sábado, enero 31, 2015

El muro de Berlín


Coincidiendo con la multitudinaria manifestación de la Puerta del Sol, La Vanguardia publica una entrevista con Pablo Iglesias conducida por Enric Juliana. Todo va bien hasta que aparece una anécdota. Las anécdotas venden la historia, recuerden. Juliana le recuerda a Iglesias la novela de Boris Pasternak, "Doctor Zhivago", en concreto una frase de un comisario soviético: "En Rusia ya no hay vida privada". Iglesias, que no ha leído la novela, se lanza a una crítica de la película de David Lean. En realidad, no es necesario, porque el periodista lo único que pretendía era preguntarle si él se sentía así, sin vida privada, pero en la relajación no deja pasar la oportunidad y responde lo siguiente: "Es un buen ejemplo del enfoque anticomunista norteamericano. ¡La pérdida de la vida privada! Una película clave para entender el combate cultural de la Guerra Fría, que los norteamericanos ganaron porque construían mejores historias".

Fíjense en los signos de exclamación, en la indignación y la burla de los signos de exclamación. Qué cosas tiene la gente. La pérdida de la vida privada en la Unión Soviética, la mutilación de los derechos individuales en favor, precisamente, de una casta llamada "partido", los millones de muertos y el estado paranoico resumidos como un invento norteamericano; la Guerra Fría, en general, considerada como una narrativa capitalista. "Construir mejores historias". Para decir algo así en 2015, hay que tener unos huevos toreros, Pablo Iglesias. Apelar además a una novela de un disidente ruso que ni siquiera has leído ya es el colmo de la arrogancia. La modernidad para este hombre es rescatar a Lluís Llach y gritar "Yankees go home",

A veces, con Podemos, cuando se lanzan a por todas, a calzón quitado, me da la impresión de estar viviendo una constante Fiesta del PCE de principios de los ochenta, como a las que me llevaba mi padre. De hecho, salvando algunas distancias, me parece oír a mi padre y en ningún caso a mi hijo, lo que me preocupa bastante porque el futuro no puede haber nacido en 1954. Con una diferencia, claro: a mi padre el poder nunca le interesó lo más mínimo y al menos él no engañaba a nadie.

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La manifestación, por cierto, ha sido un éxito, tal y como se preveía. Las referencias al 15M pueblan las portadas y me parece razonable hasta cierto punto. Sí, probablemente parte de ese "despertar" se inició en Sol y en tantas otras plazas a mediados de mayo de 2011, pero el despertador llevaba sordina: "Sin banderas" como regla universal. La transversalidad en estado puro. Ahora, todo lo contrario: pancartas, banderas y cada uno con su espejo para confirmar su identidad.

A mí todo esto me duele, porque yo también vi algo en Podemos que creí que escapaba al tópico, pero no, lo supera, y eso me hace sentir mal, porque, qué quieren que les diga, yo siempre me he considerado de izquierdas, pero no de una izquierda tan burda que ni siquiera se atreve a decir que es izquierda no vaya a ser que alguien se moleste antes de tiempo. Toda la estrategia está basada en agradar y pedir perdón cada vez que criticas a alguien como David Fernández, de las CUP, por abrazarse con un triturador de los servicios públicos como Artur Mas.

El mensaje viene a ser "todos los que no seáis ellos, sois de los nuestros y os queremos". ¿Y quiénes son ellos? Ni idea. Esperanza Aguirre y Eduardo Inda. Por no tener claro, no tenemos claro quiénes somos nosotros y a Echenique se le está empezando a poner una cara de Trotski que no puede con ella.

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Serena Williams gana su decimonoveno título individual de Grand Slam en Australia. Por delante de ella, solo Margaret Court-Smith en la prehistoria y Steffi Graf en la llamada "era Open". Ganar diecinueve grandes a lo largo de dieciséis años (su primer título data del US Open 1999) en la época más hiperprofesionalizada y globalizada del tenis femenino la coloca en primera línea a la hora de discutir el título de la mejor jugadora de la historia y con sentido. La única pega que no puedo evitar ponerle es esta negativa a pasar un control anti-dopaje. Cualquier deportista de élite que se encierre en un cuarto ante la visita de los médicos es para mí un deportista que hace daño a su deporte.

lunes, enero 26, 2015

Common people


Por fin gana Syriza en Grecia y lo primero que hace es pactar con un partido de derecha nacionalista. La rapidez con la que se ha conseguido el acuerdo invita a pensar que llevaba tiempo cocinado entre bambalinas y tiene sentido: recuerden que lo importante ahora es no ser de izquierdas ni de derechas sino estar contra los mercados y la Europa de Merkel, frase repetida como mantra por Syriza, UKIP, Podemos, Frente Nacional y otros.

