domingo, agosto 25, 2013

Cuando Pau Gasol taponó a Djordjevic y tumbó al Real Madrid


Cuando el Barcelona llega a Vitoria está en medio de lo más parecido a una crisis que ha vivido en los dos últimos años, desde que se quedara fuera de la Euroliga en 1998. Probablemente sea el precio a pagar por la decisión de Aíto García Reneses de remodelar desde el éxito: la temporada 1998/99 había ido considerablemente bien, con victoria en liga frente al Caja San Fernando de Javier Imbroda y remontada histórica en la Copa Korac contra el Estudiantes de Pepu Hernández, el Palau Blaugrana hasta arriba y Djordjevic con las lágrimas preparadas y su pancarta «Stop the war» para protestar por los bombardeos de la OTAN sobre Belgrado.

A estas buenas noticias había que añadirle la aparición de dos jugadores llamados a hacer historia aunque en fases bien distintas de su evolución: Juan Carlos Navarro, un base-escolta, famoso por sus tiros desde siete, incluso ocho metros —las llamadas «bombas» que le dieron su apodo— y Pau Gasol, un proyecto de maduración más lenta que con sus 2,14 podía jugar de alero, manejar aceptablemente el balón y machacar constantemente la canasta contraria al contraataque.

Ambos fueron campeones del mundo junior en Lisboa, verano de 1999. Navarro, como estrella, aunque todos los expertos coincidieran en que el bueno era Raül López; Gasol, como refuerzo desde el banquillo. Por altura y condiciones, lo normal sería que Navarro jugara como base, pero Aíto lo quería de escolta. Debutó en la temporada 1997/98, antes de cumplir los 18 años y fue campeón al año siguiente con todas las de la ley, una temporada en la que su amigo Gasol apenas disputó 26 minutos repartidos en cuatro partidos, anotando 12 puntos en total.

La llegada de los jóvenes, la necesidad de hacerles un hueco a ellos y a otras promesas del momento como el francés Alain Digbeu, el alero Rodrigo de la Fuente, llegado de la NCAA apenas un año antes; el serbio Milan Gurovic, el fichaje más caro de la historia del Barcelona; el prometedor griego Efthimios Rentzias o el holandés Francisco Elson, un pívot contundente, de poca calidad pero físico explosivo que Aíto confiaba en hacer madurar, produjo un pequeño cataclismo en el verano de 1999, especialmente cuando se supo que la gran estrella del equipo, Alexander Djordjevic no iba a seguir por decisión exclusiva del cuerpo técnico. El hecho de que inmediatamente recalara en el Real Madrid no ayudó a que la afición entendiera del todo el descarte.

Junto a Djordjevic salieron del equipo otros veteranos como Roger Esteller o Xavi Fernández, para dejarle espacio a Navarro. El sustituto de Djordjevic tenía buena pinta: Anthony Goldwire, un tirador con menos necesidad de asumir responsabilidades en ataque y mejor defensa que el serbio. Su problema era una ausencia absoluta de carisma y la sensación de estar de vuelta de todo, como si no entendiera nada de lo que le pedía Aíto y Aíto, a su vez, no consiguiera entender nada de lo que Goldwire hacía sobre el campo, donde acabará convirtiéndose en un escolta más mientras Nacho Rodríguez es el que dirige al equipo en sentido estricto.

La plantilla blaugrana a principios de la temporada 1999/2000 es exageradamente joven. Incluso Dueñas, el eterno proyecto de NBA, apenas cuenta con 24 años, y eso se trasluce en un principio irregular, con las habituales críticas del entorno. De los seis primeros partidos, Gasol solo juega uno, once minutos en un partido sentenciado ante el León, el resto los pasará con el equipo de EBA, donde Aíto tiene pensado que vaya siguiendo su progresión, procurando que ninguna tentación le aleje del puesto de alero que él ya ha fijado para Pau igual que en su momento hizo con Andrés Jiménez en los 80.


Gasol no va a jugar minutos de verdad hasta la jornada 12 de liga, ya entrados en noviembre, cuando el Caja San Fernando se toma la revancha de la liga anterior y el canterano aporta 5 puntos y 3 rebotes en 19 minutos. A partir de ahí, la cosa mejora para Pau, que no bajará de esa cantidad de minutos hasta la jornada 23, destacando los 7 puntos, 4 rebotes y 2 tapones que endosa al Real Madrid de Scariolo y Djordjevic en 24 minutos. Una victoria que no permite ocultar una liga y un juego demasiado irregulares, mediocres en ocasiones, como cuando el equipo se queda en 45 puntos en su visita al campo del Estudiantes. El Barcelona acaba la primera vuelta en cuarta posición. Cuando llega la Copa, ya ha bajado al quinto puesto, con ocho derrotas en 21 jornadas, algo muy poco habitual, pero, con todo, una menos que su rival en cuartos de final: el Real Madrid.

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