viernes, agosto 30, 2013

Crónica de un secuestro-express


El Camp Nou sorprende por su facilidad, una facilidad de mes de agosto, tres cuartos de entrada, turistas pululando por las inmediaciones y por los asientos de lateral y preferencia, cámaras por todos lados, flashes que se encienden en cuanto los jugadores saltan al campo, móviles que vuelan de mano en mano y piden fotos en distintos idiomas. Todos hemos venido a lo mismo: a hacer historia, a inmortalizar el momento, que diría un cursi. Sin todo eso, ¿cómo serían las cosas? Es un partido por un título pero es un título menor y ante un equipo que no cae mal, un equipo que, si está aquí, es porque le ha ganado al Madrid en el Bernabéu y eso siempre agrada.

Probablemente las cosas serían distintas: el ambiente estaría más cargado, una mezcla de agresividad contenida, entusiasmo y pesimismo. Encara patirem. Probablemente el taxi jamás habría podido llegar hasta nuestro acceso de Joan XXIII y no habríamos podido pasar controles en dos minutos ni encontrarnos el baño casi vacío. Pero las cosas son como son y me gustan: estoy en el Camp Nou y estoy viendo al Barcelona y, lo siento por la insistencia, lo que llama la atención es la normalidad de todo ello, quizá porque este Camp Nou es una extensión de Las Ramblas, la Barceloneta, los pelos rubios, las caras rojas, los iPads grabando jugadas y el minuto 17:14 pasando completamente desapercibido.

Lo que me llama la atención es, al fin y al cabo, que esto no es más que un estadio de fútbol y quizá sea más grande que el Calderón, pero no me parece más espectacular que el Amsterdam Arena, por ejemplo, a cuya inauguración fui en 2001 por esas cosas del destino y el trabajo, para ver un partido que, cómo no, acabó 0-0.

De todas maneras, yo quería hablar del Camp Nou hasta cierto punto; hasta el punto en el que el Camp Nou da sentido a la  historia: doce menos cuarto de la mañana, esperando que mi suegro me recoja para ir a Coslada a comprar unos tablones -¿y para qué querría mi suegro contar conmigo para algo relacionado con el bricolaje?, ¿conmigo, que aún no he conseguido después de dos semanas cambiar la bombilla del dormitorio?- cuando suena el telefonillo, preparo la paciencia y me encuentro con Fer Cabezas y me doy cuenta de que me la han jugado, de que la Chica Diploma me ha engañado en todo y que, vale, yo soy muy fácil de engañar porque mi reino no es de este mundo y aparte de despistado soy francamente inocente y la realidad me pilla siempre pensando en otra cosa, como buen filósofo me gusta pensar, pero la trama tiene un mérito indudable.

Fer Cabezas en la puerta de casa, gritando "Vámonos" y esta vez no de una manera figurada, sino literal: la mochila preparada por la propia Chica Diploma y debidamente escondida, los billetes para el AVE, la semicarrera hacia Atocha y después, ya saben, Barcelona, mi pequeña y querida Barcelona, con su calle Numancia, sus templos del turisteo, sus esteladas a punto para florecer en septiembre y mi camiseta de Messi en todos lados. Por una vez que no me siento extraño con ella puesta, tengo que aprovechar. Y así pasamos el día Fer y yo, intentando recordar cada momento de nuestro viaje en 2008 -Fer y yo deberíamos protagonizar un bromance y deberíamos hacerlo cuanto antes- y convirtiendo de una casi despedida de soltero una especie de vacaciones románticas, que al fin y al cabo es lo que somos.

Así, volvemos al irlandés donde huimos en 2008 de unos porteros osetios, volvemos a pedirnos relevos con un movimiento de codo cuando caminamos por La Diagonal, como si fueran las cuatro de la mañana y Michael Phelps estuviera a punto de ganar su séptima medalla de oro, volvemos a pensar en subirnos al Mirablau a cenar bajo la luz de las velas y solo falta que pidamos nuestra canción, que sin duda sería "All these things I´ve done", de The Killers.

Lo bueno y lo malo de gente como Fer es que te obligan a ser mejor persona. Ustedes dirán que eso es algo bueno de por sí y yo les daría la razón si no fuera yo el que está ahora obligado a ser esa buena persona y no tuviera un miedo horrible a no estar a la altura. Creo, sin embargo, que sí lo estaré, porque lo que tenemos en común Fer y yo es que los dos pensamos en qué se puede hacer para que el mundo sea mejor. Y cuando hablo de un mundo mejor, desgraciadamente no hablo de Siria ni de Irak, sino del día a día, de las pequeñas miserias, de lo que uno configura en su alrededor con cada una de sus acciones. Un mundo estético y no moral. Un mundo en el que las cosas son bonitas, en el que puedes decir: "Esto que he hecho es precioso" y realmente no esperas recompensa. Yo sé que Fer no espera recompensa ni reintegro equivalente de sus cuatro billetes de AVE, sus dos entradas de lateral del Camp Nou y su habitación doble en un NH en pico de temporada.

Yo sé que no espera nada de eso pero se imagina que se lo acabará llevando porque no voy a dejar que sea él el que mejore el mundo sin más y me robe los titulares. Eso, de ninguna manera. Así que ya puede irse preparando ese cabronazo.

miércoles, agosto 28, 2013

Cosas que las novias (y las ex novias) deberían saber



Escribe Mark Oliver Everett:

"A lo largo de mi vida ha quedado demostrado que, si estoy en una habitación y en esa habitación hay una persona capaz de convertir mi vida en un infierno, la encontraré enseguida, desearé que se ponga a hablar conmigo, me sentiré como si hubiese encontrado la pieza que le faltaba a mi puzzle, empezaré a fantasear y a ver imágenes de los dos despertándonos juntos, de nuestros hijos, de nuestras tumbas contiguas dentro de cincuenta años, y encima creeré que eso es lo que quiero. Por algún motivo que desconozco, Dios ha hecho que las mujeres que me atraen estén todas locas".

Es una queja bastante masculina, en general. Ellas tendrán sus quejas y no les faltará razón. He conocido unas cuantas chicas que encajarían perfectamente en el perfil de "loca" y he coqueteado con el abismo como haría todo esteta. No creo que haya fantaseado demasiado más allá de eso y desde luego nunca les he permitido que conviertan mi vida en un infierno, que al fin y al cabo es una cosa que suele depender de uno mismo y de dónde establezca sus límites.

Por lo general, diría que cuando he entrado en una relación kamikaze -y, por supuesto, lo he hecho varias veces- he sido siempre consciente de ello y lo he visto desde una distancia, como una especie de juego, excepto, puede, en una ocasión, pero fue muy breve y la chica no estaba tan loca, que era lo desconcertante. Lo peor de alguien es no saber de qué pie cojea -los ingleses utilizan una expresión maravillosa, "figure out", que podría ser algo así como "descifrar"- aunque a menudo eso es también lo más atractivo, lo más fascinante, la sensación de que esa persona es tan especial que puede cambiar tu vida por completo y nuestra vida, salvo excepciones, es algo que no suele gustarnos.

Hache me dijo en una ocasión "eres muy malo enamorándote". Creo que lo decía porque pensaba que estaba enamorado de ella y no la culpo: yo hice todo lo posible por dar esa impresión y los famosos consensos apuntaban en ese sentido. Supongo que los dos tarareábamos un "tú juegas a quererme, yo juego a creerme que me quieres por si eso nos lleva a algún lado", pero no, yo no estaba enamorado de ella, ella no pudo creer de verdad que lo estuviera y sin embargo le regalé un sentimiento aún más maravilloso: la fascinación.

Volviendo a las "chicas locas" de Everett, podría decir que también fascinan pero que rara vez enamoran. A mí no me enamoran. Y si me han enamorado, desde luego no me he casado con ellas ni he pensado en una vida entera despertándome a su lado. Eso lo he hecho solo con la Chica Diploma y, he de reconocerlo, hace unos quince años, con mi Novia de los 90. Ninguna de las dos estaba loca, al contrario, son tan cuerdas que asustan, que es imposible engañarlas con ninguna narrativa y lo único que te queda es asumir la realidad y dejarte de ensoñaciones, con lo bueno y lo malo. Tampoco creo que ni B. ni la Chica Ratón estuvieran locas. En absoluto. Y ninguna tuvo ningún interés en hacerme la vida imposible, como mucho intentaban salvarme de algo sin que ninguno de los tres supiéramos de qué.

Son reflexiones de miércoles por la mañana en la cama. Me levanto a las 8, cuando la Chica Diploma sale de casa, y a veces me pongo a trabajar directamente y otras, una inmensa minoría, abro un libro y dejo pasar el tiempo. Hoy solo podía ser una hora porque tengo un día cosladeño por delante, pero me hace ilusión pensar que algún día, el dejarse llevar podrá durar la mañana entera, luego la mañana y la tarde, luego hasta la hora de dormir de nuevo, como durante el verano de 2011, el verano en el que no había futuro y todo era maravilloso, cuando me tumbaba a leer biografías de Marco Aurelio de 800 páginas y así pasaba las horas.

Desconectar, eso me haría falta, pero, ¿cómo? Un día, hace seis años, quizá siete, le dije a mi psicóloga en un ataque de optimismo: "Me estoy empezando a sentir cómodo con el mundo, lo bueno de cumplir años es que te vas sintiendo como en casa". Ahora mismo no diría eso. Ahora mismo diría que cumplir años es como una bola de nieve bajando por una ladera empinadísima por la que vas cogiendo velocidad y pierdes toda referencia y rezas por que lo que venga inmediatamente después no sea un muro que no te va a dar tiempo a evitar. Una vida incontrolada.

Yo, que he intentado jugar a descontrolar mi vida en multitud de ocasiones sin éxito alguno pero con buenas novelas, me encuentro ahora gritando dormido por las noches y levantándome a horas estúpidamente tempranas, perdiendo un verano entero sin saber cómo y con la anticipación constante de algo que tiene que venir: la siguiente voltereta. La Chica Diploma señalaba ayer mi incapacidad para la relajación, la necesidad de ver cada cosa que hago, incluso lo que hago porque quiero en mi tiempo libre, como una obligación más. Así es la vida en la bola de nieve, me gustaría explicarle. Si no pensara que lo entendería y que, en un momento dado, parará la bola o al menos disminuirá la velocidad con una caricia, no me casaría con ella en 15 días, que se dice pronto.

martes, agosto 27, 2013

Christian Garma´s gonna get you



Ayer me tomé una magdalena de Proust, solo que fue todo más cutre, más España 2013. Paso las mañanas y las tardes escribiendo un libro de información de deporte, ya saben, datos, reglas, competiciones, deportes extraños... Como trabajo es bueno y está bien pagado y me gusta, pero requiere tiempo, mucho tiempo y algunas investigaciones de lo más curiosas. No les distraigo más, voy al grano: uno de los temas del lunes eran las traineras: origen de las competiciones de las traineras, Bandera de La Concha, Bandera de Santander, patrones y remeros.

Echando un vistazo al palmarés de la Bandera de La Concha -háganlo alguna vez, es apasionante- me encuentro con que el timonel ganador de 2012 y 2006 es Cristian Garma y ahí es donde empiezo a tragar la magdalena. Cristian Garma. Es una combinación de nombre y apellido suficientemente improbable como para que se repita en la vida de una persona. El caso es que le mando un mensaje por Facebook a Aitana y le explico: estoy escribiendo tal libro, he hecho tal investigación y me he encontrado con Cristian Garma. ¿Es nuestro Cristian Garma?