La unión frente al enemigo común surge en clave nacionalista y no ideológica. Nigel Farage repetido en los muros de Facebook durante el 15M solo por meterse con la Unión Europea sin reparar ni investigar en su programa xenófobo. En España, a Tsipras se le ha recibido desde el tópico -"Syriza es ETA", parece inferir el PP, que no se cansa de hacer el ridículo- y desde el absurdo -"Grecia por fin tendrá un presidente griego"-, resumiendo el espíritu de los tiempos, es decir, el de la soberanía nacional por encima de cualquier proyecto de construcción conjunta.

El antieuropeísmo recorre Europa en nombre de la "gente común" y bien haría la gente común en rebelarse ante el estereotipo y reivindicar un continente sin pasaportes y donde en ningún país se te trate como extranjero. Puede que haya quien diga que Syriza o Podemos o Le Pen o el propio Farage sí quieren ser europeos pero no "de esta manera". No sé cuál es esta manera que tanto nos aterra, supongo que El asunto es ser europeo cuando me da la gana y no querer serlo cuando los demás me imponen unas reglas.

Es decir, evitar toda clase de convivencia en sentido estricto.

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Mi artículo de ayer sobre Pablo Iglesias tuvo un éxito importante y no puedo negar que me halaga. Uno escribe para que le lean y que le lean con tanto entusiasmo incluso le abruma Lo curioso es que, investigando en las redes sociales, los mayores partidarios de la crítica a Iglesias era gente de izquierdas. En ocasiones, gente muy de izquierdas, vinculados a veces a partidos políticos, organizaciones sociales o incluso sindicatos. La izquierda esperando a Iglesias para repartirle a la vuelta de la esquina.

El fenómeno me resulta muy curioso e incluso divertido. Supongo que esto es lo que se llama "transversalidad" y bien está si el artículo de verdad gustó. Si formaba parte de un ajuste de cuentas, en ese caso, me hace sentir un poco culpable, aunque al fin y al cabo la estrategia de Iglesias no es otra sino esa: que te sientas culpable cada vez que le criticas. Un enemigo del pueblo, en resumidas cuentas.

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De mi extraña biografía quizá destaca el día en el que tuve que entrevistar a Batista, el luchador de wrestling. Era un jueves por la mañana y él me esperaba en su habitación de hotel de lujo tomando un zumo de naranja. Por entonces, yo trabajaba en la edición española de la revista de la WWE y me encargaban ese tipo de cosas: entrevistas a luchadores, viajes a Valencia para ruedas de prensa y eventos llenos de niños con carísimas camisetas de sus ídolos...

En su momento, me pareció normal, incluso divertido. Ahora, mientras preparo otros cuestionarios para otros personajes, no puedo evitar preguntarme qué hacía yo ahí. No arrepentido, por supuesto, porque una vez que eres capaz de entrevistar a un tío de dos metros y ciento cincuenta kilos eres capaz de entrevistar a cualquiera, sino con ese estupor del "¿quién era yo entonces?, ¿cómo me senté a preparar veinte preguntas en inglés sobre la trayectoria de un luchador de pressing catch al que no conocía?".

Batista, por lo demás, estaba en retirada. Me empezó a contar un montón de cosas que la agente de prensa me obligó a quitar luego. Él daba por hecho que aquí todos sabían que la competición era un fraude. No una lotería, ojo, pero sí un fraude en términos deportivos. Yo apuntaba y apuntaba -puede que utilizara grabadora también, aunque en aquella época no me gustaba nada- y la chica americana me miraba con cara de "esto lo tendremos que hablar más adelante".

Al poco, Batista dejó los rings. Tenía el cuerpo destrozado, como Mickey Rourke en aquella película de Aronofsky. Yo dejé la revista y empecé una vida un tanto errática. No fue mi entrevista más tensa porque ese lugar lo ocupa destacado Robert Rodríguez, el hombre de los monosílabos. Volver a entrevistar, volver a escuchar, en definitiva, es un reto que está ahí esperándome y que lógicamente me tiene de los nervios. Debutar con Risto Mejide, para Vogue, no es cualquier cosa.

domingo, enero 25, 2015

Pablo Iglesias contra el mundo



A Pablo Iglesias llevan unos meses cuidándole mucho en Podemos y controlando con mimo sus intervenciones públicas. Es lógico, no quieren que se queme, y por lo que vimos anoche en La Sexta, territorio presuntamente amigo, igual la medida ha llegado incluso un poco tarde. El verdadero problema de Iglesias, digámoslo ya, es que aún no ha cambiado el chip de profesor tertuliano a político. Como profesor, se maneja siempre desde la autoridad, algo propio de su cargo; como tertuliano, al menos desde la igualdad, pero una igualdad barriobajera, de grito fácil y eslogan. Como político, como aspirante a presidente del Gobierno, ay, hacen falta muchas otras cosas y una de ellas, la principal, es que de repente tú no juzgas: te juzgan, y eso hay quien lo lleva mejor y quien lo lleva peor.

