sábado, mayo 25, 2013

Blur en el Primavera Sound


Yo llegaría a Barcelona mil veces. La razón principal por la que no vivo en Barcelona es que eso me impediría llegar en el tren y maravillarme y subir la calle Numancia como el que se siente en casa hasta el hotel, pasando por un Frankfurt para comer algo antes de una siesta de tres horas y media. A ustedes, tres horas y media les parecerán muchas, pero a mi cuerpo, vayan a saber por qué, le parecen pocas y me ducho como puedo, me pongo todos los jerseys que he traído uno encima de otro para combatir un viento inesperado y cojo un taxi cuyo conductor se queja cuando hay un atasco y matiza: "Yo no he puesto los coches ahí, ¿eh?"

Gente que vive en videojuegos.

Todo es sorprendentemente fácil: entrada canjeada, pulsera de tela bien ceñida y nada que cachear porque no llevo nada, solo el papelito de información con las actuaciones, que es francamente mejorable. Al otro lado de las vallas, justo en el concierto de las Breeders, espera Álida.

Álida es de los que piensan como ustedes, que tres horas y media son una barbaridad y me dice, sonriente: "Y ahora estás como nuevo, ¿no?" pero la respuesta, extrañamente, es no, y cuando vemos que hemos llegado demasiado tarde como para que toquen "Cannonball" y que probablemente empezaran con esa canción, la que me enamoró de aquel "Last splash" de 1993, cuando yo era un quinceañero enamorado de los Pixies, decidimos ir al otro escenario a ver a The Jesus and Mary Chain, un grupo que debería encantarme "porque es de los 90" pero del que solo conozco las dos primeras canciones.

Aun así es un buen concierto porque me encuentro bien. Hace frío, pero es soportable. Estoy cansado, pero me tengo en pie y charlo. Carlos me presenta a una amiga suya como "una fan" y eso siempre es precioso, aunque el ídolo esté gordo, ojeroso y en un preocupante proceso de caída del pelo. Da igual, al fin y al cabo hemos venido a ver a Damon Albarn. Hablamos de plantillas del Real Murcia y de fichajes de Madrid y Barcelona. Twitter arde con Neymar y en el Fòrum todo da igual porque en el Fòrum, hoy, son todo ingleses que beben agua mineral en grupo, con lo que eso implica.

Conseguimos un buen sitio para ver a Blur. Yo he venido hasta Barcelona, he pillado un hotel, un billete de AVE y una entrada de un día del festival solo para ver a Blur. Les vi dos veces en La Riviera y una en el Pabellón de Deportes del Real Madrid, pero la última vez creo que fue en 1997, cuando presentaban "Blur", si no me equivoco, puede que antes, cuando "The great escape". El comienzo es pletórico: eligen "Boys and girls" y Damon Albarn -cuarentón, algo cubicado pero aceptable, mejor que yo en cualquier caso- desmadra desde el principio y van cayendo "There´s no other way" -la canción que elegimos T. y yo para empezar nuestra relación, una canción que nos remitía a lo inevitable-, "Beetlebum", "Out of time" y de repente el concierto se enfría o yo siento que se enfría en largos rifs y experimentos mientras el viento arrecia y yo ya no estoy.

Es terrible porque quiero estar, no saben hasta qué punto quiero estar, pero no, no estoy, las manos en los bolsillos, las primeras miradas atrás buscando una salida, los gritos de "Tender is the night" y "Country house" intentando mitigar el ataque de pánico sin conseguirlo. Las piernas me tiemblan y no puedo mantenerme en pie. El frío hace que descarte la idea de sentarme tranquilamente apoyado en la valla. Tengo que salir de ahí. Huir. Camino como un borracho acelerado, pero camino. Pienso que si entrara al pabellón de la Cruz Roja pensarían que yo era uno de los chicos del agua mineral y me despacharían pronto. El corazón me estalla y doy una vuelta enorme para sortear las decenas de miles de espectadores que están ya con el "Parklife" y luego el "End of a century".

Oigo las canciones pero estoy lejos, muy lejos. A veces, incluso intento cantarlas, pero no tengo fuerzas. Por un momento, pienso en quedarme, aunque sea dando círculos para calmarme, pero es absurdo. Necesito irme a casa, protegerme, así que me rindo, cruzo de nuevo el recinto entero -qué lejos está todo en este sitio- y consigo un taxi casi a la primera porque los demás están pasándoselo bien. Un taxista paquistaní que no se sabe el camino al NH Numancia y escucha Chenoa en Cadena Dial.

Cuando llegamos al final, el corazón descansa pero la cabeza, no. Sigue esa extraña sensación de mareo, de "globo", de agotamiento sin sueño. Algo parecido a los últimos 14 años pero exagerado. Algo más murió cuando murió mi padre y hay que buscar sustitutos. Neymar podría valer. Muchos meses cuidando de alguien es lo que tiene, que cuando no hay nada que cuidar sigue la taquicardia pero es una taquicardia sin objetivo, sin meta, sin motivación. Una sensación de alerta constante cuando el peligro ha desaparecido y a mí me gustaría cantar, como Santi Balmes, "ya está, ya hay paz, ya hay paz".

Y lo que hago es echar de menos a la Chica Diploma, recordar lo contento que estaba por viajar solo después de tanto tiempo -nada personal, siempre he necesitado la soledad- y lo triste que estoy ahora porque ella no esté aquí conmigo. No solo cuidándome en la habitación de hotel mientras los Pacers le ganan a los Heat, sino en aquel concierto, mientras le explicaba pacientemente lo que cada canción significaba para mí, en qué momento la escuché, disco, lugar, vacaciones, chica... seguro de que ella escucharía pacientemente y sonreiría y no permitiría nunca que fuera a los sitios sin un abrigo y una bufanda y cuando pensara "voy a caerme al suelo" me agarraría, sin más, quizá eso fuera todo lo que necesitaba, como cuando una semana antes Álvaro Vázquez me agarraba en el escenario de Galileo.

Y así pasa la noche, que no tiene nada de suave porque no duermo al lado de nadie, y al día siguiente el cansancio sigue pero la ansiedad decrece, al menos lo suficiente como para desayunar, andar unos metros y meterme aquí, en el locutorio de todos los años, al que sé que venía todos los días en unas vacaciones sin recordar exactamente ni qué días ni qué vacaciones, porque ya digo: Barcelona es una sucesión de llegadas y salidas y mantenerlas todas en el recuerdo, apuntarlas como si fueran la contabilidad de un partido corrupto sería acabar con el poco de paz que queda y que tendrá que demostrarse esta tarde, o, más bien, ahora mismo, si consigo llegar a Sants, Plaza de España, Plaza de Cataluña, Ramblas y Port Vell. Un reto asumible, supongo, pero que de alguna manera siento que no depende de mí.

Y me jode, como podrán entender. Me jode mucho. But then again...