Lo que nos lleva a quién es nuestro Cristian Garma, o Christian Garma, más bien, como le conocíamos en el Ramiro de Maeztu, promoción de bachillerato 1990-1994, la de mi hermano, un año mayor que yo. Mis primeras fiestas tienen que ver con Christian y su grupo de amigos, que era el grupo de amigos de Vicente, de Juan Ramón, de la propia Aitana... Tardes en su casa de Príncipe de Vergara hablando sobre los San Francisco 49ers, escuchando el "Hey Joe" de Jimi Hendrix y viendo partidos de la liga italiana en una pantalla gigante que había en el salón.

Después, paseo por Alonso Martínez. La primera vez que salí, oficialmente, lo que normalmente se llama "salir" y eso descarta "ir al cine" o similares, porque "salir por Alonso Martínez" era básicamente "emborracharse por Alonso Martínez", solo que yo, a mis 15 años, aún no bebía. El primer bar en el que paramos fue el "Este-o-este". Lo recuerdo perfectamente y creo que es algo muy lógico, porque yo llevaba ya varios meses soñando con salir con los chicos populares, los chicos mayores, fantasear con una vida de instituto que se pareciera a una película estadounidense, una especie de "No puedes comprar mi amor" en versión de Barrio de Salamanca.

No es que yo fuera el mayor pringado del mundo, más bien no era nada. Anodino. Jugaba al baloncesto y tenía un hermano mayor. Me seguía gustando una chica de mi colegio anterior y me empezaba a gustar una chica de mi nuevo colegio. Una chica que, por lo que decía, iba a Morasol por las noches, aunque esto igual sí que lo he olvidado y me estoy equivocando de antro. La aparición de Christian, como la aparición de los demás chicos de 3º, como la invitación sorprendente de mis propios compañeros de clase, fue algo hasta cierto punto deslumbrante. Una vez fuimos al cine, a ver "Sin perdón", creo que al desaparecido Dúplex de la calle General Oraá. Yo llevaba una camisa a cuadros, de leñador, nirvanera. Era una buena camisa, la verdad, y a Christian le gustó y me preguntó dónde la había comprado.

Por supuesto yo no supe contestarle porque la ropa me la compraba mi madre o más bien me la compraba yo pero donde decía mi madre y mi memoria para ese tipo de cosas era y sigue siendo lamentable. Pero me sentí honrado. Me hinché como un pavo, vaya. Y veinte años justos después de aquello, sigo hinchado cuando lo recuerdo, dinámicas de adolescencia. Noches en el Pepe´s y en El Clan y en El Garito, más partidos de fin de semana con equipos que jugaban en La Latina. Conversaciones de cine con su hermano Pablo.

¿Qué había pasado para que el Christian Garma de la Calle Príncipe de Vergara se hubiera transformado en Cristian Garma, el líder de traineras, el ganador de la Bandera de La Concha con la tripulación de Castro y la de Kaiku? Nada. Absolutamente nada. Aitana contestó y me devolvió a la realidad: ese no era nuestro Christian y "como ves, nadie es irrepetible". Efectivamente, nuestro Christian tiene un cargo comercial relacionado con África o eso dice Google, que no miente nunca. No sé si me parece más sensata una evolución de Alonso Martínez a Gabón o de Alonso Martínez a Castro Urdiales. Supongo que las dos están bien pero la segunda daría directamente para una novela.

Así que, bueno, aparco los recuerdos, tarareo la canción con la que le relacioné nada más saber su apellido: "Christian Garma´s gonna get you, gonna knock you right in the face..." y me voy al siguiente punto del libro. Deportes rurales vascos. Bueyes arrastrando piedras, señores talando árboles y manos agrietadas de golpear una pelota contra el frontón. Otras voces, otros ámbitos.

domingo, agosto 25, 2013

Cuando Pau Gasol taponó a Djordjevic y tumbó al Real Madrid


Cuando el Barcelona llega a Vitoria está en medio de lo más parecido a una crisis que ha vivido en los dos últimos años, desde que se quedara fuera de la Euroliga en 1998. Probablemente sea el precio a pagar por la decisión de Aíto García Reneses de remodelar desde el éxito: la temporada 1998/99 había ido considerablemente bien, con victoria en liga frente al Caja San Fernando de Javier Imbroda y remontada histórica en la Copa Korac contra el Estudiantes de Pepu Hernández, el Palau Blaugrana hasta arriba y Djordjevic con las lágrimas preparadas y su pancarta «Stop the war» para protestar por los bombardeos de la OTAN sobre Belgrado.

A estas buenas noticias había que añadirle la aparición de dos jugadores llamados a hacer historia aunque en fases bien distintas de su evolución: Juan Carlos Navarro, un base-escolta, famoso por sus tiros desde siete, incluso ocho metros —las llamadas «bombas» que le dieron su apodo— y Pau Gasol, un proyecto de maduración más lenta que con sus 2,14 podía jugar de alero, manejar aceptablemente el balón y machacar constantemente la canasta contraria al contraataque.

Ambos fueron campeones del mundo junior en Lisboa, verano de 1999. Navarro, como estrella, aunque todos los expertos coincidieran en que el bueno era Raül López; Gasol, como refuerzo desde el banquillo. Por altura y condiciones, lo normal sería que Navarro jugara como base, pero Aíto lo quería de escolta. Debutó en la temporada 1997/98, antes de cumplir los 18 años y fue campeón al año siguiente con todas las de la ley, una temporada en la que su amigo Gasol apenas disputó 26 minutos repartidos en cuatro partidos, anotando 12 puntos en total.

La llegada de los jóvenes, la necesidad de hacerles un hueco a ellos y a otras promesas del momento como el francés Alain Digbeu, el alero Rodrigo de la Fuente, llegado de la NCAA apenas un año antes; el serbio Milan Gurovic, el fichaje más caro de la historia del Barcelona; el prometedor griego Efthimios Rentzias o el holandés Francisco Elson, un pívot contundente, de poca calidad pero físico explosivo que Aíto confiaba en hacer madurar, produjo un pequeño cataclismo en el verano de 1999, especialmente cuando se supo que la gran estrella del equipo, Alexander Djordjevic no iba a seguir por decisión exclusiva del cuerpo técnico. El hecho de que inmediatamente recalara en el Real Madrid no ayudó a que la afición entendiera del todo el descarte.

Junto a Djordjevic salieron del equipo otros veteranos como Roger Esteller o Xavi Fernández, para dejarle espacio a Navarro. El sustituto de Djordjevic tenía buena pinta: Anthony Goldwire, un tirador con menos necesidad de asumir responsabilidades en ataque y mejor defensa que el serbio. Su problema era una ausencia absoluta de carisma y la sensación de estar de vuelta de todo, como si no entendiera nada de lo que le pedía Aíto y Aíto, a su vez, no consiguiera entender nada de lo que Goldwire hacía sobre el campo, donde acabará convirtiéndose en un escolta más mientras Nacho Rodríguez es el que dirige al equipo en sentido estricto.

La plantilla blaugrana a principios de la temporada 1999/2000 es exageradamente joven. Incluso Dueñas, el eterno proyecto de NBA, apenas cuenta con 24 años, y eso se trasluce en un principio irregular, con las habituales críticas del entorno. De los seis primeros partidos, Gasol solo juega uno, once minutos en un partido sentenciado ante el León, el resto los pasará con el equipo de EBA, donde Aíto tiene pensado que vaya siguiendo su progresión, procurando que ninguna tentación le aleje del puesto de alero que él ya ha fijado para Pau igual que en su momento hizo con Andrés Jiménez en los 80.


Gasol no va a jugar minutos de verdad hasta la jornada 12 de liga, ya entrados en noviembre, cuando el Caja San Fernando se toma la revancha de la liga anterior y el canterano aporta 5 puntos y 3 rebotes en 19 minutos. A partir de ahí, la cosa mejora para Pau, que no bajará de esa cantidad de minutos hasta la jornada 23, destacando los 7 puntos, 4 rebotes y 2 tapones que endosa al Real Madrid de Scariolo y Djordjevic en 24 minutos. Una victoria que no permite ocultar una liga y un juego demasiado irregulares, mediocres en ocasiones, como cuando el equipo se queda en 45 puntos en su visita al campo del Estudiantes. El Barcelona acaba la primera vuelta en cuarta posición. Cuando llega la Copa, ya ha bajado al quinto puesto, con ocho derrotas en 21 jornadas, algo muy poco habitual, pero, con todo, una menos que su rival en cuartos de final: el Real Madrid.

Puedes seguir leyendo el artículo sobre el primer gran partido de Pau Gasol como profesional, hace ya más de 13 años, de manera totalmente gratuita en la revista JotDown

viernes, agosto 23, 2013

Sonrisas de una Chica Ratón (II)


Aunque por supuesto yo sé por qué perdí a la Chica Ratón y aquí es donde la historia da otro giro de tuerca. Un giro estúpido como toda la historia en sí, por otro lado. Yo perdí a la Chica Ratón por la narrativa, porque ella estaba harta de que todo en mi vida fuera literaturizable y eso la incluyera, como si me gritara a cada momento "NO QUIERO SER UN PERSONAJE" o como si el hecho de intuírla como personaje descartara por completo mi posible empatía hacia la Chica Ratón como persona.

Estas cosas hay gente que las lleva muy bien y gente que las lleva francamente mal. La ex novia de Elías Siminiani, al parecer, es de las primeras. Hache, también, y resultó sorprendente, porque aquello fue un abuso narrativo en toda regla. En cualquier caso, no es lo común y desde luego no es una exigencia y por eso desde hace cuatro o cinco años llevo la camiseta que me regalaron mis amigos y que dice "Careful or you´ll end up in my novel", cosa que es perfectamente posible.

El enfado de la Chica Ratón -escribí un relato desafortunado, bonito pero desafortunado y no solo lo escribí sino que lo publiqué y no solo lo publiqué sino que no cambié los nombres ni los oculté bajo seudónimos ridículos- no fue el único de aquellos años. Poco antes, los amigos de mi hermano se habían enfadado mucho por otro relato que mandé a una editorial para que lo evaluaran y que acabó publicado en una página web sobre la que yo no tenía ninguna influencia ni capacidad de decisión. La típica web que cuelga algo tuyo y nunca responde tus emails.

Aquel relato se llamaba como una canción de los Beatles y de nuevo era bueno pero desafortunado y mucha gente se lo tomó a la tremenda, yo creo que demasiado a la tremenda pero a lo que se ve tengo una extraña vara de medir las consecuencias que merecen mis actos, exagerándolas en ocasiones y siendo tremendamente benévolo en otras. Recuerdo que cuando aquello "estalló", por decirlo de alguna manera, porque la historia se limitó a un email muy agresivo y al posterior silencio absoluto de un grupo de gente que por otro lado nunca habían sido demasiado habladores conmigo, me sentí como Truman Capote cuando publicó los primeros capítulos de "Plegarias atendidas" y buena parte de la alta sociedad de la costa este, incluyendo a su adorada Jacqueline Bouvier, le dio abruptamente de lado y él, ya alcoholizado, ya enfermo, ya completamente solo y juguete roto a sus poco más de 50 años, repetía en las barras de los bares: "¿Con quién creían que compartían sus secretos, a quién creían que invitaban a sus fiestas? Yo soy un escritor".

