viernes, octubre 05, 2012

La Conjura de los Necios


El día empieza pronto, demasiado pronto, porque la Chica Diploma tiene que irse a trabajar a unas horas inapropiadas y yo no reconcilio el sueño hasta pasadas las 8, una hora antes de levantarme definitivamente, coger un par de libros y marchar a una reunión de trabajo: reparto de horarios y cursos para un año que promete ser tan agotador como el pasado. Después de la reunión, una clase, después de la clase, una compra en el Mercadona para llenar la casa -nuestra casa- de cacahuetes y filetes de pollo. Después de la compra, la comida y la sobremesa, y después el metro hacia Callao, café de la librería La Central.

He quedado con Claudio López Lamadrid, el editor jefe de Mondadori en España. Una vez envié un libro de relatos a Mondadori, hace ya seis años, y fueron los únicos en interesarse. Siempre me ha parecido una especie de señal, aunque sé que en el mundo editorial con señales se llega a más bien poco. No conozco a Claudio de nada, así que cuando me cruzo con Belén Bermejo, de Espasa, le pido indicaciones. "Le reconocerás, no te preocupes", me dice, y ya más tranquilo me siento en una mesa a que un camarero musculoso me traiga un descafeinado de sobre.

A los pocos minutos, llega Claudio y efectivamente lo reconozco. Junto a él llega Miguel Aguilar, editor de Debate, y charlamos sobre fútbol y revistas digitales, más lo segundo que lo primero, aparte de debatir la posible traducción de un libro que alguien debería publicar algún día. Hasta ahí todo es bonito pero normal. Luego se complica un poco porque aparece Eva, la jefa de prensa, con Javier Cercas, que presenta libro, y la charla a tres se convierte en charla a cinco y uno se encuentra a sí mismo hablando de política catalana con toda su pedantería junto a dos catalanes de pro, uno de los cuales vende decenas de miles de ejemplares de sus libros mientras el otro se los publica.

Por un momento pienso en apuntar algo en común entre Cercas y yo: los dos hemos contactado con abogados para demandar a AE. Sin embargo, imagino que la sola mención del nombre de AE ya le pondrá a la defensiva y que sería tremendamente descortés poner a la defensiva a alguien que va a presentar un libro en pocas horas aunque solo fuera con la intención de mostrar mi simpatía y algo parecido al apoyo si es que Cercas necesitara mi apoyo en algo. A los pocos minutos, se nos sienta Pepa Bueno a la mesa y ya somos seis.

Ahí es justo cuando yo me siento como en la portada de una revista que no incluyera mi nombre aunque sí incluyera mi artículo, es decir, siento que estoy ahí, que no molesto, que incluso soy aceptado, pero que hay cosas que me quedan lejos. Es perfectamente normal. En esos momentos es cuando uno tiene que coger el metro con total humildat y volverse a casa a ver a la Chica Diploma entre albóndigas, subiéndose a mesas para arreglar bombillas y tratando de sujetar y ordenar su propio universo. La diferencia entre la Chica Imán y la Chica Diploma es que la primera se ve obligada a hacer que el mundo funcione mientras a la segunda el mundo, en general, le da igual, lo que le importa es el mundo en concreto, es decir, su mundo. Nuestro mundo, insisto.

Son las ocho de la tarde y estoy agotado, con mucho sueño. Dejo pasar horas hasta que puedo marcharme con un cierto margen a la COPE para hablar de Ignatius J. Reilly, John Kennedy Toole y "La conjura de los necios". Es la primera vez que voy desde Planetario así que ando un poco perdido: mi primera opción es Legazpi-Sol y andar; la segunda es Planetario-Manuel Becerra-Banco de España. La tercera, la que realmente sucede, es una versión de la segunda tamizada por la desgracia de perder el transbordo en las narices, es decir, se convierte en Planetario-Manuel Becerra- taxi.

Llego a COPE a la 01:30 pasadas, una hora y pico antes de mi colaboración de diez minutos. A mi me gusta hacerlo todo a lo grande. En el taxi, el conductor me dice "¿Estás nervioso?" porque muevo mucho las manos y los dedos al ritmo de la música. Me gustaría decirle que no, que es algo que siempre hago, porque es verdad, es algo que siempre hago, pero le digo que sí, que estoy nervioso, porque también es verdad que estoy más nervioso que otros días, mucho más nervioso. Un cambio en la rutina acaba con cualquier tauro. Y, en fin, ahí estamos, entre el estudio y el sofá de la sala de espera, leyendo a Talese -¿quién cojones dijo que eso era una autobiografía, qué tiene ese libro de autobiografía?- y pensando en que en todo esto, en todas esas madrugadas de jueves en una cadena de radio nacional, en los encuentros por la tarde con estrellas de la literatura, en el mirar las cuentas cada día a ver si alguien ingresa algo de lo que me debe... tendría que haber un relato bueno. No digo una novela, porque entonces la novela sería mala, pero un relato, sí.

Y al final el tiempo pasa, como siempre, y son las 2:45, casi las 2:50 y David lee el principio del libro en voz alta, Lartaun pone una canción que desconozco, Elena sonríe como siempre en medio de un costipado importante y yo suelto mi rollo. Este rollo, si pulsan el enlace. Los diez minutos acaban, suenan las señales horarias, cojo otro taxi de vuelta porque no son horas y cuando llego, por supuesto, la Chica Diploma está completamente dormida y ni se entera de las puertas, las luces, los abrazos... No se lo tengo en cuenta: por la mañana, cuando ella vuelve a levantarse a su hora impropia, yo hago lo mismo y consigo no enterarme de nada.