lunes, noviembre 02, 2015

La realidad no entiende de narrativas, pero para eso estamos nosotros



Lo que habría que preguntarse es hasta qué punto aquellos años realmente fueron la hostia. O quizá no, quizá convendría no preguntarse nada. Se nos puede achacar un exceso de narrativa pero la narrativa lo era todo: yo no quería ser Bret Easton Ellis para andar escribiendo realismo social. Cada momento era maravilloso porque de alguna manera sabíamos que iba a quedar inmortalizado desde distintas perspectivas. Pensado en la distancia, es brutal: no solo lo vives sino que lo revives al día siguiente o a las dos días desde tres o cuatro enfoques diferentes. Nos parecíamos a esos jugadores que después de marcar el gol dedican diez segundos a mirarse a sí mismos en las pantallas gigantes del estadio.

Estábamos Hache y yo como cronistas oficiales y estaban la Chica Portada y B. como ocasionales, un poco a rebufo. El resto se limitaba a vivir sin necesidad de estatuas ecuestres. En cierto modo, lo que resultó exagerado fue la expectativa. La de los escritores y la de los lectores. Las personas y las personajes. Cada noche había que pasar a la historia y eso, sinceramente, era demasiado. Creo que la primera en demostrarlo con hechos fue B., que cogió las maletas y se fue a otra ciudad, porque probablemente B. era la más sensata de todos o la que menos necesidad de insensatez tenía.

¿Los demás? De todo un poco. El caso es que nos fuimos distanciando del escenario y con el cambio de ropas llegó también un cambio de narrativa. No diría que fuese peor, al contrario, pero fue muy diferente y aquel 2007 lo vivimos como un larguísimo agosto en el que ves cómo cada día anochece más pronto. Sobrevivimos, que es lo que cuenta. Lo que me sigue sorprendiendo y eso no lo puedo razonar de ninguna manera es que todo pasara en el mismo sitio y que todo durase tanto. Y cuando digo "todo" digo "tantas cosas tan distintas", como se puede ver estos días en las diferentes esquelas. Cada loco estaba a su tema y nosotros, encantados, repartiendo pastillas a nuestro antojo, en nuestra idioteca.

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La consideración de Ciudadanos como partido de centro-derecha es muy matizable. Muchos de los prejuicios que rodeaban a UPyD se repiten ahora y eso que Rosa Díez era mucho más de izquierdas de lo que nunca será Albert Rivera. Otra cosa es que sea fácil entender que todas las encuestas coincidan en que la formación naranja le quita votantes y más votantes a PSOE y Podemos. Por supuesto, hay un electorado común, y eso lo discutíamos la Chica Diploma y yo el otro día con una diputada de Ciudadanos en la Asamblea de Madrid: hay un electorado que se mueve entre los 25 y los 40 años, devastado por la crisis, perteneciente por familia a la clase media, que ve cómo cada año que pasa las cosas no van a mejor y que está dispuesto a votar cualquier cosa menos lo que conoce de toda la vida.

Ahí entrarían los votos de Podemos a Ciudadanos. Los del PSOE tendrían que ver con una crítica a las posiciones ambiguas de Pedro Sánchez o incluso a sus pactos regionales con formaciones más radicales de lo que el votante más centrista desearía.

Con todo, los resultados me parecen difíciles de creer: hace un año, Metroscopia daba a Podemos ganador de las elecciones y al PSOE en segundo lugar. Un país no puede pasar de ser completamente de izquierdas a ser completamente conservador en apenas doce meses. No hay un repunte real en la economía que lo justifique e incluso la economía no se puede contar como un factor decisivo a la hora de ir a votar. Puede que lo fuera en 2000 y en 2011, pero desde luego no lo fue en 1993 ni en 2004, ni siquiera en 1996.

El avance de Ciudadanos llegará donde llegue el suelo del PP, que dudo que esté por debajo del 26% de las elecciones europeas pero tampoco debe de estar muy por encima. En cuanto a Podemos y PSOE, creo que sus resultados serán mucho mejores de lo que se augura. Es una creencia muy poco científica, una creencia un poco taxista, si se quiere, pero no hay razones para su derrumbe o yo no las veo. La realidad, como siempre, sacará a cada uno de sus fantasías.

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Se hace más complicado un lunes por la mañana con lluvia y las guarderías cerradas. Se hace complicado porque es complicado, qué demonios y hay cosas para las que uno sirve y cosas para las que uno no sirve. En cualquier caso, las horas pasan y con las horas la sucesión de dibujos animados de Clan TV y los libros que el Niño Bonito va trayendo de su cuarto uno a uno para que yo se los lea, la parte que menos le interesa de todo el proceso.

También hay tiempo, por supuesto, para los programas contenedores. Mucho caso Asunta, que es un caso que siempre me ha fascinado porque seguimos sin saber los motivos ni la participación de cada uno de los acusados. Un colaborador de Susanna Griso lo reconocía así: no sabemos ni exactamente quién, ni exactamente dónde ni exactamente por qué. Todo lo necesario para contar una historia, vaya.

El problema, le interrumpió un jurista, es que la justicia no entiende de historias. Nunca llegaremos a saber exactamente cómo sucedió un crimen ni aunque nos lo cuente el criminal, pues los criminales, como es sabido, mienten mucho. El caso más mediático de los últimos dos años acaba por tanto sin narrativa que llevarse a la boca. Imposible la TV Movie, imposible la película de los hechos. Como mucho, algún Truman Capote que ficcione la realidad porque la realidad, por sí misma, a veces da titulares pero rara vez va más allá de la entradilla.