Cuando uno se siente culpable siempre es bueno compararse con el Capote de turno o tirar de orgullo. "Yo soy un escritor", es decir, yo puedo escribir sobre la Chica Ratón o sobre los desmanes de una fiesta en Ópera y al fin y al cabo nadie sabrá nunca si lo que escribo es ficción o no, ni deberían poder reprocharme que yo mismo sea uno de los personajes, a ser posible y si no es demasiado descarado, el protagonista.

También es cierto que los "roman-a-clef" de Capote eran eso: "a clef", cosa que aprendí para mi primera novela.

En fin, volvamos a la Chica Ratón. Investigar si su desaparición de 2005 tuvo que ver con la aparición del libro y lo que ella podría pensar que era la utilización ya inadmisible de su realidad, como si para mí fuera poco más que un juguete -para mí era mucho más que un juguete, para mí lo era casi todo, así que una vez más la conclusión es que soy gilipollas- o si tuvo que ver con que conoció a otro chico y se dio cuenta de que una relación a tres ya era muy complicada sobre todo cuando no sabes si el tercero va o viene, solo lo puede saber ella y si el debate sale aquí, literaturizado, en forma de la narrativa que tanto detestaba, es simplemente porque jamás tuvimos la oportunidad de hablarlo en persona.

Así que, desde entonces, recuerdo que la llamé cuando estuve en Barcelona con Lichis, allá por 2005, porque a ella le gustaban Fito y Lichis, y hablamos un buen rato y todo pareció arreglarse -igual no había empezado a leer el libro aún-, recuerdo la historia de la llamada "profesional" que les contaba el otro día y recuerdo -creo recordar, puede que me equivoque- que me mandó un SMS cuando cumplí 30 años, pocos meses después de aquello. Pero sobre todo recuerdo que aún me dio tiempo en medio, abril de 2006, origen de este blog, a escribir otro libro de relatos y meter a la Chica Ratón de por medio. Soy un tipo obstinado. El relato era bonito y nada desafortunado: ni siquiera era una historia de la Chica Ratón, solo la de una chica que tenía miedo a cruzar un puente porque le daba vértigo y no estaba seguro de lo que iba a encontrar al otro lado.

La chica se llamaba igual que la Chica Ratón y el puente lo cruzábamos a menudo para ir de casa a su trabajo de entonces, en Parque de las Avenidas. Para mí era algo parecido a eso de Medem y "Los Amantes del Círculo Polar", un "cruza, va-lien-te", un "atrévete a huir". En definitiva, el relato era una renuncia o la confesión de que estaba dispuesto a aceptar la renuncia. De hecho, el libro tenía como portada a la chica que hacía de la Chica Ratón y la dedicatoria decía "A la Chica Ratón, por haber cruzado el puente a tiempo".

Le mandé un par de emails porque yo quería regalarle el libro pero no hubo manera. Al final, cedió, bajo la promesa de "no es para tanto" porque siempre pensé que aquel libro le gustaría y que el segundo relato sería, de nuevo, una especie de redención del primero. Creo que me he pasado media vida redimiéndome por cosas que le he hecho a la Chica Ratón y quizá mi psicólogo debería decir algo sobre esto. Nos vimos, le di el libro, nos cruzamos en la calle en otro momento porque dejamos de ser amigos pero no de ser vecinos y no se volvió a saber. Mayo de 2006. Fin de la historia. Última visión de la Chica Ratón a sus 26 años y su vida feliz y su promesa de una vivienda de oferta pública en unos cuantos años en algún lugar que por entonces no me sonaba de nada y que no descarto que ahora esté también al lado de mi casa.

Y como diría Paul Simon, ¿cuál es la finalidad de esta historia?, ¿qué conclusiones sacamos? Que fui gilipollas, para empezar, queda tres veces claro. Que lo sigo siendo por darle tantas vueltas, probablemente también. Que ella pudo hacer las cosas mejor, desde luego. Que tenía motivos para no mostrar interés alguno en hacerlas mejor, por supuesto. Que a veces somos héroes y a veces villanos y es absurdo intentar una narrativa justificativa por la cual el infierno son los otros o, por el contrario, pedir perdón toda la vida... pues quizá esa era la moraleja, sí. Que van a ser unos cabrones, que lo sepan y lo acepten, que procuren serlo lo menos posible pero que lo den por hecho. Y que la gente se va a enfadar con ustedes. Gente a la que quieren. Y que, por dios, no me sean cínicos racionalistas y cuando alguien a quien quieren, se enfada y desaparece de su vida dando portazos y les duele, díganlo: me duele y te equivocaste tú también.

Porque las culpas compartidas, las culpas con pan, por decirlo de alguna manera, son menos.

miércoles, agosto 21, 2013

Sonrisas de una Chica Ratón


La Chica Ratón se fue de monitora a un campamento y a los seis días me di cuenta de que la iba a perder aunque eso nos llevaría a la eterna discusión sobre si se puede perder algo que en rigor no tienes o si para perder algo basta con imaginarlo como tuyo. Hicieron falta solo dos llamadas de teléfono a los pirineos ilerdenses para que empezara el pánico, la angustia y la determinación de la meada territorial, el tono seguro con el que dices: "Te echo de menos, voy a ir a verte el fin de semana".

Por supuesto, me dijo que no, que no era lo más oportuno. Es lo que se dice siempre cuando hay otro. Yo me quedé devastado y se estableció un cierto consenso a mi alrededor que dictaba que me lo tenía bien merecido. Un consenso del que yo participé y del que supongo que sigo participando aunque con matices, porque, si no, no estaría escribiendo esto. El caso es que toda mi relación con la Chica Ratón se basó en el presupuesto de que ella me necesitaba, que yo podía ir y venir, esconderme y aparecer... y a ella no le quedaría más remedio que esperarme. Era un presupuesto de lo más estúpido y vanidoso y así acabó todo como acabó: ella aguantó un ataque de independencia, aguantó una infidelidad pero no aguantó renunciar a la felicidad propia, hasta ahí podíamos llegar.

Así que la Chica Ratón se enamoró perdidamente de un montañero y yo, aspirante a intelectual sobrio, me quedé en Madrid solo, verano de 2003, récord de temperaturas. Trabajaba por la noche e intentaba dormir por el día, normalmente sin éxito. Aparte de todo esto, recuerden, era un hijo de puta y tenía que vivir con ello. Conformarme con esa especie de redención que consistía en enviarle un email cada día, email que podía ser completamente autocompasivo o rozar la agresividad, el "cómo pudiste hacerme esto a mí". Hay que aclarar que el otro consenso establecido apuntaba a que yo no la quería y ahí tengo que decir que eso era falso, aunque ella no se lo creyera, aunque ella aún no se lo crea y aunque yo no hiciera nada por resultar en absoluto convincente.

Creo que solo una persona sabía que yo quería a la Chica Ratón, que yo necesitaba a la Chica Ratón y sus sonrisas de niña pequeña, revoltosa, agitada, su manera de decir "bobo" como toda respuesta a mis tonterías, su absoluta falta de exigencia y la voluntad absoluta de quererme como era, así, de una vez, como si eso fuera posible.

Esa persona había visto la película y no le gustaba el final, y hasta aquí puedo leer.

El caso es que todo esto lo descubrí más tarde, tan tarde que era TARDE, así, en mayúsculas. Partida acabada. Game over. La Chica Ratón volvió de los Pirineos dos meses más tarde y no sabía cómo sentirse. El día que me enteré de que volvía, que al día siguiente estaría en Madrid, yo había ido precisamente al Planetario con una amiga y después de esquivar yonkis de ida tuvimos que esquivarlos de vuelta gracias a un formidable ataque de ansiedad en plena sala de cine. 

Yo le regalé un disco de Fito y Fitipaldis, ella me regaló un "atrapasueños" y me explicó lo que era. Yo la miraba como se mira a un extraterrestre, un extraterrestre que quieres que se quede para siempre, un extraterrestre, en definitiva, que te puede salvar. Yo miraba a la Chica Ratón como si la Chica Ratón fuera E.T. y ella no sabía qué sentir porque estaba enamorada de otro y de alguna manera era consciente de que yo la seguía necesitando y que, sí, me había portado muy mal con ella pero ella no estaba aún preparada para portarse mal con nadie ni mucho menos conmigo porque, consensos aparte, si hasta la otra chica sabía que la quería con toda mi alma, ¿cómo no iba a saberlo ella?

Así que una noche fuimos al cine y en el previo, cena en el VIPS, se echó a llorar como la niña confusa que era, 23 años ya, chica cáncer -"nunca juegues con el corazón de una chica cáncer", advertía Linda Goodman desde su libro rojo, mientras la Chica Ratón me miraba cómplice y yo silbaba- y me pedía, por favor, que siempre estuviera a su lado. Esas fueron sus palabras: "Prométeme que siempre estarás a mi lado". Había leído mis emails y no le habían gustado. Yo sé que no le habían gustado porque los he leído después mil veces y no podían haberle gustado a nadie, pero no me lo dijo. ¿Qué hice yo? Estar a su lado. Quizá mi redención de verdad era esa o quizá, simplemente, seguía necesitándola. 

Estar a su lado un mes y luego otro y comer raciones de patatas en La Bodega, albóndigas en el bar donde el Valencia ganó la liga y convertirme en un confidente dolido.

La historia duró dos años y es una historia que se sale de los consensos. Es la historia de una entrega absoluta, la entrega de quien renuncia a sus necesidades para acoplarse a las del otro y sueña con dejar así de ser el malo de la película. Solo que las cosas no funcionaron bien y apareció otro chico y yo me perdí en bares, equipos de baloncesto y excesos de narrativa y, poco a poco, pese a ser vecinos, dejamos de vernos, dejó de querer verme, más bien, de contestar a mis llamadas. Una mañana, en 2007, decidimos que había que meter a mi abuela en una residencia. Espero que nunca tengan que decidir algo así aunque probablemente ya lo habrán hecho. La llamé porque necesitaba consejo, al fin y al cabo ella era trabajadora social. La Chica Ratón no cogió el teléfono pero sí me devolvió la llamada cuando le informé por mensaje de que era algo profesional.

Lo profesional le valía, era una buena excusa aunque intuyera que era mentira y que yo podía conseguir información sobre residencias en cualquier otro lado y, más aún, sobre la idoneidad de que mi abuela no pasara por casa a la salida del hospital, que su demencia fuera directa de República Argentina a Santa Hortensia, justo enfrente de la Chica Ratón, su casa desde la ventana de la habitación donde ponía la foto de su nieta, donde le recreamos algo parecido a un hogar mientras ella soñaba con fugas en tren, fugas de postguerra, hermanos muertos que la visitaban, olor a lejía y orín en los pasillos.

Un año después de que muriera, me mudé de casa y Zuckerberg popularizó Facebook. Le mandé un mensaje del tipo "no me puedes odiar siempre". A mí me parecía muy injusto que me odiara por cumplir su promesa. Que me hubiera odiado en 2003, con todos los matices, lo habría entendido, pero en 2005 me costaba y en 2008 me parecía completamente desmedido. Solo contestó para decirme que por favor no volviera a intentar contactar con ella. Fue duro. Cruel, diría.

