sábado, agosto 10, 2013

Lucio Dalla- Caruso


Hablé en otro lado de Lucio Dalla y puse el vídeo de esta versión de "Caruso", pero no hablé lo suficiente ni de la canción ni del momento. Creo que es de las cosas más impresionantes que he visto nunca y todo ayuda: la tremenda informalidad medio hippie del atuendo, la conciencia a posteriori de que ese hombre ha muerto, la aparente tranquilidad con la que comienza el canto, incluido el primer estribillo, justo después de que el hombre abrace a la chica que llora, chica que, según la historia, fue alumna del propio Caruso, chica de la que Caruso se enamoró locamente pese a saber que se moría o precisamente porque sabía que se moría. Chica, por lo demás, que no correspondía ese amor y solo quería clases de canto y algo parecido a un padre o a un abuelo.

Dalla recitando más que cantando, la historia narrada en Verona, calma, piano que acompaña y amago de orquesta. El último intento de Caruso de ser Caruso, el último intento de Caruso de enamorar a la chica, de declararle su amor cantándole una canción tradicional, una canción que dice así, en sureño napolitano, "Te voglio bene assai", pretendiendo quizá que aquello no era más que una canción, otra canción en el puerto, las hélices de los barcos en las distancias, las luces de la fiesta que celebran que Enrico, el gran Enrico, el tenor por excelencia, pese a su neumonía, pese a los indicios del cólera y la sangre que llenaba sus trajes en el Metropolitan, volvía a cantar, recomenzaba el canto.

Te voglio bene assai, ma tanto, tanto, bene sai. È una catena ormai, que scioglie il sangue dint´e vene, sai.

Y aquí sí, aquí Dalla se rompe la voz y llega donde no llega ningún otro, donde no llega Pavarotti porque Pavarotti suena de todo menos desesperado y Dalla se rompe, se viene abajo como Caruso con su "ragazza", Caruso en su canto del gallo frente al golfo de Sorrento, Caruso, por fin, consciente de la muerte y de la vida pasada, del éxito y la delgadez y el dolor y la sangre de nuevo y la canción que no se detiene mientras todos sonríen y él llora porque sabe que es el fin y que la chica encontrará otro profesor igual que el Metropolitan encontró otro tenor para Eleazar...

... porque yo creo que en vida los amores pasionales funcionan lo justo, pero en la muerte, en lo que cada uno considere la muerte, son lo único que tienen sentido. El amor tras el cual no viene nada. La última representación. La de Caruso, la de Dalla, acompañando al piano incluso en el último tono bajo, el que acaba la canción, el que acaba la vida.