miércoles, enero 08, 2014

Hotel, hotel, hotel Lichis... Pensión Triana



Estoy retomando a Lichis. Supongo que no es lo que hace un escritor avant-la-lettre pero es lo que hace un tipo errático como yo: escuchar sus viejos discos, mandarle mensajes de exaltación y buscar contenidos suyos por Internet, empezando por la versión larga de "La canción de las plantas", esa que junta "Calavera se mama" con "Me gusta ser una zorra".

La encuentro en varias versiones en vivo, pero el problema con Lichis es que sus conciertos solo tienen sentido si estás entre el público. En la distancia, pierden, esto es así. Buscando, buscando, acabo en un "A solas" de Sol Música de 2003, justo después de sacar "Ni jaulas ni peceras". Es una media hora de Lichis dando explicaciones sobre el disco y de paso sobre su música. En 2001 ya había estado en ese mismo programa presentando "Vestidos de domingo". Me parece increíble que nunca haya visto eso vídeos antes porque ese Lichis es el Lichis de verdad, sin filtro, o con el filtro justo para construir un relato coherente.

Lo primero que llama la atención, aparte de su música, es su erudición y su generosidad. La cantidad de grupos, influencias, instrumentos, variantes musicales que es capaz de citar con toda naturalidad, sin empalago alguno... y a la vez la facilidad para nombrar y agradecer a grupos más o menos desconocidos, de poner en el mapa, cuando La Cabra Mecánica era algo parecido a un fenómeno de masas, a gente que, para él, tenían un talento que probablemente jamás descubriera nadie más porque el mundo musical estaba como estaba y ahora no está mejor.

La entrevista de 2001 quizá sea la más alegre, la más reivindicativa. Dice que nunca compondrá canciones tan buenas como las de "Cabrón" y eso sigue en debate. Explica lo de María Jiménez, las casualidades, los supuestos parecidos con Estopa. Es un Lichis reconciliador, al que hay que leer entre líneas, porque uno ya le conoce demasiado, pero un Lichis amable, pongámoslo así, en esa fase que todos tenemos antes de saltar por la ventana en la que intentamos convencernos de que nuestra vida tampoco está tan mal y que esos hijos de puta en el fondo son buenas personas.

En 2003, los dos años de gira y éxito se notan. Es el año del "Iluso". Él está hasta los huevos del "Iluso" ya entonces y lo único que hace es pedir perdón, como avergonzado. Ese Lichis está quizá ya pasado de tuerca, agotado, en busca de un descanso merecido, desencantado. Le acusan de ser comercial y a Lichis le desagrada profundamente que le acusen de ser nada que no sea ser Lichis, en eso es irreductible. Si elogias su condición de "outsider" se enfada -no se enfada, pero no le sienta bien-, si le reprochabas que vendía demasiado, se enfadaba el doble. Cuando presenta la mencionada "Canción de las plantas" dice: "Acabamos con un homenaje al Me Gusta Ser Una Zorra, de Las Vulpes, que es una canción llena de tacos y muy malhablada, para que luego vayáis por ahí diciendo que me he vendido y que no sé qué".

El último "A solas" es de 2005, promoción de "Hotel Lichis". Ahí es donde entré yo en la historia: mi viaje a Terrassa solo para entrevistarle, la comida con su mujer de entonces, la Sonia que pintaba de azul la pared, las charlas sobre Henry Miller, de nuevo la erudición compartida, una erudición pop, si se quiere, pero que ahí está, una erudición empática, diría yo, de María y Amaranta de luna de hiel. Creo que haríamos bien todos en escuchar cada día el "Hotel Lichis" porque no nos cansaríamos. En un concierto, me dedicó la canción que da nombre al disco por aquello de que yo la incluía mil veces en mi libro "Cuando las cosas dejaron de tener sentido". Sus palabras fueron: "No sabéis lo que es leer tus canciones cada dos páginas" y a mí, de alguna manera, me emocionó.

Él tenía 37 años y yo tenía 30 recién cumplidos. Por utilizar una expresión muy suya, Miguel siempre ha sido "más bueno que Bambi". Supongo que tendrá su lado oscuro, como todos, pero era complicado de ver. Un día nos invitó a Dani Flaco y a mí a una barbacoa a su casa de Terrasa. Fue algo precioso, de bañadores, piscinas y chorizos fritos. Canciones de Nena Daconte. Lichis estaba preparando "Carne de canción" y me enseñó alguno de los temas en su estudio. Luego el disco no tuvo el éxito que se merecía y supongo que eso le sumió aún más en su no buscada leyenda de antihéroe.

Sin embargo, a mí me sigue emocionando, y lo diré cuantas veces haga falta: Lichis es el mejor compositor en español de los últimos quince años y eso incluye, sí, cualquier otro compositor español en el que esté pensando. Es asombroso cómo calcula la espontaneidad, cómo detrás de cada canción hay un método, un aprendizaje, un saber hacer lo que se quiere hacer. Lichis, "el canalla"; Lichis, "el gamberro", derrotados por Lichis, "el obsesivo".

El otro día, con los chicos del mundo sin sentido, hablaba de la pena que me daba imaginar que el bar que cambió mi vida pudiera cerrar algún día simplemente porque todos los que íbamos ahí hemos dejado de ir. Me sentía un desagradecido. Del mismo modo, me da pena cada día que pasa sin darle las gracias a Lichis por cambiar, él también, mi vida. No voy a decir "por cantar mi vida" porque esas horteradas se las dejo a Roberta Flack y en cualquier caso vidas erráticas hay muchas como para sentirse especial por ello. De ahí los mensajes exultantes. De ahí los: "Qué buenos eran tus primeros discos, qué buenos son tus últimos discos". Para que lo sepa o, más bien, para que sepa que los demás lo sabemos porque él tiene que estar convencido, no había nada dejado al azar.

Escuchándolo de nuevo, creo que "Hotel Lichis" es el mejor disco desconocido de la industria española. El otro podría ser "Pensión Triana", de Javier Ruibal, y tiene sentido que el primero homenajee al segundo. Lo de "desconocido" hay que ponerlo, en efecto, entre comillas, pero espero que entiendan lo que quiero decir. Por lo demás, una lenta vuelta al cole, charlas sobre actos que definen vidas con chicas de 25 años, incursiones culturales desiguales -muy bien Miguel Noguera, algo confuso Aldous Huxley, francamente prescindible Blancanieves- y una infinita pereza.