Pero vuelvo al consenso, que dicta que no, que ella hizo bien y que yo fui un hijo de puta y que bla, bla, bla... lo cual es verdad si no atendemos a los matices, y yo me he negado a atender a los matices hasta que me he cansado de ser un chico malo. Y porque la echo de menos, claro. Porque en 22 días me caso con una chica cáncer y me gustaría al menos poder contárselo y saber qué hizo ella en sus años de desaparición absoluta. Porque de alguna manera me importa. Porque soy un gilipollas, vaya, tampoco les voy a dar muchas explicaciones más.

martes, agosto 20, 2013

Las claves del nuevo Barcelona... y sus peligros


Todos estaremos de acuerdo en que la primera parte del Barcelona ante el Levante fue impecable. Coincidiremos también en que recuperó lo que el equipo había perdido y que le había hecho ser dos veces campeón de Europa en tres años: la presión en todo el campo, una presión que empieza por el propio Messi, que sigue por Alexis y Pedro y que, sobre todo, y esto es muy importante, culmina con la anticipación de los centrales. Fíjense cuántas veces se adelantaron Piqué y sobre todo Mascherano para cortar la jugada rival después de despeje.

Por supuesto, todo esto tiene el valor de 45 minutos ante un rival menor, pero nos gusta, claro que nos gusta, aunque puedan surgir dudas. La elemental es si esa presión, a ese nivel, aguantará nueve meses, 60 partidos y una plantilla cortísima. La otra, inevitable también pero que entra dentro del riesgo y la asumo sin problemas, es qué pasa con una presión tan adelantada cuando el rival no sea el Levante. Bien, eso lo averiguaremos pronto porque el Barcelona juega seguido contra Atlético de Madrid (dos veces), Málaga y Valencia, estos dos últimos fuera de casa. No son el Bayern de Munich ni el Chelsea, pero pondrán en jaque seguro el proyecto de Martino.

Vamos a intentar analizar, parte por parte. Empecemos por la defensa: efectivamente, en lugar de fichar a un central, que a mí me sigue pareciendo necesario, la opción elegida ha sido que los delanteros vuelvan a defender como hace tres años. Ambas decisiones no son incompatibles. Con la presión en todo el campo, el rival normalmente se ve obligado a despejar el balón como puede. Esto no es algo nuevo. Ante presiones más tímidas en los dos últimos años y un equipo extrañamente descosido en lo físico y lo táctico, esos balonazos a menudo se convertían en un uno contra uno o un dos contra dos frente a centrales lejos de su mejor momento de forma.

¿Cómo evitarlo? Juntando al equipo. Los delanteros no solo presionaron con más agresividad sino que Busquets y los centrales adelantaron su posición para poder interceptar el balón antes de que el delantero rival pudiera crear peligro. No siempre saldrá bien pero no me parece mala solución siempre que la presión sea suficientemente exigente como para que ese balón no salga jugado y que la anticipación tenga sentido, lo que requiere de una concentración a prueba de bombas. Aparte, es obvio que los laterales no podrán subir a la vez, puesto que si uno de los centrales se va a encargar de ir al corte, es necesario que el otro central esté acompañado de un lateral que corrija, sea Alves o Adriano o Alba o Montoya o quien quieran. Lo contrario es un suicidio en grandes partidos y Martino lo sabe.

Otro aspecto a tener en cuenta es el físico. Vuelvo a insistir en lo de siempre: cuando digo "físico" no me refiero a que haya que contar con jugadores de dos metros sino a algo muy sencillo: en la temporada se juegan 60 partidos más los de selecciones y los jugadores se cansan. Para aguantar todo el año a ese ritmo hace falta una preparación espectacular, una resistencia y una fortaleza inauditas. Con Guardiola, el Barcelona la tuvo tres años. La perdió los dos últimos y se notó mucho: ni presionaba del todo ni se juntaba del todo, el cansancio hacía que los centrales se echaran hacia atrás, el equipo se rompía, los laterales no bajaban... en fin, todos ustedes lo han visto: un equipo muy competitivo pero no brillante.

Si de verdad el Barcelona se va a quedar con esta plantilla tan corta me parece complicado que se pueda aguantar todo el año a este nivel, más teniendo en cuenta que la exigencia de esfuerzos tan continuados derivará inevitablemente en lesiones, de mayor o menor duración. El tiempo dirá.

En ataque, me gustó muchísimo la posición de Cesc y su implicación en el juego. Para mí, fue el mejor jugador del partido o al menos el que marcó la diferencia. El problema con Cesc es que desde los 18 años ha sido protagonista en su equipo y él lo echa de menos. ¿Puede jugar de falso nueve? Sí, puede, pero se aburre, desconecta del juego, no maneja bien los recursos, intenta cosas que no tienen mucho sentido, necesita hacer unos esfuerzos físicos para los que no vale... Cesc necesita tener contacto con el balón, sentir que es pieza clave, convertirse en el vértice de las triangulaciones y jugar de cara a portería, viendo todo el campo por delante. Necesita poder abrir a izquierda o a derecha, jugar un pase corto, otro en profundidad, llegar en segunda línea...

Todo eso ya lo sabíamos en 2011, cuando llegó, y la solución de Guardiola de usarlo como delantero solo hay que entenderlo como una manera de ganar tiempo. Puede que sirviera pese a que el rendimiento del jugador fue comprensiblemente inferior al esperado. ¿Se ha arreglado eso ya? No. En el equipo siguen estando Xavi, Iniesta y Busquets y el juego de Cesc se parece mucho más al de Iniesta que al de Xavi, con lo que Martino tiene ahí un problema: o vuelve a Fábregas como delantero, y que sea lo que dios quiera, o sacrifica a Iniesta más de lo que hicieron sus antecesores o coloca a Iniesta en el puesto de Xavi y Cesc en el de Iniesta. La convivencia de los tres es posible, pero aún está por demostrarse si es deseable, más teniendo en cuenta que Messi tiende a bajar a jugar de centrocampista cuando puede, provocando un embudo en el medio del campo que ralentiza el juego a los niveles del año pasado.

Lo cual nos lleva a Messi, que, sí, tiene que bajar, recibir y ser decisivo, pero también tiene que confiar y dar hueco. Yo creo que lo hará y que su sobreintervención en el juego ofensivo del Barcelona venía provocada más por las carencias del equipo que por las supuestas ansias de protagonismo del jugador en su voluntad presuntamente dictatorial de hacer lo que le dé la gana. El Barcelona dependía de Messi, punto. Bueno será que deje de hacerlo y que eso mejore la verticalidad del juego.

Por último, cosas de 2011: Busquets en campo rival de manera casi permanente aunque con sorprendentemente poca actividad en la construcción del juego. De hecho, a menudo pareció que Busi hacía de tercer central -segundo cuando Piqué se lanzaba al ataque- y Xavi hacía de verdadero organizador, una solución cuyo éxito dependerá del estado físico del de Terrasa, que en enero cumplirá 34 años. A Pedro se le vio hiperactivo, como tiene que ser. Alexis muestra más confianza en su juego y nos queda el caso Neymar.

A mí me hace mucha gracia cuando se dice que a Neymar le queda "adaptarse a la dureza del fútbol europeo" y que en cuanto le den dos patadas se acabarán las frivolidades. Claro, como si en Bolivia, Uruguay, Argentina, los mismos campos brasileños, Perú, etc, repartieran caramelos a las estrellas rivales. El juego en Sudamérica es tan duro o más que en España, sus aficiones son mucho más calientes y las encerronas más frecuentes. Si Neymar triunfó en ese fútbol no hay razón para pensar que no puede hacerlo en el europeo.

Otra cosa es la adaptación al Barcelona. Le costará. Si no le cuesta, fantástico, pero contemos con que le costará. Creo que Martino cuenta con ello. En su primer partido se pegó a la banda en exceso y trató de no molestar. Lo consiguió: no molestó a nadie en todo el encuentro, apenas un par de internadas en velocidad que puede hacer Tello. Neymar es el futuro del Barça, un jugador superlativo, pero hay que tener mucha paciencia en el presente. Él tiene que ver cuál es el punto exacto de equilibrio entre "no molestar" y "acaparar el juego" y los compañeros tienen que ver en qué les puede ayudar más. Es lógico que ese encuadre aún no se haya producido.

Por lo demás, hay que esperar mucho aún. Estamos a mediados de agosto y esto dura hasta mediados de mayo. Las ideas son buenas y el camino es este. Veamos la capacidad de reconducir el equipo ante las adversidades, pues son las adversidades las que marcan las temporadas y con ellas el éxito o el fracaso.

domingo, agosto 18, 2013

El Madrid intentará aprovecharse del desconcierto del Barcelona


Si es usted de esos valientes que no simpatiza con el Real Madrid ni con el F.C. Barcelona, empieza una de las temporadas más aburridas de la historia. La diferencia de los dos grandes clubes españoles con el resto de competidores no ha hecho sino ampliarse en un verano en el que Isco, Illarramendi, Jesús Navas, Joaquín, Negredo, Soldado, Falcao y muchos otros jugadores estrella han dejado sus clubes para reforzar la Premier League, la liga francesa o el propio Real Madrid.

De hecho, el único que realmente se ha mostrado activo en el mercado es el club blanco. Carvajal parece un buen lateral de futuro, Isco tendrá que luchar contra unas expectativas descomunales en una posición superpoblada e Illarramendi es un excelente jugador que parece que ha llegado en el peor momento, cuando de repente se han dado cuenta de que ya tenían a Casemiro para ese puesto. Como es habitual, la política de fichajes del Madrid atiende menos a las necesidades que a los reclamos publicitarios y los jugadores que llegan son siempre de primer nivel pero no lo hacen al mejor precio posible, desde luego.

Después de unos 65 millones invertidos y a la espera de que se cierre el fichaje de Bale no por menos de 100, lo cierto es que el Madrid sigue con solo dos delanteros centros en la plantilla, uno de ellos recién ascendido del filial, y tres centrales de garantías, aunque Pepe ha sonado en varias quinielas de traspaso y el verano aún no ha acabado. La confianza en Morata me parece lógica porque es un excelente delantero, pero no sé si está todavía para llenar el hueco de Higuaín, como tampoco sé si Nacho está para cubrir los de Albiol y Carvalho, dos veteranos que raramente fallaban cuando Mourinho contaba con ellos.

En cualquier caso, el Madrid me sigue pareciendo el favorito para ganar la liga. No es una gran apuesta porque en realidad solo dos pueden ganar, así que la cosa está al 50%. El resto, ya digo, no tiene opción alguna y lo más probable es que el campeón, sea quien sea, vuelva a rozar, alcanzar o incluso superar la barrera de los 100 puntos, cifras completamente ridículas en una competición digna de ese nombre. ¿Por qué es mi favorito si ni siquiera es el club con el que simpatizo? Muy sencillo: la plantilla es descomunal. Puede que tenga dudas con el cuarto central o el segundo delantero, pero la variedad de jugadores en los distintos puestos es difícil de comparar en el escenario europeo.

A eso añadan que este año parece que el entrenador y los jugadores van a estar en el mismo barco, algo que la temporada pasada está claro que no sucedió y son ustedes libres de repartir culpas como mejor les parezca.

Pero, para mí, el detalle que marca de verdad el favoritismo del Madrid es la incomprensible espiral autodestructiva en la que ha entrado el Barça. Es complicado entender cómo un club que gana cuatro ligas, dos copas y dos Champions en cinco años jugando el mejor fútbol del mundo puede estar metido en una abierta guerra civil entre Rosellistas, Guardiolistas, Cruyffistas y un largo etcétera. Sumido en un estado de insatisfacción constante, el verano ha sido de todo menos plácido en Can Barça y yo estoy convencido de que las ligas se ganan y se pierden en verano, como se demostró el año pasado, cuando el Barcelona salió del mes de septiembre ya con siete puntos de ventaja.