A Iglesias se le vio nervioso el día aquel de la encerrona en el Canal 24 Horas y todos lo excusamos por el percal con el que le habían juntado. Quizá ahí haya estado el gran error de Iglesias y de sus compañeros: no habérselas visto jamás con un periodista de verdad, no uno de los que están a sueldo de tal o cual partido ni cualquier loco desinformado dispuesto a soltar la más gorda. Su enfrentamiento del sábado con Eduardo Inda fue grosero, por mal que pueda caer Inda, cuyas formas nunca han sido tampoco las mejores. Un aspirante a presidir el gobierno no le puede decir a un periodista: "Tú te callas, Pantuflo" varias veces durante un coloquio, pero la verdadera falta de encaje, la muestra del estado de nervios en el que está Iglesias ahora mismo, no se vio con Inda, se vio con Rubén Amón, Lucía Méndez e Hilario Pino, es decir, con tres periodistas en sentido estricto.

Ninguno de los tres se alteró en las formas ni buscó tres pies al gato, simplemente le mostraron algunas objeciones que a mí me parecieron razonables, sobre todo en lo que respecta a Juan Carlos Monedero y -no sé cómo se metió en ese fregado- Tania Sánchez. Iglesias no salió de un estado de enfado continuo, crispación y tiroteo en todas las direcciones. Le preguntaba alguien por la sociedad creada por Monedero -un recurso legal para no pagar impuestos- y él se indignaba, sacaba a Aguirre a pasear, hablaba de una conspiración contra Podemos, se rasgaba las vestiduras y el periodista en cuestión miraba con cara de incrédulo, hasta que Lucía Méndez se lo explicó más o menos con estas palabras: "Hay temas que necesitan explicación y que la pidamos no quiere decir que odiemos a tu partido ni a ti ni que estemos en campaña".

El círculo de paranoia en el que ha entrado Podemos es alarmante. Una política nueva requiere de formas nuevas y entre ellas está huir del victimismo. Casos de corrupción ha habido en todos los partidos y todos los partidos han reaccionado igual: indignándose, negándolo todo y acusando a la humanidad de una supuesta doble vara de medir contra ellos. Podemos lo va a llevar tan lejos que el domingo que viene tiene preparada una manifestación de desagravio al líder. La defensa cerrada a Errejón, a Monedero y a Sánchez, incluso no siendo esta última de su partido, recordaba más a la de un presidente que lleva dos legislaturas en La Moncloa que a la de un aspirante cuyo partido no ha cumplido como tal ni cinco meses.

Se equivoca mucho Iglesias si sigue por ese camino. Por supuesto, puede explicar las cosas y defender a sus compañeros, pero no a gritos ni a insultos ni apelando al odio de todos contra él y los suyos. Por echar broncas, se la echó incluso a la chica de los gráficos, que se quedó completamente perpleja, como si quisiera que la tierra la tragara ahí mismo. Miren, yo lo de la indignación lo entiendo y lo comparto. Si me han leído antes, lo sabrán, y, si no, busquen su propio prejuicio, pero la indignación hay que saber encauzarla hacia algo creativo, ilusionante y nuevo, no un montón de gritos en un plató de televisión. Eso ya lo he visto antes.

La situación política del país es crítica porque el partido del gobierno es una estructura de corrupción en sí mismo, el principal partido de la oposición no sabe aún qué líder quiere ni qué votar cuando llega el momento, no sea que alguien se enfade, y las terceras opciones tienen ese empeño en la autodestrucción tan español y que ya ha asolado a IU y UPyD, a la espera de que Ciudadanos empiece la suya, aunque igual Rivera es más listo que todo eso. En ese contexto, uno puede desear de una manera algo abstracta la aparición de un Podemos que rejuvenezca y ponga sentido común al expolio de estos años, pero cuando baja a los detalles, ¿qué ve? Un imaginario viejo, anclado en Lluis Llach y su estaca, Iñaki Gabilondo como referente de progresismo y coletillas impropias de un treintañero como "lo siguiente será culparnos de matar a Manolete" o "ya solo nos falta que digan que matamos a Kennedy". Frases que ya sonaban sobadas incluso en mi infancia, que, por cierto, es más o menos la suya.

