domingo, octubre 21, 2012

Metro de Madrid desinforma



El Metro de Madrid ha sido durante años uno de los grandes orgullos de los distintos gobiernos de la Comunidad y con razón: siempre se ha tratado de un servicio limpio, puntual, rápido y que une en pocos minutos una punta y otra del municipio con otros municipios de la región.  Por supuesto, siempre hay “peros” puntuales: ampliaciones no finalizadas, obras carísimas, vagones con evidente necesidad de reforma… pero en líneas generales, el madrileño ha podido sacar pecho de su servicio metropolitano de trenes cada vez que viajaba a Londres, París o Nueva York y comparaba.

En los últimos meses, sin embargo, hemos asistido a una caída en picado de las prestaciones de Metro que son difíciles de explicar. Primero fueron las exageradas subidas de tarifas bajo la falsa premisa de que los usuarios tienen que pagar más porque hay pérdidas, cuando en realidad al Consorcio de Transportes ya lo pagamos todos con nuestros impuestos, es decir, no es algo que nos estén regalando, es algo que estamos sufragando y en ocasiones nos está generando deudas que pagamos con la pérdida o recorte de otros servicios. El precio del billete no es sino un “repago”, una manera necesaria de conseguir financiación extra para que las arcas públicas, las de todos, no sufran más daños.

Cuando el billete sencillo subió un 50% su precio en 2011, la defensa de la Consejería de Transportes fue que nadie lo utilizaba, que la mayoría de los viajeros tenían un “metrobus” de diez viajes o un abono transportes que cubría todos sus desplazamientos durante el mes en vigor. El Consejero en cuestión no sabía lo que era un “metrobus” pero, en fin, todos tenemos claro cómo se llega a determinados puestos en determinadas administraciones. Lo siguiente que supimos, a los pocos meses, fue que subían un 40% el precio del citado “metrobus” . La respuesta, entonces, en un nuevo ejercicio de malabarismo político, fue la siguiente: “Ojo, que el precio del billete sencillo no lo hemos tocado”. La burla se completó con unos carteles repartidos por todas las estaciones, que decía “Metro de Madrid: menos es más”, cosa que probablemente fuera cierta en algún momento pero que ahora mismo es bastante indefendible: en un país con cinco millones de parados y un sueldo medio que apenas supera los 1000 euros, el precio del Metro en Madrid resulta bastante caro. No el más caro del mundo, de acuerdo, pero lo suficiente como para que la propaganda resulte casi insultante.

Las cosas han ido empeorando y no sé decir por qué ya que no me lo han explicado. Ni a mí ni a nadie. Sabemos que hay huelgas constantes con servicios mínimos y también sabemos que la intención de Metro es reducir los servicios posteriores a las diez de la noche e incluso cerrar las estaciones a partir de las doce, algo que ya sucede en Barcelona desde hace años. El problema es que desde antes del verano es evidente para cualquiera que viaje en Metro que el tiempo de espera en los vagones ha subido de una manera escandalosa, es decir, que el número de convoyes operativos ha bajado. ¿Se trata de una huelga encubierta?, ¿se trata de un nuevo recorte silencioso? Ni idea.

Es intolerable que el madrileño pague con sus impuestos el servicio de metro, lo vuelva a pagar a un precio considerable cuando utiliza el servicio y que encima el trato sea cada vez peor. Si no se quiere aceptar que los ciudadanos deben recibir un trato ejemplar de organismos públicos sufragados por sus impuestos, que por lo menos nos podamos acoger a la clásica divisa de “El cliente siempre tiene razón” y que nos traten como tales, como clientes y no como ovejas hacinadas en trenes que a veces demoran su llegada hasta diez minutos a media tarde sin explicación alguna.

En sí, no es algo demasiado escandaloso, lo que me preocupa es que refleja una vez más cómo los dirigentes políticos han acabado creyendo que lo público en realidad es algo suyo que nos ceden o nos prestan o nos alquilan a tal o cual precio y aún tenemos que dar las gracias. No es así, y si hay un problema, el que sea, lo mismo es que se informe, aunque estemos en lo de siempre: si el periodismo no plantea preguntas, es difícil que el poder facilite respuestas.

Artículo publicado originalmente en el diario El Imparcial, dentro de la sección "La zona sucia"