miércoles, octubre 01, 2014

Line up in line



Hablamos de mil cosas y se nos olvida de lo buenos que eran Elastica. Pequeñas felicidades de dos minutos y medio acompañadas por palmas rítmicas. Se nos olvida casi todo, en general, y recordarlo es precioso. Compartirlo, sublime. La vuelta a la realidad está siendo mucho mejor de lo esperado porque yo sobreviví sin proponérmelo, casi por accidente. Cenas con Montano y comidas con Perarnau y el mítico Carlos Ramos. Escuchar sin necesidad de hablar todo el rato. Sonreír mucho. Line up in line, line up in line, is all I remember.

El objetivo del curso es conseguir algo de estabilidad profesional y para eso hay que convencer a mucha gente. Mi madre decía en Santander que el problema de dedicarte a la creación es que te examinaban todo el rato. Y que lo normal es que suspendas casi todos los exámenes. Es algo parecido a aquello que decían en el Informe Robinson sobre Carlos Boluda, la dificultad de acostumbrarte a que lo normal sea perder todas las semanas. Que sí, que eres la hostia, que solo hay catorce tíos en el mundo que jueguen mejor que tú, pero que aun así vas a perder todas las semanas.

Excepto, quizá, una. O dos, si se da bien la cosa.

De Tiger Woods elogiaban mucho su capacidad para recuperarse mentalmente de los errores. Menciono a Tiger Woods porque es lo primero que se me viene a la cabeza cuando pienso en ello, pero si me pongo pedante y filósofo podría citar a Rilke y su "sobreponerse es todo" que estudiábamos en los cursos de doctorado de la Universidad Autónoma de Madrid. El problema ahora mismo quizá sea ese: tirar hacia el doctorando o hacia el analista deportivo. Montano dice que haga las dos cosas pero a mí me da la sensación de que eso me va a quitar un tiempo del que ahora mismo no puedo prescindir.

Algo parecido le pasa, por ejemplo, a Andrés Barba en su último libro, que pasa del Seat 127 de su padre y los yonquis de Plaza de Castilla al análisis sesudo de la fotografía y la belleza kantiana. A mí me gusta lo primero pero supongo que envidio lo segundo. Todos tenemos ego. Queremos escribir sobre la Toscana y lo especiales que somos y acabamos recopilando datos sobre Dino Meneghin.

Aparte de Barba, en Cantabria leí muchísimo porque es un sitio que se presta a la lectura y un bebé, con abuelos, es menos bebé, todo hay que decirlo. Leí a un maravilloso Bolaño y a un confuso Coetzee, a un divertidísimo Noguera y a un desconcertante Buten. Me dio tiempo incluso para devorar el librito de Aleix Saló sobre los "millenials", es decir, los nacidos en los 80, sus penurias y sus pequeñas esclavitudes. Una generación hipermimada en casa y tratada con escarnio en la calle, una contradicción que no deja de tener su miga.

En las tardes de San Vicente de la Barquera, aquellas tardes de sillón y biblioteca, yo me sentía sin duda escritor e incluso aquello que podríamos llamar "intelectual". Aquí, en Madrid, no sé qué me siento ni sé qué se espera de mí. Al fin y al cabo, de todas mis lecturas la única que me dio dinero fue la de un libro acerca de Pep Guardiola. Hablar de todo esto con Montano me tranquiliza, igual que me tranquilizaría hablarlo con mucha otra gente pero volvemos a lo del tiempo y el espacio. De hecho, ha sido el tema del viaje con la Chica Diploma: ¿se puede o no se puede?

Yo, hace diez años, contestaba a esta pregunta con entusiasmo. Hoy, lo hago con cierta agresividad y eso es, sin duda, porque no estoy tan seguro. Probablemente, no se pueda o no a un precio razonable. ¿Que no se pueda el qué? Ese es el asunto. Lo que pasa es que uno va a admitir la derrota dialéctica -nunca vital, porque rendirse sigue sin ser una opción- cuando de repente se entera de que a Carlos Vermut le han dado la Concha de Oro a mejor película y la Concha de Plata a mejor director en San Sebastián, mi San Sebastián querida y admirada, y entonces, claro, pienso que si él pudo y si los dos estábamos en la misma habitación de la misma casa probablemente tirándole los trastos a la misma chica, ¿por qué no voy a poder yo?

O, si prefieren, ¿por qué voy a darme por vencido? Así que, nada, vuelvo a Madrid y me lío a mandar esos nuevos currículums que son los mensajes directos de Twitter y hacemos un poco de relaciones públicas y es sorprendentemente fácil, porque yo, por ejemplo, a Vermut le perdí la pista simplemente por no molestar y es lo que he hecho a lo largo de toda mi vida: intentar dar la menor guerra posible, no sé si con éxito o no. Me sigue haciendo gracia que la gente me conozca y menos gracia que no sepa de qué, pero cómo voy a culparles si yo no les doy ninguna pista...

En fin, que si todo va bien, serán mañanas de biblioteca y tardes de escritura. Alguna clase de inglés, no muchas. Ver crecer a un niño. Eso no es poca cosa. Yo ahora me preocupo mucho de todo esto de escribir igual que hace un año y medio me preocupaba mucho de otras cosas para evitar preocuparme de que mi padre se estaba muriendo. Hoy, a veces, tengo la tentación de abrazar a alguien y darle la noticia: "Murió mi padre, murió papá" y echarme a llorar, pero no lo hago. Dentro de un año, quizá dos, me pasaré el día entre lágrimas recordándoles a todos lo bonito que era Álvaro cuando nació y yo le silbaba "Michelle" en el paritorio, las risas que se echaba nada más levantarse, los tres en la cama como idiotas, o los malabarismos de la Chica Diploma para cuidarnos a los dos, sus dos pequeños egomaníacos.

Todo eso será dentro de un año o dos, digo, pero para que esa nostalgia sea posible, tiene que haber una realidad ahora y construir esa realidad no está siendo fácil. Crear una familia mientras te estás creando a ti mismo es un reto considerable, me parece. Por lo demás, como diría De Paco, otra victoria agónica del Atleti de Simeone. El Niño Bonito durmiendo rendido en su cuna después de catorce horas de agitación constante. La Chica Diploma, mi preciosa mujer, que aún no entiendo cómo demonios se ha metido en este lío, durmiendo a su lado y dejando un hueco para mí, solo en esta madrugada que para el padre primerizo son las once de la noche.

Es tan increíble todo que la reacción más lógica es el bloqueo. De ahí el silencio, claro. Intentaré romperlo más a menudo y que Standstill me perdone. El momento más revelador del día ha sido a eso de las 20,30 cuando Álvaro dormía en su sillita y dos hombres de unos 40 años fumaban y hablaban de la Champions League con sus camisetas bien enfundadas, pub irlandés del barrio de Planetario. Charlas de hombretones sobre películas porno y partidos de la máxima que acabaron con un silencio incómodo y la pregunta de uno de ellos: "Bueno, ¿y Peppa Pig qué tal?". Quizá ese sea el resumen de todo: Peppa Pig. Y Elastica, para salir de la ducha, esos cinco minutos en los que vuelvo al año que me da la gana y parece que me estuvieran esperando.