domingo, agosto 26, 2012

Lágrimas en la lluvia


Cierro el libro de Talese -buenas historias, algunas digresiones dudosas, una traducción lamentable- y acabo a las doce de la noche en la misma posición de las doce de la mañana, es decir, tirado en el sofá, con el mando en la mano y cambiando canales de manera compulsiva hasta que acabo en Intereconomía, donde están analizando "El hombre que mató a Liberty Valance", de John Ford, en un programa que dirige Juan Manuel de Prada y que supongo que no es sino un remedo con ínfulas del de José Luis Garci en los 90.

La cosa debería haber quedado ahí pero uno de los invitados que está hablando me suena de algo. Cuando veo el rótulo, lo entiendo: "Andrés Gambra, catedrático de Historia". Gambra fue mi profesor de Historia Contemporánea en COU y el recuerdo que tengo de él es maravilloso. Aquel hombre flotaba por la clase y por el instituto como si viviera en su propia burbuja y nada pudiera afectarle. De vez en cuando sonreía, por ejemplo cuando alguien le regalaba a T. peluches de metro y medio y los dejaba en medio del pasillo. No era antipático, en absoluto. Sorbía mucho antes de decir algo importante y mostraba una erudición deslumbrante.

Había cierto consenso en que Gambra era muy de derechas. Es lógico porque nosotros teníamos 17 años y nuestro concepto de la Historia era el que venía en las viñetas de El Jueves. Aquel año todos nos parecían unos fachas horrorosos y probablemente fue el año que más aprendimos. De hecho, el propio Gambra conquistó nuestros corazones muy pronto: primero, porque no se esforzó lo más mínimo en hacerlo; segundo, porque no sabíamos si aquel hombre era muy conservador o muy progresista pero nos demostró que para dar bien un curso entero daba absolutamente igual. Prácticamente todo lo que sé de Historia Contemporánea, lo que expliqué luego yo mismo como profesor a mis alumnos de 3º ESO o lo que he estado explicando este último año para complementar el estudio de novelas en centros culturales, lo he aprendido de él.

Gambra habla de la Inquisición igual que Luis Alberto de Cuenca habla de Catilina. Te sientas a ver un western y acabas oyendo disertaciones sobre Salustio, en lo que es un giro de guion claramente exagerado. Arrastra las eses y sigue en su burbuja. Sus manos son un poco más viejas, igual que su cara. Diecisiete años más viejas, tampoco hay que ser un genio para construir una frase así, es una obviedad enorme. El asunto es que nunca supimos qué edad tenía entonces como para saber qué edad tiene ahora. Calculo que en torno a los 60, puede que más. Espero a que diga algo parecido a "Marchamalo, Marchamalo, lo que me ha costado su hermana en psiquiatras", como le dijo el primer día a una compañera, pero no, de Guillermo de Orange no sale.

El programa se vuelve aburrido porque se pierde en erudiciones fuera de contexto y yo sigo cambiando de canales hasta encontrarme con una disyuntiva difícil de solucionar: en La 1 están echando un magnífico documental sobre la relación entre las plagas bíblicas y la realidad histórica en el Egipto de Ramses II. Es brillante. Unos canales más adelante, la MTV echa el último capítulo de la primera temporada de Geordie Shore. Es la una de la mañana. Viajar a Newcastle en el fondo es como viajar al Alto Nilo. Son mundos que jamás habitaré, solo que uno lo retransmiten en falso directo. Opto por la MTV, como es lógico, y en los anuncios vuelvo al siglo XVI A.C. y las explosiones volcánicas en las islas griegas.

James y Greg se van de marcha pero todos los sitios están vacíos, Jay está triste por su ruptura con Vicky, y con "ruptura" quiero decir que llevan dos o tres días sin follar, Gary se ha reencontrado con una antigua novia y se la quiere zumbar. Charlotte está celosa porque se quiere zumbar a Gary -volver a zumbar, sería lo más correcto-, Sophie muestra una calma impropia del volumen de sus pechos y Vicky, claramente, tiene un trastorno bipolar con necesidad extrema de llamar la atención. Por lo demás, está terriblemente buena. Creo que había otra chica en la casa pero en este capítulo no salía.

Hay algo en la erudición que me fascina y es la constancia. Yo nunca he tenido la más mínima constancia para casi nada y menos aún para ser erudito. La Chica Diploma se mete conmigo porque sé jugar al ajedrez pero qué diría Andrés Gambra de mis gustos televisivos de madrugada... Mi erudición se acabó cuando apareció la noción de la belleza y el juego y el poder de ese juego con la belleza de por medio. Puede ser lo más sofisticado o lo más cutre, pero siempre contará con mi observación atenta. Lo que deja a Talese, Ramsés y cualquier intención de ser tomado en serio en un triste segundo plano, supongo, pero es lo que hay.

Al fin y al cabo, después todos nos vamos a dormir a la misma hora.