domingo, junio 09, 2013

El día llegó



Pocas horas antes de empezar la firma, la Chica Diploma dice que se encuentra mal y pensamos en ir a Urgencias para que le echen un vistazo. El cielo se cierra en gris y caen algunas gotas. Hace frío. Los mensajes llegan uno tras otro para confirmar que demasiados amigos no van a poder estar en la Feria por viajes, compromisos, cumpleaños... Es un momento complicado, algo deprimente. Intentas hacer como que te da igual pero no te da igual: mascas la tragedia, la tarde pesada mirando la lluvia frente a la caseta y algún excéntrico refugiado bajo el toldo.

De hecho, el camino de ida tiene algo de subida al monte Calvario. Llueve a ratos y muy poco pero me pesan las piernas y así subo por Méndez Álvaro hasta Atocha, luego la Cuesta de Moyano y ya en el mismo Retiro, aún cuesta arriba, me paro en un banco, agotado, sudando bajo mi cazadora vaquera, y llamo a la Chica Diploma para decirle en privado lo que estaba pensando decir en público, que tengo miedo. No sé a qué, pero tengo miedo y me doy cuenta de que es lo mejor: un fracaso sonado que me permita olvidarme de esto y centrarme en la boda y en la vida real y en todo lo demás...

... Y así llego a la caseta 242, donde Juan Carlos me espera con una coca-cola y unas almendras y la propuesta constante de ginebra. Solo que yo no bebo ginebra, quizá whisky sí habría tomado, y nada más sentarme en la mesa llega Jorge Díaz, el gran Jorge Díaz, como si quisiera tranquilizarme para empezar y me compra un libro y me mira serio como diciendo "no me seas nenaza, no te autocompadezcas y no escribas mañana un post de lo mucho que sufres cumpliendo tus sueños" pero sin decirlo, claro, y la única alternativa que me queda es hacerle caso porque además sucede algo con lo que no había contado: que solo estar ahí es divertido. Que es divertido vacilar con los de dentro de la caseta y sonreír a los de fuera y colgar una camiseta de Orenga del 92, Estudiantes Caja Postal, recíén traída por mi madre y Gure e intentar "cazar al lazo" a algún comprador despistado...

... Y que los libros se venden. Cinco en diez minutos. Unos diez en media hora y así hasta 23, e incluso Sara se pasa a saludar, y Elena, y Jorge, Pablo, Álvaro, Lorenzo, que compra un libro para regalar y el caso es que es bonito, extrañamente bonito, no solo vender mucho o poco sino el taburete, el nombre, la megafonía, la lluvia que no cae y la cola de gente que espera a que les firme un tal Blue Jeans, adolescentes con su libro en la mano y madres que buscan una primera lectura para sus hijos. Así que pasa una hora, hora y media, llega la Chica Diploma, llega su tía y sus primos, unos chicos hablan de Petrovic, Sabonis y Kukoc; Juan Carlos está contento y eso siempre es bueno y justo cuando ya he salido de la caseta porque son las 21,30 y hay que cerrar, llegan otros dos compradores de última hora, gente del Atleti que ha apurado el tiempo y me preguntan si les importa firmarles como si eso fuera a importarme, como si estuviera ahí para otra cosa...

... Y al final creo que son 23 libros en dos horas los que he vendido y firmado y me pongo muy contento, casi llorando, y lo pongo en Facebook y en Twitter y en todos lados mientras uno chorizos con alitas y patatas bravas en un bar de Atocha, y supongo que a muchos les parecerá que ponerse tan contento por 23 libros es un poco cutre, que tampoco es para tanto pero para mí sí es para tanto. Todo es para tanto, está en mi naturaleza dramática, aunque ahora intente hacer que no pasa nada tampoco por haber vendido el doble de lo esperado, porque nosotros, los que no presentamos programas de televisión, los que no tenemos grandes medios de comunicación detrás, los que no hemos creado una extensa red de amistades literarias... nosotros, insisto, vivimos de la generosidad y del cariño, y 23 libros es una barbaridad, eso es lo que pienso...

... Incluso puede que sea lo que piensa también Juan Carlos, porque me propone firmar el fin de semana que viene: sábado por la tarde a partir de las 19,30 también y domingo por la mañana, con Gonzalo Vázquez. Si no vinieron ayer y quieren ir a hacerme un poco feliz, yo, lógicamente, prometo agradecérselo.