lunes, junio 30, 2014

The National Anthem


Dicen que los bebés se comunican mediante el llanto. En ese caso, el Niño Bonito es comunicativo de cojones. Al menos, a las tres y a las once, de manera casi infalible. No sé exactamente qué tiene que contarnos a esas horas pero cuando lo sepamos nos vamos a quedar a cuadros. Anoche estuvimos viendo el fútbol juntos. Costa Rica-Grecia. Él bostezaba y yo le explicaba los valores de la cultura helénica en la construcción de Europa. Luego empezó a llorar.

Estoy pensando en mandarlo a una tertulia, a opinar sobre Madina o Pablo Iglesias. Que le den paso y se ponga a llorar, que "buaaaa" sea su opinión sobre todo y el pobre Alfonso Rojo ahí, sin saber muy bien qué decir, por fin silente, abrumado. El fin de Al Rojo Vivo. Para compensar, la Chica Diploma le pone al Conde Lecquio y a veces le calma y a veces, no, eso depende de la paciencia que tenga.

También seguimos con la música, creo que hemos probado todos los grupos que conocemos y nos gustan mínimamente. Si la cosa sigue así, hoy probaré con Radiohead, el principio de "Planet Telex" o el principio del "The National Anthem". Ensayo y error. Zahara le calmó durante un disco, igual que Vetusta Morla. Al segundo, el niño pidió un cambio. Chico impaciente. Hablando de Radiohead y aprovechando que el niño duerme y eructa mientras la Chica Diploma ve un capítulo atrasado de "House of Cards", ayer me dio por tararear la canción que tienen arriba de manera obsesiva y recordar el día que fuimos a verles a Bilbao, con 24 años recién cumplidos, plaza de toros llena y viaje posterior a Santander con mi hermano y sus amigos.

Me cuesta olvidarles, lo que nos llevaría al "Why can´t you forget?" y a algo parecido a "Everything is broken, everyone is broken". Me cuesta olvidarles porque la cosa salió mal, si hubiera salido bien no habría más preguntas, señoría. Yo les echo la culpa a ellos y ellos me echan la culpa a mí y el problema en todo esto es que ellos son muchos. El caso es que fue un fin de semana de la leche: juntos en Bilbao, juntos en Santander, en casa de mi padre, mientras mi padre no sé muy bien qué hacía, partidos del Racing contra el Valencia y Multifutbol en una terraza de El Sardinero.

Al día siguiente fuimos a la playa y me llamaron de Pasapalabra para decirme que tenían que adelantar mi participación, que estudiara mucho y que me preparara para ir al día siguiente a San Sebastián de los Reyes. Yo les dije que sí a todo y seguí tomando el sol porque nada me gusta más en el mundo que mandar a tomar por culo a los que dan órdenes. En cualquier caso, sí, fui al programa e incluso lo gané pese a la poca ayuda de un tipo llamado Félix El Gato, que afortunadamente ha quedado en el olvido.

La intervención televisiva, que duró solo dos programas, dio para mucho en el colegio en el que daba clases. Era un grupo de adolescentes que ahora están cumpliendo 28 años y que cuando solo tenían 5 habían organizado una función de fin de curso que dirigí yo. Nuestra historia venía de lejos. Decían que eran los peores del colegio pero a mí me parecieron buenos chicos. Ninguna putadita, ningún vacile significativo. Me acababa de dejar mi novia y estaba destrozado. Cuando hablaban demasiado, a gritos, me asomaba a la ventana con aire melancólico y conseguía darles pena. Fueron unos meses jodidos, realmente jodidos. Tan jodidos que si le preguntaran a mi hijo qué opina de todo lo que tuvo que pasar su padre lo más seguro es que contestara: "Buaaaaa".

domingo, junio 29, 2014

All the way to Reno (You´re gonna be a star)



Hablo con Rose of Sharon. A ella le queda un mes, algo menos. Tiene ganas de verle la cara y a la vez le da pena dejar de estar embarazada. Igual que la Chica Diploma. Cuando trabajábamos juntos, hace doce años, me ponía la canción que tienen arriba en los cascos y me intentaba alejar de la rutina de llamadas en un call-center para animarme cara a un futuro improbable. Canciones que ahora ya no puedo cantar para mí, por supuesto, pero sí para mi hijo.

