martes, octubre 09, 2012

El liberalismo ante la brutalidad policial



Como, gracias al juez Pedraz, seguimos con la vista puesta atrás en la astracanada del pasado 25 de septiembre alrededor del Congreso de los Diputados, permítanme que insista en el lado que no se juzga en esta cuestión pero sí aparece de alguna manera en el acto: la mala praxis de las fuerzas de seguridad del estado a la hora de mantener el orden y reprimir los excesos de los manifestantes. Pedraz apunta a errores clamorosos a la hora de tramitar las detenciones y la puesta a disposición judicial, lo que culmina una actuación que cualquiera pudo ver que no tenía sentido ni proporcionalidad alguna.

Lo que me preocupa es la posición de determinados liberales al respecto. Todo ese punto de “que les arreen bien fuerte que se lo merecen, algo habrán hecho”. La disputa entre individuo y estado se va acoplando a las distintas situaciones históricas según determinadas reglas sociales. Las reglas sociales, el pacto social si se quiere, no es ningún juego de mesa. Respetarlo es importantísimo porque como ya nos mostró Martin Niemöller, al Estado le cuesta mucho parar una vez que empieza a reprimir derechos.

Se empieza modulando la posibilidad de manifestarse y se acaba en cualquier otra cosa. No vale consolarse con “bueno, pero eso es un problema de los otros” porque allí donde haya un derecho individual cercenado por el Estado debería haber un liberal de pro defendiendo ese derecho, aunque su uso le parezca disparatado, como yo mismo expresé la semana pasada. Coincidir en las reivindicaciones -o no- es indiferente a la hora de defender la posibilidad misma de esas reivindicaciones y, lo que es más importante, la tolerancia cero con aquellos que atacan indiscriminadamente a ciudadanos que están ejerciendo su derecho legal, por mucho que otros manifestantes estén cometiendo delitos en ese momento, en ese lugar.

Escuchar a determinados miembros del PP, como por ejemplo el muy liberal Ignacio González, hablar de más leyes, más restricciones, más policía estatal y menos capacidad de intervención individual en la vida política y social me parece un disparate que no se compensa con el hecho de que treinta tíos intenten saltarse un cordón policial situado a 100 metros del Congreso. Un delito por el que serán juzgados sus responsables, sea ante Pedraz o ante quien sea.ç

Insisto en que todo esto me parece que forma parte de un lema tipo “El Estado, solo para que me proteja”, pero la Historia nos dice que eso es complicado, que el liberalismo surgió precisamente para oponerse a las imposiciones del Estado y a su frecuente represión desproporcionada. No es tan complicado pedir explicaciones e investigar a quien cometió excesos en nombre del Leviatán y desde luego creo que se podrían hacer cosas más inteligentes que condecorar a sus mandos.

Claro que a lo mejor algunos han aprendido un liberalismo consistente en controlar televisiones públicas hasta asfixiarlas, llamar cada día a medios de comunicación privados para felicitar o amonestar su línea editorial y colocar a los subordinados en los consejos de administración de las Cajas públicas. Alguno incluso se ofreció a dirigir esa Caja con el único mérito de ser un gran vasallo de su señora y tuvo que tumbarle un presidente del FMI, si no, aún estaría ahí, en vez de preocupándose por cuántas manifestaciones impiden el comercio en Madrid.

En democracia, el equilibrio entre los derechos lo decide en parte el Estado mediante la Delegación del Gobierno, pero sobre todo, no lo olvidemos, lo decide la ley, que protege al individuo frente a los abusos. Pijos ácratas incluidos. Artículo publicado originalmente en el diario "El Imparcial" dentro de la sección "La zona sucia"