jueves, mayo 14, 2015

Bailar pegados


Eurovisión me remite a Sergio Dalma. Por supuesto, me acuerdo de muchas otras ediciones, pero supongo que la que me pertenece de verdad es esa. Sergio Dalma cantando en el salón restaurante de un hotel de Palma de Mallorca, principios de mayo. Yo aún no había cumplido los catorce años y ya estaba perdidamente enamorado. Los días mostraban los altibajos propios de un viaje fin de curso lleno de preadolescentes.

Aquella noche había discoteca. No recuerdo cuál. El primer día, cuando dejamos las cosas en el hotel y nos fuimos corriendo a la playa con los profesores, una avalancha de relaciones públicas fue dejando un rastro de tarjetas descuento e invitaciones a garitos "light", la moda de la época. Las noches tenían un aire de familia: nadie bailaba Technotronic ni Snap ni Black Box ni nada de eso, solo nos animábamos con Xuxa y Emilio Aragón. Una infancia destrozada.

Una noche bailé con M. y otra noche bailé con A. La de A. la recuerdo mejor porque, ya digo, estaba locamente enamorado. Ella llevaba una camiseta a rayas blancas horizontales, le pedí bailar y creo que nos pusieron el "Wicked game" de Chris Isaak, que es una canción muy atormentada pero a la vez muy de arrimarse. Solo que no nos arrimamos. Yo jamás me habría atrevido a algo así, niños remilgados de colegio privado burbuja, y ella desde luego no lo habría permitido. Bailamos como se baila en la pubertad: ella con las manos en mis hombros, yo con las mías en su cintura. Luego nos disolvimos con cierto embarazo.

Fueron unos días maravillosos: los malotes nos juntábamos en las habitaciones para trazar planes y conseguir alcohol y los frikis nos juntábamos en las habitaciones para tirarnos sobre las camas y hacer como si siguiéramos teniendo diez años. Yo era ellos a intervalos, un día cada, y nadie me lo reprochó nunca. Quizá por eso pensé que podría seguir siendo así el resto de mi vida. Lógicamente, me equivocaba.

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El cumpleaños de 2008, sin duda. Comida con Mercedes y mi padre, pequeños ataques de nervios previos al encuentro de La Latina y a partir de ahí un río de amigos y chicas preciosas, a cada cual más, que se iba pasando por la cervecería Tere mientras yo me hinchaba como un pavo. Noches de San Isidro meando en el parque de Las Vistillas mientras de lejos suena un chunda-chunda, calimocho y cerveza para treintañeros al borde de la crisis.

Cuando acabó todo nos quedamos Fer, la chica que protagonizó mi libro sin saberlo y yo. Era una chica preciosa. Creo que en mi vida solo he visto una chica más guapa y me casé con ella, así que con eso lo digo todo. Fer se echó a un lado sabiamente y nosotros entramos en un garito, creo que el Garibaldi. El ambiente a las cinco de la mañana estaba cargado de esa electricidad que tienen los bares de madrugada cuando las chicas ya se han ido, un "quítese usted de en medio forastero, que ya no quedan señoritas en el bar".

Hay gente que en esos contextos se viene abajo y gente que se viene arriba. La chica preciosa se vino arriba porque le gustaba sentirse preciosa y disfrutar de todo el carrusel de miradas lascivas hacia ella y agresivas hacia mí. Le pedí que me besara, al fin y al cabo era mi cumpleaños, pero se negó con cierta elegancia, algo así como "la belleza se mira pero no se toca". ¿Qué hacíamos ahí entonces los dos a las cinco de la madrugada en un antro de Huertas?, ¿qué haríamos después en San Ginés peleándonos por un chocolate con churros? Ese era el encanto de aquellos años, la sensación de que nunca sabíamos lo que estábamos haciendo y cada página empezaba de cero con otros personajes, otros escenarios, otra trama... aunque casi siempre, para qué engañarnos, un mismo final.

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Preguntan a Pablo Iglesias en Espejo Público si es consecuente que Íñigo Errejón tenga una cuenta en uno de los bancos que Podemos quiere que la Junta de Andalucía vete para alcanzar un acuerdo con el PSOE. Iglesias se queda en blanco y musita "desconozco si Íñigo tiene una cuenta en uno de esos bancos pero quizá debería darle una vuelta y sacar su dinero de ahí". Es una respuesta estúpida de alguien que, por otro lado, suele ser ágil con las respuestas. Era tan fácil como decir: "Nadie le está pidiendo a Susana Díaz que no tenga una cuenta en el banco que le dé la gana, se le pide a la Junta de Andalucía". Esa manía asociativa del periodismo: Díaz es Andalucía y Errejón es Podemos. Puta manía de los compartimentos estancos y de no querer enterarse de nada.