Y es que al Niño Bonito, de momento, le puede el ego. Cómo culparle. No hay cólico que resista el soniquete de su padre repitiéndole lo guapo que es y haciendo una especie de baile indio por el pasillo. A veces se resiste un poco más, coqueto, y otras cae inmediatamente rendido a la adulación. En estos días, sinceramente, ha habido momentos de pensarnos muy seriamente pasar nuestro estado civil a Defcon Uno pero hemos sobrevivido. Hemos sobrevivido nosotros y ha sobrevivido él, que tiende a echarle un poco de cuento para conseguir una buena ración de brazos.

Esa es mi vida ahora, o quizá la haya sido siempre solo que ahora hay pañales y convencionalismos. Casado y con un hijo y todo ese rollo. Quizá sea el momento de maravillarse y recurrir al manido "Con lo que yo fui" pero la verdad es que 37 años me han dado para ser muchas cosas -salvando a Matilde Urbach, por supuesto- y una de ellas ya era el chico soso que se quedaba en casa todo el día y no salía con sus amigos ni trasnochaba más de lo necesario.

Lo que me preocupa estos días es cómo conciliar esta vida de padre responsable con la de trabajador activo, es decir cómo alimentar a mi hijo más allá de su ego. Escribir después de Fuerteventura ya era un reto, ¿qué podemos decir de escribir después del Niño Bonito? ¿Y de dar clases de inglés después del Niño Bonito? ¿Cómo demonios se vuelve de aquí a la mediocridad? Por las mañanas, lo reconozco, le echo de menos. A ese punto hemos llegado. Abro los ojos tarde porque la Chica Diploma se queda con el turno más complicado y quiero que se despierte ya y se eche a llorar como un loco y así tenga que cogerle yo y dejarle dormido en mis brazos.

Echo de menos a mi hijo, me gusta como suena.

Y cuando despierta, lo dicho, a veces llora y a veces, no. Normalmente, sí, para qué engañarnos, pero cuando se queda tranquilito, la cabeza cada vez más formada, quince días ya en este mundo, una cierta pausa dentro de sus recurrentes ataques de ansiedad, ese momento es de una felicidad completa. Felicidad suya, mía y de la Chica Diploma, los tres en nuestra burbuja de amor y mimos. Supongo que cuando lo miramos, tan perfecto, los dos pensamos satisfechos: "Lo hemos conseguido" y de alguna manera nos maravillamos por ello, por conseguir nosotros también la felicidad aunque haya sido relativamente tarde: una casa con niño alegre, libros por todos lados y un montón de diplomas que colgar. El resumen de nuestras vidas.

A veces, le hablo al bebé y a mi mujer le hace gracia. Le cuento cosas sobre mí, sobre él, y, mientras, abre mucho los ojos, como si le interesara. Hablamos de chicas y de playas con rastas. Estaba a punto de escribir que yo lo único que quiero es darle a mi hijo las herramientas para que él se abra camino como quiera, pero luego me he dado cuenta de que hasta eso me da miedo: darle las herramientas equivocadas, ¿se imaginan? Y el pobre dando martillazos a una catarata. Acompañarle a recoger las herramientas me bastaría, supongo, o decirle: "Mira, herramientas" y que él ya vea. No sé, supongo que lo complicado de todo esto es poner la distancia entre querer y poseer.

En ese sentido, mi hijo es como todas las mujeres que han pasado por mi vida, así que no es de extrañar que si no estoy preparado para la paternidad por lo menos lo parezca.

martes, junio 24, 2014

Tu avais a peine 15 ans, tes cheveux porteaient des rubans



El Niño Bonito nos ha salido melómano. Eso no lo inhabilita para acabar como arquitecto o ingeniero pero digamos que lo acerca más a mi sueño de chico con guitarrita y rastas en una esquina con Corralejo, para lógico espanto de su madre. Aparte de melómano, hay que empezar a reconocerlo, ha salido llorón. En fin, yo en estas cosas me siento un poco desarmado porque, ¿quién soy yo para juzgar a un niño de once días?, pero lo cierto es que a veces exagera un poco las cosas y el llanto se le va de las manos. En apenas una semana ha pasado de Defcon cinco a Defcon tres y la alerta persiste. No es para tanto, Alvarito, ya te darás cuenta cuando te deje la novia. Luego le cantamos canciones de Miguel Bosé o Gerard Lenorman y en el mejor de los casos se queda dormido tres o cuatro horas.