En lugar de la afirmación, empezaron con la negación y muchos aspiraron a escuchar la síntesis fichteana, pero no, en la negación seguimos: Errejón es un héroe, Monedero es un filántropo que se lo gasta todo en una productora audiovisual por el bien de la sociedad, y Tania Sánchez no tiene hermanos, solo rivales políticos ligados a Tamayo y Sáez. Atacar es fácil, defenderse es complicado. La manera de Iglesias de defenderse cuando ha tenido que hacerlo preocupa. Preocupa mucho. Merkel y los mercados y poco más. La ausencia de matices, como si nadie le hubiera llevado la contraria nunca o como si él no se hubiera planteado en ninguna ocasión que igual preguntar no es acusar de nada.

viernes, enero 23, 2015

Desmejorado



Luis Bárcenas sale de la cárcel y apunta directamente a Rajoy. Nadie se sorprende. Hemos interiorizado el escándalo de tal manera a lo largo de los meses, que el PP incluso remonta en las encuestas. El presidente del gobierno acusado por el que fuera tesorero de su partido de participar en una Caja B de sobresueldos opacos y dinero negro, y todo sigue como si nada: habrá que montar una más gorda.

Por supuesto, que Bárcenas diga que Rajoy lo sabía no implica que Rajoy lo supiera. Pongamos que no lo sabía. Pongamos que el presidente del partido durante los últimos once años no tenga ni idea de con qué dinero se pagan las sedes ni qué hace el que maneja las cuentas, que ninguno de los miembros de su equipo lo sepa. Pongamos que todo eso, además, se demuestre que es verdad. Muy bien, pero, al menos, mientras tanto, lo suyo sería que toda esa gente dejara de ocupar puestos de gestión pública. En Estados Unidos, algo así sería motivo de "impeachment" inmediato, no solo por parte de la oposición sino del Congreso en su totalidad.

Aquí no; aquí, ya digo, el PP se enroca en que su tesorero "se la ha jugado" y todo sigue igual, en esta mediocridad del día a día. No solo no dimitirá, no solo no le investigarán sino que se presentará a las elecciones y posiblemente las gane, incluso gobierne. Desde que llegó al poder, el paro ha subido, los afiliados han bajado, el trabajo es más precario, las libertades más limitadas y no ha sido capaz ni de cumplir con los suyos, retirando la reforma del aborto solo para cargarse a Gallardón. Ese es su balance, y con ese balance sobra en España para llevarse siete u ocho millones de votos.

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Salimos a dar una vuelta por el barrio. Lo necesito. Estamos los tres: la Chica Diploma, el Niño Bonito y yo bajando por Clara del Rey y girando en Ramos Carrión para enseñarle la zapatería donde también hacen copias de llaves, un negocio clásico que lleva ahí por lo menos desde que yo nací. Por el camino le voy contando historias. Me gusta contar historias: este bar, esta tienda de frutos secos, esta papelería, el lechero al que le tocó la lotería y puso una gestoría para sus hijos.

Todo eso son excusas para llegar al número tres, donde viví treinta años que han quedado un poco sepultados debajo de Malasaña y Planetario. Unir los puntos, que diría Jobs, y juntar mi nueva casa con la casa de mi abuela, separadas por diez minutos de paseo. Pisar tierra firme, supongo, en tiempos de una cierta zozobra.

Luego, de nuevo, el estrés. Comer deprisa, salir corriendo y sin fotocopias, los mareos y los vértigos en el metro y en la clase y en la calle Carranza. La desubicación absoluta y esta sensación de provisionalidad que lo llena todo y no sé de dónde viene.

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Mientras Álvaro duerme, veo repetido el debate de "Ciutat morta" en TV3. Es un espectáculo abyecto e inútil, así que a los tres cuartos de hora lo quito porque tres cuartos de hora, en mi vida, es un buen montón de tiempo. De nuevo, la inocencia o la culpabilidad concreta como tema de discusión en espiral. No es eso, no es eso. No es la sentencia, es Barcelona. El documental es  Barcelona, sus círculos de poder y la barra libre de los agentes de seguridad a la hora de tomarse la justicia por su cuenta. El encaje de la ciudadanía que no encaja en una ciudad donde, insisto, la mitad de sus habitantes censados -que no son ni mucho menos todos- ni siquiera van a votar cuando les toca elegir alcalde.

Pienso en esa Barcelona oscura, de barrio de Gracia y Astrolabi. La Barcelona de la Chica Indecisa y el Camarero Agrio, una Barcelona de gente perdida, venida de cualquier lugar del mundo, la Barcelona de paso, la que molesta a los vecinos. El encanto de esa Barcelona a lo largo de los años y su sustitución por un largometraje de Woody Allen. El Paral.lel, el peligro, la sensación extraña cada vez que llegas a la estación de Sants. La ausencia total de orden frente a la monotonía cuadrículada del Eixample.

jueves, enero 22, 2015

La violaciò


Una cosa de la que no hablé ayer sobre "Ciutat morta": la demoledora crítica a la "limpieza" barcelonesa, es decir, al cinismo. El empeño en que la ciudad sea tan bonita -y lo es- que nadie la pueda ensuciar con su presencia y menos que nadie aquellos que resulten desagradables a la burguesía y al turista. Curioso en una ciudad que se ha dedicado a acoger durante lustros a los "outsiders" del mundo entero. Huéspedes, en ocasiones, todo hay que reconocerlo, poco agradecidos. Pensar en el documental como un juicio paralelo es un error. Lo importante no es solo si Patricia o si Álex o si Rodrigo. Lo importante es el minuto de postales y monumentos frente al minuto de patadas en la cabeza, que hemos visto incluso por televisión.

