viernes, julio 19, 2013

FIB 2009



Mi felicidad en Benicassim tuvo mucho de azarosa, como toda felicidad que se precie. Las niñas se empeñaron en que ellas iban a acampar y que iban a acampar juntas y eso me dejaba a mí solo, con una semana por delante en una ciudad que lo tenía todo para que la odiara. Una ciudad que era el verano, con la manía que yo le tengo. Por mi parte, viajaba como redactor de Neo2 o de Notodo, no lo recuerdo bien, y me hospedaba en una pensión que quedaba cerca del campo de fútbol. Me obligaban a quedarme una semana y como a ellas les venía bien pasarse el lunes para coger un buen sitio, el viaje, al menos, lo hicimos juntos.

La noche anterior, la del domingo, fuimos a ver "Bruno". Perdí las llaves y acabé durmiendo en el sofá de la casa de Hache, rodeado de conejos.

El caso es que ahí íbamos los tres: Hache, la Chica Portada y yo en el coche, poniendo Beirut mientras salíamos de Madrid y parando para comer en cualquier restaurante donde yo me erguía gallito ante la compañía. Cuando llegamos a Benicassim, mi habitación estaba ahí pero su campamento, no. No tenían derecho o no habían reservado o algo así. Volvieron con una cara de decepción enorme: para arreglarlo, Hache hizo de mi novia y la Chica Portada de una amiga que no tenía dónde quedarse. La señora de la pensión nos dio una cama más y todos felices.

Así fueron los cuatro primeros días: paseos a la playa, paellas en chiringuitos, noches compartiendo recuerdos y esperanzas. Yo empezaba a estar enfermo y ellas eran el báculo de mi vejez, con su continuo entusiasmo. Llegábamos a casa y me dejaban poner el Tour, luego, a menudo, separábamos caminos, porque yo soy mucho de separar caminos, pero nos volvíamos a juntar para buscar bares que no estuvieran demasiado llenos o demasiado vacíos, porque los sitios con playa en julio es lo que tienen, que se acercan demasiado a los extremos.

De repente, el jueves por la noche, llegaron los conciertos. Para mí, fue de lo más inoportuno porque yo estaba tan a gusto con mis niñas, mi cara quemada y el suelo del baño lleno de arena, las tres camas juntas formando una enorme: yo, junto al armario; Hache, a mi izquierda; la Chica Portada, a la izquierda de Hache. El jueves vimos a Oasis en una pantalla de plasma gigante, como si fueran presidentes del gobierno. El viernes hubo un incendio y un vendaval impresionante. Vivimos en el filo, sobre todo en la zona de prensa, donde me colaba de vez en cuando para pillar Kalise para todos, es decir, cubatas. El orden habitual era que yo iba a muy primera hora y las niñas -las hermanas Schleck, las llamaba- venían un poco más tarde, generalmente ya borrachas y exaltadas.

El sábado vi a Franz Ferdinand desde la grada y Hache se torció el tobillo bajando a lo loco algún puerto. No quiso darle importancia, como los niños que cierran los ojos y así consiguen que el mundo deje de existir. A las pocas horas estábamos suplicando ambulancias o taxis o algo que la pudiera llevar a casa sin éxito alguno. En fin, que llegó el domingo, y por la mañana jugué un partido de fútbol en el que Mendieta me metió un gol realmente increíble, llevamos a Hache al hospital de Castellón y nos quedamos en cuadro ante el concierto de The Killers.

Con todo, fue una noche increíble. Recuerdo tener a la Chica Portada subida a los hombros y bailar valses a las seis de la mañana con Christian Val y Arturo Paniagua, los chicos de Radio 3. Recuerdo también que la Chica Portada se enfadó conmigo y yo me enfadé con ella por enfadarse conmigo y cuando llegamos a la pensión no nos hablábamos, incluso al día siguiente nos costó coger el ritmo. Simplemente, supongo, estábamos tristes. Se acababa el campamento. Un campamento de una semana, que no es poca cosa. Recogimos la ropa, nos duchamos por última vez, la señora de recepción no preguntó por qué demonios mi novia había desaparecido pero yo seguía durmiendo con su amiga y ahí dejamos Benicassim y el FIB, felices, sabiendo, al menos por mi parte, que no volvería jamás porque ya no tenía sentido.