A mí me sigue pareciendo un chico triste. No sé qué idea tenía en la mente de lo que debía ser un recién nacido, si tenía que venir con la mochila de Pocholo ya puesta o qué. Cada vez hay menos espacios de melancolía, de hamaca frente a la ventana repasándose los nudillos con sus ojitos estrábicos y más rabia pura y dura. Todo mal, todo mal, parece decirnos con su llanto desgarrado. Y yo me pregunto: ¿mal qué, exactamente? y por miedo a que le dé por responderme cambio de canción y paso a cualquier otro grupo, Vetusta Morla, por ejemplo.

Por lo demás, ayer salí de casa porque es bueno comprobar que hay un mundo ahí fuera y que no todo son tomas de pecho y pañales. Cuando mi mujer lo descubra se va a llevar una alegría enorme porque la pobre empieza a estar francamente destrozada. En la calle donde ponen el Cortylandia en Navidades, justo donde la sede central de Cajamadrid, una pareja aporreaba cajeros automáticos hasta que a ella le dio un ataque de ansiedad y se desmayó. Cuando el guardia de seguridad se acercó a atenderla, el marido o el novio o lo que fuera -rondaban los 40, quizá 45- se puso a gritar: "¡No la toques, no la toques!".

Me gusta Madrid cuando se pone así. Ajena. Todos mirando desde una distancia abisal y cuando alguien se acerca a hacer algo le cae la bronca. Madrid en verano me parece una ciudad moderadamente habitable. El resto del año, no. En los discos de relajación para bebés -y hemos probado unos cuantos- gustan de poner el sonido de las olas rompiendo en la orilla, básicamente porque el sonido de las olas rompiendo en la orilla es la hostia y relaja a cualquiera, aunque sea un recién nacido. ¿Por qué preferimos los bocinazos en la rotonda? Difícil de explicarlo, pero permítanme que no me pierda de nuevo en nostalgias.

En fin, paseo por Callao-Sol-Ópera en uno de esos días en los que la ciudad es intercambiable por cualquier otra ciudad turística. Mis libros, en su sitio, bien ubicados en La Central, El Corte Inglés, la FNAC y la Casa del Libro. Todos mis libros menos "Amaneceres imprevistos", claro, que ya no sé ni si lo he llegado a escribir. Supongo que es un guiño al primer relato de la colección. Por la calle cruza un hombre con insignias del Madrid y camiseta de Brasil. En casa, la tía de la Chica Diploma le canta la Internacional al Niño Bonito y el Niño Bonito, sin criterio alguno, coge y se duerme, que es el gran reto de cada día, cada hora, cada minuto... luego me lo pasa a mí y, lo dicho, me da por cantar "Michelle", esa historia que me recuerda al amor adolescente que nunca tuve, el de los quince años y el recreo y las coletas y sentarse juntos en clase y ese largo etcétera que los jóvenes grunges nunca nos permitimos.

Pero nuestros hijos aún están a tiempo.

jueves, junio 19, 2014

And we were never being boring



Al sol, el Niño Bonito tiene un aire de anciano melancólico, con sus arrugas, su ceño fruncido y su mirada perdida. Un bebé nostálgico. Es guapo como su madre y triste como su padre, dirá la gente, y no es mala combinación si no se le va la mano. Para aumentar el parecido, le hemos colocado en una pequeña hamaca que él mismo está empezando a balancear con su cuerpo. Le encanta. Se queda ahí, de pie ante el mundo, con esa pose de "todo esto antes era campo" y recuerda sus felices días en el útero, días que no han de volver.

