lunes, julio 14, 2014

Alemania 1- Argentina 0. La realidad pudo a la ficción


Las dudas que rodeaban a Alemania tenían que ver con su capacidad para competir. Hablamos de una generación histórica, de las mejores que hayamos visto nunca, mezcla de jugadores de los dos equipos que han dominado Europa en los últimos cuatro años: el Bayern de Munich y el Borussia de Dortmund. Analizando uno a uno a los jugadores, pese a la baja de última hora de Marco Reus, un jugador que él solito estuvo a punto de eliminar al Real Madrid de la Champions League, el equipo presentaba una profundidad poco habitual en una Copa del Mundo.

Sin embargo, seguía siendo un equipo sospechoso: en 2006, jugando en casa las semifinales contra una inesperada Italia, el germen de esta generación cayó en la prórroga. Aquello podía ser un desliz de juventud si no fuera porque se repitió demasiadas veces: en 2008, derrota ante España en la final después de llevarse por delante a la correosa Turquía en semifinales; en 2010, derrota de nuevo ante España en semifinales después de arrasar a la Argentina de Messi en cuartos de final y en 2012, la cuarta gran derrota, de nuevo ante la Italia de Balotelli tras un campeonato que les tenía como máximos favoritos.

En la suma de los cuatro partidos, el equipo alemán no marcó ni un solo gol.

¿Habría tiempo para un nuevo intento en 2014? Insisto, la calidad de los jugadores, la fiabilidad de su estilo de juego apuntaba que sí, pero cierto pesimismo se cernía sobre un grupo que venía del peor año posible a nivel de clubes: hasta tres equipos alemanes cayeron con mayor o menor rotundidad ante el Real Madrid, con el Bayern de Munich, núcleo de la selección y finalista de la Champions tres veces en el período 2010-2013, humillado en su propio estadio.

Y, sin embargo, el discurrir de los alemanes ha sido ejemplar: encuadrados en un grupo más que peligroso, la selección de Joachim Löw empezó el campeonato metiéndole cuatro a Portugal, siguió empatando en un partidazo con Ghana y acabó la primera fase evitando el tongo y ganándole a Estados Unidos. Su primer partido de eliminatorias fue decepcionante: ante Argelia en octavos de final. Una victoria en la prórroga que ocultaba un dominio contundente durante el partido. A partir de ahí, sus rivales fueron tres monumentos de la historia del fútbol: Francia, en cuartos; Brasil, en semifinales; Argentina, en la final.

Visto en perspectiva, el Mundial de Alemania ha sido espectacular y la final no le ha quedado a la zaga. Muchos pensaban, casi daban por hecho, que se llevarían por delante a Argentina, pero Argentina llevaba cuatro partidos y dos prórrogas sin encajar un gol y eso no es ninguna tontería a este nivel. No fue un paseo, pero fue un triunfo justo: mayor dominio del juego, mayor iniciativa y mayor sensación de peligro. Por supuesto, Argentina tuvo sus opciones al contraataque pero las desperdició básicamente porque sus delanteros, Higuain y Palacio, no están al nivel de una final de esta categoría.

Parémonos un momento en Argentina, ya que estamos. Pocas veces ha habido un finalista con menos recursos futbolísticos. Su trayectoria ha sido agónica: prórroga ante Suiza definida en el último minuto, gol de Higuain y punto ante Bélgica para llegar a semifinales y partido atroz ante Holanda decidido en los penaltis. Con todo, hay que reivindicar el mérito de un equipo que ha creído en sí mismo por primera vez en muchísimos años. Argentina empezó el Mundial con tres estrellas muy definidas: Messi, Agüero y Di María, un eterno aspirante como Higuain, y un montón de fontaneros. Sus centrales eran Garay, ex jugador del Racing de Santander y ex suplentísimo del Madrid en sus mejores años, y Demichelis, un jornalero cumplidor. Como portero, el suplente del Mónaco.

