lunes, julio 23, 2012

Como si nada

Cerrar el acuerdo para publicar un libro como si nada. Comer en el VIPS, un menú del día, hablar de prólogos y epílogos como si nada y luego dar una clase de inglés con una sonrisa enorme porque a uno le pagan por ofrecer una sonrisa enorme y porque,sinceramente, si no pudiera mantener la sonrisa, dar clase no tendría ningún sentido, ni siquiera económico.

Organizar una revista online como si nada. Como si no pasara nada. Fijar contenidos, posibles entrevistados, secciones, periodicidad y por supuesto trabajar cada mañana en diferentes artículos para diferentes publicaciones -evidencias sobre Facebook y Twitter sobrevaloradas y crónicas de jugadores de baloncesto croatas- que le gustan a algunos, afortunadamente a muchos, y no le gustan a otros por razones normalmente muy perezosas. Leer las razones muy perezosas como si nada y seguir adelante, la siguiente semana otros temas, otros comentarios.

Reunirme con un editor en una cafetería de un hotel de la Gran Vía y hablar durante dos horas de distintas cosas y solo de vez en cuando mencionar algo, mencionar los viajes y el futuro, la prima de riesgo mezclada con los trenes que salen a las 8,30 y llegan a las 12,45. Tomar unas tortillas, unas botellas de agua, hablar durante horas por teléfono hasta el punto de que Vodafone te informe de que te has fundido la tarifa plana del mes a los diez días. Sonreír, de todas maneras, sonreír siempre. Como si nada. Descargar libros del "Dream Team" y leerlos en el propio tren, legañoso, estúpido después de darte cuenta de que has comprado un billete para el día anterior y a punto has estado de quedarte en tierra.

La tentación de quedarse en tierra.

Leer, decía, como si nada. El chico de al lado peleándose con Air France por una maleta perdida. Chicos Loewe. Chicos que no están en preferente porque no sepan ni cómo hacer una reserva el día correcto. Llegar y discutir y andar y sufrir y comer hamburguesas diminutas mientras mi sobrinita duerme y pone caras. Tres meses. Llegar a casa agotado, sudado, sucio, maloliente, las horas del viaje de vuelta en coche y de toda la semana sin dormir ni comer encima, el dolor en la parte alta del pecho. Organizar las clases de la semana siguiente como si nada, cenar como si nada, escuchar la respiración dormida de la Chica Diploma, ir a su trabajo al día siguiente, reunirme con la trabajadora social, arreglar el mundo en dos-tres horas consciente de que el mundo se volverá a estropear en cualquier momento -el mal nunca descansa- y luego, ya sí, llorar en su hombro mientras ella me abraza y me toca la cabeza y yo solo puedo decir: "Simplemente, me parece precioso que esta gente se preocupe tanto por los demás, me parece precioso".

Y dormir un poco, levantarte más agotado aún y volver de nuevo a clase, claro, a trabajar y sonreír. Los tres usos de la pasiva en inglés. La tristeza. La rabia. El orgullo.