Luego se queda dormido en el sofá y le dejamos ahí un buen tiempo. A veces tengo la sensación de que se aburre: comer, llorar, dormir y poco más. Cuando lleva un rato con los ojos abiertos frente al mundo pone cara de que el mundo tampoco era para tanto y que mejor buscar otro bebé con el que echarse un dominó en el bar. En mi imaginación, el Niño Bonito es Benjamin Button y eso sería maravilloso siempre que tenga la cara de Brad Pitt.

Por lo demás, la vida de padre da de sí lo que uno quiere, es decir, poco. Una excusa perfecta para ver la tormenta desde el salón mientras los niños recogen las toallas de la piscina. Artículos sobre Bolaño y sobre Caritoux, como si fueran la misma cosa. Algo de Mundial pero poco y sin entusiasmo, que es algo un poco absurdo porque un Mundial sin entusiasmo ya me dirán ustedes qué es. Bastante de Twitter pero desde una cierta distancia. El otro día hablaba con Gonzalo Vázquez en la Feria y coincidíamos en que nuestro papel ahí es precisamente callarse.

Sin embargo, hay momentos buenos, o conversaciones buenas, especialmente las que recuerdan el vídeo de "Being boring", de los Pet Shop Boys. Decían Percival y Pedro Ampudia que ese es el vídeo en el que ellos habrían querido vivir siempre. Yo estaba de acuerdo, aunque sospecho que si los tres nos mudáramos allí acabaríamos hablando de fútbol hasta cansar a todas esas ninfas de blanco y mandarlas a un vídeo de cualquier otro grupo. Maroon 5, por ejemplo. Hablábamos también de lo parecidas que fueron las infancias y las adolescencias de todos nosotros, los setenteros, y quizá en eso podríamos recurrir de nuevo al principio de Anna Karenina.

En fin, que el Niño Bonito no demanda demasiada atención y cualquier día nos lo encontramos fugado de casa, asomado a la valla de unas obras o incluso haciendo ondear una bandera al paso de un nuevo rey. Mientras, su madre y yo nos ponemos "House of Cards" o sacamos un rato para leer, por ejemplo "Escarnio", de Coradino Vega, otra historia de setenteros que ya eran abuelos a los diecinueve años. Todo esto hasta que empieza de nuevo el juego: él se pone a berrear a ver si pasa algo y nosotros le ponemos en cincuenta posiciones distintas a ver si nos pasa algo a nosotros. Y así todo el día, sin que llegue a resultar aburrido de momento.

miércoles, junio 18, 2014

We all live in a yellow submarine



La Chica Diploma pone el disco que compré de canciones de los Beatles para bebés y lo pone a un volumen muy moderado. Mañana de miércoles en el barrio de Planetario, toldos subidos, un gato negro se cuela por la rendija de una ventana desafiando el abismo. La selección combina canciones alegres y otras para dormir. Empieza por "Michelle" y acaba por "Yellow submarine". En medio hay algunas elecciones sorprendentes, como "She´s leaving home" -mejor no ir metiendo determinadas ideas en cabezas de neonatos- y "Nowhere man", que es algo así como decirle al niño, "bienvenido a tu vida mediocre".

En la tele, unos señores muy ordenados deciden que no se puede llevar pelo largo ni tatuajes ni pendientes a un puesto de trabajo, que solo faltaría.

El Niño Bonito mientras tanto sigue dormido a mi lado, televisión ya apagada, libro de Coradino Vega en la mano, el mismo que me acompañó durante las 42 largas horas del parto -mentira, el parto fue tan largo que me dio tiempo a acabar el de Jacobo Rivero antes-. Bosteza de vez en cuando y respira con repuntes de agitación. Por lo demás, cada cinco o diez minutos abre sus ojos rasgados y si lo que ve no le gusta -suelo ser yo- los vuelve a cerrar y a lo suyo.

Pienso en este tipo de vida. El tipo de vida en el que es miércoles, insisto, y no hay nada que hacer por delante más que compaginar páginas de un libro con miradas embelesadas a mi hijo. "Es hipnotizante", dijo la Chica Diploma, que se encarga más de las noches, unas noches por lo demás tirando a plácidas porque este bendito ha venido al mundo con la idea de su padre: intentar molestar lo menos posible. Otra cosa es que lo consiga, porque su padre desde luego ha fracasado estrepitosamente.