La primera lesión de Agüero influyó en el grupo pero la de Di María en cuartos fue letal y dejó a Mascherano como único líder del equipo. Cuando Mascherano es tu líder tienes un problema porque Mascherano, por mucho que se empeñen en Telecinco, no da para tanto. Un excelente jugador de relleno, un enorme luchador, un tío que se ha ganado muy bien la vida combinando la posición de central con la de pivote defensivo, pero en ningún caso una estrella de este deporte. Ni de lejos.

La estrella debería haber sido Messi y de ahí la gran cantidad de críticas y mofas que tendrá que aguantar en los próximos meses. No, Messi no ha estado a la altura y es preocupante porque ya no vale la teoría de la implicación o "las ganas". Messi se moría de ganas de levantar la Copa y acabar de una vez con todos los debates. Soñaba con ello. Simplemente, no podía. Cada trote cochinero de Messi en el campo, cada deambular andando por el medio del campo mientras los rivales y compañeros pasaban a su lado a otra velocidad era solamente el espejo de una debilidad física que no parece ir a menos sino al revés.

Durante el año se dijo que Messi se reservaba para el Mundial o que se negaba a correr mientras cobrara menos que Neymar. Solucionados ambos problemas, Leo sigue sin presionar más que en situaciones desesperadas, sigue sin la explosividad que le permitía el segundo de más para pensar la siguiente jugada y en el Mundial aguantó dos partidos y medio, porque al tercero lo tuvieron que cambiar en la segunda parte. Estamos ante un jugador desfondado y con cinco lesiones musculares seguidas y demasiado frecuentes. Obligado a jugar casi 80 partidos al año -obligándose a sí mismo a jugarlos más bien- durante cinco temporadas consecutivas, la imagen de Messi es la de un jugador agotado y cojo. No cojo de camilla, de acuerdo, pero cojo de no tener fuerza en las piernas.

Ante una situación así, uno puede atacarle o puede defenderle o puede intentar simplemente aceptar las cosas como vienen: con 27 años, Messi ha sido finalista de un Mundial y una Copa América, campeón de un Mundial Sub 20 y unos Juegos Olímpicos. Con su club suma 6 ligas, 3 Champions, 2 Mundialitos de Clubes, 2 Copas del Rey y no me voy a poner a contar cuántas Supercopas españolas y europeas. Todo ello, con él como estrella y jugador decisivo. Insistir en que es un jugador que se esconde en los momentos decisivos es tan ridículo como aquello de que Cristiano Ronaldo no le marcaba nunca al Barcelona justo antes de empezar a metérselos de dos en dos.

Un Mundial en 2010 habría tenido un Messi distinto, pero el Mundial es lo que tiene: no te espera. Para muchos es un asunto vital colocar a Messi en tal o cual lista, poder ponerle en todo lo alto o relegarle a un quinto o sexto puesto. Eso está muy bien y no voy a negar que el fútbol tiene un punto de concurso de popularidad, pero no sirve de mucho: si han disfrutado de Messi, valórenlo. Si lo han sufrido, aprovechen para la revancha. Todo ello se sale por completo de cualquier análisis futbolístico.

En definitiva, lo que queda es un dignísimo finalista y un excelente campeón. No sé por qué ha habido cierto remilgo a la hora de alabar a la selección alemana. Supongo que por lo de siempre: unos que tienen miedo de que el triunfo alemán se asocie a Guardiola y otros que tienen miedo de que el triunfo alemán se asocie a Khedira, Kroos y otros jugadores de futuro, presente o pasado madridista. Ha ganado bien, con la exhibición histórica de semifinales incluida, un Mundial de calidad muy aceptable. Sin grandes estrellas, sin grandes equipos, sin grandes sorpresas... pero con un puñado de partidos vibrantes. Basta con ver lo que nos escandalizó a todos el 0-0 entre Argentina y Holanda para darnos cuenta de dónde estaba puesta nuestra expectativa.