Dejando a un lado la desgracia de Tito Vilanova, el panorama no es alentador: incluso con Tito sano se le acusaba de ser demasiado afín a la directiva, de haber traicionado a Guardiola, de dejar escapar a Thiago… ahora llega el Tata Martino y lo primero que sale es que lo ha traído Messi, que cómo es posible que tenga su propio equipo técnico y no cuente con los de la casa, que qué va a pasar ahora con los canteranos… Todas esas dudas constantes en un equipo campeón hacen que se olvide lo primordial: la corrección de defectos en el campo.

Si bien es cierto que los principales problemas del Barcelona en los últimos dos años han tenido que ver con el bajón de intensidad que hace que la presión no sea como antes, que el equipo se parta en dos y que los contrarios lleguen con más facilidad mientras el ataque deriva en demasiadas ocasiones en un Messi contra el mundo, algo tendrá que ver también en esa falta de intensidad, física y mental, la nula renovación de la plantilla y la manía, año tras año, de contar con poquísimos jugadores que además compiten en verano con su selección, con el cansancio acumulado que eso conlleva.

El fichaje de Neymar no admite dudas, pero tampoco sé si es razonable pedir un rendimiento inmediato a un chico de 21 años que va a jugar sus primeros partidos en Europa. La lesión muscular de Messi preocupa por una razón: no sabemos cuál es, igual que no lo sabíamos a finales de la temporada pasada y el pobre se pasó dos meses en el banquillo o arrastrándose por el Olímpico de Munich, llegando a salir por su propio pie, desesperado, en el Vicente Calderón. “Molestias” es lo más que se saca. Tampoco sabemos qué va a pasar con Puyol ni qué es eso de la anemia de Neymar, por qué se filtra desde el club la noticia, luego Scolari dice que es imposible y el propio jugador acaba diciendo que ya está perfectamente bien, que qué cosas tiene la prensa.


Desde fuera da la sensación de que el Barça zozobra dentro de una falta de transparencia preocupante y eso dificulta la confianza en una plantilla cogida con alfileres: no hay ni un solo delantero centro en el equipo, Xavi tiene un año más y su previsible sucesor se ha ido al Bayern, y no hay garantía ninguna de que Bartra, Dos Santos y Sergi Roberto den el salto de calidad que se espera de ellos desde hace años. Una racha de tres o cuatro lesiones puede ser letal para el equipo y a lo largo de 60 partidos esas rachas son habituales.

Artículo publicado originalmente en el diario El Imparcial dentro de la sección "La zona sucia"

viernes, agosto 16, 2013

Rocío López en El Cairo


Cuando Rocío López acabó su contrato en Radio Exterior tenía 26 años y esa sensación tan habitual en mi entorno de que todas las puertas estaban cerradas. La prensa se hundía y con ella miles de periodistas que se iban a la calle, ¿qué posibilidades había de entrar en una industria donde a la gente la estaban echando a patadas? Esperó unos meses y decidió irse a El Cairo. A mí la decisión no me gustó nada porque yo soy de naturaleza cobarde y si ya me cuesta irme a Egipto de vacaciones a ver las pirámides, imagínense a un Egipto post-revolucionario, en pleno proceso constitucional.

Rocío sabía árabe y eso era una ventaja enorme. Además, ella es valiente y, lo más importante, se veía ahí, lo consideraba una oportunidad irrepetible. En España no había muchas cosas que la ataran y al fin y al cabo, Egipto está a la vuelta de la esquina, como quien dice, no mucho más lejos que Londres en avión. Así que, ahí se plantó, pasó unas semanas complicadas, fue haciendo vida y amigos e incluso encontró trabajo para una televisión española con sede en Irán. Le pagaban. No sé si mucho o si poco pero le pagaban y para una periodista de ya 27 años eso es más de lo que se puede pedir en España.

Un año más tarde, resulta que Rocío López es portada de El País y el pasado jueves incluso copaba las dos primeras páginas. Antes de eso, tardes y noches en Tahrir informando para Telecinco y crónicas sueltas para La Razón. En sus propias palabras, "según se van los corresponsales de un medio o de otro de vacaciones, me van llamando a mí". La deposición de Mursi y los altercados posteriores la han convertido de la noche a la mañana en un pequeño fenómeno mediático. Para Egipto es una pésima noticia, los amigos no podemos estar más orgullosos.

Creo que lo bonito de la historia de la pequeña Rocío no es ya que saliera de Barajas sin nada y ahora cope portadas por su excelente trabajo -ya había dado muestra de su talento cuando le encargamos un reportaje para UNFOLLOW y nos entregó esto- sino la enorme alegría que sentimos todos sus amigos. Ir a casa de la Chica Selectiva y ver que tiene todos sus artículos guardados, que la Chica Diploma salga por la mañana y vuelva con el periódico para que recortemos sus colaboraciones, el alboroto en Facebook cada vez que su cara aparecía en el informativo de Telecinco...

Yo recuerdo una vez, en 2004, que mi nombre apareció en Babelia. Era a propósito de un nuevo libro de Ray Loriga y se citaba un artículo mío como referencia. Me quedé a cuadros. Tenía 27 años también y ver mi nombre en Babelia me superaba. Solo una mención, por supuesto, pero para que se hagan una idea, no se ha vuelto a repetir. Me lié a llamar a amigos para explicárselo pero era desolador ver que no lo entendían. Que compartían mi alegría, si se quiere, pero que no sabían hasta qué punto era importante para mí ese reconocimiento.

Quiero pensar que Rocío, en El Cairo, siente el reconocimiento y siente la empatía, por muy agotada que esté. Sabe que ha hecho todo tan bien como para haber conseguido abrir El País y ver tres páginas suyas. ¡Se imaginan que hubiera soñado siquiera eso en Madrid, que hubiera llamado a Miguel Yuste y hubiera propuesto un tema de portada más dos páginas interiores! La hubieran mandado con Joaquín Estefanía al Master, a pagar 10.000 euros y conseguir ser becaria en la SER tres meses para luego irse a la calle. Rocío prefirió aprender en la calle y en la plaza y le ha ido bien, pero, insisto, espero que aparte de ser consciente de eso, sea consciente de hasta qué punto aquí la queremos y la entendemos e incluso de vez en cuando nos dan ganas de decirle: "Vuelve, antes de que la cosa se complique más".

Espero que sepa que su fiesta es en parte también la nuestra y que eso es precioso y que no a todo el mundo le pasa: conseguir triunfar en tu profesión y en tu vida, que tus amigos vayan coleccionando tus éxitos. No tanto por los éxitos, por supuesto, sino precisamente porque son tus amigos.

jueves, agosto 15, 2013

Mis problemas con el tenis profesional


La tenista Marion Bartoli acaba de anunciar su retirada a los 28 años. No es el primer caso de una retirada prematura en el tenis ni fuera del mundo del tenis, de hecho, hemos visto casos como los de Justine Henin o Kim Clijsters, en los que a la retirada momentánea por fatiga mental, embarazo o simple pérdida de la motivación le ha acompañado un regreso más o menos triunfal a las pistas poco tiempo después. Lo raro del caso Bartoli es que su anuncio de retirada, entre lágrimas, se produzca un mes después de ganar Wimbledon, el único torneo de Grand Slam en su palmarés.

Todo apunta a una pésima gestión anímica del éxito y en esa hipótesis nos vamos a quedar. Eso no quita para que uno pueda tener dudas legítimas sobre cómo es posible que una jugadora que no ha pasado de cuartos de final en ningún torneo durante el año, llegue a Wimbledon, gane sin perder un solo set en todo el torneo por muchas bajas que encuentre en el camino, y un mes después reconozca que físicamente no está ni para competir. Parece lógico pensar que la razón no puede ser puramente física sino más bien mental o, si se quiere, que conseguir el éxito hace que no tenga sentido seguir luchando. Ya tienes lo que quieres, ahora te vas, por mucho que un mes antes dijeras que ibas a por el US Open porque te encontrabas en el mejor momento de tu carrera.

El problema de lo de Bartoli es que surge en un momento en el que todo el deporte profesional está en duda y dentro de una especialidad que tiene serios problemas de transparencia. Cuando digo "raro", "problema", "duda" y "transparencia" ustedes pensarán automáticamente en dopaje y me dirán que estoy acusando sin pruebas. Algunos de ustedes, al menos, reconózcanlo. Es más bien al contrario: señalar lo que me parece extraño en un deporte o en un jugador, sea del equipo o disciplina que sea, y pedir algún  tipo de investigación no es acusar sin pruebas, es pedir explicaciones sensatas sobre algo que parece anómalo precisamente para que deje de ser anómalo y lo podamos entender todos.

Precisamente porque hay tramposos, y muchos, en el deporte profesional, es por lo que necesitamos estar seguros de que los demás van limpios y que las heroicidades de verdad son heroicidades y no repeticiones del caso Armstrong o el que se les venga a la cabeza. Por eso, sin presuponer que todo lo que no entiendo es dopaje, que es completamente absurdo, voy a lanzar una serie de preguntas que me gustaría que se pudieran contestar y para las que aún no tengo una respuesta suficientemente clara. Son preguntas sobre el mundo del tenis, porque el ciclismo, diga lo que diga Toni Nadal, al menos finge que se toma esto en serio. El tenis, ni eso. Las preguntas podrían ser sobre natación o atletismo también, por supuesto, pero van a ser sobre tenis porque es lo que toca hoy. Allá voy:

- En su autobiografía, Tyler Hamilton definía al doctor Del Moral como la clase de médico que, entra en una habitación y antes de que te des cuenta tienes una aguja puesta en el brazo. En la investigación posterior de la USADA se señala a Del Moral como pieza clave de la "mayor trama de dopaje de la historia" y se le sanciona de por vida, sanción que ha hecho extensiva la AMA. El propio Toni Nadal, en entrevista a JotDown, afirmaba que Lance Armstrong era un tramposo y "que lo sabíamos todos". Del Moral era el médico de Armstrong, o lo fue en el período 1999-2003 al menos. Bien, ¿qué hacía exactamente Del Moral en la academia TennisVal durante años?, ¿cuáles eran sus tratamientos médicos?, ¿aparte de Sara Errani, sorprendente finalista de Roland Garros viniendo de la nada justo antes de la sanción a Del Moral, qué jugadores colaboraron con él?, ¿hay investigaciones llevándose a cabo para verificar que esos jugadores no han estado sometidos a tratamientos dopantes como otros clientes de Del Moral?

- ¿Cuál es exactamente la "ayuda sustancial" que dio Wayne Odesnik a la ATP y la FIT que justifica la reducción de su sanción de dos años a uno? Hay que recordar que la sanción a Odesnik no era exactamente por dopaje sino por tráfico de sustancias dopantes: el amigo se presentó en el Open de Australia con un cargamento de hormona del crecimiento que hacía complicado pensar que se tratara de dosis para él solo. ¿Quiénes eran, pues, sus clientes? ¿Es esa la información que dio a las autoridades y por la cual ya está compitiendo de nuevo en Grand Slams?, ¿por qué el jugador niega haber dado ninguna información a ese respecto, en un inverosímil giro de la trama?