Es una vida que le hace pensar que a lo mejor Fuerteventura está en uno mismo. Sé que esta idea se puede encontrar en cualquier libro de Elsa Punset y es bastante barata pero es la típica cosa que uno piensa cuando su hijo está arrugadito a su lado en el sofá, justo debajo del sobaco, buscando pezones inexistentes, y tiene solo cinco días. Piensa que podría quedarse el resto de su vida así, sin trabajar, sin escribir, gastando el dinero que heredó de su padre, arruinándose poco a poco mientras ve crecer a su hijo, día a día, mes a mes, año a año...

Acabar arruinado y sin un duro, completamente olvidado por las masas y las editoriales y los periódicos y los alumnos de inglés, pero con mi hijo al lado. Los dos solos por la carretera, pelo sucio, recordándole que nosotros llevamos el fuego y que lo único de lo que tiene que preocuparse es de ser feliz.

miércoles, junio 11, 2014

Montano en Arganzuela



Montano lo llama "hacer la mili", que es una variante del "hacer carrera" o "hacer marca" tal como lo pone Monteserín pero en el fondo es lo mismo. Martes por la tarde en la Feria del Libro, caseta 124, a la derecha yo y mis "Amaneceres imprevistos", a la izquierda, Zahara, Rebeca y sus aforismos ilustrados. Sus compradores se agolpan hasta el punto de tener que poner una valla y dos tipos de seguridad para que moderen las expectativas.

En mi lado, no; en mi lado una sonrisa y acercar libros a los paseantes mientras hablo con Carty. Firmas, pocas, pero bastante agitación y eso se agradece: desde mi cuñada al cuñado de mi primo pasando por distintos cargos de la editorial, gente que solo conocía de Twitter y la entrañable Montse, que después de comprar su libro a Zahara aún tiene tiempo, dinero y cortesía como para comprarme uno a mí. Finalmente, cuando la tarde ya se está acabando y el librero sigue con cara de cabreo sin que acierte a entender por qué -es martes, yo he vendido 6 libros, Zahara puede que 50, no se puede pedir mucho más- aparecen dos sorpresas andaluzas: primero, Montano; después, Ajito, que entró en este blog hace ocho años como camarera del Colonial y aquí sigue, después de pasar por Úbeda, Madrid, Buenos Aires...

Nos vamos los tres a una terraza a tomar algo. Lo mejor de la Feria son las terrazas y la urgencia de las 21,30, cuando todos salen escopetados de sus casetas a echar el cierre cuanto antes, como si viniera tormenta. El lento anochecer sobre el Retiro que nos pilla en torno a una mesa hablando de Lanata y Pablo Iglesias, que es la conversación de moda. Al rato llega la Chica Diploma, la embarazadísima Chica Diploma y el trío se convierte en cuarteto, pero un cuarteto seco, sin camarero ni bar que lo atienda porque las chicas se han ido yendo, "por favor, recoged esto cuando os vayáis, que si no, nos echan la bronca".

Es una noche agradable. Con dolor, porque este maldito dolor neuropático ha vuelto, pero agradable. En el recuerdo, seguro que mucho más. Zahara, Rebeca, Burque y compañía pasan junto a la terraza, agotados y en busca de sus propios bares. Hoy nos volveremos a ver y todo será de alguna manera parecido. Las familias felices y las familias infelices, ya saben. Yo que pensaba comerme la Feria y fue la Feria y se me merendó. De camino a casa, barrio de Arganzuela, Montano nos habla de Málaga con esa habilidad suya para la charla, la facilidad para incluir de vez en cuando un aforismo o una cita de un libro sin que suene pedante ni avasallador. Málaga mejor que Cádiz, dice, y parece dejar caer que Madrid mejor que Málaga, aunque en ese punto se muestra algo inseguro.

Da igual. Lo que queda es la calle Ferrocarril y luego ya el Museo y Párroco Eusebio Cuenca y el dolor, mucho dolor. Lo que es peor: la culpabilidad del dolor, como si eso no solo fuera a hacerme más desgraciado a mí sino a mi mujer y a mi hijo.

domingo, junio 08, 2014

What´s the story (morning glory)?


