domingo, febrero 08, 2015

La "generación callcenter"



La noche de los Goya fue la del triunfo de "Ocho apellidos vascos" y en particular el de Borja Cobeaga y Diego San José, sus guionistas. Sé que esto no lo verán en muchas crónicas pero yo lo leí en Twitter y me pareció acertado: de las manos de Cobeaga y San José nacieron tres personajes que acabaron en premio: los de Carmen Machi, Karra Elejalde y Dani Rovira. Rovira, por cierto, un presentador completamente imposible sin la película que más ha recaudado de la historia del cine español y que, sin menospreciar el enorme talento de Emilio Martínez Lázaro para encauzar cualquier buena idea, no deja de ser el proyecto desde hace casi diez años de esta pareja de guionistas.

A Diego San José no le conozco demasiado, pero de Cobeaga puedo hablar con conocimiento de causa. Su importancia en la historia reciente del audiovisual español, aun a sus 37 años, es tremenda: apellidos vascos aparte, ha firmado uno de esos éxitos generacionales que consiguen que una palabra trascienda más allá de su uso habitual con "Pagafantas", viajó a Hollywood a luchar por un Oscar con "Éramos pocos" y fue pieza clave en la consolidación de "Vaya semanita", el proyecto de la ETB que cambió en buena parte la idea española del humor como un señor que se viste de mujer y trata de imitar a la Pantoja.

Me pregunta la Chica Diploma cómo llevará Cobeaga el hecho de que su nombre ni aparezca en la gala, como si no existiera. No lo sé porque Cobeaga no es un hombre de fácil escrutinio, pero quiero pensar que lo lleva bien. Borja siempre ha sido un profesional. Cuando hubo que trabajar en Gran Hermano trabajó en Gran Hermano, cuando tuvo que formar parte de Confianza Ciega -doce años después se impone una segunda parte- lo hizo. No hay en Cobeaga el menor rastro del "artista" en el peor sentido de la palabra. Quizás él se considere un artesano, sin más, y quizá por eso a la Academia le parezca que no pasa nada por no reconocerle su enorme trabajo. Obviamente, se equivoca.

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Yo no sé si un periódico en busca de su identidad y la recuperación de lectores puede permitirse una encuesta como la que publica hoy El País. No ya por los resultados concretos de este domingo, que, fíjense, a mí me cuadran: Podemos gana las elecciones con algo de ventaja sobre el PP (esto probablemente sea al revés), el PSOE ronda el 20% en clara tercera posición y Ciudadanos supera con mucho el 10% de los votos, acercándose peligrosamente a los socialistas, confirmando la eclosión mediática de Albert Rivera.

Tiene lógica, salvo la parte que deja al centro-derecha español en solo un 20,9%, pero contradice todas las últimas encuestas que la propia Metroscopia ha ido publicando en el periódico durante los últimos meses. Una cosa es adelantarse y otra cosa es decir una cosa y la contraria en apenas tres meses. Este otoño, mientras todas las encuestas confirmaban la sangría del PSOE provocada por el avance de Podemos, El País insistía en ponerle como partido más votado en todas sus encuestas con ventajas de incluso siete puntos y medio sobre el PP. Ahora, de la noche a la mañana, vuelve la cordura y baja al tercer lugar que parece que le corresponde. Ciudadanos no existía y ahora sería casi decisivo en el gobierno. Vale que la demoscopia es una disciplina complicada y que las percepciones ciudadanas pueden variar, pero si ha enloquecido, que no ocupe la portada de tu periódico.

Otros sondeos para las generales: Libertad Digital da como ganador al PP con tres puntos de ventaja sobre Podemos pero le infla los escaños hasta llegar a cincuenta de diferencia, algo muy improbable. La Sexta da un empate entre Rajoy y Pablo Iglesias, con Sánchez a seis puntos y donde El País da a Rivera el 12% de los votos, Invymark no le concede ni el 4%. Alguien está siendo un genio y alguien un inútil de tomo y lomo. Aún no sabemos quién. Todo esto, y mucho más, lo pueden consultar en Electomanía, como hago yo en mis madrugadas de insomne.

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Dice Tania Sánchez que lleva desde 2003 viviendo de la política pero que antes ha trabajado "incluso cogiendo teléfonos". Coger teléfonos es el nuevo ESADE. Cuando trabajé en Solmeliá haciendo reservas en hoteles de mar y playa, los requisitos para hacer el curso de formación eran ser licenciado y hablar tres idiomas. Las mentes más privilegiadas de mi generación ahí estaban: hablando con el Sol Patos a ver si se podía conseguir una cama supletoria.

No sé si lo de Tania es verdad o no. No me interesa en absoluto. Sí me hace gracia el fenómeno, la cantidad de futuros miembros de la élite de este país que puedan haber estado en algún momento atendiendo al cliente de Telefónica o algo así. La "generación call-center". Me gusta más ese nombre que cualquier otro más pedante. Luis Arribas, el excelente escritor metido a runner o viceversa, me regala el concepto de "Sillycall Valley". Ahí aprendimos a manipular, no tener escrúpulos y aguantar los chubascos en forma de insultos. Algo bueno tendrá que salir de todo eso.

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Muere René Lavand, el prestidigitador manco. Lo trajo Juan Tamariz en varios de sus programas de los ochenta y noventa y nos quedamos todos los enanos con la boca abierta delante del televisor, con esa parsimonia argentina, ese "no se puede hacer más lento" mientras las cartas cambiaban de lugar, de color y de palo. Lavand y Tamariz como base fundacional de mi fascinación por la magia, no tanto por lo esotérico, que también, sino por lo meramente manual. La habilidad. Yo siempre he destacado por ser muy torpe en todo, no solo con las manos. La imagen de aquel anciano sereno derrapando las eses y tratándote como si nada tuviera importancia me resultaba de lo más relajante.