La obsesión barcelonesa por la pulcritud, el miedo a que alguien venga y no diga "esto es precioso", el pavor al "algo falla". La ilusión del ensimismamiento. Probablemente, yo, si fuera barcelonés, estaría ensimismado con mi ciudad, pero eso tiene sus peligros: el derecho de admisión y el portero encargado de ejercer la reserva. Hay una frase maravillosa en el documental y la dice la ex pareja de Patricia: "Ella no era anti-sistema, ella era mucho más elegante que eso: era Cindy Lauper". Los matices dentro de lo alternativo. Decía Tarantino que los detalles son los que venden la historia y si es así, "Ciutat morta" tiene todo para que yo la compre.

Al parecer, han denunciado a la productora por calumnias e invasión de la intimidad. Era de esperar, pero como decía Jabois en uno de sus artículos, citando a Camus, hay que ser el que se queda. El que, después de nueve años, sigue dando la cara aún a riesgo de que se la rompan. Porque lo más probable es que se la rompan, claro.

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Volvamos por un momento a Borges. En la mítica entrevista con Soler Serrano, corrige los versos dedicados a Matilde Urbach. Un pequeño recordatorio: "Yo, que tantos hombres he sido, jamás fui aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach". El icono de la nostalgia romántica. Soler Serrano lo recita y Borges le advierte de que aquella es la primera versión, que después cambió "abrazo" por "amor", dejándolo en "aquel en cuyo amor desfallecía Matilde Urbach".

La única razón es que suena mejor: hace el verso más redondo y evita una complicada repetición de fonemas en la pronunciación argentina. Sin embargo, además de quedar algo cursi, no es exactamente lo mismo: si lo pienso, en mi amor no desfalleció nunca, pero en mi abrazo puede que sí. Al menos una vez, en el aeropuerto de Barajas. Pedirle además que me quisiera. me parece sinceramente una exageración.

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La mejor definición de "atormentado" es alguien que está convencido de que es muy bueno en algo pero a la vez cree que los demás no se lo reconocen lo suficiente. La lucha por el reconocimiento acaba superando con mucho la propia batalla por seguir siendo muy bueno. El verdadero problema es cuando el atormentado cree que es muy bueno, intuye que los demás no se lo reconocen y en vez de culparles a ellos, se culpa a sí mismo. Eso sería un "atormentado deluxe", por así decirlo: el hombre que vaga entre la inseguridad y la prepotencia, pensando a cada instante: "Soy el mejor padre del mundo" y al momento siguiente, "no sirvo como padre". "Soy un escritor fantástico" y "nada de lo que escribo vale la pena". No solo decirlo, sino creerlo. Sin creerlo, lo siento, pero no hay deluxe, solo estética.

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Le comento a la Chica Diploma que sigo pensando en Canarias. En la posibilidad de una vida paralela en la que pueda vivir en Canarias sin hacer nada, de ahí quizá la proyección en nuestro hijo. Una vida madrileña, estresada, en busca de no se sabe qué por si acaso lo encuentro y otra vida alejada de todo, sin ninguna pretensión, sin ningún objetivo más que mirar el sol y vivir al día en una tienda Quechua. Se lo comento porque me acerco a los cuarenta y las posibilidades se agotan y eso hace que me sienta un poco más atrapado y ella supongo que se asusta, porque Málaga o Cádiz todavía, pero Canarias ya sí que no.

Me dice que ha conocido a alguien de Fuerteventura pero que prefiere no preguntarle cómo se vive ahí, no vaya a ser que se viva bien y nos metamos todos en líos.

En la barbería, el peluquero de al lado comenta la historia de una chica que se fue a Ibiza. Es una buena historia que viene después de un monólogo de quince minutos, así que permítanme que les ahorre el contexto. El caso es que la chica se va a una isla y se enamora y empieza de nuevo su vida alejada del aspirante a maltratador con el que vivía en Madrid. Hay algo dentro de la barbería que invita a comprender a esa chica. Algo de tranquilidad, el cuerpo tumbado en el sillón y la navaja pasando por la mejilla. Las toallas calientes abriendo los poros.