Al llegar a la caseta de la Casa del Libro me doy cuenta de que la cosa va en serio. Por supuesto, antes ha habido señales, desde el principio, los primeros relatos y la primera idea de una vocación, pero ahora estás ahí, en la Feria, todos tus libros excepto uno ordenados y bien a la vista: a un lado, Elsa Punset, al otro, una escritora de novelas con pinta de famosa; más allá, a Ray Loriga se le espera pero aún no ha llegado. Bien. La gente es agradable y ahí me pongo yo con mi cara sonriente de buen chico que te quiere contar una historia y por supuesto pasan las horas y las firmas son escasísimas pero no sé yo bien si hemos venido a firmar, sino a empezar algo, y los principios son duros.

Esa, desde luego, es la teoría de Alfonso Monteserín, mi querido Alfonso que me acompaña de punta a punta de la Feria intentando calmarme, convencerme de que esta es una carrera de fondo en la que, como diría Trueba, lo normal es perder, que te confundan con un librero más, que ni siquiera se acerquen a tu sonrisa... Ir poco a poco, poder decir un día: "Me acuerdo de cuando venía aquí y no firmaba", aunque eso no sea del todo justo ni del todo cierto, porque firmar, firmo, un poco del Compendio y un poco de Ganar es de Horteras, que sigue siendo la gran revelación de la Feria.

Empezar, sí, de eso se trata. Saber un poco dónde estás, que tampoco viene bien y a partir de ahí ir creciendo. Alfonso lo pone en palabras: "No pienses en por qué se vende o no el Compendio, piensa en por qué Debate te encargó un Compendio". Por todo lo de antes. Por la suma, el trabajo... Las dos horas pasan conforme pasa el calor, un calor horrible que convierte la caseta en una sauna. Ray Loriga llega, bastante tarde, y se queda a recuperar "horas extra", según me dice. Yo me voy con Aleix Saló, los chicos de Politikon, María Casas y el propio Alfonso. En el camino se une y se desune mucha gente, entre ellos Jorge Díaz, que viene de firmar con Luján Argüelles.

En realidad, ellos están en otra liga, el siguiente peldaño, el de la gente que va a la Feria a firmar y firma sin necesidad de mil mensajes en Twitter ni ayuda de amigos ni familiares. Eso será en otro momento, claro que sí. Mientras tanto, hacemos como que las diferencias no existen y nos intercambiamos libros y Aleix y yo nos volvemos andando hacia Menéndez Pelayo, donde ayer estuvimos arreglando el mundo -lo hacemos una vez al año, siempre por estas fechas- en una terraza y hoy cogemos un taxi para que él pueda llegar a tiempo a su AVE y yo a mis judías verdes con mi esposa.

Lo que nos lleva al gran arrepentimiento de estos días, que es no pasar más tiempo con mi esposa cuando quedan diez días para que dé a luz. Diez días que pueden ser diez horas porque esto tampoco va programado... No pasar más tiempo escribiendo, esa eterna culpabilidad. Estos días estoy preparando un artículo para JotDown sobre Bolaño en los años 80, aquellos años oscuros entre Barcelona, Casteldefells y Blanes. No es que Bolaño sea un ejemplo de vida para mí pero quizá sí Archimboldi. Lo que no sé es si Archimboldi no se acabaría aburriendo, supongo que sí. Archimboldi en Fuerteventura. Como decíamos Loriga y yo esta mañana nuestro lema vital debería ser: "No me toques más los cojones".

sábado, junio 07, 2014

La Chica Diploma y las fiestas literarias


Hace dos años, la Chica Diploma me acompañó a la fiesta de lo que entonces era Mondadori, sin más. No llevábamos juntos ni seis meses y yo la pedí que viniera conmigo porque las fiestas literarias me dan pánico, una sensación de no encajar que quizá se vaya pasando con el tiempo pero que sigue ahí, acechando tras cada gin-tonic. Son muchos y parecen peligrosos. Tener a la Chica Diploma al lado lo cambiaba todo, porque a la Chica Diploma este mundo no le da miedo alguno y desde luego no le provoca ninguna inseguridad. Otra cosa sería un congreso de fisioterapeutas, pero aun así yo creo que se manejaría con su soltura habitual.

