sábado, julio 16, 2011

El día que salí en Babelia


Mi relación con la literatura siempre ha sido extraña. Más extraña que con la filosofía, incluso. Nunca me rodeé de un ambiente literario, amigos escritores, charlas de madrugada en cafés bohemios... Mi vida nunca ha sido nada de eso y tampoco lo es ahora. Mis amigos eran mis amigos, con los que compartía mi vida y no mi obra: tardes de baloncesto en el Ramiro de Maeztu, noches memorables en Malasaña, confidencias telefónicas... lo habitual en cualquier post-adolescente.

Sí, ahora la gente más o menos me ubica e incluso me encuentro con que, el mismo día, Manuel Jabois habla de mí en su entrevista para el ABC Cultural y Pepe Albert de Paco me menciona en su columna de JotDown... pero, aunque todo esto me halague, quiero dejar claro que no siempre ha sido así. Es más, la falta de costumbre en el halago hace que acabe recurriendo al personaje, como si eso en realidad estuviera dirigido a otro mientras la persona -es decir, yo- estaba aquí tirado viendo el Tour y buscando fórmulas de refinanciar mi deuda para evitar acudir a un segundo rescate. Me veo a la casera con antorchas y arados intentando derribar cualquier día la puerta de casa.

El primer recuerdo que tengo de algo parecido a un "éxito literario", algo que realmente me afectara, no ya a mi reputación o a mi carrera o lo que ustedes quieran, sino a mí, carne, sentidos y emociones, fue cuando, en una entrevista con Ray Loriga en Babelia se citaba un artículo mío como referencia en la bibliografía. Aquel artículo se había publicado en Babab bajo mi nombre y tenía como origen uno más largo, que englobaba a Bret Easton Ellis y a José Ángel Mañas, y que escribí junto a mi madre, consiguiendo publicarlo en una revista allá por 2001, aquellos tiempos en los que yo tenía paciencia para investigar y no intentaba pensar, formarme una opinión y escribir un artículo en menos de 30 minutos.

Los felices tiempos anteriores a la burbuja Twitter-Facebook.

El caso es que ahi estaba mi nombre, junto al de Loriga, y en Babelia. ¡En Babelia, señores! Mi madre lo entendió, por supuesto, pero siempre tuve la sensación de que mis amigos no. No quiero decir que no se alegraran: claro que lo hacían. Yo les llamaba ilusionado y les contaba todo aquello y ellos decían "qué bien" y mostraban un entusiasmo que solo podía ser fingido porque, como ya he dicho antes, no lo entendían. Se alegraban porque me querían, punto, y eso era por un lado bonito pero por otro, frustrante, porque una parte de la comunicación se perdía.

Si no me falla la memoria aquello fue en 2004: en medio he escrito un dietario, una novela, dos libros de relatos y estoy peleándome con Iratxe Añorga y sus problemas con los pingüinos. He colaborado con más de veinte publicaciones en estos años y he conseguido entrevistar a los propios Ellis y Loriga, quedándome solo Mañas en el camino. Sin embargo, no he vuelto a salir en Babelia. Es extraño, ¿verdad? Justo cuando ahora mis amigos yo creo que sí sabrian entender mi alegría.

Con la literatura, ya lo he dicho desde el principio, siempre he tenido unos tiempos muy extraños, algo parecido a lo que te pasa con la chica guapa del instituto a la que nunca diriges la palabra por miedo a que te diga que no le gustas.