- Odesnik aparece también en los papeles de la investigación que la Agencia Federal está llevando a cabo en Miami y determinados gimnasios de Florida para acabar con el tráfico de esteroides, anabolizantes, hormona del crecimiento y otras sustancias dopantes relacionadas especialmente con el béisbol. La investigación está a punto de llevarse por delante la carrera de Alex Rodríguez, entre otros, una de las más grandes estrellas de los New York Yankees y del deporte. ¿Sabe algo la ATP de lo que está pasando en Miami, el papel de Odesnik en todo eso y por qué determinados deportistas han trasladado a esa ciudad su lugar de entrenamiento con éxito inmediato?

- Precisamente el pasado Wimbledon, el que ganó Bartoli, fue el que más retiradas tuvo en la historia, al menos en la Era Open (desde 1968). A las pocas semanas, supimos que uno de los retirados por lesión, Marin Cilic, cabeza de serie en el torneo, no estaba lesionado sino que se le había recomendado apartarse por tener un asunto de dopaje pendiente desde el torneo de Munich en abril. Aún a día de hoy la investigación, al parecer, sigue abierta, cuatro meses después, porque Cilic va a reaparecer pronto y los organizadores del torneo de Kuala Lumpur están tan contentos de incluirle entre sus invitados porque "todavía no se ha resuelto la investigación". ¿Por qué se permitió al jugador mentir en Wimbledon sobre su falsa lesión? ¿Por qué la organización y la ATP dieron por buena públicamente la versión si era falsa y lo sabían? ¿Qué clase de sustancia se está investigando para que cinco meses después aún no se sepa si la tomó o no? ¿Cuántas otras retiradas "por lesión" o derrotas en primera y segunda ronda de grandes favoritos y favoritas podrían tener su origen en advertencias de este tipo?

- El de Cilic no es el único caso de sanción encubierta que pasa por lesión mientras vemos qué hacemos contigo. Por supuesto, todos conocemos lo de Agassi y como su positivo por cristal fue apañado entre bambalinas para no dañar la reputación de una de las estrellas del deporte. Yo sigo pensando que la intención no era doparse para mejorar rendimiento pero desde luego es un indicio de cómo se toma la ATP la lucha contra el dopaje, de manera casi tan seria como cuando Richard Gasquet dio positivo por cocaína y la excusa "es que besé a una chica que había esnifado coca poco antes" se dio por buena. Sí, están leyendo bien: se dio por buena. Rafa Nadal, además, le apoyó públicamente, convencido de la inocencia de su amigo. Pero no vamos a Cilic ni a Gasquet sino a Fernando Romboli, jugador que dio positivo en verano de 2012, se retiró de las canchas durante varios meses y solo en mayo de 2013, la ATP informó de que esa retirada se debía a una sanción por dopaje (furosemida) que el jugador había aceptado voluntariamente mientras se incoaba el expediente. Como la sanción era de ocho meses y medio, se le consideraba ya apto para competir de nuevo.

¿Por qué se permite que un jugador dé positivo y cumpla la sanción sin hacer público su nombre ni el motivo?, ¿cuántos casos como ese hay?, ¿es cierto, por tanto, que algunos jugadores desaparecen durante largos períodos de tiempo y vuelven porque han sido sancionados ocho meses y medio por dopaje o esta es una excepción inexplicable?

- Victor Troicki, jugador irregular pero que llegó a estar en el Top 20 y fue campeón de la Copa Davis con Serbia junto a Novak Djokovic, ha sido sancionado con 18 meses por negarse a dar una muestra de sangre en un control durante el torneo de Montecarlo. Negarse a dar una muestra de sangre es motivo de sanción según el Código Antidopaje de la AMA, pero el propio Djokovic ha salido a defender a su amigo, como Nadal hiciera con Gasquet. El problema de nuevo es que Troicki no es el primero en negarse a pasar un control anti-dopaje: en octubre de 2011, la tenista Serena Williams hizo algo parecido cuando unos inspectores se plantaron en su casa. La reacción de la estadounidense fue encerrarse en lo que ellos llaman "panic room" y llamar a la policía, como si fueran ladrones que venían a asaltarla. No debe de ser fácil distinguir a un médico acreditado con documentación que hace su trabajo según los estándares que tú misma has aceptado de un ladrón, a lo que se ve. Serena Williams escapó sin sanción. ¿Por qué se tratan los dos casos de distinta manera?, ¿a qué se debe el escaso número de análisis de sangre fuera de competición cuando sabemos por otros deportes que los tramposos suelen utilizar los períodos de entrenamiento para doparse más que las propias competiciones?, ¿es verdad, como dijo Novak Djokovic, que el número uno del mundo llevaba meses sin pasar un análisis de sangre fuera de competición?, ¿cuáles son los criterios para estos análisis?

- Por último, la ATP anunció la implantación del pasaporte biológico para la temporada 2013. Es una medida que yo creo que ha funcionado bastante bien en ciclismo. No es una panacea, no elimina a los tramposos, es fácilmente trampeable por buenos médicos... pero limpia bastante. ¿Exactamente cuándo estará listo ese pasaporte biológico en tenis?, ¿por qué se dilata tanto su aplicación?

Cuando todas estas preguntas se respondan -y habrán visto que ninguna entra dentro del terreno de la paranoia sino de la mera investigación- yo pensaré que el tenis es un deporte serio. No digo limpio igual que ahora no puedo decir sucio, porque sería injusto. Digo serio, que no es lo mismo.

martes, agosto 13, 2013

La última victoria de Lucho Herrera contra Miguel Induráin


Lucho herrera

A Lucho Herrera no le llamaban «el Jardinerito» por casualidad: pasó su adolescencia podando céspedes en Fusagasuga, a una hora escasa de Bogotá, cuando la bicicleta no era un lujo sino un medio de transporte para ir de recado en recado y llevar algo de dinero a casa mientras intentaba acabar la secundaria. Esas experiencias marcan un carácter y el de Herrera era calmado: un tipo poco hablador, poco expresivo, que parecía hacer su trabajo sin más, sin estridencias, sin necesidad de impresionar a nadie. Un Nairo Quintana pero sin la poderosa estructura de Movistar detrás y su entrenamiento científico. Algo parecido a un francotirador silencioso.

En Colombia llegó a ser tan popular que, ya retirado, un cuatro de marzo de 2000, una brigada de las FARC lo raptó durante una visita a la casa de su madre. Aquel secuestro fue como una canción de Sabina: siete hombres con metralletas se lo llevaron a la montaña, ojos vendados, y cuando llegaron al refugio y descubrieron quién era realmente, lo empezaron a asediar con preguntas sobre el Alpe D´Huez, los lagos de Covadonga, la Vuelta a España de 1987… y a las 24 horas lo liberaron, pidiéndole inmediatamente disculpas por las molestias.

Y es que la popularidad de Herrera estaba bien ganada: durante años fue el estandarte del clásico Café de Colombia, un ciclismo incipiente que databa de finales de los 70 y que se prolongó hasta los 80 y parte de los 90 antes de desaparecer sorprendentemente, siempre se ha dicho que arrinconado por la EPO, aunque quizá Santi Botero no opine lo mismo. Eran los años de Jaramillo, del Pacho Rodríguez, de Farfán, de Patrocinio Jiménez, Camargo y ese largo etcétera encabezados por el espectacular Jardinerito y el constante y regular Fabio Parra, un hombre más preparado para grandes rondas, como demuestran su segundo puesto en la Vuelta de 1989, detrás de Perico Delgado en su esplendor, y el podio del Tour de 1988, también detrás de Delgado y Steven Rooks.

Lo que no consiguió nunca Parra fue ser primero. Herrera estuvo a punto tantas veces que cuando lo logró tuvo que ser de rebote, aunque de eso hablaremos más adelante.

En 1984, aún como amateur, «el Jardinerito» se plantó en el Tour de Francia y venció en Alpe D´Huez por delante de Fignon y Bernard Hinault. No era poca cosa: Lucho era el mejor escalador de todos los «escarabajos» pero su falta de disciplina en la contrarreloj arruinaba toda esperanza. Podía perder seis minutos, siete, ocho… en tiempos en los que cada vuelta que se preciara incluía dos o tres etapas de ese tipo y además largas. Al año siguiente, 1985, asombró a toda Francia ganando de nuevo dos etapas, una de ellas, la de Saint-Etienne, con la sangre cayéndole por la cara tras una caída.

Sin embargo, como decíamos, su gran momento llegó algo más tarde, en 1987. Si el Giro lo ganaba generalmente un italiano que supiera manejarse en la media montaña y el Tour era para hombres mucho más completos que el colombiano, la Vuelta a España sí podía darle alguna oportunidad en la general, con sus puertos cortos pero explosivos, sus contrarrelojes reducidas al mínimo para favorecer a los Delgado, Pino, Lejarreta y compañía, y su habitual guerra de guerrillas en la que los chicos del Café de Colombia y el Postobón se manejaban a la perfección.

Aquella edición tenía solo 66 kilómetros contra el crono y dos hombres dispuestos a jugarse el triunfo: el irlandés Sean Kelly, del KAS, que acumulaba clásicas y vueltas de cinco días con una facilidad asombrosa, para acabar pegándosela tarde o temprano en alguna etapa de montaña de Vuelta o Tour, y el alemán Raymond Dietzen, estrella del equipo TEKA, que tenía en España su hogar y su lugar para el lucimiento. Como tercera opción quedaban «los colombianos», así, en conjunto, como una unidad indiferenciada. En la primera etapa de montaña, Dietzen logró el liderato tras el triunfo de Lale Cubino. La alegría le duró cuatro días, hasta la llegada a los lagos de Covadonga. Ahí, en plena exhibición, Herrera le metió un minuto y medio a Vicente Belda y a Sean Kelly, casi dos minutos a Dietzen, más de tres a Delgado y cerca de cuatro a Laurent Fignon.

Era el día de su cumpleaños y Lucho lo celebró con una frase lapidaria: «No voy a ganar la Vuelta». Viendo lo que quedaba de la carrera, la cosa no estaba tan clara...

Sigue leyendo el artículo sobre Lucho Herrera de forma totalmente gratuita en la revista JotDown

lunes, agosto 12, 2013

No es el FMI, es España


Si algo se está perdiendo en el análisis político, económico y social, tanto patrio como ajeno, es la perspectiva de la realidad. Nos empeñamos en calcularlo todo sobre el papel, la regla, lo correcto y suponemos inmediatamente que del “deber ser” se seguirá el “ser” sin más problema. Es lo que sucede, por ejemplo, y aquí lo ponemos en relieve muchas veces, con el concepto de “democracia” que hay en España, un concepto precioso, que habría que luchar por que se aplicara y que sin embargo deja mucho que desear porque está en manos de demasiados ladrones.

El problema es que al decirlo parece que uno quiera cargarse la democracia, es decir, el concepto, cuando lo que quiere es quitarse de en medio a los ladrones y los mafiosos, es decir, la triste realidad, eso que tanto odia la razón cínica porque le desbarata todas sus obviedades.

Algo parecido ha pasado esta semana con la medida que propone el FMI —y no solo el FMI- de reducir un 10% los sueldos para conseguir más empleo. La medida no es un disparate en sí misma y podría defenderse en cualquier libro de teoría económica. Lo que pasa es que no tiene nada que ver con la realidad sobre la que se pretende aplicar, que, por cierto, es española, pero no solo española, porque algunos rasgos que voy a enumerar ni son ibéricos en exclusiva ni siquiera latinos sino universales, me temo, y siempre lo han sido así.