Yo, antes, esa tranquilidad la encontraba escribiendo, leyendo incluso. No me hacían falta islas ajenas porque tenía las propias. Una vida sin Canarias y sin simulacros me resulta un poco agobiante: mareos en el metro y sensación general de abotargamiento. Ansiedad crónica. Presión en el pecho y ojos que se cierran. Irse, de acuerdo, pero, irse, ¿a dónde? Y, lo más importante, que ella se venga conmigo.

miércoles, enero 21, 2015

Ciutat Morta



Lo terrible de "Ciutat morta" es la deshumanización. No es nada nuevo, por supuesto, pero eso no la hace más aceptable. Como era de esperar, ya han salido unos cuantos a contradecir la versión del documental acusándolo de tendencioso: solo se recoge el testimonio de una parte y esa parte no aporta grandes pruebas al respecto de la inocencia de los detenidos. De hecho, después de ver el documental, lo que impresiona es la falta absoluta de pruebas en ningún sentido, algo que quizá invitaría a pensar en el archivo del caso o al menos en la presunción de inocencia, nunca en prisión preventiva de dos años y sentencias larguísimas para al menos cuatro de los detenidos, una de los cuales se suicidó en 2011.

Es posible que Patricia Heras acabara en el Hospital del Mar aquel 4 de febrero de 2006 por haberse caído de una bicicleta borracha junto a un amigo y es posible que efectivamente se hubiera peleado con la policía y les hubiera lanzado una valla a modo de agresión. Las dos cosas son posibles pero solo una es verdad, la otra es mentira. El documental da por sentada la versión de las amigas de Patricia y la de la propia Patricia igual que el juez decidió dar por sentada la versión de los mossos que aseguraron verla con su característico corte de pelo a cuadros. De nuevo la deshumanización, la reducción del individuo a un peinado. La diferencia es que el periodismo puede permitirse lujos que la justicia en ningún caso debe arrogarse.

Algunos de los relatos no son consistentes, en eso puedo estar de acuerdo, pero es raro que años después, los condenados ya liberados por un delito sigan luchando por demostrar que ese delito no existió. De acuerdo, esta es solo una argumentación subjetiva y no prueba nada, pero, ¿qué quieren que les diga? Es raro.

Forma parte esta rareza del ambiente que rodea a la seguridad en Barcelona desde hace años. Las agresiones constantes y los vídeos lacerantes de torturas manifiestas. Todos los superiores que han seguido ascendiendo desde entonces, satisfechos y orgullosos. El tópico. Lo que nos duele a los que defendemos un sistema basado en la democracia liberal y el estado de derecho es la colección de tópicos que rodea el caso y que nos remite a la Argentina de Videla o al Chile de Pinochet. La obviedad del prejuicio, la impunidad del poderoso, el hostigamiento del "outsider"...

Eso, en el fondo, es también deshumanización. Cualquiera podría haber sido uno de esos chicos, o cualquiera creíble, al menos.

También es un ejemplo, y me extraña que determinados analistas no lo recojan, de la peligrosa endogamia catalana, esa "casta", que diría aquel, que se ha ido formando con los años y que es aún más asfixiante que la madrileña, que ya es decir. Los nombres de Clos, de Hereu, de Martí apareciendo cada tres por cuatro en la narración, la manera en la que el PSC ha estado mirando a otro lado durante años y años ante la brutalidad policial en su ciudad emblema cuando no participando activamente en su ocultamiento. Luego, los partidos se hunden y nos sorprendemos. Más de la mitad de los censados se queda en casa cuando hay que elegir alcalde y hablamos de "desafección", sin más.

Leo que ERC ha pedido el cese de Víctor Gibanel, uno de los señalados por el documental como artífice del montaje que habría rodeado la detención y encarcelamiento de los chicos del 4-F. Lo de ERC me fascina: son capaces de apoyar un tripartito en Barcelona durante lustros y luego indignarse porque en el casino se juegue. Son capaces de apoyar un gobierno presidido por el número dos de Pujol y con Felip Puig, el jefe de los mossos cuando el 15-M y tantas otras actuaciones desproporcionadas, como consejero, y a la vez sondear el voto antisistema, si es que eso existe.

Toda la política española está trufada de aquel chiste de "Amanece, que no es poco", en el que la Guardia Civil perdía las elecciones pero las ganaba la secreta. "Que somos nosotros también, menos el cabo Fermín", aclaraba después Saza, en un remedo de aquella viñeta de Hermano Lobo en el que un orador pedía al pueblo elegir entre los políticos o el caos. Lo fascinante de la política catalana es su capacidad para creerse -y en ocasiones, supongo, hacer creer- que ellos son distintos y que todo eso viene de fuera. El escándalo del 4-F, tal y como se retrata en el documental, es un filón político, pero, como siempre, todos están en el ajo. Todos menos Ciutadans y las CUP, por no hablar de Guanyem, que aún no sabemos ni quiénes son.

