que ya ni lo valora. 

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Esperanza Aguirre dimite. Otra vez. Primero lo hizo de presidenta de la comunidad y dejó a su segundo. Ahora lo hace de presidenta del partido, supongo que para ponerle algún palo en la rueda a Cifuentes desde fuera. No es ninguna noticia porque no hay nada en Aguirre que pueda sonar verosímil. Se va ahora porque de todas maneras se tendría que ir en unos meses y así puede apelar a la dignidad que no ha tenido durante tantos años mirando a otro lado en el mejor de los casos.

De todos modos, lo que más gracia me ha hecho del asunto ha sido la batalla en Twitter entre Podemos y Ciudadanos, ambos atribuyéndose la creación de la comisión en la que declaró Aguirre el pasado viernes y colgándose la medalla de la dimisión como si una cosa tuviera que ver con la otra. Miren, no, si algo ha demostrado Aguirre a lo largo de su trayectoria es que Aguirre hace siempre lo que le da la gana y su agenda no depende de la de los demás. Pelearse por un mérito que ni es tuyo ni es del otro tiene un punto infantil que me desagrada, pero qué se le va a hacer. La política entendida como dos periodistas que se gritan en Twitter por la exclusiva de algo que no existe.

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Muere demasiada gente. Todo el rato. Cuando yo era inmortal, es decir, cuando yo me consideraba joven e inmortal y la muerte, como decía Borges, era siempre cosa de otros, tanto obituario no me afectaba tanto. Ahora, las cosas han cambiado: rozo los cuarenta años, el cerco se estrecha y pienso que, como mucho, me queda la mitad de mi vida por delante. Y no suele ser la mejor mitad, precisamente. Las noches, en ese sentido, son terribles. Una pesadilla tras otra. No tanto la angustia de la muerte como el qué vendrá después de la muerte. La conciencia de lo efímero, lo insignificante. 

Ahora bien, en estos casos lo mejor es hacer lo que David Hume cuando se planteaba el "yo" como haz de percepciones: llamar a los amigos para jugar al bridge o, en mi caso, ponerme un partido del Barça. Solo que no siempre es sábado ni domingo, claro. En ocasiones, ni siquiera es miércoles.

sábado, febrero 06, 2016

Nuevos planes, idénticas estrategias



En política, no es fácil que todos los demás hagan exactamente lo que tú quieres. Por eso se le llama política, precisamente, porque a menudo la polis, como el infierno, son los otros. El empeño de Pablo Iglesias en representar a sus propios votantes, a los de sus confluencias y a los del PSOE ya empieza a resultar irritante. No solo el fondo, que también, sino esa forma de perdonavidas que parece estar deseando acabar con toda posibilidad de acuerdo que no sea una rendición sin más.

Detrás de todos estos gestos, de este maximalismo de presentarse una semana ante el rey con la lista de ministros hecha y rasgarse las vestiduras la siguiente porque Sánchez pretenda buscar aliados en Ciudadanos se esconde el hecho de que Podemos está convencido de que juega con red, es decir, que si hay gobierno con presencia suya en ministerios clave, bien, y si hay repetición de elecciones, pues casi mejor.

Puede que tengan razón. De momento, las encuestas dan un ligerísimo trasvase de votos de Ciudadanos al PP y del PSOE a Podemos, tan ligero que entra en el margen de error si no contamos el engendro habitual del CIS, donde los resultados sí que son espectacularmente buenos para Podemos y solo la cocina habitual los mitiga. Sin embargo, unas nuevas elecciones no dejan de ser una moneda al aire para todos, incluso para los que desde el gobierno han decidido no hacer nada de nada y darse mus.

Algo me dice, además, que las posiciones de Pablo Iglesias, tan cerradas, tan exclusivas, tan de "conmigo o contra mí" no dan una buena perspectiva a su partido. Yo, por ejemplo, no volvería a votarles y estoy convencido de que no sería el único. Si el cambio depende únicamente de lo que él dice y cómo lo dice, si cada cuestión se va a dirimir en un "todo o nada", me temo que la apuesta es demasiado fuerte como para mantenerla cada seis meses.

A veces da la sensación de que ese partido nació con la realidad por bandera y al final la realidad se la han dejado en cualquier otro lado.

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Duda razonable: incluir en una obra de ficción, sea teatro, cine, literatura o incluso títeres, personajes que enaltecen el terrorismo, ¿supone en sí mismo un delito de enaltecimiento del terrorismo? ¿O depende solamente de la posibilidad de que el público objetivo, en este caso los niños, no entiendan esa diferencia entre la ficción y la realidad?

Al respecto de esto último habría que matizar que quizá nadie distingue mejor entre ficción y realidad que un niño, precisamente porque siempre ha vivido en un mundo donde todos han estado intentando engañarle, aunque fuera por su bien.

La duda, en cualquier caso, ni siquiera es mía sino de Miquel Roig, un hombre, valga la redundancia, de lo más razonable.

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La Chica Diploma me pregunta por los famosos "what if...?" pero yo no soy hombre de "what if", qué le vamos a hacer. Le reconozco su atractivo, pero no, no me pongo a pensar qué hubiera pasado si tal cosa se hubiera hecho de tal modo o si T. no me hubiera dejado o si L. no hubiera desaparecido o si cualquiera de las chicas fugaces hubieran entrado inopinadamente en mi vida. No, no tiene sentido. Lo que pasa es lo que pasa es lo que pasa. Supongo que detrás de toda línea posible de cambio seguía estando yo y la idea de destino me desagrada tanto que prefiero pensar: "sucedió así porque así lo quise y precisamente por eso no pudo ser de otra manera".

Por otra parte, también cabe la posibilidad de que todas esas realidades paralelas ya las haya ficcionado. Las que me interesaban, al menos. O que, por puro orgullo, la idea de arrepentimiento me resulte tan molesta como la de destino.

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Dos canteranos se encuentran después de algún tiempo. Se preguntan por la vida y los hijos, se toman un pollo, unos calamares y una ensalada mixta y corren con la comida en la boca a una sesión de cine que no existe. Uno va camino de ser estrella en primera división y el otro no sale de las categorías regionales. Por eso, quizá, en toda la tarde no hablan de fútbol ni una sola vez.