miércoles, abril 08, 2015

Irene Lozano al rescate



Mi hijo y el de Miguel Aguilar se llevan muy poco tiempo. El suyo ha debido de cumplir ya el año y el mío va por los diez meses, una diferencia casi inapreciable en principio pero que tiene su importancia: yo escribo entusiasmado que el niño ya gatea y se pone de pie, Miguel responde que echa de menos los tiempos en los que el suyo no hacía ninguna de las dos cosas.

En efecto, la movilidad de los bebés agota, especialmente a la gente sedentaria, tranquila, con tendencia al agotamiento ya de por sí... pero a la vez es con diferencia lo más emocionante que me ha pasado en estos meses de aprendizaje paternal. Podría pasarme la mañana entera viendo al Niño Bonito sonreír y gatear y luchar por ponerse de pie y luego abrazar a Mickey -"Mi" en su lenguaje- y volverse loco cuando ve el iPad y fantasea con dibujos animados del Baby TV -"BiBi", de nuevo en su idioma-. El Niño Bonito tiene vida propia, ya es algo irreversible, pero a la vez nos necesita tanto que uno se estremece.

A veces, la Chica Diploma se viene un poco abajo. Yo la entiendo perfectamente porque una vida llena de imprevistos, de cambios de humor de un día para otro es complicada para alguien que quiere ordenarlo todo para que todo salga bien. El Niño Bonito a veces la vacila a ella y a veces me vacila a mí, pero nos quiere con locura. No siempre será así. No siempre nos vacilará y no siempre nos querrá con locura y echaremos de menos estos tiempos en los que todo el problema es que se desvela a las dos de la mañana y se pone a dar cabezazos contra la pared muerto de risa.

Algún día, ese niño nos echará en cara todo lo que faltó igual que nosotros nos maravillaremos de todo lo que fuimos capaces de hacer por él. Y ninguno entenderá nada, claro.

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Irene Lozano se ofrece para renovar UPyD. Es curioso porque Irene Lozano, a la que entrevisté para UNFOLLOW por su excelente libro "El saqueo de la imaginación", es una de las grandes responsables del desmembramiento y el lento suicidio del partido. Cuando se habla de "los errores de la cúpula" para explicar que hace menos de un año, UPyD consiguiera cuatro eurodiputados y hoy no sea capaz de llegar al 2% en las encuestas, normalmente los críticos se refieren a dos cuestiones: no haber pactado con Ciudadanos y no haber sabido aceptar la disensión interna con respecto a ese posible pacto.

El primero no me parece un error. Creo que hubo un empeño mediático algo enloquecido por unir a la "tercera España" y meter a Ciudadanos y UPyD en un mismo saco, incluso colar a VOX si hubiera hecho falta, especialmente tras el toque de atención de Podemos. También sé que muchos votantes y afiliados de UPyD hubieran visto con buenos ojos esa fusión, pero digamos que es razonable que un partido tome sus propias decisiones y crea que va por el buen camino. Yo me fiaba de UPyD y no me fío de Ciudadanos, entiendo que hubiera gente a la que le pasara lo mismo.

Sin embargo, el segundo error es el que ha echado abajo el castillo de naipes y en eso Lozano tiene más culpa que nadie. La llamada al orden de Rosa Díez a Wagner Sosa cuando el eurodiputado manifestó en público su apoyo al posible pacto de marras era hasta cierto punto de esperar, igual que los insultos -las coces, que dice Montano- de Gorriarán fuera y dentro de Twitter, pero la gota que colmó el vaso fue aquel ignominioso y estalinista artículo de Lozano llamando traidor a Wagner por desviarse de la línea marcada por los líderes.

Bien, esa mujer, menos de un año después, es la que va a regenerar la democracia interna del partido. Hace falta tener mucho cuajo, pero mucho, para ir así por la vida.

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Termino "Canadá" y empiezo las historias de baloncesto de Gonzalo Vázquez. Son maravillosas. Por supuesto, te tiene que gustar el baloncesto estadounidense, pero aparte de eso, la manera de escribir de Gonzalo, ese gusto por la claridad y a la vez el mimo al lector desde la primera línea. Su capacidad para que el dato quede maquillado dentro de una historia y no entorpezca el relato... Todo eso hace de él uno de los grandes periodistas de este país. Aunque, por supuesto, muy pocos se lo reconozcan y él siga penando en esa doble vida de madrugadas eternas y días anodinos.

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Salimos del Da Nicola rumbo a la tienda de New Balance de la Gran Vía. El Niño Bonito mira al suelo desde su carrito ya completamente vertical mientras unos policías montados a caballo suben por Montera y deciden meterse en el carril bus, cortando toda la circulación de la Gran Vía a las cuatro y media de la tarde de un lunes laborable. No se intuye en los jinetes el más mínimo azoro. Cabalgan gallardos entre los coches. Caballos en Madrid. Si tuvieran que perseguir a alguien, probablemente los dos resbalarían y caerían al suelo estrepitosamente.

No solo eso: a los pocos metros, empiezan a cagar. Un reguero de mierda de caballo que llena la Gran Vía, con su olor, con su amarillo llenando las ruedas de los taxis que no pueden evitarla. Los turistas mirando atónitos y tapándose la nariz con la mano. ¿Todo eso para qué? Para nada. Así, Madrid, ese otro gran simulacro.

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"Y la vi de lejos, caminar por la arena. Los zapatos en la mano y en la cara una pena. Y una lágrima suya, como dijo Peret, en la arena cayó... ", así desde los doce años. Y luego no quieren que sea romántico, sino un cínico costumbrista más. Complicado.