Lo normal, y así lo reflejan las encuestas, es que estos partidos acaben protagonizando un "sorpasso" espectacular y los tertulianos seguirán mirando las cifras del paro para intentar explicar qué demonios pasa en este país.

martes, enero 20, 2015

Without me



La noticia de que Luis Bárcenas podría salir de prisión tras el pago de una fianza de 200.000 euros sacude las redes sociales. Una muestra más de la impunidad de los poderosos, según unos; una orden directa del presidente, según otros. El caso de Bárcenas es uno de los pocos que demuestra que la justicia española no está tan mal como parece, aunque actúe con casi veinte años de retraso. Durante lustros se estuvo mirando a otro lado en lo que respectaba al PP y su financiación y por fin entre un par de jueces lo han puesto todo patas arriba.

Otra cosa es que Bárcenas tenga que pudrirse en la cárcel toda la vida. No se lo deseo a Bolinaga, menos se lo voy a desear a él. Menos aún sin siquiera haber sido juzgado. El ex tesorero del Partido Popular ingresó en prisión preventiva el 27 de junio de 2013, lo que hace un total de casi diecinueve meses entre rejas. Hombre, para una prisión preventiva no está nada mal y un trato de favor no parece. Con la instrucción ya cerrada y las peticiones de cárcel pedidas por el fiscal, no tenía mucho sentido que Bárcenas siguiera en la cárcel; de hecho, probablemente nunca haya tenido mucho sentido de todas maneras: uno está en prisión preventiva para no fugarse o para que no pueda destruir pruebas. Lo primero solo lo ha hecho Roldán en este país y le costó al PSOE un gobierno. Lo segundo se ha encargado de hacerlo su propio partido.

Junto a la noticia de Bárcenas llega el archivo del caso contra Esperanza Aguirre por desacato a la autoridad. Sí, Esperanza Aguirre, la misma que se ha postulado públicamente para controlar en primera persona a esa autoridad durante cuatro años. Cualquiera podría pensar que se acercan las elecciones. El juez que ha decretado el archivo es el mismo que ni siquiera quiso imputarla hasta que llegó la Audiencia Provincial y le dijo que "hombre, hombre"... En muchos medios se dice que esta noticia allana su camino hacia la alcaldía. Ha presidido el PP de Madrid durante once años sin enterarse de todos los casos de corrupción pero no se puede demostrar que se fugara después de dejar el coche aparcado en mitad de la Gran Vía, donde le dio la real gana, y ponerse a vacilar a los agentes de movilidad. Una cosa, a lo que se ve, compensa la otra.

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Por cierto, Aguirre va a ser nueva columnista de El Mundo. Ese es el nuevo periodismo: la presidenta regional de un partido y posible candidata a unas elecciones que se celebran en cuatro meses, como referente de opinión. No sé si se les ocurrirá llamar a la sección, "Aló, presidenta" porque eso solo lo hacen los populistas, claro. Se podría hablar de la deriva de El Mundo hacia aguas calientes, aguas que generen publicidad institucional y un poquito de dinero, pero lo cierto es que el amor por Aguirre no es nada nuevo, ya lo compartía Pedro Jota, aunque es posible que haya cambiado de opinión con el tiempo, le pasa a menudo.

Aguirre viene a sustituir a Manuel Jabois, que se va a El País. Al parecer, a Casimiro no le ha gustado nada la marcha de Jabois y se lo ha venido a reprochar en Twitter con uno de esos mensajes clásicos del tipo: "Eres un desagradecido, sin nosotros no habrías sido nadie". Es curiosa esa mentalidad y lo extendida que está, porque en más de una ocasión me han comentado la "suerte" que tuvo Jabois fichando por El Mundo. ¿Suerte? Manuel llegó a El Mundo cuando tenía treinta y cuatro años. Yo sé que la sociedad se está infantilizando a pasos agigantados, pero no me atrevería a decir que un tío con treinta y cuatro años, casado, divorciado, con un hijo y quince años de experiencia en el periodismo diario es un aspirante a becario que necesita una oportunidad.

No tengo ningún detalle sobre la oferta de El País ni sobre lo que cobraba Manuel en El Mundo. No son tiempos de disparates, así que supongo que todo será todo mucho más moderado de lo que se dice. En cualquier caso, si alguien se merece cada euro de un posible disparate es Jabois, y si alguien se merece que su mejor columnista le deje colgado a mitad de temporada es el que ha decidido que su compañera, su igual, sea Esperanza Aguirre.

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El Niño Bonito amanece con algo de fiebre. Ni siquiera amanece sino que se adelanta unas dos horas al sol. Son las cinco de la mañana y la Chica Diploma y yo nos miramos como buenos padres primerizos, completamente descolocados. Que Álvaro llore sin parar, especialmente por las noches, no es algo que nos sorprenda; que lo haga con motivo nos descoloca un poco más, como si exigiera una respuesta inmediata de nuestra parte.

