miércoles, abril 16, 2014

Fuerteventura 2014. III. Playas de El Cotillo


Al hombre del piano le acompañó el hombre de la trompeta y el público se motivó conforme caían los mojitos, hasta el punto de que a las once aquí seguían todos: unos con sus canciones y los otros con sus aplausos, mientras la Chica Diploma y yo esperábamos en nuestra habitación para dormirnos en condiciones. Por la mañana, el cambio de hora nos hace madrugar, como siempre, y en el bufet no solo quedan croissants sino que me atrevo incluso con los donuts.

Nunca he sido tan feliz como en el desayuno-bufet de un hotel. Veinte minutos en los que lo demás, sencillamente, no existe.

El plan es coger el coche e ir a alguna playa. Como mi ojo va mejor pero aún no está al cien por cien elegimos El Cotillo, que tiene un punto más turístico, más variado en principio, que las Dunas. Nos metemos de nuevo hacia las montañas, pero sin llegar a acercarnos, pasando en medio de todo, una jornada más de casas derruídas y casas por construir, pueblos veraniegos en plena primavera, tiendas de playa a quince kilómetros del mar, aroma a surf que se respira desde la distancia...

El Cotillo no es sino una parte de un todo. Un todo que se vislumbra desde el mirador, más montañas, acantilados, playas a la izquierda y playas a la derecha, una especie de orilla negra a nuestros pies, piedrecitas indefensas que esperan alguien que las barra. Podemos ir a la izquierda o a la derecha, pero nos dicen que la izquierda es más para surfistas y la derecha más para familias y nosotros, obviamente, somos una familia o eso dice nuestro libro.

Lo bonito del lugar es que nunca sabes dónde estás, que las distancias y las perspectivas son confusas, imposible acertar qué viene detrás de ese risco o esa duna. Paseamos por la arena fría en una mañana templada, porque aquí a las doce si no hace frío lo parece y solo a partir de las tres empieza la cosa verdaderamente a calentarse. Pronto re-encontramos el mar y junto al mar unas protecciones de piedra en la orilla, pequeños semicírculos que sirven para que otras familias, generalmente del norte, se agrupen protegidas del viento.

A cada pequeña playa le sigue una mejor, todas con sus piscinas naturales, por así decirlo, sitios donde te puedes meter en el agua y andar durante metros sin llegar nunca a hundirte. En cualquier caso, ¿quién querría meterse en el agua con este frío? La Chica Diploma y yo nos atrevemos como mucho a meter los pies, hacer el típico intento de abuelos hasta las rodillas y luego nos tumbamos en un pequeño instante de sol, compartiendo toalla y arena, mirando como unos bichos extraños saltan alrededor para picarla a ella, o quizás a nuestro hijo, rojo como un tomate en sus infrarrojos.

Ella se tumba durante un ratito en mi regazo y parece feliz. Con las piernas quemadas, el escote rosa y pecas en la cara, como debe ser. Yo pienso en el dolor y miro la niebla que abandona los precipicios. Después, chiringuito y restaurante con vistas. Carne y pescado. Fuerteventura a veces es tremendamente complicada y otras, tremendamente simple. Aloe vera y after sun. El olor a crema solar que se resiste a entrar en el hall del hotel, protegido por un potentísimo perfume que además es agradable.

En media hora juegan el Madrid y el Barça. Lo veremos en el pueblo, en algún bar del puerto. Probablemente, nos dé igual el resultado.