El caso es que estuvo un rato, tampoco toda la noche, lo justo para charlar con un Aleix Saló que por entonces aún no era una celebridad y con el que compartía año de nacimiento, conocer a la increíble Lara Moreno, sorprenderse con la vitalidad de Darío Adanti y sus incipientes chicos de "Mongolia" y abandonar aquello antes que se desmadrara demasiado, chica responsable que tiene que madrugar al día siguiente. Nada más irse, como en las películas, salí corriendo detrás de ella, igual que un niño detrás de su madre, para besarla por última vez en medio de la calle y prometerla algo así como que me iba a portar bien, ser fuerte y no temerle a los dragones.

Cuando volví a la Teatriz, borracho perdido, cogí a Lara por banda y le dije aquello tan Robert Smith en Muchachada Nuí de "Si es que se supone que yo soy grunge y fatalista pero esta chica es la mujer de mi vida" y como soy tauro y obstinado llevé la convicción a sus últimas consecuencias y ahora estamos casados y esperando un hijo, ella esperándolo más que yo porque al fin y al cabo lo lleva encima y se le está empezando a hacer la cosa un poquito larga.

Dos años después, ni Mondadori es Mondadori sino Penguin Random House ni la Chica Diploma necesita acompañarme a los eventos sociales porque que ya he aprendido a comportarme y puedo ir yo solito. La que sigue siendo la misma es Lara, con esa sonrisa suya, ese sentirse en casa cuando se habla con ella. Hacemos balance y el balance es bueno. Hijos e hijas aparte, ella está en Lumen y yo en Debate y ya no venimos como curiosos sino como autores, que es por lo que venimos luchando.

Como este año tengo tres libros en la Feria con sus correspondientes días de firma, la de Penguin es la cuarta fiesta por la que me paso. Uno siempre ve con distancia estas cosas y es bueno conocerlo de primera mano, una especie de estudio sociológico. El otro día hablaba con Javi Gutiérrez sobre quién era el mejor escritor de nuestra generación, un debate sin solución posible. Él dijo Alberto Olmos y yo dije Andrés Barba y a los dos nos pareció que el otro tenía parte de razón. Andrés estuvo en la fiesta de Contexto y Alberto en la de Penguin. Nosotros estuvimos en las dos, lo que nos convierte en un poco peor escritores porque, cortesías editoriales y reencuentros amistosos aparte, lo cierto es que uno tiende a pensar que el mejor escritor de una generación no puede estar en una fiesta de la Feria sino en algún lugar leyendo, escribiendo o emborrachándose como un cosaco... pero despreocupado por completo de la industria y de lo que rodea a los libros, porque cuando uno se está mirando las manos todo el rato es complicado que consiga tocar bien el piano.

Sin embargo, ahí estamos, por poder vacilar con Jorge Díaz un rato o ver al propio Aleix en nuestra cita anual, y está bien que estemos, quiero decir, no es ningún drama... pero sigue habiendo algo extraño, algo de hoguera de vanidades en la que me acabo perdiendo porque al fin y al cabo Alberto no me conoce como escritor sino como el chico que iba con su portátil por el Festival Eñe 2011, escondido tras alguna columna, manejándose en la penumbra y actualizando el blog oficial, sin relacionarse con nadie, estajanovista. Quizá esa sea la imagen que quiera dar o la imagen que no me queda más remedio que dar porque es la que hay. Ni yo ni mi psicólogo conseguimos descubrirlo nunca. El caso es que incluso en mi sello editorial acabo apartándome un poco, saliendo a una especie de terraza en plena María de Molina, con el móvil en la mano, algo ausente, llamando a la Chica Diploma para decirle eso, que estoy ausente, pero bien; que me conocen, pero poco y no por lo que yo querría y convencerme, de paso, de que eso no se soluciona yendo a más fiestas en las cuatro puntas de la ciudad ni firmando más tiempo -creo que es imposible- en cuantas casetas se ofrezcan, sino escribiendo y escribiendo bien.

Cosa que, como bien saben, no es tan fácil. Si no, ya me dirían el mérito...