La primera fiebre del bebé, algo tan habitual, tan esperado, nos paraliza por completo y nos quedamos los dos mirándolo, como esperando que diga algo, que haga un gesto sublime que inmortalice el momento pero lo más que conseguimos es unas "palmas, palmitas" y un gesto con la nariz arrugada que hemos decidido llamar "el viejito". Su madre le hace el "cucu-tras" y se ríe como un condenado. Luego recuerda que se encuentra mal y tiene sueño y vuelve a llorar desconsoladamente.

Ya  por la mañana, en su despertar definitivo, es decir, el nuestro, sigue caliente y tristón. Unos ojos de pena infinita mientras le paseo con el carrito por la casa para calmarle. Tiene siete meses y una semana, la cosa no se ha dado tan mal. Yo sé que tengo que irme a trabajar pero lo único que puedo hacer es quedarme ahí y mirarlo, protegerlo, pasarme la mañana pensando en volver cuanto antes a casa, exactamente lo que voy a hacer en cuanto termine de escribir este párrafo en la biblioteca del Reina Sofía, la incomodísima planta de arriba copada por universitarios preparando exámenes.

viernes, enero 16, 2015

Train in the distance



Bolinaga enfermó a la vez que mi padre y creo que el cáncer era exactamente el mismo: pulmón en estadio IV, perspectiva de vida que podía ir desde los dos meses a los cinco años como muchísimo. Una enfermedad terminal, vaya. Que el ex etarra le haya sobrevivido en casi dos años no invalida los argumentos que dimos muchos entonces: yo quiero un país en el que el más miserable de los miserables pueda morir en su casa rodeado de su familia y amigos, es decir, exactamente lo contrario al país que parece querer la Asociación de Víctimas del Terrorismo o muchos de los columnistas que se han pronunciado hoy al respecto.

No es nada nuevo. Estos dos años y medio de excarcelación de Bolinaga han estado bajo el continuo escrutinio de los críticos, un constante cabreo porque el hombre no acababa de morirse e incluso llevaba una vida relativamente normal. Entiendo, por supuesto, la rabia y el sentimiento de venganza. Prefiero un comunicado abyecto que dos tiros en la nuca nada más salir del hospital, por poner un ejemplo. Ahora bien, lo que no entiendo es que se pase por alto que la lógica es la misma: no le pegamos dos tiros en la nuca al que nos ha matado a un hijo o a un hermano por la misma razón por la que no le deseamos que se pudra entre dolores en una celda: porque somos Occidente y nosotros llevamos el fuego.

Aunque a veces queme.

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Pensando un poco en mi padre y en mi hijo llego a la siguiente conclusión: siempre vas a deberle algo a alguien que te limpia el culo, salvo que luego le diera por violarte o algo así, por supuesto. En reglas generales, cualquiera al que hayas meado en la cara o vomitado con una sonrisa o tirado del pelo con una violencia extrema es alguien con quien vas a estar en deuda de por vida, al menos desde el punto de vista moral. Te puede caer fatal, puedes poner toda la distancia que quieras, pero lecciones, amigo, las justas.

Como mucho, si estás muy alterado, puedes esperar al final, es decir, al momento en el que tú le cambias los pañales a él y le das la vuelta en la cama y le regañas cada vez que no quiere una cucharada más, pero, claro, hay que entender que no es la ocasión más oportuna para andar con revanchas. Como mucho, para redimirse, y tampoco conviene esperar tanto.

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La Chica Diploma y yo vamos a buscar guardería para el niño. Es la siguiente etapa en este matrimonio que parece sacado de un mito griego. Decía mi madre que buscar guardería es parecido a buscar residencia de ancianos, salvando un poco las distancias, y tiene razón: la misma sensación de que vas a dejar a lo que más quieres en manos ajenas y, en el peor de los casos, despreocupadas, el mismo empeño de los propietarios por convencerte de que tú eres especial y todo va a ir bien, el mismo dilema de si mejor tenerlo contigo un tiempo más aunque no puedas o que se acostumbre cuanto antes a la nueva vida.

Buscar guardería, ya digo, no nos pilla en el mejor momento. Pasamos la Navidad metidos en una mudanza de la que poco a poco vamos saliendo no sin ciertos ataques de ansiedad de vez en cuando. Creo que las mudanzas son el tercer motivo de conflicto en una pareja y que la paternidad es el segundo. No me quiero imaginar el primero. Por lo demás, la vida en Prosperidad es agradable y llevadera. No es fácil llegar a un sitio en invierno, pero es más fácil si ese sitio es el de tu infancia y puedes comprar las patatas fritas en el mismo sitio donde las comprabas cuando tenías once años.

Las señoronas de Clara del Rey con sus abrigos de piel y los señorones con sus artilugios de caza. Vivir en un mundo que claramente no es nuestro y no lo será jamás, afortunadamente. Coquetear con ello, de todos modos, porque coquetear siempre es divertido.