miércoles, noviembre 14, 2012

Un día de furia


A eso de las 21,30 me siento en un portal que está frente al Honky, en la calle Covarrubias. Tengo un libro que puedo leer a media luz, en concreto, "Eres grande, Cienfuegos", de Kiko Amat, cortesía de la Editorial Anagrama y Sigueleyendo. Me siento pero en realidad quiero tumbarme. No me encuentro bien, demasiado agotado por el nerviosismo. Hay días en los que me duele España y a la Chica Diploma le extraña mucho porque a qué demonios viene dolerse por esas cosas cuando ella me llena de M&Ms la máquina, pero la inutilidad de los otros me abruma, lo siento.

Tengo tres entrevistas pendientes, a personajes de muy distintos ámbitos. Hace más de una semana que mandé los correspondientes emails a los departamentos de prensa para conseguir cerrar fechas pero ni siquiera me han contestado. Ni contestar. En nueve días, ni un "estamos en ello". Pienso en qué puede estar haciendo un departamento de prensa de una película más allá de contestar emails para promocionar su película. Luego pienso que el idiota en todo esto soy yo, que apenas gano dos duros con estas cosas y estoy aquí actualizando el correo a cada rato y agobiándome.

Luego las películas no se ven.

Luego los libros no se leen.

Luego los discos no se venden.

Luego, alguien, llamémoslo demente_86, descubre esa película, ese libro o ese disco que pasaron desapercibidos porque nadie fue capaz de contestar un correo, lo sube a Internet gratis y todos nos llevamos  las manos a la cabeza: "¡Qué cabrones los piratas!". Pues sí, qué cabrones, pero, ¿saben por qué los piratas se han quedado con su dinero y su obra? Porque se rodeó de inútiles. Si determinada gente hiciera bien su trabajo, no haría falta que los demás hiciéramos huelgas. Lo siento pero es un tema que me cabrea, como autor y como periodista, es decir, como entrevistador y como potencial entrevistado y si me cabrea, no es ya por una falta de eficacia, por así decirlo, sino por la dejadez que demuestra el hecho de no poder ni contestar una petición escrita.

En fin, ahí sigo en el portal de la Calle Covarrubias, esperando a que la Chica Diploma salga de clase de danza oriental. Vengo del Costello, donde he sacado tres entradas para ver a Nudozurdo, un grupo maravilloso que ahora tiene problemas para llenar una sala indie a 10 euros la entrada. Un grupo con el que también intenté negociar una cosa hace tres años sin éxito alguno. Antes de eso, pasé por una tienda Movistar. He dejado lo de Movistar para el final porque es lo más coñazo y porque quizá sea lo más previsible pero también ayuda a entender las cosas: el 30 de septiembre abandoné mi casa de Churruca para vivir con mi novia. Obviamente, di de baja todos mis equipos Movistar incluyendo el Imagenio con el que veía el fútbol y hacía las crónicas correspondientes.

Eso no fue problemático. La baja fue tramitada con fecha de 29 de septiembre y se me prometió que me llamarían para recoger el equipo, condición imprescindible para finalizar la baja por completo... y dejar de cobrarme. Los días pasaron y ahí no llamó nadie. Cuando volví a llamar al 1004 me dijeron que me habían estado llamando y que habían ido a mi casa, pero no me habían localizado. Normal. El teléfono lo tenían apuntado mal y en mi casa, lógicamente, yo ya no vivía. Lo expliqué una, dos, tres, cuatro veces a lo largo de un mes y pico. Hablé con la empresa que recogía el equipo pero no hubo manera. Después de un par de reclamaciones -y dos recibos de meses en los que yo se supone que estoy de baja por valor de casi 200 euros-, me dicen que lo sienten mucho, que lo entregue en cualquier distribuidor de Movistar.

- ¿En cualquiera?
- Sí, en cualquiera.

Llamo al de Fuencarral, 14 y me dicen que sí, que ellos lo recogen... Solo que cuando llego no tienen ni puta idea de cómo hacer el papeleo y me dicen que me llamarán en cuanto lo arreglan. Eso fue el lunes. Estamos a miércoles. ¿A usted le han llamado? Pues eso.