De entrada, pensar que reducir los sueldos va a derivar en mayor contratación me parece arriesgado. ¡Ojalá fuera así! La mentalidad del empresario medio español suele girar en torno al máximo beneficio con los menores costes y el menor gasto en servicio al consumidor. Si el trabajo de dos lo puede hacer uno y me ahorro un sueldo, adelante. Si el sueldo de uno que cumple sin más es menor que el de alguien válido y competente pero que pide más dinero, pues me quedo con el cumplidor y ya iremos tirando... Por supuesto, hay excepciones, y donde hay excepciones, el producto por lo general funciona, pero la mentalidad es esa: el pelotazo, incrustado en el país desde los años 50.

Mi experiencia como trabajador a menudo precario en el sector privado me invita a pensar que ese 10% ahorrado en sueldos jamás va a ir a la partida de personal. Irá donde vaya: a deudas o a caprichos, en eso no entro, pero veo complicado que el empresario diga: “Con lo que me ahorro aquí, voy a mantener este puesto de trabajo o a contratar a más gente para dar mejor servicio y ser más competitivo”. Ojalá fuera así, insisto, y habrá quien esté deseando hacerlo o lo haya hecho ya, pero lo más probable es que esa rebaja del 10% simplemente haga que el asalariado tenga menor poder adquisitivo, trabaje lo mismo por menos dinero durante el mismo número de horas, y esto incida en un punto clave: el consumo.

Porque una sociedad en la que la clase media-baja, por llamar de alguna manera al asalariado estándar, no llega a fin de mes y ve cómo todo se encarece mientras su sueldo se reduce es una sociedad que se ve abocada al colapso en el sentido marxista: nadie compra, así que nadie puede vender, con lo que el capital se estanca, queda cada vez en menos manos, etcétera. La lucha exitosa del liberalismo contra Marx partía precisamente de un enfoque más sensato y actualizado de la realidad, de la lucha contra esos principios que parecían inexorables buscando siempre la flexibilización, los equilibrios que no siempre dictaba el mercado sino muchas veces el sentido común. Si el liberalismo ha triunfado durante más de un siglo ha sido entre otras cosas porque ha sabido “tener cintura”, cosa que está perdiendo a pasos agigantados porque parece que ahora todo tiene que ser “como lo dijo Hayek” o “como lo dijo Keynes” o el gran líder de turno.

Conceptos.


Seguir reduciendo sueldos en una proporción tan alta sin que se cumpla la condición de que el dinero ahorrado vaya a más asalariados —lo que sería de alguna manera una redistribución y no un colapso- me parece un desastre para cualquier economía y desde luego para la española, donde el sentido de solidaridad laboral no está demasiado extendido y donde la famosa ley de la oferta y la demanda se entiende como se ha de entender en un país que nunca la ha experimentado: exagerándola.

Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial, dentro de la sección "La zona sucia"

domingo, agosto 11, 2013

Cuando Caniggia y Maradona devolvieron a Brasil a la adolescencia


Maradona y Caniggia

Brasil ganó tres mundiales de cuatro posibles entre 1958 y 1970 y se hizo a la idea de que así sería siempre, que lo natural era la victoria y no la mediocridad. 20 años después, lo que quedaba de aquella ambición era el pánico. Equipo insulso en 1974 y 1978, glorioso pero perdedor en 1982 y una combinación de todo un poco en 1986, a la seleçao le pasó lo peor que le puede pasar a un niño alegre: se dispuso a madurar, como el músico que no ha conseguido repetir el éxito de su primer disco y se escuda en la incomprensión ajena.

La «madurez» de Brasil era un ajuste a los tiempos. A finales de los 80 convivían en Europa dos tendencias muy distintas pero hasta cierto punto exitosas. Holanda venía de ganar la Eurocopa de 1988 con un juego alegre, no diría espectacular, pero que se basaba en el talento. La propia Holanda tenía un punto esquizofrénico, porque no era lo mismo el último Ajax de Cruyff que ganó la Recopa en 1987, que el pétreo PSV Eindhoven de Hiddink que ganó la Copa de Europa de 1988. Aun así, convendrán en que mejor Cruyff y Hiddink que Trappatoni o todos los dobles y triples pivotes que asolarían los 90.

En cualquier caso, la referencia mundial no era Holanda o lo era solo en la medida en que colaboraba en el Milan de Arrigo Sacchi, un equipo mal entendido a menudo: irregular en su campeonato nacional, casi imbatible en Europa, sobre todo en 1989, el año del 5-0 al Madrid, Sacchi creía en el talento pero sobre todo creía en el trabajo y ese trabajo, sí, era táctico, como lo fue después el de Guardiola, pero también era físico. No «físico» como se entendió en el 98, es decir, una sucesión de tíos de dos metros de largo por dos metros de ancho barriendo todo lo que pasaba por la zona, sino «físico» en su pretensión de agotar al rival presionándole por todo el campo y reduciendo los espacios para que no pudiera respirar.

El fútbol en 1990 parecía una cosa enteramente europea, organizada, seria, concienzuda, casi científica —primeros psicólogos en los banquillos, nutricionistas, médicos extraños de dudosa procedencia— y lo único que se oponía a aquella marea de datos en ordenadores era la genialidad de Maradona y su grupo de pretorianos, los del «pisalo, pisalo», los de los barbitúricos en las botellas de agua que pasaban a los rivales cuando se morían de sed… En resumen, el fútbol estaba bien jodido, y se acercaba el peor Mundial de la historia, sin comparación posible.

Ante eso, Brasil tenía que elegir entre mantener su esencia del jogo bonito y lo que los expertos de hoy en día llaman «competir», es decir, aburrir a las ovejas. Eligieron lo segundo porque pensaron que era la mejor manera de acercarse a la esquiva victoria, al soñado «tetra», su primer título desde la retirada de Pelé de la selección. Los fracasos de los Zico, Sócrates, Eder, Falcao, Dirceu, Careca y compañía parecían exigir un cambio de rumbo… y de Telé Santana se pasó a Lazaroni con una facilidad asombrosa.

Lazaroni había llevado a Flamengo y Vasco da Gama a sendos campeonatos cariocas a una edad impropia, apenas 37 años. En su debut con la seleçao ganó la Copa América, un torneo que no suele interesar demasiado a los brasileños pero que vio el debut de futuras estrellas como Romario y Bebeto, que marcaron todos los goles de su equipo en la fase final, incluyendo el de la victoria decisiva ante Uruguay, obra del futuro jugador de Barcelona y Valencia. Aquella «final» —en realidad era una liguilla pero ambos equipos llegaban empatados, como sucediera en 1950— de Maracaná, ya dio señales de lo que estaba por venir: un 4-4-2 sin apenas magia, con Dunga alternando las posiciones de medio centro defensivo y líbero más Mazinho organizando al equipo dentro de sus limitaciones.

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sábado, agosto 10, 2013

Lucio Dalla- Caruso


Hablé en otro lado de Lucio Dalla y puse el vídeo de esta versión de "Caruso", pero no hablé lo suficiente ni de la canción ni del momento. Creo que es de las cosas más impresionantes que he visto nunca y todo ayuda: la tremenda informalidad medio hippie del atuendo, la conciencia a posteriori de que ese hombre ha muerto, la aparente tranquilidad con la que comienza el canto, incluido el primer estribillo, justo después de que el hombre abrace a la chica que llora, chica que, según la historia, fue alumna del propio Caruso, chica de la que Caruso se enamoró locamente pese a saber que se moría o precisamente porque sabía que se moría. Chica, por lo demás, que no correspondía ese amor y solo quería clases de canto y algo parecido a un padre o a un abuelo.

Dalla recitando más que cantando, la historia narrada en Verona, calma, piano que acompaña y amago de orquesta. El último intento de Caruso de ser Caruso, el último intento de Caruso de enamorar a la chica, de declararle su amor cantándole una canción tradicional, una canción que dice así, en sureño napolitano, "Te voglio bene assai", pretendiendo quizá que aquello no era más que una canción, otra canción en el puerto, las hélices de los barcos en las distancias, las luces de la fiesta que celebran que Enrico, el gran Enrico, el tenor por excelencia, pese a su neumonía, pese a los indicios del cólera y la sangre que llenaba sus trajes en el Metropolitan, volvía a cantar, recomenzaba el canto.

Te voglio bene assai, ma tanto, tanto, bene sai. È una catena ormai, que scioglie il sangue dint´e vene, sai.

Y aquí sí, aquí Dalla se rompe la voz y llega donde no llega ningún otro, donde no llega Pavarotti porque Pavarotti suena de todo menos desesperado y Dalla se rompe, se viene abajo como Caruso con su "ragazza", Caruso en su canto del gallo frente al golfo de Sorrento, Caruso, por fin, consciente de la muerte y de la vida pasada, del éxito y la delgadez y el dolor y la sangre de nuevo y la canción que no se detiene mientras todos sonríen y él llora porque sabe que es el fin y que la chica encontrará otro profesor igual que el Metropolitan encontró otro tenor para Eleazar...

... porque yo creo que en vida los amores pasionales funcionan lo justo, pero en la muerte, en lo que cada uno considere la muerte, son lo único que tienen sentido. El amor tras el cual no viene nada. La última representación. La de Caruso, la de Dalla, acompañando al piano incluso en el último tono bajo, el que acaba la canción, el que acaba la vida.

viernes, agosto 09, 2013

Lisboa 2013. y V. Aviones suicidas

La tarde del jueves es tranquila. Inusualmente tranquilo. Yo no me encuentro demasiado bien, una sensación de cansancio, febrícula, ganglios inflamados... y la Chica Diploma ha decidido tomarse unas horas libres, cosa que no es demasiado habitual. Todo se reduce a medio pollo asado en el ya mítico bar O Churrasco y conexiones varias a la red wi-fi Florescente, con las debidas pausas para seguir con el "Invasión o victoria", de Gonzalo Vázquez y Máximo Tobías. Por la noche, en el Canal Internacional, echan una reposición de "Las chicas de oro" versión española. Efectivamente, es horrenda. Tanto, que la Chica Diploma se queda dormida al instante y yo aprovecho para apagar la tele sin que se dé mucha cuenta, matar un amago de cucaracha en el baño y seguir leyendo.

Así llegamos a la última mañana, que normalmente es un coñazo pero con ella al lado no, porque se encarga de todo, porque mi malestar es un poco mayor y lo entiende y así para la hora de desayunar ya casi ha hecho ella sola las dos maletas y está lista para buscar una tienda donde comprar un imán de recuerdo y un búho de regalo. Insinúa la posibilidad de coger el tranvía 28, el que nos cruzamos siempre, el turístico, pero yo no digo ni que sí ni que no. Ayer habría dicho que sí, pese a todo, porque estaba en el plan. Hoy, no me apetece: mucha gente, mucho agobio, mucho calor, poco sentido. Al final, como ven, hemos conseguido dejar algo pendiente, algo por lo que volver. Just in case.

Subimos andando, por tanto, esas cuestas imposibles amenizadas con tramos de escaleras: la Praça da Figueira, la Rua Madalena, la Calçada do Castelo... La Chica Diploma encuentra su búho y yo me quejo mucho, que es lo que hago en cuanto me pongo medio malo. Bajamos al hotel y nos despedimos como si nada. Todo aquí, ya quedó dicho, es "como si nada" y tienes esa sensación de que nadie va a notar tu ausencia y de que, por lo tanto, sería absurdo vivir esto como un drama. No lo es: tres días y medio y el mismo autobús pero en sentido inverso, parón en medio de la carretera para un control policial, terminal 2, cinturones, zapatos, líquidos... Dentro ya, un McChicken y una ensalada, un periódico y un libro, un avión lleno en el que descubrimos que Lisboa nos ha hecho la última jugarreta, como en las películas americanas de adolescentes: los asientos parecen consecutivos: 26C y 26D pero están en puntas distintas de una misma fila.

La última fila del avión, para más escarnio.

Y, bueno, mi miedo a despegar lo mitigo como puedo, sin manos que agarrar ni entregas al pánico -un niño de 8 años juega a la Nintendo a mi lado, la madre no me quiso cambiar el sitio- y en cualquier caso el despegue no tiene nada que envidiar con un aterrizaje largo y suicida, no sé si por estar en la cola o por la poca pericia de un piloto que asegura que no hay viento, que no hay nubes, pero mueve el avión como si tuviera que estrellarlo contra el Palacio Real. Vaya usted a saber, con esta gente es imposible atenerse a razones. Todo lo contrario que Madrid, que se destapa nada más llegar con un enorme anuncio de saunas para homosexuales en el metro que dice: "Ya puedes mojarte".

Pues sí, Madrid es de mojarse y Lisboa, no, pero si la pobreza y el abandono que he visto durante estos cuatro días son una señal de futuro, créanme que es un futuro que no nos va a gustar nada de nada. Un futuro de mantas en pleno verano por en medio de la Plaza del Rossío por no tener dónde dejarlas, por miedo a que te las roben. Lisboa es bonita, pero es de otros, esa sería mi conclusión. Y ahí nos miramos todos, intentando averiguar quiénes son esos otros y con la lógica duda de si no seremos nosotros.

jueves, agosto 08, 2013

Lisboa 2013. IV. Sintra

No estuve en Sintra, estuve en Cascáis. Creo que ya lo he contado pero no me importa repetirme. El plan era pasar un par de días en Cascáis, dormir en la playa y luego coger el tren a Sintra, pero Víctor empezó a darle al vodka a eso de las cuatro de la tarde y para las ocho ya estaba medio inconsciente en unas escaleras con un hilillo de baba colgándole de la boca. Mi hermano y yo nos quedamos con él, su mejor amigo se fue por ahí de excursión. Durante años hice de mi vida nocturna un continuo "cuidar del borracho". Hasta 2010. En 2010 se me pasó y la borracha se quedó en el Búho Real mientras yo me volvía a casa bastante hasta las narices.

El caso es que el pico del coma coincidió con la excursión carismática y la ambulancia nos separó en dos grupos que no podían reencontrarse porque por entonces no había móviles, así que ellos siguieron hacia Sintra, como planeaban, y nosotros, ay, nosotros acabamos de vuelta en nuestra casa de putas de la calle Almirante Reis.

Por todo esto, en mi imaginario, Sintra era una ciudad turística y de playa, pero no, es solo turística, exageradamente turística, diría, con sus quince minutos de cola en la estación de Rossío, sus quince minutos de cola en la oficina de información, su casi media hora de cola para coger el autobús que sube a los palacios y el atasco continuo del Palacio de Pena, con un niño francés coqueteando continuamente con el desastre.

Un lugar que requiere de gente muy obediente y disciplinada, vaya, y aunque la Chica Diploma y yo hemos tenido mucho de eso en el pasado, confío en que se nos vaya pasando y para empezar, nos olvidamos de autobuses y nos lanzamos montaña arriba hasta el Castelo dos Mouros, sin entrada ni nada, y luego al citado Palacio, donde sí, pagamos, y a los dos nos parece un error, así que para compensar no solo bajamos andando sino que bajamos corriendo, para estupor del resto de españoles, porque aquí quien no es francés es español y los portugueses nos miran desde su distancia habitual, imposible saber si les disgusta que vayamos a su país o si les disgusta seguir allí ellos mismos, la melancolía acercándose peligrosamente al enfado, la colección de chabolas, casi favelas, que separan Sintra de Lisboa desde la ventana del cercanías.

Difícil de saber. Creo que mi portuñol ha mejorado, pero aun así nos meten un palo importante en un restaurante perdido, porque normalmente un extranjero va a ciegas, pero aquí ya es algo un pelín exagerado.

miércoles, agosto 07, 2013

Lisboa 2013. III. Park Bar

Aunque de repente hay momentos. Yo no quería escribir esto y estaban avisados porque si no el diario acaba pareciendo una película de Jennifer Aniston, pero, sí, hay momentos. La cara de niña pequeña de la Chica Diploma cuando, apiñados en el vagón de la conductora, subimos con el funicular al Barrio Alto. En realidad, es una estafa enorme, porque 3,60 euros por subir una cuesta... Hombre, hombre... pero ella está contentísima y hasta emocionada y a mí, desde luego, me vale.

Después, nada más bajar, andamos hacia nuestra izquierda, entramos en un parking, cogemos el ascensor hasta la quinta planta, subimos a la sexta y nos encontramos con una enorme terraza donde se reúne lo más "cool" de Lisboa, una azotea con vistas al río y a gran parte de la ciudad -lo bueno de un sitio lleno de cuestas es que está lleno de miradores- en la que incluso hay un equipo de televisión grabando y el postureo impera por todos lados.

Es la primera vez que me parece estar viendo algo vivo, aunque mantenga un punto artificial, superficial, si se quiere. Mi problema con Lisboa, y parece que poco a poco lo estoy descubriendo, es que siempre me parece que esté en un decorado. Precisando, en un decorado de película europea de Woody Allen, donde lo bonito es precisamente lo que no cambia, lo predecible: la terraza con mesitas en medio de unas escaleras, las plazas con sus fuentes, los tranvías de principio de siglo... Una belleza sin sorpresas, sin alarmas, por favor.

Se me olvidó comentarlo antes, pero ni siquiera me gustó "El libro del desasosiego", de Fernando Pessoa. El tedio y el torpor. A veces pareciera que a Lisboa, para intimar con ella, hubiera que estudiarla, y seguro que eso es precioso pero me sobrepasa. Vuelvo a la comparación con la chica que te pone cara de asco cuando solo quieres hablar con ella o el chico que se hincha como un gallo solo porque le has pedido la hora.

A veces, la sensación es la misma que a los 17 años, y tiendo a perdonarme, ¿qué demonios puede hacer un grupo de chicos de 17 años en una ciudad así?, ¿dónde ir, con quién hablar? Aquí se toman la melancolía muy en serio. Una melancolía mezclada con aburrimiento y enfado, el habitual de todo enclave turístico donde entras en un mesón andaluz y el camarero solo te habla en inglés, aunque al final lo prefieres porque mejor un inglés básico que un portuñol confuso.

Pero volvemos a los momentos, qué remedio, porque la ciudad es preciosa y eso es incontestable y giras una esquina y frente a ti hay un mirador enorme, una plaza desde la que no solo se ve el río sino también el castillo, la catedral, el jardín botánico e incluso nuestro hotel mientras un señor toca la guitarra y canta algo que parece maravilloso y probablemente lo sea, frente a un restaurante de lujo que se llama "Decadent", quizá la palabra que llevo buscando estos dos días, y, para rematar, entramos a cenar a una pequeña bodega donde nosotros devoramos unos filetes y los mosquitos devoran a la Chica Diploma, ronchón tras ronchón, como si alguien quisiera mandarnos un mensaje y ese mensaje fuera "no os confiéis".

Y buscad una farmacia.

Lisboa 2013. II. Belem.

Sí recuerdo la Torre de Belem, incluso tengo una foto de esas que se hacen por compromiso, casi pereza, el único monumento en un carrete lleno de gamberradas para testificar: "Sí, yo estuve aquí". Recuerdo además que compré la Gazzetta dello Sport y me eché a leer en un parque. Conmigo estaban Víctor y mi hermano. No sé cómo fuimos pero en ferry, no fue, eso ha sido este año con la Chica Diploma, un ferry que sale de Cais do Sodré, llega por un extremo al Panteón y vuelve, cruza el puente y te deja en la Torre para recogerte más tarde.

Solo que la Chica Diploma y yo hemos decidido ser malos y no dejar que nos recoja nadie. Vemos el puente a lo lejos, decidimos que no es tanto y empezamos a andar: primero la Torre, plagada de españoles, como toda la ciudad, luego el Monasterio de los Jerónimos, paseo por una zona comercial llena de heladerías y pasteles hasta llegar a Alcántara, con sus carteles electorales -hay unas elecciones locales pronto, no sé cuándo, eso nadie lo dice, ayer, en una terraza al borde del Castelo uno de los cafés llevaba el nombre de la troika, entiendo que no era nada positivo- y de ahí ya el cruce del famoso puente, un intento de comer en el Club de Jornalistos que frustra la hora y la elección de un entrañable restaurante familiar, la dueña hablándonos muy lentamente para que pudiéramos entender, azorada casi, filete con salsa y una merluza con patatas.

Luego, seguir andando, sin parar, ruta del tranvía por la Calle Boavista hasta la Plaza del Municipio y ya los edificios conocidos: Plaza de Comercio, Rúa Augusta, los camareros mozambiqueños y el sonido del helicóptero de la vuelta ciclista que, efectivamente, empieza hoy.

Por el camino, un descubrimiento: el funicular que lleva a la otra terraza que nos recomendó Marina, la del Barrio Alto. Hace 19 años creo que estuve en el Barrio Alto pero aún no estoy seguro. Dimos miles de vueltas por la noche y no había farolas ni gente a la que dirigirse. Acabamos en un bar llamado Liverpool, vacío, nos sirvieron seis cervezas, nos quisieron cobrar unas 5000 pesetas y acabamos corriendo como cabrones hacia la puerta, como en una canción de los Kinks.

Creo que hoy hemos pasado por esa zona, quizás incluso ese bar, y no me pareció exactamente el Barrio Alto sino una colección de antros y putas, sin más, exactamente donde el Chico Rastrero nos quiso llevar esa noche. Si se fijan, las putas fueron una figura recurrente en 1994 y nosotros tan educados.

Por lo demás, ni siquiera el Castelo fue ayer lo que fue en su momento. Todo es más completo incluso con amagos de resfriado, dolor de piernas y preparativos de boda. Lo normal sería que este diario acabara en reconciliación y amor. Eso sería lo periodístico, un "oh, como odiaba esta ciudad y como me ha convencido de que es maravillosa". No creo que pase. Nada personal, simplemente no creo que pase. Me sigue pareciendo una ciudad demasiado fría, demasiado exigente, demasiado alejada de todo. Una ciudad que te dice: "Anda, mira el río y déjame un poco en paz". Un pibón con conciencia de pibón que tampoco es para tanto. Mis patéticos intentos seductores, mis "obrigados" forzados, mis "até logos" sonrientes, un poco para nadie, porque nadie cree que yo sepa hablar un idioma que, efectivamente, no sé hablar. Ni de lejos.

La cosa queda en tablas entre Lisboa y yo, pues. Puede que me equivoque, me equivoco siempre. La ciudad será a partir de ahora un nuevo recuerdo de la Chica Diploma y poco más. Callejuelas, cuestas y su sonrisa cuando ve un funicular. No he visto a nadie que sea tan feliz solo viendo funiculares y tranvías. En lo que a mí respecta esta no es una relación a tres todavía. De hecho, estamos viendo todo con tanta profundidad y rapidez que a veces tengo la sensación de que el objetivo es no dejarnos nada para no tener que volver.